martes, 28 de octubre de 2008

MIGUEL OTERO SILVA VIVO A LOS CIEN AÑOS/ María Teresa Arbeláez

TOMADO SIN PERMISO DE http://arbelaez.org/archives/754

Ayer se celebró un siglo del nacimiento de Miguel Otero Silva. Como parte de las conmemoraciones, la Universidad Simón Bolívar realizó un homenaje con un programa que incluyó la visión del líder estudiantil, escritor, humorista, periodista y político de este hombre que hoy, trás poco mas de dos décadas de desaparecido, continúa vigente. A continuación el artículo que alude al Otero Silva periodista, presentado por mi en el evento.

Rafael Valentín, Miotsi, Mickey, Julio A. Zapata, Morrocúa Descartes, Morrocúa Sprinter, Lucido Quelonio, Shelock Morrow, muchos nombres, un solo hombre: Miguel Otero Silva.

La historia ha inclinado la balanza hacia su exitoso desempeño en la literatura y le ha restado peso a su dimensión como profesional de la comunicación, sostiene la introducción de Miguel Otero Silva, retrato de un periodista, tesis de grado realizada por Adriana Nuñez y Vanesa Acosta, bajo la tutoría de la profesora Carolina Oteyza, para optar al título de licenciadas en comunicación social en la Universidad Católica Andrés Bello en 2005, la cual utilizamos como base en este artículo-homenaje, por ser uno de los trabajos donde con más claridad se teje el hilo que unió todas las facetas de la vida de quien como periodista de oficio fue también poeta, novelista, humorista, político y empresario.

El periodismo y la literatura

El académico de la lengua Alexis Márquez Rodríguez coincide con quienes sostienen que MOS, como también se conoce a Miguel Otero Silva, utilizó la literatura como una alternativa de expresión del periodismo, púes describe la situación de la sociedad venezolana a través “de un conjunto de elementos simbólicos, y mediante un estilo y un lenguaje que mucho deben al periodismo, como recurso de apoyo del discurso literario”.

Según Márquez, Otero Silva solía decir que sus novelas debían más al periodismo que a la literatura. Tal tesis es compartida por el escritor Jesús Sanoja Hernández quien dice que “es imposible separar al periodista en Otero Silva, del novelista, el humorista, el conferencista, incluso, el poeta. “Más de una vez dijo que era un novelista tarado de periodismo, y en efecto, para escribir Oficina N° 1, se fue a El Tigre casi por un año, investigó por doquier y entrevistó a personajes de la era informativa del pueblo petrolero. La misma técnica había aplicado antes en Casas Muertas y después en La Muerte de Honorio y en Cuando Quiero Llorar No Lloro, y hasta en una novela histórica como Lope de Aguirre, Príncipe de la Libertad”.

“Yo no soy un hombre de imaginación, soy un hombre de hechos. Mi vida ha sido siempre el periodismo” , le confesó MOS en una entrevista al reportero José Pulido. Agregó: “Cuando uno en función periodística debe escribir algo en 20 minutos, tiene que olvidarse del estilo y la personalidad literaria; me han dicho que tengo poemas que son una entrevista, un reportaje, un editorial. Dentro de mi literatura hay todo eso porque soy un periodista de información”. “Cuando estoy escribiendo como periodista trato de no olvidar que soy escritor y cuando estoy escribiendo como escritor, jamás me olvido que soy periodista. Hay que emplear todos los trucos de los periodistas para preparar un libro”.

MOS y el periodismo

Miguel Otero Silva fue el primer Premio Nacional de Periodismo que se otorgó en Venezuela tras la caída de la dictadura en 1958, un reconocimiento ganado a fuerza de la lucha por la libertad, sin descuidar la creatividad, la frescura, la innovación y la solidaridad con sus colegas.

Otero Silva desde muy joven participó en diversas publicaciones, como creador o como colaborador, entre ellas la revista Válvula -que con un solo número hizo historia en el mundo literario nacional- y el periódico El Imparcial, este último descrito por Sanoja Hernández como un periódico manuscrito o mecanografiado según fuera el caso, cuyo primer ejemplar circuló en mayo de 1928, bajo el lema “ Periódico de intereses generales (sin generales)” y que constituyó “ una de las mejores muestras del periodismo clandestino, dónde la sátira cohabitaba con el pasquín, las ‘boutades’ con ataques sangrientos dirigidos, principalmente, contra las altas esferas políticas e intelectuales del gomecismo”.

Si estaba MOS fuera de Venezuela, por ausencias obligadas, colaboraba con periódicos en el exterior, si estaba en el país entonces participaba en publicaciones políticas, estudiantiles, culturales, humorísticas.

Sin embargo dos publicaciones son su legado más importante al periodismo y a la sociedad venezolana: la revista humorística El Morrocoy Azul y el diario El Nacional.

VERSION COMPLETA EN http://arbelaez.org/archives/754

sábado, 25 de octubre de 2008

ESTÁN PILLAOS

CHIRINOS Y LAS CHICAS DEL CAN/Carlos Zerpa

La noticia de la muerte de Chirinos me llegó con dos semanas de retraso, a lo mejor no quisieron decírmelo antes para no afligirme con su muerte o porque no siendo él, mi amigo directo, no tenían porque informármelo...

A Chirinos lo recuerdo extremadamente gordo y con su bigotito negro, como el del sargento García, de la serie televisiva “el Zorro”, por lo gordo se me parecen los dos, no por lo tonto, porque Chirinos casi volaba, porque de tonto Chirinos no tenia ni un pelo, ni un pelo de tonto, demasiado avispado diría yo, siempre inventando una excusa para llegar tarde o desviar su ruta para irse a comer algo, un taquito, una empanadita de carne mechada, una arepita reina pepiada (pollo, aguacate y mayonesa), una vainita o una bala fría... quizás fue la gordura lo que lo mató, o quizás que como su medico no lo dejaba comer tanto, entonces él en la calle comía garbage food, a Chirinos o le dio un paro cardiaco, o lo mato la mafia china... NO eso no fue a Chirinos sino a Bruce Lee, coño estoy desvariando, embotado de tanto trabajo... a el ya le había dado una vaina hacia unos años en el corazón y tenia las venas y arterias obstruidas de grasa, además de tanta manteca recubriéndole el corazón, tanta grasa que no le permitía al corazón latir con normalidad, a causa de eso siempre tenia yo mucho miedo de que a Chirinos le viniera un paro cardiaco mientras manejaba, por eso no quería que mis padres viajaran con el cómo chofer, cuando los traía desde Valencia hacia Caracas por la autopista, me imaginaba un choque múltiple con un mínimo de tres víctimas, nadie me dijo de que murió Chirinos, quizás porque todos se suponían que iba a morir por gordo y por tragón, seguro de un paro cardiaco o asfixiado en su propio vomito como Hendrix, o ahogado en una piscina como el Stone Jones, o en su propia grasa, a Chirinos lo recordé cuando vi en un noticiero de televisión, como sacaban a un hombre gordo de su apartamento derribando para ello el muro, quince bomberos cargaron con el, y decían: es un cerdo… una bola de manteca como Chirinos, recuerdo la ultima vez que vi a Chirinos, venia orgulloso con una gorra blanca firmada por todas y cada una de las integrantes de la banda musical Dominicana, por las reinas del merengue: “Las chicas del can”... el sonriente y orgulloso me mostró su cachucha llena de firmas de esas sensuales féminas, me la mostró como prueba fehaciente de que él las conocía y hacia entrever que se las había cogido también a todas... todas putasas ellas.

www.carloszerpa.com

LA BARRA DEL OLIVAR EN LA TARDE/Tulio Monsalve

Para algunos existen horas en que comienza a medrar el ánimo levantisco que les llegó con la mañana, tracción que los hizo apurarse a cumplir con las inclemencias del trabajo. Se cree que el cierre del programa del sol y su pérdida de vigor inicia una gestión que castiga con semipenumbras. Claman otros que la sonata del ángelus y sus cadencias le arrima el lomo al goteo de alguna catecolamina cuyo papel es disminuir nuestras defensas y ponernos en trance de languidez. Hasta aparentar travesías de poeta. Sin duda reflexionamos. Siguiendo el rumbo de Vallejo que hablaba: “Reanudo mi día de conejo /mí noche de elefante en/ descanso”, hacia allí vamos a un posible e inexacto recogimiento.

En esto pensaba mientras bajaba a esperar a una persona en el Bar del Hotel Sonesta en Lima, Perú. Estaba en este hospedaje e iba al bar. Desde su barra se siente lo que se mira. El lugar está ubicado y usurpa espacio a un extraño y bello lugar: el famoso Olivar del Barrio San Isidro.

La nota histórica dice que los terribles e imprevisibles hermanos Pizarro, animaron al Duque de San Isidro para que sembrara un olivar en la capital del virreinato; ya para 1567 el sitio era conocido en la ciudad. Dignidad de cuatrocientos años que hoy conserva. De su gloria y bondades aun existen con hermosas y extrañas formas, esculturas de fuerza vegetal como un atavismo de la colonia. Heredades de formas originales que hace fruncirse en emociones hasta al mas insensible. Su conjunto es un verdadero museo de hazañas arbóreas únicas. Ningún árbol asoma rastros o dolor de muerte. Algunos están, de puro increíbles, en trance de semejar mármol y piedra. Otros todavía en su gloriosa y digna senectud son capaces de regalarnos una que otra aceituna. Todos florecen a su manera. Dan tanta sombra como asombro. Sus ramas suaves que aun rinden homenaje al viento y cantan con él.

Esto miraba desde la barra en forma de barco, mientras fantaseaba en la pasmosa belleza del parque, de pronto me tope en el bolsillo de mi saco con un ticket, la sorpresa deparó fortalezas a mis desfallecidas dioptrías y pude leer, que me invitaba a recibir un trago de bienvenida al hotel. De la contemplación pasé a la tensión inmediata. La gula hizo estragos y solicite con la avidez de un beduino la especialidad del barman: un pisco sour (pisco, jugo de limón, azúcar blanca, clara de huevo y hielo picado). Para la hora y como apoyo a la contemplación nada mas estimable. Deleite, tiempo y buena barra, ahora a esperar que me vinieran a buscar.

Azar en la Barra. A mi espalda alguien pregunta: ¿Qué habéis pedido al barman?. Me volteo y sorprendo con el rostro de un joven. Un pisco. ¿Qué es eso?. Explico y el contertulio dice no conocer nada, pero que va a pedir uno. Lo prueba y aprueba con un: ¡ pero esto es cojonudo!. Mas español imposible. Impreca: Dadme otro. Agrego explicaciones sobre el pisco y me dice: Claro… es casi un orujo; creo que si. Montamos una cotorra y estando yo en el segundo trago, me sorprenden un par de personajes, uno de ellos con un arma en la mano, que grita, ¿Quien es usted?….. identifíquese … o como hubo una vez de decir un policía caraqueño que me aplico algo parecido pero con un culto criollismo: ¡ identifísique ¡.

El amigo de la barra, ya identificado como español, les pide que se vayan pues somos amigos. Surge otro personaje, menos pinta de policía, quien le pregunta a mi compañero de trago; ¡chaval, que susto no habéis dado!. Tenemos tiempo buscándote: Sabes que en Lima siempre hay peligros. Bueno, nada seguid, os espero en el lobby.

Pregunto ¿que pasa?, me dice que nada, solo lo protegen. Por dudas estimo que es hora de retiro. Se disculpa y me dice que si no tengo algún programa para el domingo, él tiene entradas para la corrida de toro y que me dejará dos en la portería. Le agradezco. Me pregunta que hago en Lima le explico y demando por la razón de su presencia en el Perú. ¿Pero no sabéis quien soy?. Respondo que no y me dice, presentándose que se llama David Galán y que es torero, este domingo estará con una contrafigura limeña llamado el Simpson. Me cuenta de su última actuación, fue, en Torre del Mar en Málaga y que le fue muy en esta temporada.

No se me ocurre otra cosa que decir: Bueno saludos, y que tenga suerte el domingo. ¡!Joder eso no se le debe decir a un torero en las vísperas!! pero que en mi caso es una ofensa venial, la ignorancia justifica los medios. Adiós, adiós. El barman me informa que es una gran figura del toreo español y que en Bogotá trataron de secuestrarlo. Vaya faena la mía. Todo por una ensoñación de olivos y un pisco sour.!! .. Suerte matador .. suerte ..

Salgo a la calle y me topo con el parque de los olivos y me acuerdo de una estrofa una canción de Duncan Dhu que dice: “ En el atardecer arde la hierba. En algún lugar de un gran país que olvidaron construir ...”

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lunes, 20 de octubre de 2008

MUSA LEVIS / Pablo Antillano, desde Chelsea, NY. NY

Recordando a Elba Damast

Hay gente que habla sola. Uno los ve en la autopista hablando con el retrovisor, o con el volante. Hay quienes se exaltan y gesticulan en su agitada soledad. A veces ofrecen discursos al espejo mientras se afeitan o a la almohada mientras sueñan. El silencio hogareño se quiebra ante las exclamaciones, en ocasiones imperativas, con las que los fantasmas de inconsciente realizan su ritual matutino. La familia sonríe, como los transeúntes, ante estos absortos parlanchines.

Estas meditaciones en voz alta son frecuentes en los templos, en donde los feligreses susurran a los santos sus reclamos prometéicos, o en los parques donde los estudiantes recitan una y otra vez como si las hormigas no pudieran escucharles. A veces los periodistas frente a sus teclados orientan sus miradas hacia el techo y murmuran sus cavilaciones, para luego cazarlas cómo si fueran pájaros y encerrarlas en breves parrafadas. Pues ni modo, es Gente que habla Sola, como titularía Sergio Dahbar su columna.

En estos dias, el parloteo solitario de un caminante reveló ante nosotros una extraña explicación a su ensimismamiento. Fue un martes agitado en las aceras de Chelsea, el barrio de moda de Nueva York. A la zona la han puesto de moda centenares de artistas, nuevas galerías y lugares de entretenimiento, que en la última década huyeron de los altos alquileres del Soho y el Village. El Distrito Histórico de Chelsea es hoy el bastión de las vanguardias, del new age, de los anticuarios y del movimiento gay, y se extiende al oeste de la Sexta Avenida hasta las riberas de Río Hudson, entre las calles 14 y 34.

La casa de Elba Damast

Apenas nos incorporamos a la multitud de la Séptima Avenida, en pleno rush hour, escuchamos la murria de un hombre de apariencia mustia y abatida que venía diciéndose a sí mismo una especie de oración de Sai Baba: «Tenemos edificios más altos, pero templos más pequeños; autopistas más anchas, pero puntos de vista más estrechos; gastamos más dinero, y tenemos cada vez menos; compramos más, y disfrutamos menos.»

Cuando cambió el semáforo y la muchedumbre tuvo que detenerse para dejar pasar un centenar de taxis amarillos, el hombre pareció despertar. Nos miró y dijo: «Ustedes no entienden». Cambió de nuevo el semáforo y la maquinaria humana reemprendió su marcha. El siguió orando hacia adentro: «Tenemos casas más grandes, y familias más pequeñas; cosas más convenientes, pero menos tiempo; más educación, y menos sentido; más conocimiento, y menos juicio; más expertos, y más problemas; más medicinas, y menos bienestar»

Había algo en estas palabras, de apariencia imprecatoria, que prolongaba el ánimo meditativo que perfumaba la casa en la que solíamos alojarnos hace unos años. Era la silenciosa casa de Elba Damast en la que se respiraban inciensos y se escuchaban permanente y suavemente los discos hindúes de Sree Guru Gita, de Raga Taranga o Brufali Raga. Una hermosa posada económica para artistas y escritores con once habitaciones y tres baños majestuosos, llena, absolutamente llena, de cuadros, libros y objetos sugerentes.

Elba Damast, hoy desaparecida, era una artista nativa de Pedernales que se fue a Nueva York a principios de los años setenta y se hizo beneficiaria de una sólida reputación tanto aquí como allá. Los críticos venezolanos asociaron las obras de sus primeros años al abstraccionismo gestualista en el que militaban otros artistas como Hung, Mérida y Hernández Guerra. En Estados Unidos se le asoció al «action paiting». Con los años y hasta el último día de su vida consolidó una vasta obra de dibujo, gráfica, pinturas de gran formato, esculturas e instalaciones.

Aunque expuso pocas veces en los Salones y galerías venezolanas, los asiduos al arte recuerdan sus grandes cuadros abstractos poblados de ventanas simuladas y postigos, sus grandes corazones y, muy especialmente sus casas tridimensionales. En los primeros años de este siglo trajo a Caracas sus casas transparentes y flotantes recubiertas de telas metálicas, que Juan Carlos Palenzuela asoció a los paisajes de su niñez en el Delta.

La casa, motivo permanente de su larga obra plástica, tiene su expresión más acabada en esa morada para artistas que ella instaló, junto a su esposo, el pintor Peter Mackle, en el corazón de Chelsea. La luz, la alegría que le proporcionaban sus innumerables objetos, la atmósfera reflexiva y un tanto mística que promovía con las tertulias del desayuno, con sus infusiones de variadas especies, aderezadas con cárdamo, canela y azúcar negra, y su constante incitación a la discusión, le daban a esa residencia un carácter único, como el de las obras de arte. Los suyos son «paisajes oníricos» diría Palenzuela en su último catálogo. Y lo entendimos.

Hablar con los demás

Fue pues con este ánimo de inocencia que inoculan los ambientes New age que decidimos acompañar al orate introspectivo que circulaba por la Séptima Avenida. El seguía con su filípica : «Tomamos mucho, fumamos mucho, gastamos sin medida, reímos muy poco, manejamos muy rápido, nos enfurecemos demasiado rápido, nos acostamos muy tarde, nos levantamos muy cansados, casi no leemos, vemos demasiada TV, y casi nunca rezamos.»

Pero de pronto, en una esquina, el musitante despertó de nuevo y preguntó: ¿Qué me ven? ¿Que están pensando ustedes? ¡Seguramente creen que soy un insano, que estoy loco! ¡Levanten la vista del piso! ¡Mírenme! ¡No se vean los zapatos! ¡Todos iguales, como sus almas! ¡Ustedes no saben quien soy yo! ¡Ustedes no leen nada! ¡No leen ni el periódico! ¡Sólo ven televisión todo el día!…

¿Quien será este?, nos preguntamos mirándolo de reojo y recordando que en Chelsea siempre han sido muy frecuentes los artistas extravagantes. Importantes pero extravagantes. En el Hotel Chelsea murió Dylan Thomas, y entre los cincuenta y los sesenta fue la base de Williams Burroghs, de Brendan Beham, de Nabokov, de Pollock, de Bob Dylan y todos recuerdan las «Chelsea Girls» de Warhol.

Cambió el semáforo y la masa aceleró el paso. Muchos desertaron atemorizados. El hombre siguió duro. Caminó más rápido y continuó, casi gritando: ¡Claro ustedes ven a un hombre hablando sólo y piensan éste es un pobre loco¡ ¡Pero yo no hablo solo porque estoy loco! ¡ Yo hablo solo porque ya probé eso de hablar con los demás¡ ¡Y eso, eso no sirve para nada!

CANTINAS LEJANAS /Julio Bolívar

Aterrizo en Maiquetía casi deshidratado. En Costa Rica la militancia de un evento editorial me puso lejos de todas las barras. Desde la ventana del autobús miré, con nostalgia mexicana y larense, algunas cantinas con nombres lapidarios: Cantina El último trago, Cantina El halcón negro. Pensé en el cine mexicano y también me dije, descubriendo el agua tibia, que Centroamerica es un invento mexicano: comen casi igual pero con menos chile, beben tequila y casi todas las cervezas norteñas, también las tortillas están en la mesa y a los totopos les dicen nachos como todo país turístico. No hay dudas. Tampoco había rockolas, ¡susto!. En un centro comercial llamado Mi Pueblo, algo country entre a Likos, un bar restaurant, acompañado de una editora peruana de lo más chida, descerrajé unos cuanto tequilas con una Corona bien fría para poder entrar en calor y acompañar la cena de una exuberante botella de Merlot y digerir esa comida en la que nunca faltan los frijoles. Todas las comidas ticas llevan Gallo Pinto, una especie de moros y cristianos pero sin cerdo, aliñados , gratos , pero a uno le recuerda a las caraotas con arroz de nuestras casas familiares venezolanas, o esa especie de acompañante de las carnes de nuestros asaderos públicos, bueno para los que venimos del interior y que fuimos criados con una abuela que venía del monte, la manigua diria un habanero.

En fin mi querido Pablo, un viaje cansón, rodeado de libros universitarios, en el que que a veces encontramos pequeños milagros, como un preciosos libro de la Universidad del Perú, escrito por el sociológo Mirko Lauer y su hija, sobre el milagro gastrónomico peruano, una joya de interpretación del fenómeno que sucede en la tierra de Vargas Llosa.

NIGHT CLUB’S LADY / Alberto Rodríguez Barrera


Algo pasa con las cantantes que se desgarran con unas voces que hacen papilla de los sentimientos, tanto de ellas como de los demás. Generalmente es algo que pasa antes y que queda guindando ahí en todo después. Y a veces una canción se vuelve una marca registrada que dice todo lo que no se dice. "Strange Fruit" fue el caso con Billie Holiday. El fruto extraño es un poema referido a los negros colgando en los árboles, pero la negra fabulosa del jazz y el blues elevaba aún más la poesía, aunque su vida no fue poesía.

Su bisabuela murió dormida y tuvieron que romperle el brazo para liberar a la niña Billie que ahí despertaba. A los 10 años, un juez la condenó a un reformatorio: su crimen fue ser violada de manera "sangrienta y violenta" por un vecino cincuentón;
dos años después, tras dejarse violar voluntariamente por músico amigo de su abuela, comenzó a hacer mandados en una casa de putas, donde escuchó sus primeros discos de jazz. Como prostituta adolescente prefería a los clientes blancos porque los negros se demoraban mucho. La encarcelaron por prostituirse y en la cárcel hizo el papel de pasiva con las lesbianas.

En su primer trabajo como cantante rechazó recoger las propinas de la mesa de la forma usual -utilizando sus labios vaginales- y las demás chicas comenzaron a llamarla "Lady". No usaba ropa interior en escena y a quienes pitaban los rechazaba mostrándoles la opinión de su trasero. Pero la Lady cantaba con una pasión real, una pasión violenta que encontraba inspiración en los hombres recios, grandes y lindos amantes músicos, cuyos recuerdos la hacían salir a escena con los ojos morados y el cuerpo con hematomas. No podía resistir y buscaba a los hombres de mal carácter, quienes además se la chuleaban a sabiendas de que era fácil, más allá del gusto por los golpes.
El mejor amigo que tuvo, el saxofonista Lester Young, jamás tuvo relaciones sexuales con ella, pese a los años de gira y nightclubs, pero encajaba perfectamente con los estados de ánimo de Billie, logrando que las grabaciones que hicieron juntos sean las más finas. Lester fue quien primero la llamó "Lady Day", demostrando que en la música llegó a tocar más a Billie que lo que pudo cualquier otro hombre. Lady Day conoció en 1941 a su futuro marido, Jimmy Monroe, quien "fumaba una cosa rara". Cuando el matrimonio fue palo abajo, ella creyó que unirse a Jimmy en la fumadera de opio restauraría la magia perdida, pero antes de los 30 años se separó y comenzó a vivir con el trompetista Joe Guy, de 25. Fue un menage-a-trois: Joe, Billie y la heroína.


La policía y las giras los separaron, y el próximo amante, John Levy, fue también desastroso; le dio trabajo en su nightclub cuando nadie lo hacía, le compró ropa bonita, le regaló joyas, y se adueñó de sus finanzas: $3.500 semanales.Con ella rogando por alguna limosna, John la abandonó. Y el año de 1956 le trajo un segundo matrimonio, con Louis McKay, dueño de otro nightclub y también su manager. Ella se dedicó mucho a él, pero se divorciaron en 1958.


Y después de una trágica vida de adicción a la heroína, acoso policial y pasantías en la cárcel, murió el 17 de julio de 1959, a los 44 años. Moribunda e inconsciente en un hospital, la policía intentó esposarla acusándola de consumir heroína mientras agonizaba. Pero Lady Day, la extraña fruta, que además engalanó también la pantalla grande, fue una luz resplandeciente que deslumbró junto a las grandes estrellas del jazz, como Benny Goodman, Artie Shaw y Count Basie, entre otros.


Billie Holiday


Música en: www.lastfm.es/music/Billie+Holiday


Sitio oficial: www.billie-holiday.net/

jueves, 16 de octubre de 2008

INQUIETUD


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