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jueves, 26 de junio de 2008

PRÍNCIPE DE LA POESÍA/ Armando Rojas

Así lo llamó acertadamente el crítico literario español Gustavo Guerrero, quien por esas paradójicas coincidencias del destino, presentó en Madrid la obra de varios poetas latinoamericanos, entre ellas la de Eugenio Montejo, precisamente un día después de su muerte, acaecida en Valencia el pasado jueves. Escribo estas líneas a las tres de la madrugada; desde mi balcón diviso la luna en cuarto creciente y su resplandor se me revela insólitamente hermoso, sin duda una recepción de gala para el amigo desaparecido.

No voy a hablarles de la obra laureada y ampliamente conocida más allá de las fronteras. Mi corazón prefiere hablarles de un Eugenio Montejo como amigo, con quien tuve el privilegio de compartir hermosos años en la ciudad de Lisboa, la melancólica tierra de Fernando Pessoa que tanto lo cautivó. Eugenio hablaba frecuentemente de su fascinación por la luz y el colorido de las colinas de la capital portuguesa, que se precipitan al río Tejo. Eugenio fue un venezolano excepcional, un hombre cuya humildad y sutileza eran propias de épocas pasadas. Un caballero a carta cabal, quien nos representó con singular brillo como Consejero para Asuntos Culturales en nuestra Embajada en Portugal. Su partida nos deja un vació difícil de describir. Afortunadamente, permanecerán en nuestra memoria los gratos momentos compartidos durante largas charlas que denotaban su inteligencia y bonhomía. Estoy seguro que las riberas del Cabriales, acá en estas latitudes del trópico salvaje, así como aquellas del Tejo en tierras lusitanas, lloran calladamente su partida cual taciturna melodía de fado.

Mis más profundas palabras de condolencias a todos sus seres queridos, particularmente a su esposa Aymara y a su hijo Emilio.

jueves, 19 de junio de 2008

EUGENIO DIPLOMÁTICO/Oscar Hernández Bernalette

A pesar de haber coincidido con Eugenio Montejo en muchas ocasiones entre los ascensores del Ministerio de Relaciones Exteriores aquí en Caracas, poco nos tratamos. Mi verdadero encuentro con el poeta fue breve y formal. Fue, sino me equivoco en el año 2003 mientras me desempeñaba como Director General en la Cancillería. Mi buen amigo Armando Rojas Sardi, Embajador y poeta quien lo conocía bien pues juntos sirvieron en Lisboa por allá en los 90 me pidió, con conocimiento de su trayectoria y capacidad, que intercediera para que lo designaran de nuevo al frente de una agregaduría cultural en Europa. Creo que Eugenio aspiraba a Madrid lo cual dentro de la lógica burocrática tenía sentido además de permitirnos tener el privilegio de contar con alguien de su nivel intelectual en una de nuestras principales Embajadas. Me visitó y nuestro encuentro fue breve, realmente me sentí honrado de tener la posibilidad de poder interceder por una justa solicitud de alguien de su prestigio como escritor y poeta. Recuerdo haber leído por esos días en una página de El País de España un excelente reportaje sobre el autor y su obra. En el breve contacto me dio muestras de su amabilidad y sutileza. Me obsequio uno de sus poemarios.

Como se lo prometí hice las gestiones al más alto nivel para proponerlo sobre todo convencido que para Venezuela seria un orgullo que fuera una vez más uno de nuestros representantes culturales en el exterior. Mi gestión fue corta. Una única pregunta cerró el camino. ¿El funcionario firmo? Sé que al poco tiempo pidió su jubilación.

Seguramente en los espacios que hoy recorre lo premian por la maravillosa firma de sus poemas que a tantos espíritus reconfortó.

sábado, 14 de junio de 2008

ORFEO, LO QUE DE ÉL QUEDA/ Ibsen Martínez

(EN TORNO A UN POEMA DE EUGENIO MONTEJO/Ibsen Martínez)

1.-


El mito de Orfeo, tan frecuentado y enigmático, le sugirió una vez a Montejo un poema que yo, en lugar de asociarlo con Rilke o con el sesudo y bien averiguado ensayo de Ivan Linforth, tan caro a los junguianos, invariablemente asocio con Thelonius Monk y con Dinu Lipati y con Bud Powell y –les juro que no es una "boutade" de aficionado al jazz latino–, también con "Chano" Pozo.

La cosa funciona en los dos sentidos: puedo estar escuchando, por ejemplo, " Pannonica" de Monk, o "Celia" de Bud Powell, o la "Partita #1 " de Bach por Lipati, u "Only Child" de Bill Evans o las "suites francesas" de Bach por Glenn Gould y me da – whisky y neuroreceptores mediante- por trastear con la "Antología de la Poesía Hispanoamericana Moderna", compuesta por Guillermo Sucre, hasta dar con el poema de Montejo. O bien voy del poema al estante de los discos compactos.

El único de esos mis intérpretes favoritos, muertos todos en plena juventud, pero que siguen haciendo música –igual que la cabeza de Orfeo, aun cercenada por las Tracias, siguió cantando mientras flotaba a la deriva en el Hebro hasta encallar con todo y lira en la isla de Lesbos–, y que no fue pianista es "Chano" Pozo. Tratar de explicar esa excepción me derrota por completo.

La cosa se manifiesta tal como se las cuento: me tomo un par de tragos al final de la jornada y me da por escuchar, pongamos por caso, temas y temas de Bill Evans. Siempre llega un momento, en que al borde del "bueno, ya estuvo suave: ¡ a dormir!", me da por pensar en mi hermano muerto prematuramente –también él pianista–y en el poema de Montejo del que, sin ayuda de la Antología, sólo puedo recordar el primer verso :

" Orfeo, lo que de él queda ( si queda)."

Lo comparto enseguida:


2.-


ORFEO

Orfeo, lo que de él queda (si queda),
lo que aún puede cantar en la tierra,
¿a qué piedra, a cuál ánima enternece?
Orfeo en la noche, en esta noche
(su lira, su grabador, su cassette),
¿para quién mira, ausculta las estrellas?
Orfeo, lo que en él sueña (si sueña),
la palabra de tanto destino,
¿quién la recibe ahora de rodillas?

Solo, son su perfil en mármol, pasa
por entre siglos tronchado y derruido
bajo la estatua rota de la fábula.
Viene a cantar (si canta) a nuestra puerta,
a todas las puertas. Aquí se queda,
aquí planta su casa y paga su condena
porque nosotros somos el Infierno.

Muerte y memoria, 1972

3.-


El extraordinario ensayista que fue también Montejo resplandece en su discurso de aceptación del VII "Premio Internacional Octavio Paz".

Hacia el final del mismo, Montejo interroga la idea que cada quien se hace del poeta en los tiempos actuales y de "cuál misión se le supone tácitamente encomendada."

El poeta ofrece algunas respuestas, como la del brasileño Casiano Ricardo, por ejemplo. O la de Mallarmé que, a más de un siglo, no han logrado todavía reducir a tópico. Al cabo, Montejo llama la atencion sobre una que, en sus propias palabras, "cuenta con el prestigio de provenir de la era prehispánica, ya que se debe a los náhuatl. Para ellos, que veneraban las formas de expresión noble y cuidadosa, según afirma Miguel León Portilla, el poeta o narrador, el Tlaquesqui, era aquel que al hablar hace ponerse de pie a las cosas."

No sé si a usted, pero a mí me parece que esa definición náhuatl, le calza cabalmente al poeta que los venezolanos hemos perdido y que pudo escribir, en "Trópico Absoluto", cosas como : "Prefiere tu silencio y déjate rodar, / la teoría de la piedra es la más práctica."

Caracas, junio de 2008

sábado, 7 de junio de 2008

UN RÍO QUE COMIENZA A PASAR/ Silvio Orta

En un temprano poema suyo, “Elegía a la muerte de mi hermano Ricardo”, recogido en el libro Élegos (1967), Eugenio Montejo describe el cuadro de la dolida familia cercando el cadáver:

Todos éramos piedras y mirábamos

un río que comenzaba a pasar”.

Anoche, cuando Oswaldo Acevedo y, algo más tarde, José Malavé, ambos poetas en el amor por Montejo, me dijeron de la desaparición de Eugenio, se me vino entero, íntegro, el recuerdo de la última mañana en que estuve junto a su bondad, tocado por sus corteses maneras, saludado por su suave voz, admitido en su alta amistad.

De vuelta a casa, busqué su Terredad (1978) y me detuve en “La terredad de un pájaro”. El poema se me vino como venido del cielo y comprendí mejor que

La terredad de un pájaro es su canto,

lo que en su pecho vuelve al mundo

con los ecos de un coro invisible

desde un bosque ya muerto.

Su terredad es el sueño de encontrarse

en los ausentes,

de repetir hasta el final la melodía

mientras crucen abiertas los aires

sus alas pasajeras;

aunque no sepa a quién le canta

ni por qué,

ni si podrás escucharse en otros algún día

como cada minuto quiso ser:

más inocente.

Desde que nace nada ya lo aparta

de su deber terrestre;

trabaja al sol, procrea, busca sus migas

y es sólo su voz que lo defiende,

porque en el tiempo no es un pájaro

sino un rayo en la noche de su especie,

una persecución sin tregua de la vida

para que el canto permanezca”.

Para que el canto permanezca no estamos solos. Ahora Eugenio está para siempre con nosotros. Eugenio, en esta hora de su muerte, es el río que comienza a pasar.

Cumaná, madrugada del 7 de junio de 2008

viernes, 6 de junio de 2008

CREO EN LA VIDA BAJO LA FORMA TERRESTRE/Eugenio Montejo

Creo en la vida bajo la forma
terrestre,
tangible, vagamente redonda,
menos esférica en sus polos,

por todas partes llena de horizontes


Creo en las nubes, en sus páginas
nitidamente escritas,
y en los árboles, sobre todo en el otoño
(A veces creo que soy un árbol)

Creo en la vida como terredad,
como gracia o desgracia.
- Mi mayor deseo fue nacer,
y cada vez aumenta

Creo en la duda agónica de Dios,
es decir, creo que no creo,
aunque de noche, solo,
interrogo a las piedras,
pero no soy ateo de nada
salvo la muerte

DURA MENOS UN HOMBRE QUE UNA VELA...

Dura menos un hombre que una vela

pero la tierra prefiere su lumbre
para seguir el paso de los astros.
Dura menos que un árbol,
que una piedra,
se anochece ante el viento más leve,
con un soplo se apaga.
Dura menos un pájaro,
que un pez fuera del agua,
casi no tiene tiempo de nacer,
da unas vueltas al sol y se borra
entre las sombras de las horas
hasta que sus huesos en el polvo
se mezclan con el viento,
y sin embargo, cuando parte
siempre deja la tierra más clara.
Eugenio Montejo

Los restos del poeta Eugenio Montejo están siendo velados en la capilla Gran Salón de la Funeraria Abadía Imperial, en la avenida Bolívar de Valencia (Carabobo), y serán sepultados mañana sábado 7 de junio a las 9 de la mañana en el Cementerio Jardines del Recuerdo.


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