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miércoles, 11 de agosto de 2010

HABANA EVA: LA INSUMISIÓN EN TONO CARIBEÑO / Pablo Antillano


Una costurerita aburrida se rebela contra el taller de confección, despótico y monocromático. Se rebela también contra el mari novio, excesivamente lento para unas cosas y demasiado fugaz en el lecho de amor. Se va de la casa, se va del trabajo y se entrega a la calle, a la amistad, a un enamoramiento que le romperá el corazón y, sobre todo, a su pasión como diseñadora de modas. Con esta historia simple, Fina Torres se planteó hacer una película. Eligió a La Habana como escenario y la aderezó con los condimentos de sus propias obsesiones.

Nos recordó que los grandes artistas suelen tener un tema obsesivo. El de esta cineasta venezolana parece ser el del arte de ser mujer. Desde su primera película premiada, “Oriana” (1985), y las siguientes, “Mecánicas Celestes” (1994) o “Las Mujeres Arriba” (2000), Fina Torres insiste en llamarnos la atención sobre esa suerte de entidad sobrehumana que llaman mujer que, a juzgar por su mirada, está aún por ser descubierta y revalorada. En ésta, su más reciente película, la llama Eva, como la mujer originaria, expulsada mil veces de El Paraíso, y que regresa una y otra vez a por las gracias de su naturaleza, que le han sido arrebatadas

EL MAR DE FINA

Antes de entrar a meditar sobre sus virtuosismos narrativos y cinematográficos deberíamos enumerar algunos de los condimentos personales de su cuento cinematográfico, permítasenos comentar algunos de sus temas recurrentes. Fina Torres nos habla con insistencia de una chica que posee un gran don, un talento especial (la cocina, la costura, el cine), con el que suele batallar, a veces a contracorriente, en una océano abatido generalmente por tres grandes olas.

En primer lugar debe nadar contra un ambiente hostil, que no la comprende y que contraría sus deseos, en segundo lugar muestra una chica que se asfixia con el amor, sobre todo cuando ese amor se expresa en términos genéricos como una ocupación posesiva del macho sobre la hembra y, final e ineluctablemente, cuenta con la barca invulnerable de la amistad y, especialmente, de la conexión con una mejor amiga.

La protagonista de Habana Eva, como las otras, se sumerge en estas olas tempestuosas premunida de dos grandes potencias simbólicas, una es la del tiempo y la otra es la inteligencia ética. El tiempo, transfigurado en pérdida, nostalgia y pasado, alerta a la protagonista sobre el sentido de la oportunidad. La vida es ahora. No lo dejes para después, “como nos pasó a nosotras”, no permitas que se te escabullan el deseo y sus satisfacciones. La otra potencia, igualmente vigorosa, es la que exalta y sublima las decisiones personales. Las heroínas terminan apropiándose de su vida y ponen al mundo a sus pies. Esos condimentos y esas potencias hacen singulares los cuentos cinematográficos de esta autora que ya una vez fue premiada en Cannes y ahora fue premiada en Nueva York...

LA INSUMISIÓN COMO BANDERA

Esta cineasta no necesita grandes discursos racionales ni parlanchinería política para levantar la bandera de la insumisión y para ridiculizar la sociedad patriarcal y burocrática. Le basta el tono ligero de la comedia y el melodrama para abatir los poderosos muros de la moral convencionalmente opresiva. El padre héroe gallináceo, el galán corporativo que viene de afuera, el eyaculador precoz, la fábrica despótica y la comisaria política van siendo derrotados por la fuerza irresistible del sarcasmo, pero también de la seducción y el deseo. Y, para colmo, la chica se queda con los dos maridos.

Esta película se humedece de atributos adicionales cuando las olas del Caribe cubano se estrellan contra un lente cinematográfico privilegiado por una mirada de mucho oficio. No son paisajes de almanaque ni con grandes aspavientos sino que se van tejiendo las imágenes suavemente como si fuesen encajes de bolillo o el propio crochet que exaltan las tías sabias de la película. Podemos ver a la vieja Habana, que es la nueva, con un sentimiento cruzado de embelesamiento y furia. Podemos ver sus viejos edificios, sus escalerones y su heráldica, sus mensajes anacrónicos, sus efigies rancias, su malecón intemporal, su lastimosa modernidad, todo atravesado por la esencia inmortal, homérica, shakesperiana, woodenalleana, eterna, del amor entre amantes

UNA PELI BIEN HECHA

El conjunto de las artes cinematográficas que concurren a esta co-producción con Cuba están por encima del standard. Transcurren apacibles y funcionales: la foto (Héctor Ortega), la dirección de arte, la música y el montaje, aunque merecerían comentarios especiales. Solo dedicaremos unas palabras a la actuación, que nos pareció uniforme y grata, (Prakriti Maduro / Juan Carlos García / Carlos Enrique Almirante / Juliet Cruz Delgado) , pero entre las que destacan la protagonista Prakriti Maduro (Eva), dotada del temperamento y la espontaneidad que busca la gran industria internacional del cine, y la de la joven cubana Juliet Cruz (Teresa) que plena de alegría las escenas de humor, y remoza los mitos de Jorge Amado consagrados hace treinta años en “Doña Flor...” y en “Gabriela...”.

Esta comedia moderna y desafiante ya ganó un Premio en el Festival Latino de Nueva York y seguramente le esperan otros, y el del público, si le dan chance.

NOTA. Los medios son el escenario de las polémicas y miradas controversiales en las que se desenvuelve la exhibición de esta película. La política ha influido sin duda en la percepción que se hace el público más radicalmente polarizado. El “habanismo” de la directora ha sido acusado de oportunismo y colaboración con el régimen de Chávez por algunos “cubanofóbicos”. Mientras tanto las críticas a la comisaria política, la imagen deteriorada de la capital caribeña y la insumisión de la protagonista parecen contra- revolucionarios a los cubanófilos y pro-gobierno. La cineasta se defiende en foros y entrevistas, mientras la taquilla va aumentando diariamente, un tanto al margen del barullo.

Dirección de Casting: Tamara Morales / Sonido: Josué Saavedra / Dirección de Arte: Sigrid Jelambi y Nieves / Lamerte / Música Original: Nascuy Linares / Montaje: Robin Katz / Dirección de Fotografía: Héctor Ortega / Producción General: Blanca Sanoja y Lourdes García / Producción Ejecutiva: Villa del Cine / Alter producciones / Dirigido por: Fina Torres / Guión Original: Fina Torres / Julio Carrillo

Ficha Artística Prakriti Maduro / Juan Carlos García / Carlos Enrique Almirante / Juliet Cruz Delgado /

Ficha Musical La música es original de Nascuy Linares, conocido por la musicalización de “Maroa” (2005) y de “Una casa con vista al mar” (2001), así como también es el autor de la música para numerosas películas, entre ellas "Tocar y luchar", "Havana Habana" y "La noche de las estrellas".

Nota sobre Habana Eva

Que tal Pablito, tiempo sin verte. He perdido un pelo de autonomía (física y de platica) para andar por las mundanales barras del código, pero no dejo de leerte en el blog y estar enterado de la movida de la ciudad. Leyendo tu excelente crítica de Habana Eva que recién acabo de ver este domingo, me animé a escribir esta breve nota que te anexo. De pronto puede hasta ser complementaria. Agradezco tu evaluación para su publicación en Código de Barra digital. También se agradece cualquier corrección conceptual, (no quedé seguro que el término atávico está correctamente empleado)
Gracias y saludos
Víctor Rodríguez Coa

La Habana bien vale una misa /
Víctor Rodríguez Coa

En estos tiempos de polarización, sumados al encompinchamiento de Chávez con Fidel, una
coproducción cinematográfica cubano-venezolana con apoyo oficioso de los entes rectores del cine sugería una película política sobre La Habana cuya exposición beneficiaría a los regímenes gobernantes en ambos países. Con ese prejuicio fui a la presentación de Habana Eva de Fina Torres. Nada que ver.
Torres se vale de la sátira para hilar una historia de amor compartido, con un elemento de crítica a la burocracia, a la intromisión del Estado en el trabajo, a la vigilancia de los ciudadanos; sin ser una cinta anticomunista, con un velado y ligero cuestionamento al ya inocultable y grave problema de la prostitución, a la cual se llega muy fácil, por carambola; al atávico "martillo", resuelve histórico de los cubanos, al hacinamiento en que viven los habaneros, con gallinas incluidas. Todo eso mezclado con ambiciones y sueños de una joven diseñadora de modas que desafía al amor convencional, a su estatus laboral, para concretar sus aspiraciones de éxito ayudada por un par de señoras que descansan su ancianidad y despiertan en su vetusta mansión de ricachonas venidas a menos.
Por razones de trabajo o gremiales he estado en la isla cinco veces, la última en mayo de 2008, y digo que La Habana es una ciudad oxidada, literalmente, físicamente, como las ideas del comunismo, de Fidel.
La cámara de Fina Torres registra el oxido en detalles, en sus casas, en sus calles, en sus edificios, en sus vehículos (almendrones, autobuses tragacolas y cocotaxis) en el rostro de sus gentes.
Los que conocen La Habana quedarán encantados del recuerdo. Los que no descubrirán a la ciudad enigmática, sede del comunismo caribeño
La chispa caribeña, el valor de la moneda propia (los pesos) y el cambio por los cuc (peso o dólar turístico), el sincretismo religioso y la variedad del espiritismo como muestra de la identidad cultural cubana se manifiestan claramente en el filme.
Una historia bien contada, como en el cine de factura, un guión coherente, buen sonido, excelente fotografía, muy fresca actuación de la protagonista Prakriti Maduro y en general de todo el elenco, hacen de Habana Eva un atractivo evento cinematográfico.
¿Y no le falta nada?
Creo que sí. A mi juicio hay tres momenticos de lentitud que se hubiesen matizado con música -más son-. que es lo que sobra en Cuba.
Les cuento que le tengo cierto temor al cine iberoamericano en general y al venezolano en particular. Por la improvisación de sus guiones y en los diálogos; por el terrorífico sonido en algunos casos, por la exacerbación exagerada de la violencia en otros; pero esta comedia de Fina, dura cien minutos y te diviertes, me hizo recuperar la fe en el cine nacional. Tanto que me entusiasmó a escribir esta breve nota.
Victor Rodríguez Coa


jueves, 26 de junio de 2008

AMORES DE UN GRAN BARRERO/Alberto Rodríguez Barrera-



Quizás fue en algúna barra caribeña donde Ernest Hemingway expuso una teoría codificada según la cual cada hombre tenía asignada en la vida una cierta cantidad de orgasmos, razón por la cual éstos debían ser cuidadosamente distanciados. Otra de sus teorías afirmaba que si uno tenía sexo a menudo, podría comerse todas las fresas que quisiera sin contraer urticaria, aun cuando fuera alérgico a las frutas. También tenía un consejo: "Si dos personas se aman, no pueden tener un final feliz, porque uno de ellos debe morir y el otro quedará privado de felicidad".

El ganador de premios como el Pulitzer y el Nobel tuvo una vida que fue calificada como "una rebelión que nunca terminó", quizás en reacción a que su madre le hizo vestir en su infancia ropa de "niñas" durante varios años, haciéndolo escapar de casa a los 15 años. En París tuvo la guía de Scott Fitzgerald, Ezra Pound y Gertrude Stein, y aunque buscó la fama no le gustaba estar bajo sus luces, creándose la imagen viril del macho man retraído, de aventurero, boxeador, cazador, corresponsal y soldado, viviendo luego en Cuba hasta que llegó Fidel al poder y se mudó a Idaho. Y cuando la depresión y la ansiedad le impidieron escribir, recibió terapia de electro-shock y se mató con una escopeta el 2 de julio de 1961, con el twist en pleno furor.

Hemingway se pintaba como un gran amante, que cuando joven en París tenía que hacer el amor tres veces al día y tomar drogas de sedación sexual para calmar su rabiosa libido. Aunque no le gustaba el sexo casual, alardeaba de ser "un chulo amateur" y comparaba el sexo con las carreras de bicicleta, en cuanto a que mientras más la montas, mejor lo haces. Le gustaba dominar a sus mujeres, creyendo que el hombre "debe gobernar" en las relaciones sexuales. Tres de sus cuatro esposas aceptaron la regla, pero la tercera dijo después que Hemingway no tenía cualidades redentoras fuera de sus escritos. Para "Papa" ella fue su "más grande error".

En sus cartas, Hemingway dijo haber tenido un harén de negras durante un safari en Africa, y como estridente mujeriego, su amiga Gertrude Stein sugirió que era un homosexual latente. Y el torero Sydney Franklin le dijo una vez al escritor Barnaby Conrad que "el problema de Hemingway toda su vida" fue "la preocupación de tener la picha pequeña", elevando el dedo meñique como muestra.

Pero Hemingway alardeaba de su potencialidad sexual y de haber tenido como amantes a Mata Hari, una princesa italiana, una princesa griega, rameras obesas de Michigan y prostitutas de La Habana con sobrenombres tan exóticos como Xenofobia, Leopoldina y la Puta Internacional. Sus sueños eróticos eran con Greta Garbo y Marlene Dietrich, pero en la vida real prefería sumisas y curveadas rubias o pelirojas, aunque sus amigos lo creían "un puritano" porque lo veìan sonrojarse cuando era acosado por las prostitutas y lo escuchaban decir que "sólo los que estaban enamorados podían hacer el amor".

Hemingway consideró el divorcio de su primera esposa, Hadley Richardson, un "pecado" que no podía expiar, y fracasó cuando se enamoró de Pauline Pfeiffer, una hermosa sicofante (Hadley acordó darle el divorcio después de obligarlos a estar separados por 100 días). La relación con Pauline terminó por razones sexuales: tras dos cesáreas se vieron forzados a practicar coitus interruptus porque el catolicismo de ella excluía el uso de profilácticos. La tercera esposa, Martha Geilhorn, era muy independiente y autora reconocida por derecho propio, pero ella y su afilada lengua no cedieron a la adoración ciega y la sumisión que él exigía. La cuarta, Mary Welsh, estaba hecha a la medida: paciente, adoradora, joven y bella, una "Rubens de bolsillo", como él la llamaba, y que aguantó hasta el tiro de la escopeta porque pasaba por alto el difícil comportamiento de Hemingway y los numerosos amoríos que él ni se ocupaba de mantener en secreto.

Muchas de las mujeres de Hemingway parecían ser modelos para su ficción, pero ninguna ganó su corazón completamente, ya que él nunca las dejaba acercarse lo suficiente para dejar que manejaran su vida. A un amigo le dijo: "Yo conozco a las mujeres, y las mujeres son difíciles."


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