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jueves, 26 de agosto de 2010

EMPUJAD HACIA EL ALMA LA VIDA / Luis Pastori

Artes

Las 9 décadas

de Luis Pastori

Tomado de Tal Cual

Ayer cumplió noventa años el poeta Pastori y los cumple lanza en ristre, protegido por dioses y por musas.


Una vida, además de prolongada, plena de acontecimientos, luchas y laureles: economista, vicepresidente del Banco Central ­su lugar en el mundo por casi cuatro décadas­ ministro de la Cultura; presidente de la Asociación de Escritores de Venezuela; director de Academia Venezolana de la Lengua; Premio Nacional de Literatura (1962) y premio León de Greiff para poesía latinoamericana. Entre otros quehaceres. Todo ello resulta capítulo segundo de su biografía.


El primero es el de su vasta y rica obra poética.


Parte de la más exigente tradición, que ha hecho camino largo en idiomas extranjeros. Más de veinte poemarios son el índice de una vocación sin tregua, de la adolescencia a la vejez. Héctor Mujica escribió sobre él: "En Venezuela Luis Pastori es la poesía misma".


Su voz recia, tropical, sonora, declamativa es de una especial significación en la arquitectónica de nuestra poesía del siglo XX. Además supo, a pesar de sus circunspectos cargos, darle un lugar privilegiado en su vida a la bohemia, a la amistad, a la alegría... a esas otras maneras de la poesía.


No se puede hablar de Pastori sin recordar uno de nuestros íconos estéticos mayores: la letra del himno de la UCV, que escribió con el poeta Alfaro Calatrava, al cual han rendido amoroso y ardoroso culto generaciones de universitarios de esa casa que vence la sombras. Ese que hace llorar a los graduandos en su despedida de su Alma Mater y sus años de juventud.

CORO DEL HIMNO UCV

Campesino que estás en la tierra,

marinero que estás en el mar,
miliciano que vas a la guerra
con un canto infinito de paz;
nuestro mundo de azules boínas
os invita su voz a escuchar.
Empujad hacia el alma la vida

en mensaje de marcha triunfal.

Luis Pastori, cultor de la poesía y la amistad por Eduardo CASANOVA

En http://literanova.eduardocasanova.com/index.php/2008/12/11/luis-pastori-cultor-de-la-poesia-y-la-am

Para adquirir su Antología Poética consultar:

http://www.bcv.org.ve/c1/Publicaciones.asp?Codigo=3272&Operacion=2&Sec=False

lunes, 26 de abril de 2010

¿COMO NO QUERER LUEGO UN MARTINI? / Jacqueline Goldberg


No sabría recordar, por ejemplo,
cuándo probé por primera vez un Vitel Toné,
un Foie-gras o una Coquilla Saint Jacques.

Pero el día en que me inicié en los ritos del Martini lo tengo clarito.
Fue un jueves antes de la Semana Santa del 2004.
Mi jefe nos invitó al restaurante Le Coq d'Or,
ya entonces en Las Mercedes.
Yo, que en mi vida había estado frente a una copa de Martini,
terminé zambullida en una piscina sin fondo ni decoro.
No sé cómo llegué a casa.

Al día siguiente, con más ansias que resaca,
pensé que aquel Martini
me hubiese gustado más con siete o diez aceitunas.

Días después,
dispuesta a osadas pesquisas,
descubrí que existe el Martini Sucio o Dirty Martini,
mi sueño hecho realidad:
saladito, turbio, con restos de incontables aceitunas.

Esa semana, que no fue precisamente Santa,
coincidió con la decimoquinta edición
del Festival Internacional de Teatro de Caracas
y entre sus lujos estuvo la obra belga
“Quando l'uomo principale e una donna”
(Cuando el hombre principal es una mujer)

del artista y coreógrafo Jan Fabre.
Y he allí que el Martini, las aceitunas y el aceite de oliva
eran protagonistas de un festín de sexualidad y sensualidad
del que salí, obviamente, 
deseando tomarme un Martini muy turbio.
Fuimos a Suka, en el CC San Ignacio.
Pedí al barman que hilara el más mugriento, obsceno,
fangoso, anegado y manchado de los Martinis.

Aquella noche fue la obra de Fabre
la que humedeció mi memoria.
La bailarina, Lisbeth Gruwez, comenzó colgando una veintena
de botellas de aceite de oliva mientras cantaba Volare.
Las botellas goteaban, ella se embadurnaba
al tiempo que preparaba un Martini.
Pasaron muchas cosas que no recuerdo con exactitud,
viento, más aceite, una corona.

Prefiero copiar, con la boca hecha aguas,
un fragmento de una nota de Mabel Diana
publicada en el portal Danza Hoy en Español:
“Se quita el pantalón, destapa las botellas y el aceite sale a chorros y moja el piso. Se quita la tira que cruza su pecho y su calzón. Queda desnuda y se baña con el aceite que cae. Rito, transformación, ahora es una mujer. Su cuerpo brilla magnífico, una luz verde acentúa el cambio. Comienza a girar en el suelo, a desplazarse, fácil, delicada, en equilibrio. Se acaricia, los muslos, la cara, el sexo, los brazos. Todo muy suave, descubriéndose placenteramente. Su desnudez está vestida de aceite. Cambia la intensidad de sus giros, ahora son rápidos, precisos. Con total dominio sobre esa superficie tan resbaladiza. Rueda, gira, se suspende. Su cuerpo refleja la luz, el aceite refleja la luz, que cambia de verde a blanca. El olor del aceite de oliva invade el teatro. Todo el escenario es un piso de aceite.
Va hacia el frasco de aceitunas, lo abre y éstas se desparraman. Vuelve a cantar "Volare" y comienza a caminar, muy femenina, se coloca la corona de olivo, la paz y la gloria. El regreso de la mujer, el baño de aceite que la purifica, la embellece, la protege, le da sabiduría. Se acerca a probar su trago, ahora con el toque que faltaba, una aceituna extraída por arte de magia de sus genitales.”

¿Cómo no querer luego un Martini?

viernes, 16 de octubre de 2009

domingo, 16 de agosto de 2009

LA QUIETUD PRESUROSA / Silvio Orta Cabrera



“un manantial no cesa

cuando termina un manantial

Eleazar León prefiguró muchas veces su muerte. En 1977, en su libro “Cruce de caminos”, lo hace de un modo, digamos, indirecto, imaginando en los versos de “Orfeo ve al amor en una última mirada” que el hijo de Apolo y Calíope, al leer en la palma de la mano de Eurídice, vislumbra la muerte de la amada y la inmortalidad que la aguarda, pues, le dice, “…esplenderás de algún modo en cada mujer”. Y, hacia el final, “Te veo / por última vez y ya no encuentro otra plegaria. // Tienes / ese sabor de olvido de la esperanza, / Eurídice mi niebla, mi verdor”.

En el mismo cruce se halla “Sin comienzo ni término”, poema donde afloran claves de la relación entre el creador y el par vida-muerte. No se piense, tras la frase anterior, que hallarla resulte cuesta arriba. Recordemos –como lo apunta Arráiz Lucca en “El coro de las voces solitariaa”– que Eleazar León es de los poetas de la UCV que en los años 70 hicieron “de las letras su objeto académico” y, por tanto, en sus poemas se evidencia, junto con sus experiencias, “el saber organizado”. (p. 313).

Cabe precisar que ese poeta de la UCV llega –ya poeta– a su Escuela de Letras, en pleno movimiento renovador (1969). La Renovación en Letras tuvo rasgos muy propios entre los que destellaron la creatividad cotidiana en el cómo pensar el fenómeno y el cómo afrontar su dinamismo, así como mantener la convergencia en la divergencia, es decir, la natural vivencia y convivencia de lo singular en lo plural. Lo vimos como lo revolucionario. Y certeramente, pues lo propio de la vida es la conciencia de lo plural. Si una revolución se dice vida, para darse y no cesar ha de impulsar tal conciencia, no sojuzgarla.

¿Cómo procede Eleazar en “Sin comienzo ni término”? Como poeta y maestro. Como si nada especial hiciera, para desvelar el “término”, el final, se pregunta “¿Tuvo principio algo alguna vez?”. No se va cuesta arriba en procura de la respuesta. Por el contrario, muy a lo orientalista, piensa “en el agua lenta de ciertos manantiales / montaña abajo, yéndose / hasta morir de frío en el lecho fangoso / de un pozo bajo el sol”.

¿Qué descubre entonces el saber poético, el que Saint John Perse, al recibir el Nobel (1960), señala como camino abierto cuando los de filosofía y ciencia lucen obstruidos? Descubre “que un manantial no cesa cuando termina un manantial”, que “Se pierde el agua acaso, pero no la corriente, / pero no la premura que busca la quietud / y que parte de nuevo cuando la encuentra”.

Tal hallazgo – por el que comprendemos que habiendo muerto Eleazar este 7 de agosto, su manantial no cesará – es lluvia de estrellas sobre los poemas de Descampado (1999), la más alta y más bella prefiguración que de su apremiante quietud tuvo el poeta. En sus páginas acamparemos, en tanto el dolor transcurre.

Cumaná, 11 de agosto de 2009

El Tiempo, 14 de agosto de 2009

sábado, 15 de agosto de 2009

ELEAZAR DE ARABIA/ Leonardo Rodríguez

Le debo varias cervezas y otros momentos a Eleazar León. Todos, sí, relacionados con la poesía. Tan enamorado andaba de Ella-porque era Ella y se parecía a una princesa persa- que podía pasar noches enteras hablando de sus gracias y oficios. Los enamorados pueden aburrir tanto como los fanáticos, se sabe, pero no, en este caso, a mí. Eleazar era no sólo un militante sino un enamorado de la poesía. Sospecho que ese romance constante fue su secreto, humilde orgullo. Ella, Diosa blanca, rosa negra, brújula del descarriado, perra sagrada, Lo-Li-ta. En su caso, ser profesor universitario equivalía a servir en el altar de esa virgen gozosa. ¡Qué amable fue con quienes nos atrevíamos, casi a escondidas, como quien entra en un club de strip-tease, a inscribirnos en su taller de poesía! Corría un rumor esterilizador o pasteurizado en aquella escuela, en realidad en muchas escuelas: la poesía o no tiene nada de aprendizaje o no se escribe sino después del doctorado y, si se es más sensato, después de la jubilación. Eleazar la servía con más alegría y también reverencia. No era un poeta hooligan ni tampoco protocolar. En cualquier momento, como quien saca su guitarra más metafórica, te regalaba un pedazo de última noche a menudo con lujo de detalles. Para él, el poema era una ofrenda y, a veces, un piropo no del todo cifrado. Miel en los muslos de la ninfa. Era astuto: puede no haber poetas, decía ante la concurrencia femenina, pero siempre habrá maravillas. ¿Para qué tantas maravillas? Es una pregunta que se me antoja esencial y a la que, creo, Eleazar sabría responder mucho mejor que yo.
Jazz y poesía, Eleazar, más allá de la doña.
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viernes, 14 de agosto de 2009

LEO UN POEMA DE ELEAZAR LEON, QUE SE HA IDO


Cenit

Una chicharra teje a mediodía
el único deseo de su tonada.

Es un violín de una sola cuerda:
árbol y canto.

Por lo extremado de su número fijo
debe de ser un gran deseo. No
se sabe qué dice ni qué procura:
vibra nada más en delirio monótono de lluvia.
No demasiado, no se le pida
mucho al canto sonámbulo
ni al deseo de la chicharra:
repite en el cenit
la sola claridad que conoce su sueño
sin variaciones ni riquezas, fija
y hermosamente fatal.
A la vuelta de un día será hojarasca
pero habrá conocido bajo la cúpula
de un cielo de inclemencias
ebriedad, consagración, fiesta, destino.

lunes, 13 de julio de 2009

jueves, 26 de junio de 2008

PRÍNCIPE DE LA POESÍA/ Armando Rojas

Así lo llamó acertadamente el crítico literario español Gustavo Guerrero, quien por esas paradójicas coincidencias del destino, presentó en Madrid la obra de varios poetas latinoamericanos, entre ellas la de Eugenio Montejo, precisamente un día después de su muerte, acaecida en Valencia el pasado jueves. Escribo estas líneas a las tres de la madrugada; desde mi balcón diviso la luna en cuarto creciente y su resplandor se me revela insólitamente hermoso, sin duda una recepción de gala para el amigo desaparecido.

No voy a hablarles de la obra laureada y ampliamente conocida más allá de las fronteras. Mi corazón prefiere hablarles de un Eugenio Montejo como amigo, con quien tuve el privilegio de compartir hermosos años en la ciudad de Lisboa, la melancólica tierra de Fernando Pessoa que tanto lo cautivó. Eugenio hablaba frecuentemente de su fascinación por la luz y el colorido de las colinas de la capital portuguesa, que se precipitan al río Tejo. Eugenio fue un venezolano excepcional, un hombre cuya humildad y sutileza eran propias de épocas pasadas. Un caballero a carta cabal, quien nos representó con singular brillo como Consejero para Asuntos Culturales en nuestra Embajada en Portugal. Su partida nos deja un vació difícil de describir. Afortunadamente, permanecerán en nuestra memoria los gratos momentos compartidos durante largas charlas que denotaban su inteligencia y bonhomía. Estoy seguro que las riberas del Cabriales, acá en estas latitudes del trópico salvaje, así como aquellas del Tejo en tierras lusitanas, lloran calladamente su partida cual taciturna melodía de fado.

Mis más profundas palabras de condolencias a todos sus seres queridos, particularmente a su esposa Aymara y a su hijo Emilio.

jueves, 19 de junio de 2008

EUGENIO DIPLOMÁTICO/Oscar Hernández Bernalette

A pesar de haber coincidido con Eugenio Montejo en muchas ocasiones entre los ascensores del Ministerio de Relaciones Exteriores aquí en Caracas, poco nos tratamos. Mi verdadero encuentro con el poeta fue breve y formal. Fue, sino me equivoco en el año 2003 mientras me desempeñaba como Director General en la Cancillería. Mi buen amigo Armando Rojas Sardi, Embajador y poeta quien lo conocía bien pues juntos sirvieron en Lisboa por allá en los 90 me pidió, con conocimiento de su trayectoria y capacidad, que intercediera para que lo designaran de nuevo al frente de una agregaduría cultural en Europa. Creo que Eugenio aspiraba a Madrid lo cual dentro de la lógica burocrática tenía sentido además de permitirnos tener el privilegio de contar con alguien de su nivel intelectual en una de nuestras principales Embajadas. Me visitó y nuestro encuentro fue breve, realmente me sentí honrado de tener la posibilidad de poder interceder por una justa solicitud de alguien de su prestigio como escritor y poeta. Recuerdo haber leído por esos días en una página de El País de España un excelente reportaje sobre el autor y su obra. En el breve contacto me dio muestras de su amabilidad y sutileza. Me obsequio uno de sus poemarios.

Como se lo prometí hice las gestiones al más alto nivel para proponerlo sobre todo convencido que para Venezuela seria un orgullo que fuera una vez más uno de nuestros representantes culturales en el exterior. Mi gestión fue corta. Una única pregunta cerró el camino. ¿El funcionario firmo? Sé que al poco tiempo pidió su jubilación.

Seguramente en los espacios que hoy recorre lo premian por la maravillosa firma de sus poemas que a tantos espíritus reconfortó.

sábado, 7 de junio de 2008

UN RÍO QUE COMIENZA A PASAR/ Silvio Orta

En un temprano poema suyo, “Elegía a la muerte de mi hermano Ricardo”, recogido en el libro Élegos (1967), Eugenio Montejo describe el cuadro de la dolida familia cercando el cadáver:

Todos éramos piedras y mirábamos

un río que comenzaba a pasar”.

Anoche, cuando Oswaldo Acevedo y, algo más tarde, José Malavé, ambos poetas en el amor por Montejo, me dijeron de la desaparición de Eugenio, se me vino entero, íntegro, el recuerdo de la última mañana en que estuve junto a su bondad, tocado por sus corteses maneras, saludado por su suave voz, admitido en su alta amistad.

De vuelta a casa, busqué su Terredad (1978) y me detuve en “La terredad de un pájaro”. El poema se me vino como venido del cielo y comprendí mejor que

La terredad de un pájaro es su canto,

lo que en su pecho vuelve al mundo

con los ecos de un coro invisible

desde un bosque ya muerto.

Su terredad es el sueño de encontrarse

en los ausentes,

de repetir hasta el final la melodía

mientras crucen abiertas los aires

sus alas pasajeras;

aunque no sepa a quién le canta

ni por qué,

ni si podrás escucharse en otros algún día

como cada minuto quiso ser:

más inocente.

Desde que nace nada ya lo aparta

de su deber terrestre;

trabaja al sol, procrea, busca sus migas

y es sólo su voz que lo defiende,

porque en el tiempo no es un pájaro

sino un rayo en la noche de su especie,

una persecución sin tregua de la vida

para que el canto permanezca”.

Para que el canto permanezca no estamos solos. Ahora Eugenio está para siempre con nosotros. Eugenio, en esta hora de su muerte, es el río que comienza a pasar.

Cumaná, madrugada del 7 de junio de 2008

viernes, 6 de junio de 2008

CREO EN LA VIDA BAJO LA FORMA TERRESTRE/Eugenio Montejo

Creo en la vida bajo la forma
terrestre,
tangible, vagamente redonda,
menos esférica en sus polos,

por todas partes llena de horizontes


Creo en las nubes, en sus páginas
nitidamente escritas,
y en los árboles, sobre todo en el otoño
(A veces creo que soy un árbol)

Creo en la vida como terredad,
como gracia o desgracia.
- Mi mayor deseo fue nacer,
y cada vez aumenta

Creo en la duda agónica de Dios,
es decir, creo que no creo,
aunque de noche, solo,
interrogo a las piedras,
pero no soy ateo de nada
salvo la muerte

DURA MENOS UN HOMBRE QUE UNA VELA...

Dura menos un hombre que una vela

pero la tierra prefiere su lumbre
para seguir el paso de los astros.
Dura menos que un árbol,
que una piedra,
se anochece ante el viento más leve,
con un soplo se apaga.
Dura menos un pájaro,
que un pez fuera del agua,
casi no tiene tiempo de nacer,
da unas vueltas al sol y se borra
entre las sombras de las horas
hasta que sus huesos en el polvo
se mezclan con el viento,
y sin embargo, cuando parte
siempre deja la tierra más clara.
Eugenio Montejo

Los restos del poeta Eugenio Montejo están siendo velados en la capilla Gran Salón de la Funeraria Abadía Imperial, en la avenida Bolívar de Valencia (Carabobo), y serán sepultados mañana sábado 7 de junio a las 9 de la mañana en el Cementerio Jardines del Recuerdo.

jueves, 29 de noviembre de 2007

DERROTA / Rafael Cadenas


Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una
solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo
que creí que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
que poco me ha faltado para echar a correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preterido en aras de personas más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas veces
más burlado en mi ridícula ambición
que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo
("Ud. es muy quedado, avíspese despierte")
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada a cambio
que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero por todas esas cosas y por otras cuya
enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he podido
encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas horas haya
sido humilde hasta igualarme a las piedras
que he vivido quince años en el mismo círculo
que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado
que nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme,
barrer todo y crear de mi indolencia, mi flotación, mi extravío una frescura
nueva, y obstinadamente me suicido al alcance de la mano
me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los
otros
y de mí hasta el día del juicio final.

Rafael Cadena (Barquisimeto 1930) poeta y ensayista venezolano. Profesor de la Escuela de Letras de la Universidad Central. De sus libros de poesía y ensayo podemos destacar, "Los cuadernos del destierro" en 1960, "Falsas maniobras" en 1966, "Memorial" en 1977, "Intemperie" en 1977, "Anotaciones" en 1983, "Amante" en 1983, "Dichos" en 1992, "Gestiones" en 1992 y "Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística" en 1995.

jueves, 4 de octubre de 2007

VINO TRISTE/ Cesare Pavese














VINO TRISTE

DE “POESÍAS DEL DESAMOR” (1934-1938)

Lo fatigoso es sentarse sin hacerse notar.

Después todo lo demás viene solo.Tres tragos

y regresa el deseo de pensar a solas.

Se abre de par en par un fondo de lejanos zumbidos.

las cosas se dispersan, y es un milagro

haber nacido y mirar el vaso. El trabajo

( al hombre sólo le es imposible no pensar en el trabajo)

es otra vez el antiguo destino bello de sufrir

para poder pensar en él. Después los ojos se clavan

en el espacio, adoloridos, como si fuesen ciegos.

__________________

Si este hombre se levanta y va a casa a dormir,

parece un ciego que ha extraviado el camino. Cualquiera

puede desembocar por una esquina y machacarlo a golpes.

Puede desembocar una mujer y tenderse en la calle,

joven y bella, debajo de otro hombre, gimiendo,

como en otro tiempo una mujer gemía con él.

Pero este hombre no ve. Va a casa a dormir

Y la vida no es más que un zumbido de silencio.

__________________

Desvestido, en este hombre se hallan miembros consumidos

y un vello brutal, aquí y allá ¿Quién diría

que en este hombre transcurren tibias venas

en las que alguna vez quemó la vida? Nadie

creería que en un tiempo una mujer acaricio ese

cuerpo, y besó ese cuerpo, que tiembla,

y bañado en lágrimas,llegado ya el hombre

a su casa para dormir, no lo logra, sino que gime.




En la foto, a la izquierda Cesare Pavese





Traducciones de Cósimo Mandrillo. “Poemas” de Cesare Pavese. Fundación editorial el perro y la rana 2006.

jueves, 27 de septiembre de 2007

POEMA DEL COLESTEROL / Leonardo Padrón

Como todo en la vida

hay un colesterol bueno y uno malo.

Pero sólo uno es noticia.

La prensa lo cita como un criminal de moda.

Las arterias envejecen con la grasa de sus besos.

El corazón se tarda ante la densidad de sus maneras.

Dicen que para vencerlo basta con caminar hacia el sol

comer con la boca cerrada

llorar ante la mantequilla

hacer flexiones de pudor

sudar los domingos.

Dicen que hace fiestas ruidosas en la sangre

compras nerviosas en el hígado

saqueos en la felicidad.

Dicen que te mata con mucha muerte.

Así el amor.

Hay uno bueno y uno malo.

Pero sólo uno es turbulencia.

En la próxima entrega : los triglicéridos.

Esa otra forma de la nostalgia.


Tomado, con permiso del autor, de EL AMOR TOXICO de Leonardo Padrón . bid & co. editor. Abril 2005 . http://www.bidandco.vze.com

martes, 25 de septiembre de 2007

LA RENUNCIA/ Andrés Eloy Blanco


Para ese universo de barras que tanto lo zambullen a uno en resplandores inolvidables, te estoy anexando una versión sumamente apropiada de "La Renuncia" que el propio Andrés Eloy Blanco escribió para "El Morrocoy Azul" en 1942, y que imagino hará las delicias de los panas que pueblan las barras como pajaritos en rama, siempre buscando más los cielos que la tierra. ¡Hasta me imagino al tridimensional Raúl Fuentes, por ejemplo, con sus ojos de luz cristalina y su galante voz que enronquecida trina, acentuando los sentidos que el presente ilumina! Gócese. Y saludos al conglomerado más alegre.

Alberto "Chino" Rodríguez Barrera


LA RENUNCIA

He renunciado a ti. No era posible;
fueron vapores de cervecería,
son ficciones que a veces le dan al sumergible
cierta esperanza de refinería.

Yo me quedé mirando como el Volga se iba
poniendo en cinta de la estrella,
lancé mis divisiones hacia ella
y supe que la estrella estaba arriba.

He renunciado a ti, nazistamente,
como tuvo que hacerlo Juan Vicente,
he renunciado a ti, como Caracas
que ha renunciado al agua y a las cloacas,
como el que ve partir las caraotas
con rumbo hacia imposibles y ansiados continentes,
como el pollo que siente sus entretelas rotas
cuando ve a Guillermo Austria que le enseña los dientes.
Como el avión que renunció a Inglaterra,
como el Bismarck que renunció a los faros
y mis soldados a ganar la guerra
y Mussolini a los patines caros.

He renunciado a ti, como Tejera,
como el doctor Castelli a la cartera,
como esos falangistas singulares,
con las manos vienesas y las tripas vacías,
que comen misas vascas y Carmonas Nenclares
en los escaparates de las pastelerías.

He renunciado a ti, pues mientras viva,
iré perdiendo un poco de lo que antes tuviera,
y al final, con qué fuerzas iré a la defensiva
en mi ofensiva de la Primavera.

Yo voy hacia mi propio Berlín. Como el poeta,
cuando renuncie a todo, me suicido o me entrego;
desbaratando planes, me cogerá el planeta;
mi ofensiva es el viaje del que se va a San Diego...





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