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sábado, 13 de noviembre de 2010

LENIN Y SU MENAGE A TROIS / Alberto Rodríguez Barrera


Fue el primer jefe de estado soviético, desde noviembre, 1917, hasta su muerte. Fue una de las figuras políticas más influyentes del siglo 20. Vladimir Ilich Ulganov nació en Simbisk (luego Ulganovsk) junto al Río Volga. En mayo de 1887, su hermano mayor fue ahorcado por conspirar para asesinar al Zar Alejandro III. Siete meses después el joven Vladimir fue arrestado por primera vez por protestas estudiantiles. En 1901 adoptó su famoso nom de guerre y como teórico marxista inició su amor de toda la vida con la revolución. Fue encarcelado por primera vez en 1895 y en los próximos 22 años dirigió a los Bolsheviques desde su exilio en Siberia, Suiza, Alemania, Francia, Inglaterra y Polonia. Cuando los campesinos se sublevaron espontáneamente contra los Romanovs, marzo 1917, Lenin reconoció el caos gubernamental, y en noviembre exigió –y tomó- el control total.

El mando de seis años de Lenin fue despiadado y sangriento, y en su lecho de muerte temió haber traicionado los principios y los trabajadores que buscó representar. También temió que su legado sería peor. En el último memorandum dictado exigió con urgencia la remoción de Stalin como secretario general del partido; un año más tarde estaba muerto; envenenado especularon Trotsky y otros, bajo el mando de Stalin.

La revolución fue toda la vida de Lenin, y no sorprende que tres de las mujeres que amó estaban íntimamente involucradas con ella, y una cuarta lo abandonó por eso. Poco se sabe de su breve affair con Apolinaria Yakuvoba en 1895. Ella organizó y panfleteó las actividades ilegales de Lenin; él le propuso matrimonio y fue rechazado. Pero en 1894 Lenin conoció a Nadezhda Konstantinova Krupskaya; un año mayor que él, severa, con pelo ajustado hacia atrás, activa marxista. Lenin fue exilado a Siberia en 1897, y al año siguiente, cuando ella también fue sentenciada a tres años de exilio, Nadeshda solicitó pasarlos junto a su novio, Lenin. Se concedió su petición con la condición de que la pareja se casara inmediatamente, cosa que hicieron, el 23 de julio de 1898.

Se especuló que la relación era sólo un expediente político, pero para ambos era maravillosamente apropiado; ella era feliz sirviendo a la revolución que él personificaba, y él adquiría una devota camarada subordinada que también era secretaria, asistente, cocinera, lavandera y dirigente partidista. Aceptaba sus decisiones sin chistar, y nunca hacía preguntas. Esta docilidad de Nadezhda permitió que Lenin tuviera devaneos sin preocuparse por la opinión de su esposa. El matrimonio se extendió hasta su muerte.

En 1905, viviendo bajo el nombre de William Frey en San Petersburgo, Lenin conoció a Elizabeth de K. Linda, inteligente, aventurera, independientemente rica, y recientemente divorciada; en su tercer encuentro “Frey” le dijo que quería tener reuniones clandestinas con ella en su elegante apartamento; ella estuvo de acuerdo. Algunas noches las reuniones secretas tenían sólo dos participantes. Lenin y su ricachona pasaron noches muy alegres mientras Nadezhda planchaba la ropa de Lenin sin mirar al reloj. Durante 9 años, Lenin sostuvo relaciones intermitentes, pero sus diferentes mundos eran difíciles de conciliar. Elizabeth era literaria, artística, graciosa –burguesa en una palabra- y Lenin era… radical. “Es bastante obvio”, le dijo él una vez, “que nunca llegarás a ser una Social Demócrata”. “Y tú”, respondió ella,”nunca serás otra cosa que Social Demócrata.”

Otra Elizabeth habría de llegar a ser la estrella del panorama amoroso de Lenin: Elizabeth d'’Herbenville Armand, llamada Inessa. Inessa contaba con 31 años cuando conoció a Lenín en París (1910), y ya había roto su hogar abandonando a su marido y llevándose a sus cinco hijos con ella. Erudita, hablaba francés, alemán, inglés, ruso y un poco de español. Antes de conocer a Lenin había vivido en unión libre con su cuñado, y también lo había desechado. Estudió con la feminista Ellen Key y hasta estuvo detenida por sus actividades radicales tras la lectura de la obra de Lenin Qué Hacer. Ya había saboreado cárcel y exilio, del cual logró escapar. Al conocer a Lenin se materializaba uno de sus sueños. Inessa no puso reparo alguno porque Lenin estuviera ya casado. Insistió en conocer a Nadezhda y pronto se hicieron grandes amigas. Nadezhda llegó a sentir vivo afecto por la querida de su esposo, y en varias ocasiones los tres vivieron alegremente bajo un mismo techo y en la misma cama.

Desgraciadamente, la vida irregular de Inessa había debilitado su salud y en 1920 un violento ataque de tifus la remitió primero a la cama y luego a la tumba. Lenin creyó que moriría también. Muchos creyeron que pasarían pocos días antes de que Lenin la siguiera a la tumba. Nadezhda también la lloró. Lenin comenzó a mostrar un claro declive en su salud. Comía poco, trabajaba demasiado, y se mostraba hosco y huraño. Aunque Nadezhda nunca le dio motivo de enojo, se mostraba remoto y callado con ella. Se hizo más drástico e intolerante, y comenzó a pensar demasiado en la muerte.


Lenin falleció tras larga enfermedad un 21 de enero de 1924. Había sufrido
varios ataques y estaba a poco de ser un vegetal. Su pobre y menudo cuerpo fue embalsamado y remitido a una vitrina de vidrio empotrada en la Plaza Roja. Su viuda Nadezhda siguió viviendo en el sencillo apartamento de cuatro habitaciones en el Kremlin hasta que murió de tifus a los 70 años un 27 de febrero de 1939.

lunes, 6 de septiembre de 2010

INTÉRPRETE DE LA ELEGÍA DE FAURÉ/ Ben Amí Fihman


Pablo:
Nuestra amiga Claude murió durante el sueño en la noche del 17 al 18 de agosto. Estoy seguro que la recuerdas tocando el chelo en aquela velada en el piso 45 de la Olympic Tower con el Central Park de fondo, en la primavera de 1978, después del vernissage de la exposición de Rubén Núñez en el Soho. Tú habías venido con una gigante del restaurante 1 Fifht y Bárbara Gelber, que yo heredaría poco después. Era una rara avis. Sobran los comentarios. Quedan unas cuantas fotografías, poquísimas grabaciones, unos cuantos videos y un chelo del siglo XVIII huérfano, en el que me esforzaré que sea interpretada en un futuro la elegía de Gabriel Fauré, que en sus manos de medium abría las heridas del más insensible. Cuando Carujas la oyó en su primer recital en el Ateneo de Caracas masculló, cabizbajo como siempre, que no había oído nada igual desde la presentación de Rostropovitch en la Sala de
Conciertos de la UCV en 1966. Ella adoraba Caracas y olía decir cuando la evocaba: “¡Venezuela, patria mía”, histrónica y de verdad emocionada. Llevaba varios años enferma y había terminado víctima de un eclipse cruel. La artroisis le impedía tocar desde hacía casi una década.

Un abrazo,

Ben


NOTICIA TRISTE

Es una noticia triste, Ben. Una de las últimas veces que vi a Claude le dije "eres una fantasía de carne y hueso" , sonrió y me dejó invitarla otra botella de cabernet chileno en el Juan Sebastián Bar, despúes rondamos con la luna encendida por El Rosal y la Campiña. Recuerdo con claridad cada uno de nuestros encuentros y de sus conciertos, su falda vaporosa y su sombrero de ala ancha. Cuando he viajado a París creo verla en cada esquina. Un día me dijo que era bretona y fui a buscar el mapa de Francia. Tuve la sensación de que era una mujer que venía de un sitio remoto y un tiempo pasado a disipar temores arcaicos bajo el lema de que las mujeres imposibles también buscan amor. Me la he encontrado entre sueños más de una vez, de ese tamaño fue la marca que labró en mis angustias. Recuerdo también haber reído mucho. Me siento afortunado por haberla conocido y eso te lo debo a tí, como otros tantísimos descubrimientos...
Celebremos juntos esa fortuna

Amigo
Pablo


GRANDE TRUANDERIE


Pablo:
No sabes cuánto te agradezco tus palabras. Por desgracia su eclipse habrá durando alrededor de diez años, desde que la atacaron los primeros síntomas de la artritis, y quizás un poco antes, cuando fue operada de la tiroides. Con Marie, su heredera, voy a tratar de conseguir copia de las grabaciones de algunas de sus apariciones en televisión archivadas en el INA (Instituto Nacional Audiovisiual). Lo que me dices de París, lo he sentido desde que me llegó la noticia a bordo del
ferry que me traía de Irlanda ese 18 de agosto. Es como si la ciudad se hubiera vaciado, enmudecido, desbaratado, que perdido el hilo que me permitía regresar a sus entrañas cada vez que me alejaba aunque fuera por unos días y a doscientos kilómetros. Cuando estaba en caracas, con llamarla tenía para sentirla palpitar en medio de la avenida Urdaneta o al pie del Avila en Altamira. Vivió los últimos quince años en un apartamento en el corazón de Les Halles, en la rue de la Grande Truanderie, más radicamente parisino imposible.

Salud,

Ben


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