domingo, 30 de septiembre de 2007

DESESPERANZA / Envió Gustavo Méndez

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Oigan a MARIOLGA RODRÍGUEZ cantando "DESESPERANZA", en el IV Festival Internacional del Bolero. La valiosa voz que apreciarán, a veces puede ser oída en los locales con música en vivo en Las Mercedes, como el "Rua's Restaurant". Integra una notable familia de músicos: DORIS quien también actúa por esos lados, y, los 'HERMANOS RODRÍGUEZ' son sus tíos: "De casta le viene al galgo", reza el refrán. Que lo disfruten.
GMA.

jueves, 27 de septiembre de 2007

GUAYABO DE LA BARRA CARAQUEÑA EN CORAL SPRINGS/ Noel Simonovis


Entro al bar acostumbrado, con sus gringos borrachos acostumbrados.

La conversación con un amigo acerca de Caracas me ha puesto nostálgico. Me menciona que ahora bebe cerca de su casa (El Marqués) en una tasquita donde hay karaoke, buenas tapas y precios solidarios. Es tan buena, que mi amigo, pésimo oído y peor voz, canta y lo aplauden. Termino la conversación y salgo para mi bar preferido en la ciudad de Coral Springs, al norte de Fort Lauderdale. Luces, ruidos, televisores y política de "2 x 1" desde las 11 AM hasta las 2 AM. Hablo con uno de los regulares, Inspector de Permisos de la ciudad: le pregunto si él canta, me dice que no, que le gusta la música pop de los 60's. Entono "Dream a little dream of me" de Mama Cass para incitarlo y me acompaña con "la, ra, la, la". Me empieza a hablar de que el sueldo no alcanza, la mujer lo está volviendo loco y tengo que terminar entablando una nueva conversación con un nuevo parroquiano sentado a la izquierda: se trata de un vendedor de Bienes Raíces (Bush es un desastre, la construcción se esta yendo por la cañería, los Bancos están asustados, la culpa es de los chinos...). Le comento que a mi me gusta mucho la música y... a el? -"Un poco", -¿Cual? -“Country”! Comienzo a cantar "I walk the line" de Johnny Cash para ver. Tararea de compromiso. Trato de vaciar mi maleta de nostalgia, explicando mis orígenes venezolanos y a nombre de quien bebo este particular momento (A nombre de todos los bebedores de Venezuela). El hombre se sonríe y me dice que a el también le vienen recuerdos de su nativa Georgia que, aunque también estado sureño, no es playero ni tropical. Que cuando bebe bourbon, especialmente, quiere cantar y palmotear al ritmo de los blues, valses, Mountain Fiddlers... Pero, aquí eso no cuaja y que mi caso es peor. Seis margaritas por el precio de tres y ya me estoy yendo. ¿Adonde?

Me acuerdo de un barcete de unos cubanos más al Norte y allí me dirijo. Efectivamente, tienen un trío tocando ¡!"Suavemeeeente"!! Tiro unos pasitos de merengue "ripiao" y hasta me aplauden. Este palo lo apuro de un solo tiro. (¿"Palo", “Tiro"?, ¡ya me estoy rascando!) Empiezo a ver clarito al Cicero, el Diamante Grill, Number Two, Il Padrino...

Termino en mi casa oyendo a Orlando Contreras, Astrud Gilberto, el Catire Carpio, Gigliola Cinquetti, Roy Orbison, Víctor Piñero,

Que guayabo tan arrecho!! Salud!!


Leyenda de la foto: Ellen Naomi Cohen o Cass Elliot (19 de septiembre 1941 – 29 de julio 1974), popularmente conocida como Mama Cass. Integrante fundamental del grupo The Mamas & the Papas; después de la disolución de The Mamas and the Papas tuvo una brillante carrera como solista.

DESARREGLANDO EL MUNDO/ Alfredo Padilla, Pablo Antillano,Pepe Luis Garrido y Miguel Manrique

¿QUE PASA CON LOS BORRACHOS?/ * Nota anónima enviada por Gustavo Méndez


Nota para el administrador del blog. Escribo desde algún lugar del Medio Oriente donde rige la ley musulmana. Trabajo para una transnacional de la energía que tiene negocios en Venezuela. Por tanto, por razones harto conocidas, mi identificación sería negativa tanto para ella como para mí.

¡Hola amigos! Desde el exterior, les saludo con alegría y con nostalgia. Todos ustedes lo saben pero —por modestia, seguramente— no lo dicen: la mayor virtud de las barras caraqueñas fue la calidad de sus conversaciones y lo fresco de sus chismes. Estos, errados, verdaderos, malintencionados ... siempre eran creíbles; tanto que podían servir de pasaporte para que la compañera abriese la puerta del hogar. Tratárase de fútbol, tennis, béisbol, literatura, chismes del día, política (mundial o local) o cualquier otro valedero, invariablemente había 2 ó 3 ó 4 expertos dragoneando con sus conocimientos sobre el tema, siempre con muchísima propiedad, aun cuando —paradójicamente— lo hicieran desde puntos de vista enfrentados. De allí su gracia.

Conozco a algunos de los habitués de “CÓDIGO DE BARRA”; he abrevado con ellos, al menos desde los tiempos de la República del Este. Me he calado sus desplantes e intemperancias … y también sus manifestaciones afectivas y sus demostraciones de amistad. He trasegado en su compañía whiskies de 4, 8 o 12 años (pocas veces nacionales), cervezas, lights o verdes, vodka, ginebra (éstas, siempre importadas), rones; al abrirse las tabernas, al atardecer y hasta la madrugada. Mi vista presenció el encanecimiento y/o encalvecimiento progresivo de Fuentes, Hernández, Antillano, Méndez, Monsalve y de otros cuya inmensa humanidad se resguarda bajo seudónimos evocativos (“De La Barra”). Los conocí como adecos, comunistas, masistas, copeyanos, haciendo transitar sus simpatías, en ocasiones, hacia el gobierno de turno, más allá de las ideologías de éste y al margen de sus propias convicciones. Hicieron algunos breves pasantías intelectuales por la “izquierda divina”, estuvieron en la mostrenca que ahora gobierna … y se devolvieron. Y así…

Lo que no puede decirse es que estos ‘barrosos’ no hubiesen sido comprometidos ―”afectos” como dicen los periodistas de ahora― y que no defendiesen con ardor y vehemencia sus puntos de vista, cualquiera que ellos fuesen. En mi última visita a Caracas me llamó poderosamente la atención la segregación de los grupos: en un extremo de la barra o en propia mesa, los “rojitos”; en la otra, los “escuálidos”. Será que la “literatura oral” que practicaba la pandilla de Caupolicán que aparece en la foto, ahora no se lleva. También noté la neutralidad de los canales sintonizados en la pantalla de televisión, sobre la barra: deportivos, ambientales, etc. Nunca informativos, ni siquiera extranjeros. Así como aquella “República del Este” de alguna forma se parecía a la otra, a la que imitaba, este “CÓDIGO DE BARRA” pareciera ser, con el perdón, una réplica de las barras de ahora. Quizás sea un acierto.

¿Qué ha pasado? ¿Llegamos a la felicidad de los suecos? ¿No tenemos conflictos, ni existenciales ni de ningún otro tipo? ¿Una incursión a la melancolía? ¿Patria y Hummer, venceremos?


* Pablo: el texto anexo me lo envió un amigo que los manes de la Historia aventaron hacia el Medio Oriente. Por las razones que explica en su nota de envío considera prudente mantener su nombre bajo reserva. No obstante, no veo que relación haya entre la sharia y el anonimato. Ni que mi amigo fuese Salman Rushdie. Gustavo Méndez


EL AMOR ES ASÍ EN EL MANÍ/ Joaquín Pereira



El amor es invisible,

entra y sale por donde quiere,

sin que nadie le pida cuenta

de sus hechos.

Miguel de Cervantes

En una avenida de nombre Solano de Caracas, capital de Venezuela, el quinto exportador de crudo del mundo, aunque esto poco importa, hay un pequeño rincón donde el Amor va los jueves en la noche a tomarse una cerveza, fumarse un cigarro y escuchar la rumba, rumba-rumba-rumba, que buena es la rumba del grupo El Guajeo. Ese lugar lleva el nombre de una leguminosa de frutos pequeños que producen un aceite parecido al sudor de quienes allí bailan: El Maní, es así…

El vigilante de la puerta trata a el Amor de forma deferente cuando él llega. No es que lo salude o le sonría, sólo lo deja pasar sin revisarlo. Sabe que no tiene armas; aunque sospecha que puede hacer mucho daño.

Veinte años han llenado las cuatro paredes del recinto de fotografías de almas inquietas:

Luego de unas horas de alcohol y nicotina algunos de sus visitantes han asegurado haber visto que la foto de Andrés Eloy Blanco se pone a conversar con la de Armando Reverón sobre la luz de las farolas que “medioiluminan” el lugar; o al retrato de Celia Cruz invitando al de Fidel Castro a bailar para quitarse la amargura.

El Amor se sienta en la barra triste porque desde hace tiempo no se ve reflejado en los espejos del lugar.

En el centro de la pista baila la pareja perfecta: él venezolano, ella francesa… por un momento el Amor se emociona, se les acerca, pero aún así no logra ver su reflejo.

Mareado, nuestro amigo sigue rumbo al baño. Para evitar confusiones los dueños han pintado una dama antañona en una de las puertas y un cazador en la otra. El Amor no sabe por cual decidirse pues él no tiene sexo.

Por fin lo hace y al entrar se tropieza con alguien que vomita en una de las pocetas. Su malestar no es producto de haber mezclado ron con cerveza, o mariguana con Belmont. Es un vomito de rabia, de dolor, de impotencia…

Cuando el Amor se acerca a ayudarle es rechazado: -Por ti es que me encuentro así- le gritó Almaenpena. Desde que te conocí ya nada le da paz a mi espíritu. Luego de lo cual ésta salió del baño, dejando al Amor en el suelo de cemento pulido.

Almaenpena atraviesa la pista de baile y choca con la pareja perfecta, e inmediatamente reconoce a la persona por quien daría con gusto su vida.

El Amor sale del baño y se estremece al verse reflejado en el espejo que hay detrás del trío.

Luego del cruce de miradas, Almaenpena sale del local mientras irónicamente suena el son de Tu amor es un periódico de ayer que nadie más procura ya leer… qué te pasa estás llorando tienes alma de papel.

El Amor se detiene por un momento a observar a la pareja perfecta: ella lo besa a él; él recorre con su mano el final de la espalda de ella. Ninguno de los dos se ama.

Aturdido sale detrás de Almaenpena y la encuentra a una cuadra de El Maní caminando por la acera como equilibrista de circo. Un brillo de puñal sale a su encuentro pero luego se esconde asustado por el paso del Amor: es que Dios cuida a los despechados…

Almaenpena sigue su camino atravesando la alfombra de ratas que atrae un container de basura. El remolino de roedores se le asemeja a la docena de bailarines de salsa que dejó atrás.

El Amor la sigue, pasa por el semáforo, la esquina, la reja, el ascensor, el largo pasillo, la puerta, la colchoneta… donde finalmente ve a Almaenpena despedirse de la vida.

Así es como cada jueves el Amor va a El Maní a tomarse una cerveza, fumarse un cigarro, escuchar la rumba, rumba-rumba-rumba, que buena es la rumbaen espera de alguien que le devuelva su reflejo.

POEMA DEL COLESTEROL / Leonardo Padrón

Como todo en la vida

hay un colesterol bueno y uno malo.

Pero sólo uno es noticia.

La prensa lo cita como un criminal de moda.

Las arterias envejecen con la grasa de sus besos.

El corazón se tarda ante la densidad de sus maneras.

Dicen que para vencerlo basta con caminar hacia el sol

comer con la boca cerrada

llorar ante la mantequilla

hacer flexiones de pudor

sudar los domingos.

Dicen que hace fiestas ruidosas en la sangre

compras nerviosas en el hígado

saqueos en la felicidad.

Dicen que te mata con mucha muerte.

Así el amor.

Hay uno bueno y uno malo.

Pero sólo uno es turbulencia.

En la próxima entrega : los triglicéridos.

Esa otra forma de la nostalgia.


Tomado, con permiso del autor, de EL AMOR TOXICO de Leonardo Padrón . bid & co. editor. Abril 2005 . http://www.bidandco.vze.com

martes, 25 de septiembre de 2007

CONFESIONES DE UN BEBEDOR/ Humberto Márquez


"Quiero que cuando muera,
con vino se me lave
Y que se rece en nombre del
amor y la copa
El que el Día del juicio
desee dar conmigo,
En el umbral de una taberna
ha de encontrarme"


Omar Khayyam

Cuando uno llega a la tercera y se quiere robar el home de las edades, la cosa ya no es como antes. Un día llega el veredicto médico de la prohibición hasta nuevo aviso, que puede convertirse en que mas nunca se podrá a volver a beber. Es el momento de la gran reflexión y de la gran decisión, cuando pasamos la primera semana y no vemos elefantes amarillos en las paredes, por lo menos entendemos que alcoholismo no era, después vienen las negociaciones con el médico, aunque todos repiten el eterno ritornello: "Whisky 18 años y muy de vez en cuando". Uno insistirá en el ron 18 de la bodega privada y ante el gesto de incomprensión, uno pontifica que si el problema es de añejamiento debe ser parejo para el ron que para el escocés.


Después viene el artículo a lo Ludovico Silva: "Adiós al alcohol" y luego de dos semanas de exámenes y tactos inconfesables, convenimos en prometer que si cumplimos religiosamente el horario de comidas y dejamos el café, los refrescos, el cigarro a media máquina, las frituras y la comida chatarra; podremos beber a discreción siempre y cuando no bebamos un vodka con asopao de langostas que nos devolvió a la emergencia de la clínica la semana pasada. De todos modos, no será tan difícil cumplir esas instrucciones porque beber en familia es peor que bailar un bolero con una hermana. (CONTINUARA)

LA RENUNCIA/ Andrés Eloy Blanco


Para ese universo de barras que tanto lo zambullen a uno en resplandores inolvidables, te estoy anexando una versión sumamente apropiada de "La Renuncia" que el propio Andrés Eloy Blanco escribió para "El Morrocoy Azul" en 1942, y que imagino hará las delicias de los panas que pueblan las barras como pajaritos en rama, siempre buscando más los cielos que la tierra. ¡Hasta me imagino al tridimensional Raúl Fuentes, por ejemplo, con sus ojos de luz cristalina y su galante voz que enronquecida trina, acentuando los sentidos que el presente ilumina! Gócese. Y saludos al conglomerado más alegre.

Alberto "Chino" Rodríguez Barrera


LA RENUNCIA

He renunciado a ti. No era posible;
fueron vapores de cervecería,
son ficciones que a veces le dan al sumergible
cierta esperanza de refinería.

Yo me quedé mirando como el Volga se iba
poniendo en cinta de la estrella,
lancé mis divisiones hacia ella
y supe que la estrella estaba arriba.

He renunciado a ti, nazistamente,
como tuvo que hacerlo Juan Vicente,
he renunciado a ti, como Caracas
que ha renunciado al agua y a las cloacas,
como el que ve partir las caraotas
con rumbo hacia imposibles y ansiados continentes,
como el pollo que siente sus entretelas rotas
cuando ve a Guillermo Austria que le enseña los dientes.
Como el avión que renunció a Inglaterra,
como el Bismarck que renunció a los faros
y mis soldados a ganar la guerra
y Mussolini a los patines caros.

He renunciado a ti, como Tejera,
como el doctor Castelli a la cartera,
como esos falangistas singulares,
con las manos vienesas y las tripas vacías,
que comen misas vascas y Carmonas Nenclares
en los escaparates de las pastelerías.

He renunciado a ti, pues mientras viva,
iré perdiendo un poco de lo que antes tuviera,
y al final, con qué fuerzas iré a la defensiva
en mi ofensiva de la Primavera.

Yo voy hacia mi propio Berlín. Como el poeta,
cuando renuncie a todo, me suicido o me entrego;
desbaratando planes, me cogerá el planeta;
mi ofensiva es el viaje del que se va a San Diego...




domingo, 23 de septiembre de 2007

UNA BARRA GAY EN MARACAIBO /vidalaseriemaracucha


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UNA TARDE UNA BARRA / Amelia Hernández


Dedicado a los asiduos

de Código de Barra,

que reconocerán aquí detalles,

personajes, frases de su pertenencia.

Entro en la tasca y me instalo en la barra, cerca de la entrada: tengo que esperar a alguien.

En un rincón, un nicho con luz de neón resguarda una virgen revestida de lentejuelas. Hay un reloj que marca las tres de la tarde. El barman, atento, eficaz. Le pido un oporto, y me pongo a examinar el lugar.

A mi lado, hay una parejita. Ella parece estudiante de la UCV, él tiene cara de poeta andaluz y suspira: "Me gustaría ser todo de vino y beberme yo mismo...” Guaooo.

Se me acerca un tipo con acento argentino, ofreciéndome un reloj “de oro, con una máquina de primera, viste...” Le muestro mi muñeca: “No, gracias, me gusta el que tengo...” El argentino mira mi reloj, hace una mueca y se aleja hacia las mesas para seguir con su negocio.

Un tipo, mostachos blancos y cara de desconsuelo, ya con lengua de trapo a esta hora temprana, pide otro whisky y se queja: “Cuando me emborracho, las mujeres se niegan a bailar conmigo... ¡y eso que muevo bien el esqueleto!” Junto a él, indiferente, un hombre de mediana edad, está leyendo Tal Cual. Qué curioso, hay gente que lee en las barras... Mientras espero, sigo observando este mundo raro. Y descubro con asombro que hay otro lector, con aspecto de empleado público y un trago de Something por delante, que lee, a ver... Algo de Pamuk.

En eso oigo una voz ferviente: “¡Bendito aquél que hirvió la caña!”, y entonces me fijo en unos hombres que toman ron y disertan sobre el tema. Parecen expertos, aguzo el oído, me entero de que el ron puertorriqueño es el más ligero, el jamaiquino el más denso, el venezolano el más sabroso. “Ahora bien, no hay nada como el ron cubano. El resto es literatura...”

Regreso al lector de Pamuk porque algo raro he percibido en él. Es como si sostuviera un diálogo secreto y apasionado con unas sombras que salen de las páginas de su libro... ¿Estaré alucinando...? Pero entonces se atraviesan dos hombres bien trajeados y encorbatados; ya almorzaron, se dirigen hacia la puerta y cuando pasan a mi altura oigo lo que dice uno de ellos: “... el alcalde quería organizar un recorrido a bicicleta alrededor de Portland con todo el Cuerpo Diplomático, pero éramos solo dos cónsules: el de Japón y yo...” Cuando vuelvo a ver al lector de Pamuk, ya ha cerrado su libro y las sombras se han desvanecido; él también se va. Al salir, se cruza con una mujer que irrumpe como una fiera.

La mujer barre la barra con mirada brava. Se voltea hacia las mesas, otra barrida infructuosa. Saca su celular mientras se instala en la barra. “Aló, Petra... Estoy en el bar, pero no veo a Leónidas... Me voy a quedar un rato: quiero ver con mis propios ojos por qué a ese muérgano le gusta tanto venir acá,... Vente pues, y me acompañas...”

El mostachudo desconsolado suelta entonces, entre dos sorbos de whisky: “Las barras son como algunas mujeres: ¡atractivas y malvadas!” ¡Uuuy, peligro! Miro a la mujer de Leónidas (porque supongo que eso no fue conmigo, yo soy buena gente). Afortunadamente para él, la malvada sigue en lo suyo con su celular en la oreja. ¿O la cosa será con esas tres mujeres que están sentadas a una mesa, tomando cerveza? Llevan pantalones de dril azul marino y botas de cuero negro amarradas con trenzas; son policías. Están pendientes de la tremolina que arman, al otro extremo de la barra, dos tipos ruidosos pregonando sus convicciones existenciales. Estridentes, irreverentes. “¡Si el trabajo es salud -profiere el más desaforado-, que trabajen los enfermos!” Y se enzarza en una perorata en la que creo adivinar un elogio de la pereza. Su interlocutor asiente con un sonoro “¡Wup, wup, wuuup” y toma otro sorbo de su tequila con cerveza fría, mani y papas fritas. Será mexicano, me pregunto, viendo sus botas de piel de serpiente cascabel. Sigue el otro homo bibendum philosophantis: “¡El que quiera conservar la salud, que beba vino!” Y exhorta: “¡Bebamos hasta caer exhaustos! ¡Y al despertar, combatamos el ratón con renovados bríos!” ¡Uff!

¿Y si voy y le doy la receta de la pisca andina? Dicen que es lo mejor para el ratón... Pero en eso llega mi amigo. Se me olvidaba, en mi contemplación, que estoy esperándolo.

Acaba de llegar de España para montar una zarzuela; en sólo dos días y tres barras, ha cosechado una cantidad de chismes del mundillo cultural, que yo, viviendo aquí, ignoraba totalmente... Se dispone a contármelos, mientras se come unos pimientos fritos acompañados de vino chileno.

Tres horas después, salgo de la tasca, un poco mareada por toda esa diversidad humana que se remueve en una barra. Ya es casi de noche, respiro el aire gasolinado de La Candelaria, y me abro paso entre los buhoneros, hacia al estacionamiento...

miércoles, 19 de septiembre de 2007

CODIGO UNIVERSAL DE LA BARRA/ Envía Celita Calcaño




Puede hacer click en el título o copiar y pegar esta dirección, ( no se lo pierda) :


http://www.whitehouseanimationinc.com/kunstbar.htm

martes, 18 de septiembre de 2007

MUSSOLINI, EL PIANISTA / Carlos Montenegro

Con la lamentable pérdida de Aldemaro Romero y tras haber leído el sinnúmero de sentidos escritos, apenas me queda suscribir casi todo lo que se ha publicado, y poco o nada puedo aportar en su memoria. Solo quiero decir que lo recordaré siempre como amigo y sobre todo como referencia. Además, nos queda su formidable obra y espero que sepamos conservarla por el bien de nuestra cultura.

Unos días antes de su ida, estaba yo con ganas de escribir sobre un músico que desde hace años llamó mi curiosidad y del que había hablado con Aldemaro hacía un tiempo, por supuesto que lo conocía y me ilustró. Se llamaba Romano Mussolini, pianista de jazz

Romano, el menor de los 5 hijos de “Il Duce” Benito Mussolini, y Rachele Guido, había nacido en Carpena, provincia de Forlí en 1927, de tal manera que cuando su padre estaba en el cenit del poder era un niño y durante la II Guerra Mundial apenas un adolescente.

Tal vez por eso no era consciente entonces del drama que se vivía en el mundo, ni que uno de los principales actores era su propio padre. De carácter introvertido y dicen que hasta taciturno, nunca se involucró en la saga familiar. Parece que fue su hermano Vittorio quien le animó desde muy pequeño a dedicarse a la música y al final de la década de los 40 hizo su debut en discos, ya como pianista del cuarteto de Carlo Loffredo con quien grabó ‘How high the moon’.

En los 50 bajo el pseudónimo de “Romano Full” trabajó junto al músico de tromba Nuncio Rotondo, y en 1957 formó su trío con Carlo Loffredo (contrabajo) y Pepino Pignatelli (batería), siguiendo la estela del ‘Oscar Peterson Trío’, maestro a quién conoció y cuyo estilo cultivaba.

Romano Mussolini se codeó con los más afamados jazzistas italianos como Dino Piana, Enzl Scopa, Gil Cuppini o Franco Tonani; con todos ellos tocó y grabó discos, así como con algunas de las más grandes estrellas del jazz de aquellos años de ocupación aliada, que entraron en Europa por la puerta que abrió París como sucursal europea de los jazzistas americanos de posguerra. Nombres como Dizzie Gillespie, Lionel Hampton, Duke Ellington, Chet Baker, Ella Fitzgerald y algunos más que seguro se me escapan, compartieron escenario con Romano y hasta grabaron discos.

Romano Mussolini hizo giras por toda Europa, EEUU, Canadá, Medio y Extremo Oriente así como por Oceanía y América Latina. Visitó Venezuela y creo que actuó en el Show de Renny y en la “boite” del Hotel Tamanaco con gran afluencia de la colonia italiana.

Es posible que su apellido pareciera exótico y llamativo a los que habían luchado por acabar con el régimen de su padre y su padre mismo, pero también es probable que fuera un enorme handicap en su contra por aquellos años, que al solo nombrar su apellido, recibiera rechazo y odio por lo que representaba.

Casó con María Sicolone, hermana de Sofía Loren y fue padre de tres hijas: Elisabetta, Rachele y Alexandra Musolini, actual parlamentaria del partido Libertat di Azzione; después vivió sus últimos 36 años con Carla María Puccini.

Fue celoso recopilador de los apuntes, memorias y testimonios que su padre dejó, y en sus últimos años publicó un libro llamado “Mi Padre, Il Duce”.

Aldemaro me dijo que no poseía gran talento – coincidía en eso con Jack Braunstein – pero que era un pianista solvente y de buen gusto.

Murió en Roma el 3 de Febrero de 2006.

carlos.managerman@gmail.com

TREN PASÓ PRIMERO Y LA GRAPPA DESPUÉS/ Tulio Monsalve

Es por lo menos irreal suponer la existencia de un precedente por el cual algún plebeyo se le halla ocurrido la peregrina idea de invitar a una princesa a cenar. Menos probable aún, que superado el desatino, la princesa halla aceptado el llamamiento. A pesar de tales antecedentes y considero que solo la fuerza de lo extraordinario produjo el sortilegio la Princesa Helena Poniatowska hizo un espacio en su vida para aceptar nuestra invitación. Digo nuestra, por cuanto el otro que completaba el dúo de los advenedizos era Roberto Hernández Montoya, quien tratando de igualarse solo dio como referencia el Montoya; por mi lado ni eso intenté, como cubrir mi apellido solapando otro, si ninguno de los dos podría romper el espacio de los elegidos

Este atrevimiento solo se puede producir por la audacia o mediatura de alguna circunstancial investidura de autoridad, estimo fue este el caso. Se trataba de hacer un mínimo reconocimiento al genio y la calidad de la obra de la escritora, y alargarlo hasta su alter ego, la princesa. Debo decir que celebramos la novela, apreciamos la dama y reconocimos la gracia de su palabra y ligeros gestos, además la delicadeza de su insinuada sonrisa.
Sus sencillas pero serias y clarísimas frases nos hicieron gratificarnos con sus apreciaciones sobre el pueblo mexicano, ya parte, muy importante de su vida. Llegado al postre y el puosse café, citamos a Tina Modotti, y coincidimos que la novela que ella escribió sobre Tina (Tinisima) contiene muchos y gratificantes hechos para el eterno recordar. El remembrar, esa que además de bella, fue intransigente luchadora por todas las causas que tuvieran por signo la reivindicación de los menos favorecidos; ella que como Helena también fue recibida en México, y aunque fue expulsada una vez, allí regresó y fue reivindicada por el mero Don Lázaro Cárdenas. Helena y Tina tienen muchos trazos en común, la vocación por todo lo mejicano y tener ese país como su patria, tener el periodismo cómo sistema de vida, y una gran pasión por la defensa de los que menos ventajas humanas han percibido en la vida. La emoción que en ella produjo la cita, me permitió sugerir un brindis por Tina, insinué que por ser italiana lo mejor para el momento era una buena grappa. La señora Poniatowska debemos decirlo, no es muy afecta al alcohol, sin embargo, considerando el momento aceptó, por cuanto la ocasión de recibir el premio Rómulo Gallegos que es un asunto de “una vez en la vida” y citársele en este cena a Asunta Adelaida Modotti, fue bastante para que en contra de las normas que impone la realeza, rompiera hasta los protocolos de sión y se metiera un “guarapazo”, y así nuestra homenajeada princesa al manto de una barra, celebró y pudo reconciliarse –temporalmente- con la aprovechadora plebe que la agasajó y en emocionado rincón, brindó y brindó ….

Tina Modoti y sus fotos




sábado, 15 de septiembre de 2007

ALDEMARO EN EL RECUERDO/ Alejo Urdaneta



Aquel bar tenía ángeles que esperaban los boleros de Aldemaro. También estaba allí el público de costumbre que había ido a pasar el fin del día en un recinto de música de piano, con un ejecutante piadoso que complacía las peticiones de algunos. El bullicio del lugar continuaba sin atender al pianista que sonaba, como todas las tardes, los acordes de My Way, Noche de Ronda, la canción de Casablanca, en una fugaz travesía por las emociones del pasado.

En el cuadro ceniciento de la sala, se destaca la tertulia en la mesa del fondo, ocupada por tres hombres y una mujer, bella y altiva. Parecen que han venido desde su lugar de traba­jo a palpitar con la vida del restaurante espa­ñol, y a gozar del colorido que casi suena a grito en este lugar de alborozo. Pueden estar solos y no querer atender a lo que pasa en el recinto, ni ver al resto de los asistentes. Conversan animadamente y es fácil observar que dentro del cuarteto hay dos que cruzan picardías y talento, tanta es la alegría que aparen­ta la con­ver­sación. En ellos hay una solidari­dad apretada, un tácito acuerdo de felicidad, juntos en torno a una emoción que apenas se vislumbra.

De repente, uno de ellos se levanta y va hacia el pianista que juega con los arpegios y exalta el amor que las parejas todavía no se dicen. El pianista se sorprende ante la interrupción, pero de inmediato explaya una sonrisa de admiración y afecto. ¡Es Aldemaro Romero!, exclama. Pero su sorpresa es mayor cuando el maestro le pide que le ceda el piano, “para tocar algo…”; y sin más se levanta para que Aldemaro tome posesión del instrumento y comience a preparar alguna canción, un bosa nova quizás, u otra de sus innumerables invenciones. Todo es ahora un concierto de notas que obliga al auditorio a callar y escuchar a Aldemaro Romero cuando canta: Esta noche me voy a emborrachar con mi mujer, empezando en el mismo piano bar, como a la seis…. Para mí lo de siempre combinado con bosa nova o jazz…” Y puso a todos a bailar en el estrecho abrazo del swing de la melodía. Después el maestro invitaba a que dejasen el bar por ir en busca del amor.

No podía quedarse solo Aldemaro. Al poco tiempo estaba a su lado el compañero de mesa, el poeta Luís Pastori, que tomó el micrófono para entonar un tango, alguna tonada, con la voz potente y grave que siempre hemos escuchado cuando declama su hermosa poesía. Cree la gente que ellos-poetas nada saben de las vidas de otros, absortos en la mística de su poesía y la música, juntas en una misma melodía. Ignoran que el poeta dice de sí mismo lo que cada uno siente. Por eso, cuan­do alguien se abrió paso hacia la mesa del fondo, los intérpretes tuvieron la percep­ción de que luego se alumbraría el signi­ficado de esas vidas solitarias en un sa­lón de aparente rutina.

Porque ha entrado en el salón un hombre de negro que parece dirigirse a la mesa y casi llega a ella, pero de pronto vira hacia el lado opuesto y se sienta en otra, frente a la que ocupan Aldemaro y sus amigos. Ha pedido una copa de jerez y prueba un sorbo después de saludarlos con un gesto de brindis. Los meso­neros están atentos al pedido que harán en la mesa de los artistas, y también prestan oído a lo que dice el recién llegado. Suponen que quiere llevar un mensaje de afecto y gratitud a los inesperados visitantes que han improvisado tan hermoso espectáculo, y se dicen que eso ayuda al beneficio del nego­cio y puede alegrar el ambiente.

Este nuevo visitante es invisible para todos: los que danzan, comen o beben. Su traje es negro y sólo deja ver de su cuerpo un ojo abierto, que se abre a ratos a la luz. El salón se ilumina entonces de fogonazos y sonríen los hombres y se azoran las mujeres. De las manos de Aldemaro surge el ritmo pausado que acompaña el calor de una danza estrecha, mientras el personaje de negro obser­va a la hermosa mujer desva­necida en las sombras de un rincón, para perpetuar su emoción iluminándola por instantes. Desde la inmovilidad de su asiento, invisible a la pasión o la cu­riosidad, sigue atento el paso de la danza, el anhelo de la respiración de las parejas cada vez más enredadas en gestos sin sosiego. Y en la exaltación el oficiante ha sido Aldemaro Romero, que luego se retira en aplausos.

No se calma la audiencia, y cada comensal o bebedor va llegando a la mesa, para pedir otra canción al maestro, algún poema al poeta Pastori. Y es Aldemaro quien tiene la ocurrencia de recordar la vez que tocaba el piano, como hoy lo ha hecho en este bar, y el poeta Pastori quiso cantar algo. Se le ocurrió entonar “Caminito”. Ensayó Aldemaro las notas iniciales de la pieza y el poeta dio su voz concordante. Así comenzó el paso por el camino que el tiempo ha borrado, dicho con sentimiento y armonía, y pronto estaban llegando al final que dice: “Y que el tiempo nos mate a los dos…”, en la grave voz del poeta. Quiso apagarse lentamente el piano de Aldemaro en el acorde final, pero una voz irrumpió del público que llenaba la sala, y con una entonación de gran fuerza reclamó: ¡¡¡Y que culpa tiene el pianista!!!?

Las anécdotas de Aldemaro proclaman la frescura de la música, su íntima presencia.

Quedas allí, Aldemaro, cuando el salón está vacío. Tu inmovilidad ahora es la de la eternidad, y tu trono es la tapa de un piano de color blanco, mientras las voces de miles de niños cantan en los espejos del bar y la armonía melódica retumba en el atrio de la Catedral de Santa Cecilia.

YA ESTA EN CIRCULACION / Año1 - No 9


































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AMENAZA PUBLICA / Oscar Hernánez Bernalette

Ya esta historia de las versiones impresas y virtual de Código de Barra me está fastidiando y preocupando por los peligros eminentes que de ellas se desprende. Estoy alerta con estas publicaciones, no por las mismas razones que Gustavo Méndez según deja entender en Debates Tabernarios. Por cierto, un tanto indelicado eso de ¡¡ESE CODIGO ES MAS FASTIDIOSO QUE UNA BARRA MUSULMANA!! . Por el contrario, me encantan las barras multipolares, por lo variado de las bebidas y sabores, los temas que se hablan, las historias, los cuentos, los embustes y cuanta cosa le pasa a uno por la cabeza que solo con los pies guindando desde un banco a la gente se le ocurre comentar. Por cierto, querido Gustavo, estamos de acuerdo que también de la política se debe hablar. Por ejemplo, no es lo mismo hablar de política desde una mesa que desde una barra. Usted puede estar en el mismo Bar a la misma hora y lo que conversa en la barra es distinto a lo que diría en la mesa. Las mesas producen una suerte de cohibición y una tendencia a la formalidad que no le da la barra. No es lo mismo hablar mal de los políticos desde la barra que sentado en la mesa. Es distinto ver a un mesero de abajo hacia arriba para pedir un trago que hacerlo de frente, al mismo nivel, sin complejos, de igual a igual, como se hace desde el otro lado de la barra.

Vuelvo a mi afirmación inicial. Este Código de barra virtual es tan bueno que se transforma en una amenaza pública y deberían prohibirlo. No me salgan con el tema de la libertad de expresión y el derecho de Pablo y Gustavo de hacer sus páginas tanto virtuales y de papel. Que tal nuestro derecho a no ser incitados permanentemente a buscar una barra.El derecho humano a no buscar tentaciones. A no descuadrar el presupuesto familiar y en fin, arriesgarse a seguir tertuliando, meterse en unas discusiones de esas que le gustan a Gustavo y lo peor, es terminar perdiendo una tarde o un amigo, cuando menos.

El que crea que esta disyuntiva se compone sacándome de la lista de correo o que simplemente que no abra la página está equivocado, esa no es la solución. El tema es evitar que a los lectores los arrastren las tentaciones. Deberían los editores incluir una advertencia que indique cuando uno termina de gozar esos artículos o ver esas fotos envidiables de felicidad recogidas en cuanta barra hay en Caracas y hasta en el mundo según veo, algo así como, estas páginas: ¡no son aptas para principiantes! o ¡el exceso de barra es malo para su salud!, para su bolsillo, o para su hígado, o también es malo para la circulación de la sangre pues según estudios médicos es dañino sentarse en las sillas de la barra .En fin, no sé, Pablo sabrá que poner en la advertencia……….

Pensándolo bien, seguramente el exceso de barra para lo único que es bueno es para SU ALMA………ni te atrevas Pablo a sacarme de la lista de ciberbarsianos.

AMORES DE BAR O EL BAR DE MIS AMORES / Toby (José Alvarado)

( VIENE :Crónicas bohemias de Caracas, desde Miami y V, FINAL) Los levantes de bares son maravillosos. Desde la barra, uno voltea hacia la puerta por instinto apenas sientes su rechinar; a las damas se les sigue con la mirada desde sus pies hasta detenerse en sus ojos. La centella puede ser instantánea o simplemente una decepción, si hay raport, empieza un juego de seducción maravilloso, donde los amigos, mesoneros o barmen pueden jugar un magnifico papel a favor. Cualquier solicitud de la dama, como encenderle el cigarrillo o recomendarle algún plato de la casa, será satisfecha de inmediato. Pero lo máximo es cuando ya tú has logrado su atención y estás a punto de decirle “ríndete que estas rodeada”, y hace su entrada Florindo, con su paquete de flores detalladas, y con su complicidad de siempre nos dice: “Poeta, a este hermoso momento le hace falta un detalle”, y uno no puede hacer otra cosa que pagarle y agradecerle su sentido de la oportunidad.

Lo que no es recomendable, según lo que me cuentan, es casarse con este tipo de levante porque después viven reclamándote tus preferencias etílicas y las junticas, como si las hubieras conocido en una biblioteca.

Hay un cuento maravilloso de un poeta que se levantó a una señora en una barra y acordaron seguir la rochelita en la casa de la dama. La noche fue realmente apoteósica y el hombre hasta empezó a ver el apartamento como solución habitacional. Después del baño matutino ella le presta un albornoz de paño. Peinándose frente al espejo, se dio cuenta que del lado izquierdo de la bata había un escudo que pensó era de algún hotel, y extendiéndolo pudo leer con claridad: "El honor es su divisa"; el desayuno se le quedó frío a la señora del G.N.: los placeres también tienen sus riesgos.

Y dígame el cuento de los dos poetas que se levantan a dos muchachas que venían del interior a presentar un examen de libre escolaridad de sexto grado, aquí en la ciudad capital, y aterrizaron sedientas por una cervecitas, con sus ataditos de ropa, en la barra donde estos dos galanes tenían su coto de caza. Las damiselas cedieron a sus insinuaciones y terminaron en el apartamento de uno de ellos, quienes al día siguiente consiguieron una nota pegada en la nevera que decía “tuvimos que salir muy temprano a presentar el examen, les dejamos unas arepitas listas para hornear y unas caraoticas sofritas de lata que conseguimos en la nevera; por cierto, no compren más esa marca “Beluga”, son muy chiquitas y saladas, gracias por todo”. Como verán, tampoco es que es muy fácil la vida bohemia.

Desde un lugar en la barra

Seguiremos disfrutando de esta despreocupada sabrosura desde un lugar en la barra, donde todo pasa y nada queda. Por cierto, sírveme otro que estoy seco.

Y para terminar: hay una máxima del difunto Marcelino Madriz, que recomienda romper los baucheres después de cancelar la cuenta, porque un borracho no puede amanecer con la conciencia en el bolsillo. ¡Salud! ( FIN)

Los sitios de Toby:

Fundación Yara http://fundacionyara.spaces.live.com/personalspace.aspx?_c02_owner=1 Cibertobyopina http://cibertobyopina.spaces.live.com/PersonalSpace.aspx?_c02_owner=1

Tarif d un BORDEL ORIGINAL (precios del amor 1915) / Click en la foto para acercar y leer

DE LA BOITE Y EL PIANO BAR HASTA LAS ORQUESTAS SINFONICAS / Víctor José López


Aldemaro, un gran venezolano en cualquier onda.

( Tomado, sin permiso, de la columna SIN PARALELO de Meridiano)

Cuando el maestro José Antonio Abreu claudicó ante el presidente Chávez en un Aló presidente, llamé casa de Aldemaro Romero con intención de entrevistarle y conocer su opinión sobre lo dicho por el creador del gran movimiento juvenil musical venezolano. Me encontré con la noticia que el maestro Aldemaro había sido hospitalizado de emergencia y que su situación era crítica. Unos días antes había estado en Meridiano, donde compartimos un sabroso foro con los compañeros de la redacción. Semanas atrás, habíamos compartido un homenaje con motivo de los noventa años de Chiquitín Ettedgui, con el grupo que fundó Abelardo Raidi, Los periodistas de siempre. Aldemaro, como Abelardo y Chiquitín, era carabobeño. Nació en Valencia, en el cerro El Zamuro, como orgullosamente lo pregonada, “en casa sin letrina cuando había que ir a cagar al monte”. Hijo de un músico, guitarrista serenatero que amenizaba las funciones del cine mudo en el Teatro Mundial de Valencia, puede decirse que Aldemaro Romero nació músico.

Aldemaro, cuando apenas se alzaba un par de palmos del suelo, dio un recital de pasodobles con la guitarra de su papá en el Club Taurino de Valencia a Joaquín Rodríguez “Cagancho”, el gitano de los ojos verdes. Su muy humilde origen no fue barrera para su inteligencia y menos para su talento y creció y surgió en una Venezuela policlasista, sin odios y llena de oportunidades. Músico por los cuatro costados, tuvo en su hermana Rosalía, mujer de farándula, prensa y publicidad con pasantía por Meridiano, su gran compañera. Se hizo músico integral, orgullosamente venezolano, llegó a dirigir big bands y orquestas de cámara por igual. Acompañó a los más famosos en su piano, y les compuso sus canciones a los más grandes, como fue el caso con Alfredo Sadel, en el Ed Sullivan Show. Sullivan era el rey del espectáculo en Nueva York, los días dorados de la televisión en vivo y en blanco y negro de los Estados Unidos. Se atrevió revolucionar la música venezolana con el long play Dinner in Caracas, superando cifras récord de ventas y estirándole los pantalones, musicalmente hablando, al folklore nacional. Hollywood le contrató para que musicalizara la película Simón Bolívar que interpretó Maximilian Schell, uno de los grandes actores alemanes y conquistador de Beverly Hills. La música del filme le valió a Aldemaro Romero el premio Lenin de la Paz, por el que muchos “rojos rojitos del régimen” hubieran dado la vida. En Moscú conoció a Carlos Illich Ramírez “El Chacal”, a quien acompañó en el piano cantando el famoso terrorista el pasaje “Rosa Angelina”. Me contaba Aldemaro que había sido el personaje más famoso a quien acompañó al piano. Infatigable investigador, trabajador de la música, Aldemaro Romero estuvo en boites, piano bars, big bands, orquestas sinfónicas, orquestas de cámara. Agrupó y defendió hasta poco antes de morir a los músicos venezolanos, al crear una agrupación con miras a defenderlos en los momentos de penuria física y económica, a pesar que hubo una época cuando por ser músico popular sus colegas le “echaron bola negra”. Los superó a todos cuando lanzó lo de la Nueva Onda, y con tenacidad, calidad, inteligencia y trabajo impuso su profesionalismo. Era tan recto en sus ideas que un día en la radio de Amalia Heller, como siempre y como todo el mundo en un país libre, hizo un comentario de algo que había ocurrido. Uno de esos gestos atrabiliarios del gobierno. Frente al micrófono recibió un memorando, en el que le recomendaban ser más cuidadoso y reservado. Le señalaban que debería abstenerse de hacer comentarios que tuvieran que ver con la situación política. No dijo nada. Tomó el pedazo de papel, lo tiró al cesto, retiró la silla, se paró, dio media vuelta y abandonó el estudio. Hasta ese día trabajó con Amalia Heller.

Por su concepto sobre la libertad fue que le llamé a Aldemaro Romero aquel domingo, luego de escuchar con dolor la adhesión del admirado y admirable maestro José Antonio Abreu a la obediencia regimental. Siento que el maestro Abreu vive. Como diría mi hermano Rafael Ernesto, “el síndrome del Rio Kwai” o el traumático existencialismo del gran Strauss que apuntaló, sin proponérselo pero con defensiva actitud timorata la existencia del nefasto Hitler.

Ayer, en horas de la mañana falleció Aldemaro, un gran venezolano, un estelar músico hispanoamericano, que habiendo nacido en el cerro El Zamuro de Valencia le dio la vuelta al mundo cientos de veces, viajando en primera clase y hospedándose en hoteles cinco estrellas. Un estilo de vida muy venezolano, que nos pretenden arrebatar


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