Mi hemanito Rómulo decía que las chicas de malos pasos son las que mejor caminan. Y sin duda: hoy lo chic es shock. Son las chicas malas las que tienen toda la ropa, los centímetros por columna y la champaña. Ni hablar de las dosis de pirulines. Porque hoy ser una chica mala es más fácil. Atrás quedaron Jane Fonda descargando a su país en territorio enemigo, Patty Hearst robando bancos y Janis Joplin cantando libertad y ennotándose hasta morir.
Las chicas malas de hoy son parte del sistema. Pueden empezar como Britney Spears, no como una virgen sino virgen, y luego darse con todo gimiendo y restregándose como una amante que conocemos bien. No hay que transgredir nada, basta con verse como chica mala, desplegar algunos púbicos en audacia Versace ... y tambalearse de la nota al mover el botín. Ellas priorizan el bonche, saltos de cama en cama, derrapes varios, besos con otras chicas y familiares y, por supuesto, pasantías en rehabilitación. A las chicas malas les gusta la cosa caliente, además de acabar primero.
Quizás todo comenzó con Eva, madre y destructora de la humanidad, cual María Lionza diosa de la naturaleza, con pasantía en la costilla de Adán y finalmente como serpiente enrollada en el árbol de la vida. Pero la primera femme fatale fue Helena de Troya (1200 AC), hija de un violador y hermana de una asesina de hacha (Clitemnestra), quien enloquecía a los hombres por su belleza; desató 10 años de guerra y derretía los riñones de los viejos.
Otra poderosa fue Safo (600 AC), perversa insaciable a quien la iglesia medieval le quemó sus obras completas. Pero quien mezcló el sexo y la política por primera vez fue Cleopatra (47 AC), enamorando opuestos como el gazmoño Julio César y el bonchón Marco Antonio, quedando en la leyenda como sueño sensual maduro con jugosos melones flotando en baño de leche.
La patrona del striptease, bailando en velos hasta la desnudez y mareando a Juan el Bautista, fue Salomé (30 AC), cuyas ondulaciones pélvicas hipnotizaban y llevaron a la castración masculina. A María Magdalena (32 DC), la anti-vírgen María, ocultó el secreto y le bastó con llorar. Y Mesalina (48 DC), orgiástica esposa del emperador Claudio, pintaba sus pezones de dorado para amanecer complaciendo a todos en los burdeles (hasta que Claudio la decapitó).
Lucrecia Borgia (1501) cambiaba de esposos como de piel las culebras, favorecía las orgías incentuosas y envenenar con arsénico. Erzsébet Báthory (1605), lesbiana vampira llamada "Condesa Drácula", masacró a 600 muchachas vírgenes para bañarse en su sangre y preservar su juventud. Madame Pompadour (1745) se levantó a Luis XV en el bosque y llegó a ser marquesa, magnate artística y metiche política; después de volverse frígida siguió mandando desde el boudoir.
Otra francesa, la reina María Antonieta (1780), casada con un delfín que rechazó el sexo por 7 años, buscó satisfacción íntima con dos damas, una de las cuales fue guindada por los genitales fuera de su ventana. George Sand (1832) fue una incansable novelista sentimental y socialista cristiana que -ardientemente rebelde contra convencionalismos sexuales- se cambió el nombre y prefirió pasar por hombre, aunque tuvo tantos hombres (incluyendo a Chopin) que fue acusada de ninfomaníaca. Lola Montez (1846), irlandesa que bailaba la "danza de la tarántula", fue otra maluca que hizo chillar a las coronas de zares y reyes.
El siglo 20 amanece con la vampiresa y bailarina danesa Mata Hari, verdadera Dalila cuyo sexo paralizaba o arruinaba; fue ejecutada en 1917. Otra bailarina, Josephine Baker, con sus senos al aire y fálicas faldas con bananas, cual combo tropical de alta energía, destrozó los convencionalismos femeninos, al igual que hizo Mae West actuando en burlesques, vaudevilles y cine, adornándose con obscenidades que la llevaron a tiritar con su diferencia sexual. Gypsie Rose Lee transformó el striptease en algo más respetable, deslumbrando a Hollywood, donde reinó la devoradora de dos puñados de maridos, Elizabeth Taylor interpretando a una esposa hambrienta de sexo, una chica fácil y una reina dominatrix, logrando fundir sexo y arte en un borrón pagano que destrozó en el camino a la "all american" catirita Debbie Reynolds.
Christine Keeler salió desnuda de una piscina y tumbó un gobierno, despertando el feminismo y traficando con la más vieja y profunda forma del poder femenino. Annie Sprinkle, profeta pro-sexo femenino, puta-masajista, gurú y comediante, exhibió su cervical y orinó al público, todo bajo su lema: "¡que haya placer en la tierra, y que comience conmigo!" Y combinando a María Magdalena con la Puta de Babilonia, Madonna amplificó el hipersexualismo haciendo de su cuerpo una titilante escultura fálica, y de sus amantes nubes mentales. En Washington, qué no hizo Mónica Lewinsky con sus húmedos labios rosados y su sobresaliente busto, además del tabaco, hasta seguir viviendo hoy como necesitadísima chica de papi esperando que la rescaten mientras vende carteras de mujer como abultados bolsillos; todo un semi paraíso del hombre.
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