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jueves, 22 de noviembre de 2007

SON, CARIBE Y BORBON/ Tulio Monsalve


Acabo de asistir a un coloquio El Caribe más allá de sus fronteras, me emocionó como personas interesadas en temas, asuntos, en síntesis todo lo que tenga que ver con la región caribeña intercambiaban con grata armonía. Comprendí que existe más de un Caribe, y que cada uno tiene sus propias sistemas de vida y cultura

Observo que cada cual llegar a comprender en forma diversa el Caribe y en quienes y porque somos, -entre otras cosas y mas que otras-, seres de este mar. En muchas oportunidades tuve la poca fortuna de tener que toparme con alguno que otro ilustrado, diría Adelantado o virtuoso de nuestro continente que se permitía disculpar nuestras debilidades, tecnológicas entre otras, exponiendo, que en fin de cuentas, total, no éramos mas que Caribeños. El aprender a entendernos y aceptarnos como habitantes del Caribe es una pasión.

Me consta que una de las apasionamientos de don Alejo Carpentier era el Caribe. Desbordaba fuerza y emoción al hablar de su mar. En la novela El siglo de las luces, Victor Hughes trae copias del decreto del 16 Pluvioso que proclama la abolición de la esclavitud, y otorga igualdad de derechos a todos los habitantes de las islas del imperio, sin distinción de razas ni estado. Luego se le ve avanzando por el combés de la nave que lo traía, para ir a quitar la funda de alquitrana que cubría una maquina y se descubre por primera vez, la desnuda y bien filosa cuchilla a la luz del sol. Era un objeto de rara belleza. Con la libertad y el decreto, llegaba la primera guillotina al mundo nuevo.

Luego vendría la Ley del 30 Floreal del año X, por el cual se restablecia la esclavitud en las colonias francesas de América, que deja sin efecto el decreto del 16 Pluvioso de año II. Acto para el solo regocijo de los buenos burgueses y terratenientes de toda la América.

Esa a sido nuestra vida, idas y revenidas de la libertad, con violentas vueltas al control de nuestras poco ilustradas y pero si bien aventajadas burguesias en su afan por hacerse del control del poder y de las vidas y destinos, sobre todo los menos validos.

Con terquedad y sin dar cuartel, a ese ritmo se mueve nuestra poesía, nuestra narrativa, nuestra música, con ritmos hacia delante y contradanzas en retroceso. Pero así avanzamos y así vamos a seguir avanzando hacia el espacio que marca nuestra utopia. Esos ritmos, esas melodías, esos sones, esos cuentos de nuestros campesinos, del caribe son la musica de fondo para nuestras poblaciones, que burla burlando, siguen haciendo del amor su arma y de la entereza de sus valores un cuartel, una muralla para saber como defenderse de aquellos, que son capaces de gritarles insolentemente: ¡ POR QUE NO TE CALLAS!!. Pero esa música y ese nuestro tumbao nunca se callará…

Pero nuestra voz caribeña, el coro de nuestras voces caribeñas, los gañotes caribeños vamos a seguir cantando al ritmo de nuestra libertad, bailando al son de la energía de nuestros músculos prestos para el goce o la defensa (si es necesario, el ataque), vamos a seguir haciendo poesia para tenerla como bálsamo que nos energiza, y narrativa como la que nos viene, entre otras tradiciones de nuestros libertadores o la que hemos escuchado de hasta un estrafalario personaje, Lope de Aguirre, que lo será tanto, que es capaz de decirle a este REY Borbon, que hoy nos ofende, en memorable carta: "que, en fe de cristianos, te juro, Rey y Señor, que si no pones remedio en las maldades desta tierra que te ha de venir azote del cielo; y esto dígolo por avisarte de la verdad, aunque yo y mis compañeros no queremos ni esperamos de ti misericordia". No contento, agrega: "Por cierto lo tengo que van pocos reyes al infierno, porque sois pocos; que si muchos fuésedes; ninguno podría ir al cielo, porque creo allá seríades peores que Lucifer, según teneis sed y hambre y ambición de hartaros de sangre humana; mas no me maravillo ni hago caso de vosotros, pues os llamáis siempre menores de edad, y todo hombre inocente es loco; y vuestro gobierno es aire".

Mucho habrá de decirse en este coloquio, sobre nosotros y nuestros ardorosos ritmos y poesía, mucha expresión de lo que sentimos, mucho de nuestra voluntad de ser diversos e integrados en torno a ese grave asunto de querer ser independientes y bien soberanos. Muy a pesar de la voluntad y deseos del borbón de turno.


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