domingo, 28 de septiembre de 2008
LA CRISIS SUBPRIME / The last laugh- George Parr
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jueves, 25 de septiembre de 2008
ADAGIOS / Alberto Centeno desde Osage, Missouri
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lunes, 7 de enero de 2008
MARCELINO (Fragmento)/ Federico Vegas
Que bueno que te gustó.
Va a salir en un libro de cuentos hacia marzo. Yo escogería un fragmento (no todo porque acabamos la emoción de la publicación), el que tu quieras, y lo colocaría invitando a los amigos de la barra a compartir los recuerdos que tengan de Marcelino.
fvII
Siempre que cruzábamos juntos la ciudad lo hacíamos con una elegante parsimonia: nunca sobrepasamos los sesenta kilómetros por hora. Desde su Toyota azul cobalto el tiempo y la ciudad se estiraban. Éramos legítimos dueños de las calles, inspectores que paseaban revisando la sensualidad de las curvas y la franqueza de las rectas, el reposo de los árboles y la frescura de la noche; príncipes que se exhibían en una serenísima carroza de carnaval, generales avanzando por el campo de batalla en un tanque de guerra, armadores griegos en un carguero con tesoros en las bodegas; insultados por quienes nos adelantaban a toda prisa, celebrados por los pocos que aceptaban la nobleza de nuestra parsimonia.
Recuerdo una noche que fuimos a la Peña Tanguera. Allí Marcelino se había enamorado de una bailarina argentina con nombre de torta criolla: La Bejarano. Apenas conocerla, a La Bejarano le dio una lechina furibunda que le cubrió hasta la palma de las manos y el blanco de los ojos. Marcelino se la llevó a su casita en Altamira para cuidarla. Todas las tardes la embadurnaba de caladril con almidón y vigilaba que no se rascara las ronchas: no le podían quedar marcas a una mujer que vivía de presentarse ante su público más desnuda y depilada que una lagartija. La noche que lo acompañé, Marcelino soltó en la barra del bar una sentencia de despecho:
—Necesitamos novias que nos comprendan, amantes que nos distraigan y esposas que nos mantengan.
Pero él venía de mantener, comprender y divertir a una mujer con fama de ingrata y fugaz.
—Es que tenía algo de Venus y Pinocho —le escuchamos decir con melancolía, añorando a la despampanante y narizona Bejarano, quien ya estaba en franca recuperación y enredada en otras seducciones. En el despecho de esa última sentencia nos revelaba la última carta que quiso jugar con la infiel Bejarano: una amistad duradera y sin ataduras en la cual predominara la lealtad y algunos fragores libres de culpa y compromiso.
Cuando salimos del local a las cuatro de la mañana, apenas tomó el volante de su camioneta, Marcelino me anunció:
—Me gusta sentir el vértigo de la seguridad.
Y no habló más, tenía mucho en que pensar. Esa madrugada iniciamos uno de los viajes más lentos que recuerdo: acompañados por un concierto de Brahms hicimos tres cuartos de hora entre Bello Monte y Altamira. Yo soñaba con tener una máquina tan fiera como aquella camioneta, capaz de llevarlo a uno al corazón de la Gran Sabana, a los carnavales del Callao, a las orillas del Ventuari. Le pregunté cuánto le había costado y me respondió:
—Bien poco para todo lo que cabe. Aquí entran mi compadre Paco Vera, cinco putas y un arpa.
Cuando íbamos a Caruao arrancábamos escuchando a Piazzolla y, al pasar Punta de Mulatos, le tocaba el turno a Janis Joplin. Ella nos acompañaba con su vigorosa melancolía a lo largo de la costa mientras el amanecer iba reverberando en el mar.
A partir de Los Caracas la carretera subía y bajaba por la Cordillera de la Costa. Nos elevábamos dando curvas por los cerros hasta divisar las playas salvajes de Todasana y La Sabana, para luego descender en picada y atravesar las quebradas que bajan de la montaña. Esos pasos del sol pleno y las brisas despejadas a sombras húmedas y profundas se prestaban a una creciente variedad de temas y estados de ánimo, lo que hacía de la travesía un drenaje a los líos de mi atropellada adolescencia. Me sentía seguro con mi guía, quien siempre me entregaba el volante a mitad de camino.
Marcelino conocía de su camioneta hasta esas manías y malcriadeces casi humanas que tienen los motores y las cajas de cambio. Una vez nos agarró un aguacero desde que pasamos por Naiguatá, y al llegar a Guayabal encontramos el río desbordado. La carretera de tierra se había convertido en un lodazal con crestas y remolinos. Varias camionetas se habían quedado pegadas tratando de esquivar aquel formidable pantano. Marcelino examinó la situación desde su puesto de copiloto y, con la expresión de un caimán que despierta de su siesta, me dio una sola recomendación:
—Mujer y barrial por el centro.
Y la toyota azul cabalgó sobre las aguas turbias con rugidos gástricos de nave a vapor, y una estela sepia señaló la ruta a los timoratos que desistían antes del primer intento.
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viernes, 14 de diciembre de 2007
UN COÑAZO NOSTÁLGICO DESDE LA UMBRIA/ Manel Martínez
Fue un verdadero coñazo Pablo, un encontronazo, penetrar en tu código de barras. Me vi metido de verdad en el tunel del tiempo. Ese Raúl Fuentes, lejano del casi marginal que yo conocí, con esa pinta de dueño del local y primer candidato a prenderle fuego con todos los amigos-parroquianos dentro. Ese Carlos Gimenez, colega y "contraparte" en jerga de la FAO. Muy entendedor y aprovechador de las reglas del juego, de pura buena intuición pero yo siempre le sospeché un lado sano, una almita. Y míralo aquí tan contento, tan en su lugar.
Paseándome luego por todas esas fotos me he topado con todos mis "yos", allí bebiendito, con la diferencia de que ellos se quedaron y yo me fui. Quizás por eso es que se ven un poco mas inchaitos, con tanta barras, pero, por lo demás, la misma vaina. Seguro que si pudiera hablar con ellos terminariamos encontrando recuerdos comunes.
Cuando estuvimos en Caracas el año pasado, y no te vimos, estuvimos de acuerdo con Marimé que las barras de Caracas son lugares mágicos. Afuera está ese soberano peo, esa humanidad que hasta ahora no sabíamos donde estaba y que ahora llena las calles e impregna el asfalto de humanidad. Está también eso que llaman el modernismo mezclado con el miedo y la crispación. Adentro cambia la temperatura, la luz, los sonidos y ahí estás en un especie de oasis extraño y naturalmente imperfecto. Es curioso porque cuando yo llegué a Caracas en el 58 las únicas barras que existian eran las de la Candelaria, réplicas de las que dejaron atras los españoles en su península. Luego la cosa cogió cuerpo y se pintó de Caribe. Durante muchos años pasó para mi de lo folklórico al campo de batalla del amor. Detenidas casi en el tiempo, esas barras me acogieron el año pasado con el mismo sabor tradicional que hace veinte años.
Ya se que suena a pura nostalgia, casi a ñoñería, pero debo decir en mi defensa que yo siempre demostré mi total admiración por esos lugares. Quiza la "alternativa" en lenguaje taurino, me la dieron en mi período margariteño. Tu sabes como era mi vida allí. Una mezcla de absoluta irreflexión y gozadera no irrefrenada, porque aquello de que soy catalán, pero...bien. Iba con frecuencia, después del trabajo, desde Boca de Rio a Porlamar, a jugar pelota vasca en un colegio de curas que nos prestaba el frontón. Después nos ibamos a una barra de neta orientación española. Solo un angel de la guarda de excepción impidió que me escoñetara en uno de esos regresos a Macanao. Ya en la barra (el mentidero) comenzaba la conversadera. Yo, casi profano en ese ejercicio, trataba inocentemente de ponerle racionalidad al asunto. Un dia me di cuenta de que me llamaban, de vacilón, profe, doctor y todo eso y tuve la revelación, "el insight" de que allí se podía hablar de la madre, la patria, la amistad y las mujeres pero no regían las reglas de "afuera", no es que fuera irracional, es que era otro tipo de racionalidad. Por eso cada vez que oigo a un político o a un filósofo desmenuzar sesudamente una idea y tratar de demostrar su punto, me acuerdo de las barras y las admiro mucho mas.
Te podría decir mucho mas sobre el tema pero no quiero que esto pase a la categoría de rollo. Podría hablar por ejemplo de las nobarras de Roma o la Umbria , de indudable influencia vaticana y comentar un poco esas sabrosas declaraciones de algunas señoras de esas barras. En fin, que me ha encantado tu código de barras. !Bravo Pablo!
Un abrazo.
Manel
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sábado, 10 de noviembre de 2007
ELLAS SIEMPRE
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jueves, 1 de noviembre de 2007
LO MEJOR / Manuel Malaver.
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Mi whisky, tu whisky, el whisky, de Alberto Soria
Hoy evoca al más conocido de los spirits, tras 23 años de hurgar en la historia del elixir que los escoceses consideran su bebida nacional; y los venezolanos también. Además, ofrece un mini-doctorado en maltas y técnicas de cata, explica cómo funciona el whisky con cuchillo y tenedor y proporciona tácticas a los interesados en presumir en bares y restaurantes.
"Exteriormente la gente me ve y cree que yo soy de caviar y champán, soy, pero también como con mis amigos pan con tomate, mortadela y vino. Las cocinas con las que me divierto son las de mis abuelos, las cocinas que heredo: la cocina catalana, la italiana y la francesa. También he conocido cocineros importantes de distintas nacionalidades y he tenido la oportunidad de estar con ellos fuera de la cocina, yendo al mercado, y ahí es donde se maneja la versión cultural de la cocina. Donde realmente uno se divierte es en la cocina popular, que tiene raíces y ésas son las cocinas que me gustan". Eso le dijo Alberto Soria a Orlando Alviárez, colega de El Mundo.
La presentación estará a cargo de César Miguel Rondon, a las 11:00 a.m. del próximo sábado 3 de noviembre de 2007, en la Librería Alejandría I , CC Cada de Las Mercedes (frente al CVA), Av. Principal de las Mercedes.
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viernes, 26 de octubre de 2007
LA TABERNA ERRANTE / Gustavo Méndez
“La aventura podrá ser loca, pero el aventurero ha de ser cuerdo”
G.K. Chesterton
La cicatería de mi amigo barroso es conocida en los figones de Las Mercedes. Se la encomia y no se la denosta porque así como es cierto que nunca ha invitado una copa a ningún parroquiano tampoco se la ha gorreado nadie. Esa noche, antes de entrarle a su comedida ración diaria de whisky, preguntó por precios. La respuesta: —“el nuevo impuesto, usted sabe”, lo hizo montar en ira.
A la edad del roñoso, no puede llamar al pueblo a la calle, a la insurrección, bajo la lluvia, con gases lacrimógenos, como lo hicieron los valientes estudiantes uno de estos días. Se limitó a amedrentarnos con las nuevas medidas que el gobierno tomaría, fuertemente influido éste por algún fundamentalismo religioso. Sería la abstención del consumo de bebidas alcohólicas, como una suerte de fast track al Paraíso musulmán.
Es sabido que los gobiernos —cualquiera de ellos— detestan y envidian la felicidad de sus ciudadanos. “El poder dejaría de ser poder si no tratase de poner obstáculos y límites y de incordiar el disfrute de los mínimos placeres de la gente”, nos dijo. Habituado a soslayar los problemas y pensar en las soluciones, propuso la ejecución de un plan que llamó «
Con ligereza, la obra de G.K. CHESTERTON «THE FLYING INN” podría ser tomada por una novelilla dirigida a provocar la risa de sus lectores (mínimo placer). En verdad, quizá porque el humor es más subversivo que la ‘gravedad’ la novela es un espectacular canto a
En la novela, el gobierno dicta un decreto por el que se ordena el cierre de toda taberna en Inglaterra. Dalroy y Hump, los 2 héroes (nunca mejor utilizada la expresión) hacen rodar por toda Inglaterra el único (inacabable, por fortuna) barril de ron que pudo sobrevivir al holocausto ordenado. La pertinaz persecución del régimen no podía evitar que en cualquier paraje levantasen una ‘barra errante’ para convocar a los ciudadanos al festejo, a la alegría, a la celebración del día, a la tertulia, y, por supuesto, a burlarse de los gobernantes.
Si quieren saber el final de la novela, envíenme un e-mail a gema1943@gmail.com. Coloquen en “Asunto” la frase “TABERNA ERRANTE”. O haga click en el título de esta nota y obtenga una copia de la versión original en inglés.
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martes, 16 de octubre de 2007
LAS MEJORES BARRAS DE NORTEAMERICA/ Esquire
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lunes, 3 de septiembre de 2007
LOS BARES QUE AMÉ / Luis Buñuel
«Yo he pasado en los bares horas deliciosas. El bar es para mí un lugar de meditación y recogimiento, sin el cual la vida es inconcebible. Costumbre antigua, robustecida con los años. Al igual que San Simeón el Estilita que, desde lo alto de su columna, hablaba con su Dios invisible, yo, en los bares, he pasado largos ratos de ensueño, hablando rara vez con el camarero y casi siempre conmigo mismo, invadido por cortejos de imágenes a cual más sorprendente. Ahora, con tantos años como el siglo, apenas salgo de casa. Pero, a la hora sagrada del aperitivo, a solas en el cuartito en el que guardo mis botellas, me gusta recordar los bares que amé...».
«...Sólo quiero decir que el café es charla, ir y venir y el trato, bullicioso a veces, de las mujeres. Por el contrario, el bar es un ejercicio de soledad, y muy cómodo. Toda clase de música, incluso música lejana, debe estar absolutamente desterrada (al contrario de la infame costumbre que hoy se extiende por el mundo). Una docena de mesas a lo sumo, a ser posible, con clientes habituales y poco comunicativos...».
Luis Buñuel: Mi último suspiro; Barcelona, Plaza y Janes Editores; 1982; Pp. 53-54
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domingo, 29 de julio de 2007
EL DRY MARTINI DE LUIS BUÑUEL*
“En un bar, para inducir y mantener el ensueño, hay que tomar gin inglés. Mi bebida preferida es el Dry Martini. Dado el papel primordial que ha desempeñado el Dry Martini en esta vida que estoy contando, debo consagrarle una o dos páginas (…)
Básicamente se compone de gin y unas gotas de vermouth, preferentemente ‘Noilly-Prat’.
Permítaseme dar mi fórmula personal, fruto de larga experiencia, con la que siempre obtengo un éxito bastante halagüeño. Pongo en la heladera todo lo necesario, copas, ginebra y coctelera, la víspera del día en que espero invitados. Tengo un termómetro que me permite comprobar que el hielo está a unos veinte grados bajo cero. Al día siguiente, cuando llegan los amigos saco todo lo que necesito. Primeramente, sobre el hielo bien duro echo unas gotas de vermouth y media cucharadita de Angostura, lo agito bien y tiro el líquido, conservando únicamente el hielo que ha quedado, levemente perfumado por los dos ingredientes. Sobre ese hielo vierto el gin puro, agito y sirvo. Esto es todo, y resulta insuperable.”
* Luis Buñuel. SUS ULTIMAS PELICULAS
Cet obscur objet du désir (Ese obscuro objeto del deseo) (1977) .... director, guionista y editor (producción franco-española)
- Le fantôme de la liberté (El fantasma de la libertad) (1974) .... director, guionista y encargado de efectos sonoros (producción francesa)
- Le charme discret de la bourgeoisie (El discreto encanto de la burguesía) (1972) .... director y guionista (producción franco-hispano-italiana)
- Tristana (1970) .... director, guionista y editor (producción hispano-franco-italiana)
- La voie lactée (La vía láctea) (1969) .... director, guionista y editor (producción franco-italiana)
- Belle de jour (Bella de día) (1966) .... director y guionista (producción franco-italiana)
- Le journal d'une femme de chambre (El diario de una camarera) (1964) .... director y guionista (producción franco-italiana)
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sábado, 28 de julio de 2007
HEMINGWAY EN LA BARRA DEL FLORIDITA/ envió Alberto Centeno
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jueves, 26 de julio de 2007
MARGARITEÑA / Pedro Espinoza
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martes, 24 de julio de 2007
LA FREDDY
Tomado prestado de
http://www.guayabaverde.com
La Freddy era cocinera antes de ser cantante
La Freddy, una de las voces más originales del bolero cubano, visitó a Venezuela en el año 1960. Una reseña del evento, publicada en la revista Élite el 22 de octubre de 1960 y escrita por Bernardo Viera Trejo narra el impacto causado por la Freddy, quien sólo cantaba y gustaba, quizá por eso de hacer sido cocinera antes que famosa bolerista.
La fotografía es de Leo Matiz y Luis Scotto. Transcribimos a continuación el texto del artículo.
FREDDY: UNA VOZ DE 200 KILOS
Freddy. Se llama Freddy a secas. Como los reyes, Freddy I. O como los papas, Freddy XXIII. Pero, siempre, sin apellidos. Freddy y nada más: una hermosa voz de doscientos kilos. Freddy… Desde hace una semana Freddy estremece a los venezolanos con su estilo limpio, original, purísimo.
En las pantallas de los televisores, donde cabe a duras penas, Freddy suele asomarse para cantar “Noche de ronda” como los ángeles. Pero cuando su recia humanidad, sus doscientos kilos se ponen en movimiento para repartirse, todo el pasillo del hotel, el estremecimiento se hace físico con las piernot5as, los brasotes, el cuerpote de Freddy.
Soy así y no me molesta. Me gusta comer bien y mucho. Lo que importa es cantar.
Por la noche, la pista del night club donde trabaja se llena con su cuerpo y el night club todo se llena con su voz redonda y sonora que se parece a ninguna. Freddy es aplaudida una vez. Y otra. Y otra más. Y canta diez y doce canciones cada noche. Entonces nadie ve el tronco de mujerota: todos ven su voz, su pureza, la ternura de sus expresiones. Una vez más, la ley de la compensación.
Freddy, hace cosa de seis meses, era una modesta cocinera en una barriada habanera. Por las noches, caminaba la calle Infanta, modesta avenida de capital de Cuba, y, acompañada de amigos y amigas, dejaba escuchar su hermosa voz. Una noche saltó de la Infanta a la aristocrática pista del Hotel Capri y no necesito más: su voz se popularizaba en pocos días, su estilo era imitado, sus discos volaban en los establecimientos y su rostro llenó ostentosamente las páginas de periódicos y revistas capitalinos.
Ahora Freddy ha hecho su primera gira al extranjero. Venezuela la recibe con el mismo entusiasmo que los habaneros y ya su voz se escucha en la radio, en la televisión y en millares de discos.
Aquí me siento como en Cuba. Lo venezolanos son muy cariñosos y parece que les he gustado…
Freddy se arregla ante un espejo que, aunque hace lo posible, no puede reproducirla “al tamaño”: apenas caben la mitad y quinta parte de su brazo en el espejo.
¿Enamorada de Venezuela? Freddy hace silencio. Muestra la foto de su hijo. Sonríe y responde: Tengo algunos enamorados, pero no he escuchado promesas. Por ahora, cantar y gustar. Esto es todo…
Y Freddy se aleja estremeciendo el pasillo, el hotel, la calle, los cerros, la Plaza de El Silencio, Caracas, Venezuela… ¡El continente!
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