jueves, 19 de junio de 2008

EUGENIO DIPLOMÁTICO/Oscar Hernández Bernalette

A pesar de haber coincidido con Eugenio Montejo en muchas ocasiones entre los ascensores del Ministerio de Relaciones Exteriores aquí en Caracas, poco nos tratamos. Mi verdadero encuentro con el poeta fue breve y formal. Fue, sino me equivoco en el año 2003 mientras me desempeñaba como Director General en la Cancillería. Mi buen amigo Armando Rojas Sardi, Embajador y poeta quien lo conocía bien pues juntos sirvieron en Lisboa por allá en los 90 me pidió, con conocimiento de su trayectoria y capacidad, que intercediera para que lo designaran de nuevo al frente de una agregaduría cultural en Europa. Creo que Eugenio aspiraba a Madrid lo cual dentro de la lógica burocrática tenía sentido además de permitirnos tener el privilegio de contar con alguien de su nivel intelectual en una de nuestras principales Embajadas. Me visitó y nuestro encuentro fue breve, realmente me sentí honrado de tener la posibilidad de poder interceder por una justa solicitud de alguien de su prestigio como escritor y poeta. Recuerdo haber leído por esos días en una página de El País de España un excelente reportaje sobre el autor y su obra. En el breve contacto me dio muestras de su amabilidad y sutileza. Me obsequio uno de sus poemarios.

Como se lo prometí hice las gestiones al más alto nivel para proponerlo sobre todo convencido que para Venezuela seria un orgullo que fuera una vez más uno de nuestros representantes culturales en el exterior. Mi gestión fue corta. Una única pregunta cerró el camino. ¿El funcionario firmo? Sé que al poco tiempo pidió su jubilación.

Seguramente en los espacios que hoy recorre lo premian por la maravillosa firma de sus poemas que a tantos espíritus reconfortó.

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