martes, 31 de julio de 2007

chucho y bebo valdés

BELLOS PÚBLICOS / Carlos Montenegro


Comienzo mi columna de hoy feliz, pues mi ego ha sido gratificado, y me explico. He recibido unos cuantos correos que agradezco y contestaré. Pero el primero de todos es de una lectora que conoce mis dos piezas anteriores, y aunque me quede mal contarlo las ensalza. Es decir: alguien me sigue, tal vez sea solo ella, pero por algo se empieza, digo yo.

Mi amable lectora que desde hoy declaro junto a mi gratitud “amiga virtual, firma Tórtola. Quiero suponer que es un alias, pues al consultar el diccionario, me encuentro que una tórtola es un ave de la familia de las Columbiformes, o sea de las palomas, y en segunda acepción, “ave exótica y domesticada que pasa los otoños en Africa”; qué significa esto, pensé, porque estarán de acuerdo conmigo en que el nombrecito es harto rebuscado, a no ser que sea de familia maracucha y en alto grado sofisticada.

Pues bien, mi amiga virtual Tórtola me sugirió que como hablo de música, debiera acercarme por los predios de El Hatillo, donde los sábados en la tarde retumba entre los cerros una banda de rock que a ella le parece estupenda. Así que “cogí casquillo” y sin que sirva de precedente, me acerqué hasta allá y siguiendo unas coordenadas que me facilitó, me planté delante de una casa de donde procedía una imponente mole de sonido.

Alguien que llegaba en ese momento me invitó a entrar amablemente y cómo no, acepté. No era una fiesta, pero me invitaron a una copa de vino; mientras, en una estancia de la casa llena de instrumentos, unos músicos de los que ya no cumplen los treinta, atacaban una pieza de “hard rock” sin pararle bolas a una docena de asistentes que escuchaban embelesados, me pareció reconocer a uno de ellos y en un descanso entre canción y vino me fueron presentados los músicos y continuaron su particular ensayo-concierto.

Averiguando entre los presentes quién era quién, me preguntaba ¿qué hacen, un contrabajista sinfónico atacando un bajo eléctrico de 5 cuerdas, un gerente de un estudio de grabación apaleando una batería con ese entusiasmo, un industrial de la confección con una guitarra eléctrica sacando sonidos imposibles, un discjockey de radio metiéndole a la percusión y haciendo coros de alto oficio, un empresario de la construcción acompañándole en los coros con agudos imposibles, un creativo publicista multi-premiado, también en los coros, con más percusión empastando perfectamente, un técnico de audio con estudio a los pianos y sintetizadores y un locutor de piezas publicitarias cantando temas nada fáciles en perfecta afinación?.

Me contaron que todo empezó como una diversión y una forma de drenar el stress acumulado de sus cotidianas ocupaciones; con puntualidad casi militar se juntan casi todos los sábados y drenan. Ahora bien, lo impactante es el resultado, les puedo asegurar que desde hace años yo no había escuchado a ninguna banda de rock interpretar con tanta maestría, escuché unas cuantas versiones de diversos temas nada fáciles de ejecutar, sin embargo lo más sorprendente vino cuando comenzaron a tocar sus composiciones, con un balance casi perfecto entre el rock clásico, la actualidad del sonido, los arreglos, y la tremenda comercialidad de las canciones al nivel de lo mejor del pop actual. Me llamó la atención un tema en especial: “Chica de Boulevard”. Me comentaron que ya la han grabado junto a otros temas que pronto conformaran su primer disco.

Márvin, Roberto, Rubén, Richard, Iván, Manuel, Ivo, y Jorge conforman lo que yo me atrevería a llamar una superbanda, los apellidos no importan pero el nombre del grupo sí. Me atrevo a sugerirles que no lo olviden, pronto se harán notar. Recuérdenlo, insisto, son “Los BELLOS PUBLICOS”. Gracias amiga Tórtola

domingo, 29 de julio de 2007

EL DRY MARTINI DE LUIS BUÑUEL*


“En un bar, para inducir y mantener el ensueño, hay que tomar gin inglés. Mi bebida preferida es el Dry Martini. Dado el papel primordial que ha desempeñado el Dry Martini en esta vida que estoy contando, debo consagrarle una o dos páginas (…)

Básicamente se compone de gin y unas gotas de vermouth, preferentemente ‘Noilly-Prat’.
Permítaseme dar mi fórmula personal, fruto de larga experiencia, con la que siempre obtengo un éxito bastante halagüeño. Pongo en la heladera todo lo necesario, copas, ginebra y coctelera, la víspera del día en que espero invitados. Tengo un termómetro que me permite comprobar que el hielo está a unos veinte grados bajo cero. Al día siguiente, cuando llegan los amigos saco todo lo que necesito. Primeramente, sobre el hielo bien duro echo unas gotas de vermouth y media cucharadita de Angostura, lo agito bien y tiro el líquido, conservando únicamente el hielo que ha quedado, levemente perfumado por los dos ingredientes. Sobre ese hielo vierto el gin puro, agito y sirvo. Esto es todo, y resulta insuperable.”

* Luis Buñuel. SUS ULTIMAS PELICULAS
Cet obscur objet du désir (Ese obscuro objeto del deseo) (1977) .... director, guionista y editor (producción franco-española)

  1. Le fantôme de la liberté (El fantasma de la libertad) (1974) .... director, guionista y encargado de efectos sonoros (producción francesa)
  2. Le charme discret de la bourgeoisie (El discreto encanto de la burguesía) (1972) .... director y guionista (producción franco-hispano-italiana)
  3. Tristana (1970) .... director, guionista y editor (producción hispano-franco-italiana)
  4. La voie lactée (La vía láctea) (1969) .... director, guionista y editor (producción franco-italiana)
  5. Belle de jour (Bella de día) (1966) .... director y guionista (producción franco-italiana)
  6. Le journal d'une femme de chambre (El diario de una camarera) (1964) .... director y guionista (producción franco-italiana)

jueves, 26 de julio de 2007

MARGARITEÑA / Pedro Espinoza


Si yo muriéndome estoy
y alguién me viene a buscar
si es pa ir a parrandear
dejo a la muerte y me voy

COMPAÑEROS DE BARRA / Crónicas Barsianas de Raúl Fuentes

Una barra que no exhiba una respetable colección de botellas puede resultar más aburrida que un ascensor sin espejo”.Eso dijo el hombre que a mi lado removía con sus dedos los hielos de su whisky. Por su acento y proceder supe enseguida que era venezolano y, por eso mismo, me hice el sordo y el mudo. Fue hace ya unos cuantos años durante una sesión de Gin & Jazz en un bar minimalista de Buenos Aires. Lo recuerdo ahora cuando leo un artículo de Fran Nelly Rich[1] sobre los bebedores solitarios donde se proclama a Rick Blaine Maestro Zen de la bebida en solitario. El protagonista de Casablanca o su intérprete, Humphrey Bogart, nos dejó un frase que podría servir de guía al alcohólico funcional: “I let my drinking do the talking[2]. Y es que beber sin compañía implica que se debe contar con elementos que ayuden a sobrellevar la soledad. De allí que un buena cantidad de botellas debidamente ordenadas frente a uno constituya un admirable conjunto que, por su diversidad de formas, la vistosidad de sus etiquetas y la calidad de sus íconos y símbolos, es capaz de captar nuestra atención para que descubramos la historia que hay detrás de cada marca.

Así, en un vistazo a vuelo de pájaro (no sé como apertrechado en una barra se puede volar como un pájaro, pero en fin) a medida que vamos empapando en alcohol nuestra soledad nos iremos topando con los pobladores de un mundo tan fantástico como el que imaginó el Reverendo Charles Lutwidge Dodgson (Lewis Carroll) para la hija del diácono Liddell y que conocemos como el país de las maravillas: un hombre que camina a grandes zancadas con su levita roja o negra, su botas, bastón e impertinentes y nos dice que nació en 1883 y sigue caminando tan campante como entonces; una enorme alcachofa o un franciscano embotellado con todo y cordón, un anciano que al parecer vivió 152 años; príncipes, duques, condes y marqueses; una perdiz, un pavo real y un águila; un indio, un centauro y un gaitero con falda a cuadros; un venado, un murciélago y el oso que, inevitablemente, hiberna en las neveras del botiquín… en fin, toda una legión de diminutos acompañantes que nos invitan a descifrar los misterios enfrascados en sus habitáculos. Invitación que la sensatez aconseja declinar porque de lo contrario uno podría terminar dialogando con el Duque de Alba o, lo que es más grave, con el alcaucil de Cynar, en cuyo caso es necesario reconocer que ha llegado la hora de pedirle al bartender que nos consiga un taxi o, de lo contrario, lo más probable es que pongamos un petardo para que, ¡cómo no!, nos tilden de borracho. De ser este el caso, tendríamos buenas razones para volver al sitio: dar gracias al empleado y explicaciones a la clientela. Otra razón sería el hecho de que si nos llaman borracho no es precisamente porque estemos acostumbrados a quedarnos en casa viendo televisión.


[1] Editor de la Modern Drunkard Magazine.

[2] Dejo que el trago hable por mí.

miércoles, 25 de julio de 2007

EL REGRESO DE LA MUSICA INTERESANTE

El texto es de Daniel Krauze y lo tomamos de Letras Libres, la chica que canta viene en el paquete de uno de los comentaristas de ese texto. Copie bien el URL que está partido en "title"....

http://www.letraslibres.com/blog/blogs/index.php?title
=el_regreso_de_la_musica_interesante&more=1&c=1&tb=1&pb=1&blog=5

VÁMONOS DE TAPAS/ Pablo Antillano


Aqui van 203 recetas de tapas para tascas sin imaginación.


Copie la dirección en su navegador, viaje y comente: http://www.atapear.com/recetario-de-tapas/tapas-calientes


De tapas

Pablo Antillano

En las barras de Nueva York usted pide un trago y viene con una tacita de maní o de pretzels; en Madrid o San Sebastián te dan cualquier tipo de tapas , las mejores del mundo, en Roma o Perugia te dan bocadillos finísimos. En casi todas partes del mundo la barra te celebra “por la casa”. En Venezuela se ha perdido esa costumbre.

En la inmensa mayoría de los locales de Caracas las tapas dependen del humor del cantinero o de las relaciones públicas del dueño. Te envían una tortillita , un platico de queso con jamón o un trozo de empanada gallega. Por eso puede notarse que hay una relación casi proporcional entre las tapas como política y la fidelidad de la gente que se convoca en la taberna. En Candelaria, por ejemplo, La Cita es imbatible : siempre hay una sopita, o un poco de pernil, o papitas para los parroquianos que beben en la barra. Siempre, óigase bien, siempre hay tapas, es política de la casa. Tal vez por eso (y por la calidad de la comida y el servicio, claro ) hoy tienen dos inmensos pisos y a ninguna hora hay puesto libre.

En Las Mercedes el sitio de las tapas es el Amazonia, que brinda con quesos aliñados, empanaditas o tequeños. En Chacao, la cortesía del Mesón de Andrés ofrece una tacita de fabada o pimientos morrones con chorizo. Y en la Castellana invita empanaditas La Estancia. Pero, en general, el caraqueño se ha acostumbrado a pagar por sus tapas, de las que no prescinde.

Hay algunas que son tradicionales , algunos dirían que emblemáticas: empanadas de carne en el Thorton, La Estancia o el Hereford Grill, tequeños en las tasquitas de Chacao, , quesos trenzados en Pazzo, brusquetta en Casa Vecchia...

Es difícil concebir una larga barra, contenta y dicharachera, que no esté poblada de uno que otro manjar al costado de la copa de vino.

AQui van unas cuantas recetas para animar a los cocineros y dueños de tascas.

martes, 24 de julio de 2007

LA FREDDY

Tomado prestado de

http://www.guayabaverde.com/blog/revista-elite/la-freddy-era-cocinera-antes-de-ser-cantante.html

La Freddy era cocinera antes de ser cantante
La Freddy, una de las voces más originales del bolero cubano, visitó a Venezuela en el año 1960. Una reseña del evento, publicada en la revista Élite el 22 de octubre de 1960 y escrita por Bernardo Viera Trejo narra el impacto causado por la Freddy, quien sólo cantaba y gustaba, quizá por eso de hacer sido cocinera antes que famosa bolerista.
La fotografía es de Leo Matiz y Luis Scotto. Transcribimos a continuación el texto del artículo.

FREDDY: UNA VOZ DE 200 KILOS

Freddy. Se llama Freddy a secas. Como los reyes, Freddy I. O como los papas, Freddy XXIII. Pero, siempre, sin apellidos. Freddy y nada más: una hermosa voz de doscientos kilos. Freddy… Desde hace una semana Freddy estremece a los venezolanos con su estilo limpio, original, purísimo.

En las pantallas de los televisores, donde cabe a duras penas, Freddy suele asomarse para cantar “Noche de ronda” como los ángeles. Pero cuando su recia humanidad, sus doscientos kilos se ponen en movimiento para repartirse, todo el pasillo del hotel, el estremecimiento se hace físico con las piernot5as, los brasotes, el cuerpote de Freddy.

Soy así y no me molesta. Me gusta comer bien y mucho. Lo que importa es cantar.
Por la noche, la pista del night club donde trabaja se llena con su cuerpo y el night club todo se llena con su voz redonda y sonora que se parece a ninguna. Freddy es aplaudida una vez. Y otra. Y otra más. Y canta diez y doce canciones cada noche. Entonces nadie ve el tronco de mujerota: todos ven su voz, su pureza, la ternura de sus expresiones. Una vez más, la ley de la compensación.

Freddy, hace cosa de seis meses, era una modesta cocinera en una barriada habanera. Por las noches, caminaba la calle Infanta, modesta avenida de capital de Cuba, y, acompañada de amigos y amigas, dejaba escuchar su hermosa voz. Una noche saltó de la Infanta a la aristocrática pista del Hotel Capri y no necesito más: su voz se popularizaba en pocos días, su estilo era imitado, sus discos volaban en los establecimientos y su rostro llenó ostentosamente las páginas de periódicos y revistas capitalinos.

Ahora Freddy ha hecho su primera gira al extranjero. Venezuela la recibe con el mismo entusiasmo que los habaneros y ya su voz se escucha en la radio, en la televisión y en millares de discos.

Aquí me siento como en Cuba. Lo venezolanos son muy cariñosos y parece que les he gustado…

Freddy se arregla ante un espejo que, aunque hace lo posible, no puede reproducirla “al tamaño”: apenas caben la mitad y quinta parte de su brazo en el espejo.
¿Enamorada de Venezuela? Freddy hace silencio. Muestra la foto de su hijo. Sonríe y responde: Tengo algunos enamorados, pero no he escuchado promesas. Por ahora, cantar y gustar. Esto es todo…

Y Freddy se aleja estremeciendo el pasillo, el hotel, la calle, los cerros, la Plaza de El Silencio, Caracas, Venezuela… ¡El continente!

sábado, 21 de julio de 2007

LA PALABRA SALVADORA /Tulio Monsalve



Sencillamente me indispuse con el rigor laboral. Simplemente no dio ninguna gana volver a la oficina esa tarde. Únicamente deseaba llegar al triangulo de las Bermudas y mirar, ofuscado por un sentimiento de: ¿a lo mejor encuentro a alguien con quién montar una buena cháchara¿. A las dos de la tarde, de un día miércoles, era poco probable que algo fuera de lo común sucediera; o, ¿quién sabe, a lo mejor si¿. Bueno, … un traguito y ya. Comencé el tanteo por el Franco, al hacerme espacio el portero y dejar atrás el celaje del eterno color amarillo con que siempre identifico el lugar, todavía en sombras, pude descifrar en entramado de esa espaciosa, sólida y amena barra. Distinguí el puesto que mas me gustaba. Ocupé, el de la esquinita. Al sentarme, dominaba a mi derecha la parte menos frecuentada del comedor. A la izquierda y en línea recta, mi visual daba a la pared del fondo, que alberga la copia del cuadro de Los Borrachos, Velásquez. Imposible de eludir esta poderosa imagen, Baco, (con muy poca convicción, casi extrañado de hacer lo que hace) coloca una corona de laureles a uno de los borrachos. Me arrecha el gesto un poco burocrático, mecánico, displicente, de puro tramite, con que ejecuta este serio reconocimiento con uno de quienes tanto lo idolatran. Qué está, cómo es, y no de otra forma, por la militancia en los ritos que este dios impuso o dispuso para nosotros débiles criaturas terrenales. El cuadro es una fiesta de campo entre panas, muy a lo Rubens, huele, mas que a arboleda, y campo, a buen vino; la cara de esa corte de amigos del buen beber y la distracción, aunque temporal, nos hace sentir la mirada, bien segura, definida, de estos sencillos españoles, de la calle, que sin protocolos se dan al beber e imagino al comer, mientras se sienten animados por Baco.

Era rastro casi automático, era una consecuencia obligada de la experticia realizada desde la barra, qué, acompañando al cuadro, y la dirección donde está la figura del Baco; justo adonde uno de los borrachos, creo, el centro y alma del grupo, exhibe una taza de vino. Cuyo rostro, es inolvidable, por el rubor en su nariz, y sus pómulos, que dan fe, de su noble militancia en el tomar y qué además, aún ante el dios, carga, exhibe, como prueba de su obligada insolencia y esperada impertinencia, y altanería: sombrero.

En esa dirección y confundido con esa escenografía, o acompañándose con ella, era posible, como muchas veces me sucedió, que tuviera la suerte de topar, y alegrarme y saludar y recoger la luminosa y grata figura de Orlando Araujo. Codo izquierdo en guardia sobre la barra, casi columna, casi pedestal de la mano para apoyar el giro del rostro, que vigilaba la entrada del restaurante. En la otra mano un esperado vaso de escocés, que dependiendo de su estado de animo, era, largo, de nobles y grandes hielos del Pingüino; o, de vaso corto, por que estaba, “calentando” en la primera entrada del primer ining. Casi siempre de impecable camisa blanca o guayabera. Era fácil que iniciáramos la plática. Era obligado que me preguntara qué cómo estaba: “el centro del homenaje”, era su singular manera de citar a Chela. ¿Por qué la llamaba asi ¿, es otro cuento también de barra que otro momento contaré. Luego pasábamos revista de las vainas de los amigos, largo recorrido por los antiguos habitantes del Techo de la Ballena y para el momento, diputados, asambleístas, asesores p demiurgos, magos de la joven Primera y única República del Este. Era el momento en el que se filmaba su Compañero de Viaje. Dirigía Clemente de la Cerda y actuaba como Nólasco, Toco Gómez. Esperaba algún chisme del rodaje y yo como buen comadrero le contaba algo de lo que sabía, o apenas sabia, por que el contacto telefónico con Toco en Mérida, lugar de la filmación, era mínimo. Pero algo se dijo. Cumplida esta parada, era tema obligado de agenda, hablar mal de Adriano (Gonzalez León). Bajo la regla de: “vamos a salir de eso de una vez”. Así que le rasguñamos el pellejo a Adriano y continuamos con otro tema, Salvador (Garmendia) y su última travesura.

Esto que cuento a debido pasar, siempre pasaba, pero ese día, no pasó. No estaba Orlando, las figuras del cuadro, estaban solas, no había nadie que las acompañara; e hiciera honor a lo que significaban como escenario.

Los demás moradores de la barra no me llamaban para nada la atención, no los conocía, ninguno mínimamente conocido, en apariencia, creaban pocas expectativas. ¿Pero, iba a huir en medio de un trago¿, ¿buscar otro lugar¿. Verme derrotado, ante el primer amago de soledad. No, tenía que haber otras opciones. En eso estaba cuando un señor de aspecto formal, digo por su corbata y terno clásico, me pidió un cigarrillo, exagerando, me dijo: ¡! No importa la marca ¡!. Me provocó contestarle como lo haría con algún amigo: No, por qué, no fumo pendejadas!. No lo hice, sino que le expresé, que no fumaba. Grave error, esta insolvencia le sirvió a él para iniciar un monologo sobre las ventajas de los no fumadores, versus los contrarios, diversa y amplia y poco convincente su argumentación, salvo que me distrajo el tiempo suficiente, como para terminar el trago con tranquilidad y poder cumplir mi vaga e insostenible promesa de : ¡!! Un trago y me voy!!. Pero así fue, ya me iba cuando mi interlocutor ocasional, se despidió e hizo entrega de su tarjeta de presentación: Edmundo Rojas, Gerente de Distribución de Pinturas, Wantzelius C.A. de Venezuela. Ante su insistencia guardé la tarjeta en mi cartera y estaba pagando la cuenta, cuando él me dijo –“tenla, por si acaso… uno no sabe”.

Me fui, con tarjeta y todo. El azar entre quienes se aventuran en las barras es infinito; pués unos meses después, saliendo de otra barra, esa tarjeta me salvó la vida o como mínimo, un carcélazo por razones de desorden público. Pero eso se los cuento luego.

viernes, 20 de julio de 2007

NO MEZCLE CERVEZA CON MENTA

OPCIONES BARRERAS MIENTRAS LEES





TARDE DE GANSOS EN LA ALCABALA/ Pablo Antillano

En años pasados, a nuestro amigo Figueroa le dio por traer huevos chimbos para Caracas. El mismo los embotellaba en Maracaibo colocando un trozo de tela de minúsculos cuadros rojos entre la tapa y el frasco, y pegándole una etiqueta con goma escolar. No le fue bien, los restaurantes de Las Mercedes y los de la Castellana le compraron unos pocos pero no tuvieron salida entre los comensales. En Candelaria y Chacao no vendió ni uno.

Este año Figueroa vino con una idea y una receta exótica, que nos contó en la barra de la Cervecería Alcabala. Con su terno marrón que tiende al vino tinto y sus zapatos pulidos invitó a dos de sus sobrinos, de 7 y 9 años, al mercado de Quinta Crespo. Como siempre, compró hierbas que nadie usa en la casa: sábila, tau tau, malojillo, cadillo e´perro, toronjil, hierba luisa, y compró casabe y queso de mano. Todo lo hizo muy rápido porque le apremiaba la tarea que se había impuesto: comprar un ganso y preparar un foie-gras con uvas.

Cuando lo vieron llegar, los gansos comenzaron a ladrar como si fueran perros espantados, como si supieran las feroces intenciones de Figueroa. Les pidió a los niños que eligieran uno. ”Este, que es el más bonito”, dijo Alba. “Déme ese. ¿cuánto es. ?” . “Son ochenta mil”, dijo el vendedor, mientras le colocaba una identificación en el pescuezo.

De allí, y con la resistencia de Iván y Alba, caminaron hacia el matadero: “Se Matan Aves Vivas”, decía el cartel. ¿Cómo es eso?, preguntó Figueroa. ¿Cómo es qué…?, respondió el dependiente con un hacha en la mano. ¿Cómo que “vivas”?, preguntó Figueroa. ¡Yo soy Vivas, Pedro Vivas! ¿Cuál es el ave suya? … Esa, el ganso ese grandote…, respondió.

Ahí, parados en primera fila, los carricitos presenciaron el “beneficio”. Graznó el ganso. Cayó el hacha, varias veces. Le arrancaron el pescuezo, y las patas rojizas. Lo desplumaron. Lo abrieron. Lo limpiaron y le sacaron el hígado. Alba vomitó. Y desde entonces ni ella ni su hermano hablan con Figueroa.

Mientras echaba el cuento a los parroquianos de la Alcabala , Figueroa entreabrió los labios y dejo ver la ausencia de un diente delantero. Un conservacionista, rojo rojito, argumentó que el foie-gras era un plato ilegal en Francia porque implicaba una tortura para el ganso o la oca.

Este es un simple foie fresco –se defendió Figueroa – lo preparé con un poco de tocino y armagnac, pero era una simple ave silvestre. Y mientras Abreu colocaba unos platos y un poco de pan para que lo probáramos , silbó: “En todo caso, me tragué la corona del diente cuando mataron el ganso”.

Todos elogiaron el manjar que, con seguridad, no se repetirá.


SOBRE EL FOIE GRAS :

(copie y pegue estas direcciones en su navegador )

http://www.stopgavage.com/es/manifiesto.php

http://www.elplacerdecomer.com/webs/website7/temw16.htm



HARRY'S BAR / Gustavo Méndez

Hay bares virtuales y hay bares reales. Cada vez que fui a New York, mi afición beisbolística me condujo a la refinada taberna del gran Mickey Mantle, al sur de Central Park, allí muy cerca de la estatua ecuestre de Bolívar, abierto en 1988. Su nombre aparecía en el aviso de entrada y cuando el marchante preguntaba por él, se le decía que terminaba de irse o que estaba por llegar. Como nunca pude apretar la mano del presunto dueño —ni siquiera verlo—, por mas que me haya bebido uno que otro Martini (very, very dry, of course), para mi esa cantina es virtual, no es real.

Hay otros botiquines irreales, así aparezcan en las guías de las ciudades, en la literatura escrita o en el cine. Son ‘leyendas urbanas’; ‘bulos’ como decimos aquí, en Candelaria. Su existencia es sólo un murmullo, una hablilla. Lo peor es que si uno resuelve acometer el misterio puede suceder que —después de años de dar vueltas al asunto— la desilusión sea irreversible. Así me pasó con el legendario CHICOTE, en la Gran Vía de Madrid. Una tarde muy húmeda (por fuera y por dentro) levanté la mirada y allí estaba. Tenía años leyendo sobre su colección de botellas, sobre si de repente uno se encontraba allí con Ava Gardner, y otros ensueños. Un mal encarado barman me explicó que los empleados y el mobiliario del local estaban ‘exactamente igual’ que antes de la guerra. Sólo porque le pregunté si eso incluía a las muy adultas señoras ‘de compañía’ que allí estaban, me fue negado el derecho a tomar otro whisky.

Allí terminó mi afán de confirmar leyendas. Así la ONIDEX me expida el pasaporte que afanosamente busco desde hace 10 meses; así me sobren bolívares ‘fuertes’ o me gane un pasaje en alguna rifa, hay bares a los que no pienso entrar. Entre ellos están unos que, aunque tengan el mismo nombre, son distintos: los afamados HARRY’S BAR, uno en Venecia (1931) y otro en París (1911). Prefiero conformarme con sólo saber que en el primero se inventó el carpaccio de res y unos cócteles llamados Bellini y Garibaldi. En el segundo (1911), sin ninguna relación con el de Venecia, la leyenda postula que Hemingway o Scott Fitzgerald lo decoraban con harta frecuencia (formaban parte del decorado, preciso). En éste se habría inventado el bloody Mary, mas apropiado a las costumbres alcohólicas de éstos, sobre todo en lo que respecta a sus invocadas virtudes anti-ratón.

Dado que Hemingway fue un ‘correcaminos’, más periodista andariego que literato, bohemio en todo caso, basta con averiguar en que ciudades estuvo para saber que, con seguridad, se echó un palo en alguna taberna del lugar. Los Harry’s y el Floridita ― ¿o era la Bodeguita del Medio, o ambos? ― lo confirman. Integra la leyenda hemigwayana la afirmación según la cual en algún lugar de España (¿Madrid, Pamplona?) hay un bar con el nombre “Hemingway nunca estuvo aquí”. Ni lo confirmo, ni lo niego. Si recuerdo haber visto en Madrid un cartel en alguna tasca en cuya barra colgaba un cartel con la frasecita.

Como en «CÓDIGO DE BARRA» escribimos para lectores ‘duros’, consumidores de bebidas serias, puedo suponer que nunca se hayan deleitado con los cócteles ideados en Venecia. Las proporciones de la mezcla las pondrán ustedes pero, básicamente, los menjurjes consisten: Bellini (en honor al pintor renacentista, no al compositor de óperas) es una combinación de champaña o prosecco con melocotón triturado, mientras que el Garibaldi es una mezcla de campari con jugo de naranja. Sinceramente, no creo que Hemingway destapase esos bebedizos de señoritas, pero es posible que algún paisano, rico de ocasión en estos tiempos, se anime a entrarle al Garibaldi, cuyo color y nombre evoca el rojo-rojito de las banderas y camisas revolucionarias de su ejército (el de Garibaldi, no sean malpensados).

Creo, hablando de durezas, que el gran Luis Buñuel haya sido quien proporcionó la mejor receta para una buen martini seco, muy seco. Un buen martini, como los lectores saben, es esencialmente una combinación de ginebra y vermouth blanco, en donde la presencia de éste debe ser imperceptible, casi intuida. Don Luis simplemente mojaba con una gota de vermouth cada hielo usado para agitar y enfriar el cocktail, mientras que el resto de la combinación consistía en ginebra. Otra fórmula, para bebedores más serios, residía en colocar la botella de vermouth en una ventana asoleada, de manera que los rayos del sol transfiriesen a la ginebra las sutiles virtudes del débil licor.

Pero no me crean, son leyendas. Reales son El Achuri o Da Guido, digamos.


lunes, 16 de julio de 2007

En Mahhttan, the man / Oscar Hernández Bernalette

El Hombre de la Barra en Manhattan


Además de volar de noche sobre el atlántico no hay nada que me intimide más que estar solo, ser un desconocido en una barra. Los dueños de las barras son los “habitue”, los que esperan a sus amigos, amantes, hablan con el barman y de vez en cuando cruzan saludos de lado a lado con seres que solo entre las barras se reconocen.

Allí estaba, solo un viernes en la noche, sentado en la barra de Bull and Bear la barra más famosa de Manhattan en el corazón del Waldorf Astoria. Ejecutivos, asiduos visitantes, cómplices y reconocidos se dan cita generando un ruido espantoso de ansia, ganas de beber, de celebrar, de prepararse para un merecido descanso después de lidiar pulso a pulso el centro del mundo. La barra se me hacia grande, era exclusiva, me sentía el propio intruso. No quería ni mirar a los lados, era el clásico solitario, el coleado esperando que alguien se me acercara y me increpara….where are you from? No me lo preguntaron. Mi única conexión fue con un latinazo, el barman, el reconocido, el que se sabía de memoria lo que bebían la decenas de asiduos a los que saludaba con mirada de complicidad en el tiempo .Me descubrieron, era uno más de los tantos burócratas que llegaban como aves de paso a Naciones Unidas con los que no valía la pena perder el tiempo…al fin, justo cuando me preparaba para escaparme, el hombre de la barra me pregunto, otro Bourbon amigo? Regresó con ese amarillo Wild Turkey cargado de hielo y afirmo, usted no es de aquí ¿verdad? él se respondió, por supuesto que no…….es obvio por el acento, ¡así de Venezuela! A los pocos minutos los verdes sobre la barra y una buena propina a mi único “interlocutor” de la noche. Cuando vuelva, me dijo el elegantizo, aquí en esta barra y del otro lado tiene un amigo, me llamo Oscar Hernández, ¿y usted?

sábado, 14 de julio de 2007

ANFITRIONES DEL GUERNICA

b

Posted by Picasa

OCASO EN BARRA

Posted by Picasa

Posted by Picasa

YA ESTA CIRCULANDO/ Año 1 No 7



Estas son las portadas y contraportadas del número que circula actualmente en las barras de la ciudad. Solicítela sin compromiso y suscríbase. Lo único que tiene que hacer es indicar la barra donde le llagará puntualmente cada mes.

jueves, 12 de julio de 2007

ME VOY PA'LA HABANA / Gustavo Méndez


Voy a empezar mi relato con alegría y con afán / en la población de Plato se volvió un hombre caimán».

En registro de ‘conversa de barra’ les cuento sobre caimanes y sobre Aracataca. Este pueblo, conocido como lugar de nacimiento del Gabo, en el lenguaje coloquial de la costa norte colombiana es llamado simplemente como ‘Cataca’. Hubiese sido tan conocido 20 años antes sino se hubiese atravesado el criterio publicitario-comercial del entonces vigoroso cine mexicano.

En los años 40’, el mas prolífico y conocido compositor colombiano, JOSE MARÍA PEÑARANDA, compuso un tema musical que llamó «ME VOY PA’ LA HABANA». En 1949, JUAN OROL la usó para su película “AMOR SALVAJE” en la voz (y con el pasito) de NELSON PINEDO. Los músicos cubanos que la interpretaron, decidieron sustituir a ‘Cataca’ por ‘La Habana’ (óigase: ‘Labana’) que, sin modificar la consonante, utilizaba una palabra decididamente mas familiar. Si el Gabo hubiese nacido y escrito por esas décadas, OROL y compañía no se hubiesen atrevido. Lástima.

Antes, algunos años antes, el mismo OROL había puesto a nuestro KIKO MENDIVE (venezolano nacido en la Habana) a cantar otro tema de Peñaranda: «EL HOMBRE CAIMÁN», conocida entre nosotros —y en los otros 6 idiomas a los que se tradujo— con la reducción «EL CAIMÁN». En “PASIONES TORMENTOSAS” el gran Kiko la canta y la baila nada menos que con la cubana MARIA ANTONIETA PONS.

El porro se basaba en una leyenda popular barranquillera, según la cual el ‘hombre caimán” obtuvo un líquido que lo convertía en cocodrilo (¿en baba, quizás?) y otro que lo regresaba a su estado natural. Un día, al salir del agua y querer echarse el líquido pa’ volverse gente otra vez, se le rompió la botella y sólo una parte del antídoto fue aprovechada: cara de gente y cuerpo de caimán según cantaba Mendive.

El proverbial buen humor de Peñaranda también se reflejó en las entrevistas de prensa. Decía, por ejemplo, para responder a la pregunta ¿cuántos hijos tiene, maestro?: “tengo ocho en casa, tres en los Estados Unidos, tres con el primer matrimonio y aún faltan datos de otros municipios”. Que yo sepa, fue Peñaranda el primer músico que cuando le preguntaban si tocaba por oído o por partituras, respondía: “Por necesidad, por supuesto”. Una nota personal: así me sucede a mí también: la mayoría de las veces escribo por necesidad.

Por supuesto que tocaba varios instrumentos. Antes de decidirse finalmente por el acordeón (¡a los 50 años!) interpretaba la guitarra y la dulzaina. No se que hacía un barranquillero tocando una vaina parecida a la bombarda bretona ... pero con estos tipos no se sabe.

La letra de «El hombre caimán» es de un surrealismo macondiano, descabellado e ingenuo que admite cualquier interpretación. También compuso una cosa que no he oído pero debería ser muy buena (surrealista, como el producto a que se refiere) que llamó: ‘Ópera del mondongo’. El vecino de estas páginas, Raúl Fuentes, especialista de lo segundo y conocedor de lo primero, quizás la haya ‘probado’.

Un video de ‘El Caimán’ con N. Pinedo y la Sonora puede verse en:

http://www.youtube.com/watch?v=XGSS_B0BSiQ. (Obsérvese el 'pasito patentado' con que Pinedo nos regaló durante medio siglo.)

miércoles, 4 de julio de 2007

CODIGO DE BARRA, EL OTRO


TV-TASCA / Pablo Antillano



Para los caraqueños la emoción del fútbol termina siendo de segundo grado pues depende de varias mediaciones: la agilidad de los camarógrafos y ponchadores de televisión y la subjetividad de los comentaristas.

Como no se puede ir al estadio la gente ha optado por celebrar reuniones caseras o irse a las plazas y a las tascas, donde compensa la ausencia del contagio masivo con satisfacciones alternativas: amistad, caña , viandas y manjares.

No es una solución que se inicia con la Copa América, sino más bien una tradición cultivada largamente por los seguidores del fútbol europeo y de los Mundiales en las tascas de Chacao y Candelaria. Ahora la tradición cuenta con múltiples pantallas planas de mejor resolución y tamaño, y la fiebre se ha extendido a Las Mercedes, La Castellana, Bello Monte, Los Palos Grandes y el lejano Oeste.

En éstos días presenciamos ríos de adrenalina enfrentada entre seguidores, hinchas y “torcidas” de los diversos equipos, apuestas ganadas y perdidas que regaban de vino a unos y otros, solidaridades inesperadas , hostilidades y rupturas. Dígame las teorías arbitrarias y los juicios desencajados que bien merecen ser recogidos y publicados en las antologías del disparate.

Este modelo de tasca-televisión, teletasca o tasca virtual, no se limita a las celebraciones futbolísticas. La hemos visto en pleno ceremonial con motivo de las marchas civiles, estudiantiles o políticas, que culminan en océanos de consignas, cervezas y condumios con la mirada fija en noticieros y retrasmisiones. Lo mismo ocurre cuando hay tragedias locales o remotas, anuncios despóticos, coches bombas y otros actos terroristas.

La presencia autoritaria de la pantalla plana no acaba sin embargo con la charla y el parloteo de sus súbditos, los parroquianos han ido aprendiendo a subir su propio volumen de voz para convertir a la TVTASCA en un maravilloso pandemónium.


Si, código de barra / Pablo Antillano

Una de las cosas más apasionantes que tienen las barras son las conversaciones , que suelen fluir por cauces imprevisibles. A veces usted cree que va a ocurrir algo, pero no ocurre. Los signos están allí, está la gente, está la atmósfera, pero no ocurre nada de lo esperado. Cómo cuando usted ve los signos de la lluvia en la bóveda celeste, pero no llueve. Como cuando el viento fuerte de la esquina de Alcabala viene cargado de presagios, pero no se cumplen. Igual que cuando uno sueña con un número, con un evento, con una persona, y cree que va a ganar la lotería, o que le van a ofrecer un trabajo o que va a ver a alguien. Pero no gana, ni le ofrecen nada, ni se presenta la persona esperada. Así son las barras.

Las barras son imprevisibles. Los parroquianos llegan, se acomodan, piden una cerveza y esperan. Esperan que alguien conocido atraviese la puerta, que el barman lo sorprenda con un pequeño bocadillo, que una mujer hermosa se le siente al lado, que entre un amigo y le invite un trago. Pero no. Eso no pasa. Y si pasa , no es más que una leve coincidencia, un error de las premoniciones. Lo que suele ocurrir es lo inesperado.

Suelo comparar la barra con la sala de redacción de un periódico. Cuando suena el teléfono uno no sabe quien puede estar llamando, ni en que calle estará en los próximos minutos, ni que personas conocerá, ni que tamaña aventura le será contada. Así son las barras. Todos los días pasa algo nuevo, algo distinto. Especialmente en las conversaciones, que fluyen sin ton ni son y se orientan por caminos inesperados. Nadan en un océano de improvisaciones, de asociaciones disímiles, de recuerdos y relatos personales, de episodios insólitos, y de risa, mucha risa.

Lo inesperado forma parte de código secreto de la barra.



martes, 3 de julio de 2007

TVTASCA/ Pablo Antillano

Para los caraqueños la emoción del fútbol termina siendo de segundo grado pues depende de varias mediaciones: la agilidad de los camarógrafos y ponchadores de televisión y la subjetividad de los comentaristas.

Como no se puede ir al estadio la gente ha optado por celebrar reuniones caseras o irse a las plazas y a las tascas, donde compensa la ausencia del contagio masivo con satisfacciones alternativas: amistad, caña , viandas y manjares.

No es una solución que se inicia con la Copa América, sino más bien una tradición cultivada largamente por los seguidores del fútbol europeo y de los Mundiales en las tascas de Chacao y Candelaria. Ahora la tradición cuenta con múltiples pantallas planas de mejor resolución y tamaño, y la fiebre se ha extendido a Las Mercedes, La Castellana, Bello Monte, Los Palos Grandes y el lejano Oeste.

En éstos días presenciamos ríos de adrenalina enfrentada entre seguidores, hinchas y “torcidas” de los diversos equipos, apuestas ganadas y perdidas que regaban de vino a unos y otros, solidaridades inesperadas , hostilidades y rupturas. Dígame las teorías arbitrarias y los juicios desencajados que bien merecen ser recogidos y publicados en las antologías del disparate.

Este modelo de tasca-televisión, teletasca o tasca virtual, no se limita a las celebraciones futbolísticas. La hemos visto en pleno ceremonial con motivo de las marchas civiles, estudiantiles o políticas, que culminan en océanos de consignas, cervezas y condumios con la mirada fija en noticieros y retrasmisiones. Lo mismo ocurre cuando hay tragedias locales o remotas, anuncios despóticos, coches bombas y otros actos terroristas.

La presencia autoritaria de la pantalla plana no acaba sin embargo con la charla y el parloteo de sus súbditos, los parroquianos han ido aprendiendo a subir su propio volumen de voz para convertir a la TVTASCA en un maravilloso pandemónium.


Click aquí