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jueves, 4 de noviembre de 2010

EL QUERUBÍN PROHIBIDO DE MONTES / Jacqueline Goldberg


Viña Montes ha hecho la presentación formal de sus vinos en Caracas y se prepara para deleitar a los asiduos al restaurante Alto (del 8 al 13 de noviembre) con un menú especial confeccionado por su chef, Carlos García. En el evento Armonía en armonía, los platillos dialogarán no solo con la variedad de caldos Premium de esta conocida bodega chilena, sino también con la idea del Feng Shui, que dicta pautas en la concepción de los vinos distribuidos por Casa Oliveira y en la propia arquitectura del restaurante Alto.


Sonia Montanares
, Gerente de Exportación de Viña Montes, fue la encargada de hablar de sus vinos. Veintiocho años en la bodega —fue la primera empleada formal de Aurelio Montes, Douglas Murray Alfredo Vidaurre y Pedro Grand— arrojan a su discurso pasión y auténtico conocimiento de sus premiados productos y de las bellas tierras del Valle de Apalta.


Dos historias extraje de la presentación:


1. Las barricas de roble francés son arrulladas varias horas al día por Cantos Gregorianos que comulgan con las propuestas de Feng Shui de la bodega.

2. Nos enteramos de un asunto que, siendo este el país que es, no resulta demasiado insólito. Y es que el vino rosado Montes Querub —un rosé 100% Syrah— no consiguió superar los trámites de importación porque el querubín que ilustra su bella etiqueta resultó indecente para la moralina criolla. Valga resaltar que el diseño es del reconocido ilustrador y caricaturista británico Ralph Steadman.
¿Molestaría a los sabihondos del comercio exterior la desnudez del regordete angelito, el pañal mal amarrado, sus desmelenadas alas, su rostro de feliz ebriedad, su parecido con Baco? ¿Pensarían que se trata de un inocente bebé y no de uno de esos “espíritus celestes caracterizados por la plenitud de ciencia con que ven y contemplan la belleza divina”, como describe a un querubín el Diccionario de la Real Academia? ¿Será que la etiqueta atenta contra los derechos de los niñas y niños venezolanos? ¿Serán las mismas semejantes y ridículas razones las que arrancaron al eterno muchachito desnudo de la lata de Toddy o al niño de la bolsita de Pepito?


Aquí todo es posible. De todas maneras, Montanares aseguró que el vino rosado —que dice ser seco, brillante y de gran concentración frutal— llegará al país tarde o temprano, quizá con un querubín más arropado o mayor de edad.

Tomado de TEXTOS EM SU TINTA, el blog de Jacqueline Goldberg

http://textosensutinta.blogspot.com/2010/11/el-prohibido-querubin-de-montes.html

martes, 12 de octubre de 2010

EL MEJOR CALDO DEL EMPORIO/Jacqueline Goldberg



Cronica de BUENOS AIRES (y 11)

Un final tinto

No me gusta viajar, pero me gusta volver.
Wislawa Szymborska

Un viaje no acaba cuando acaba.
Se queda en la piel,
en el desorden de unas maletas a medio recoger.

El regreso puede perdurar días, meses,
dependiendo de la intensidad de las nostalgias
y el agobio de la realidad.

Buenos Aires sigue revoloteando
entre el montón de libros que compré,
las fotos que continuo mostrando a los amigos
y viendo en obstinada soledad.
También en lo que escribo.
Y en los amigos que me espesan la saudade.

Quizá el viaje a Buenos Aires
dejó de gotear sus rastros de sueño
el día en que descorché el único vino que traje.

Lo compré en el aeropuerto,
como si fuera un hallazgo, una intuición,
un “me da la gana” a las seis de la mañana.
Era un Clos de los Siete,
firmado por el francés Michel Rolland,
uno de los enólogos más renombrados del mundo,
adorado por unos, repudiado por no pocos,
gurú de grandes bodegas
—asesora a más de cien en el planeta—
y padre de la malquerida globalización del vino.
Rolland, enamorado del Valle de Uco,
forjó en Mendoza junto a otros seis osados empresarios
lo que se describe como
“un emprendimiento millonario
rodeado de chacras de perales,
cerezos y durazneros al pie de los Andes”. (El Clarín, 2006)

No sé si adquirí el mejor caldo del emporio,
pero me supo a gloria y a final feliz.
Solo luego descubrí que tiene sus puntos
en la guía de Robert Parker,
que la del 2008 es la séptima cosecha de los Siete —¿cábala?—
y que una nota de mi muy admirado Miguel Brasco
en la revista La Nación lo recomienda así:
“un virtuoso blend de aromas cálidos,
muy que te acarician, algo introvertidos.
Paladar liviano, bien envuelto y placentero.
Superatractiva propuesta para acompañar carnes rojas
grilladas por Gastón en La Cabrera.
La segunda copa seduce, la tercera no alcanza”.

En fin, me lo bebí, ya no existe.
Solo queda el viaje, la botella en una repisa,
Buenos Aires y una tremenda nostalgia.

Para leer entrevistas con Michel Roland:
Vinos & Sabores Revista
Vinos en Buenos Aires

TOMADO DE:

http://textosensutinta.blogspot.com/2010/09/cronica-de-buenos-aires-y-11.html

lunes, 20 de septiembre de 2010

VINOS MALTRATADOS / Jacqueline Goldberg


Tomado de

http://textosensutinta.blogspot.com/2010/09/automercados-plazas-la-desfachatez.html

El engaño es la “falta de verdad en lo que se dice, hace, cree, piensa o discurre”, según el DRAE. Pero también un “armadijo para pescar”, es decir, una trampa para embaucar y atajar por la boca a los imbéciles. Y eso es precisamente lo que hace el Automercado Plazas de Los Caobos. Varias veces cerrado por sucio, engañoso y otros asuntos de ley, es un irrespeto a la comunidad aledaña. El más feo e incómodo de toda la cadena. El más hediondo, caluroso y desabastecido. No hay pescado fresco, venden productos vencidos, los quesos son infames, la nevera de helados siempre está medio vacía, por no mencionar que las colas hacen pagar todos los pecados juntos. Lástima, sus otras sucursales son soportables e incluso intentan incursionar en los predios de lo Gourmet con su llamada "Zona deleite" y la figura del encantador chef Víctor Moreno.
Sin embargo uno va. Como un cordero uno va. No hay otro automercado cerca. Uno ha aprendido en Venezuela a conformarse con los restos, con lo peor, lo que hay.


Por todas esas inaceptables razones fui el viernes pasado en la tarde a comprar el vino de los apuros, el de buen precio, el de comprobada calidad aunque no lujoso. Me hice de un Norton Malbec 2008. Conozco a dedillo esa Bodega argentina, la visité hace dos años en Luján de Cuyo, Mendonza. Yo misma entrevisté para la revista Papa y Vino a su presidente y CEO, Michael W.J. Halstrick, hijo del conocidísimo empresario austríaco Gernot Langes Swarovski —miembro de la legendaria familia que fabrica uno de los más exquisitos cristales del mundo—. En Argentina bebí hace apenas unas semanas no pocas etiquetas de esa bodega, muy bien posicionada en restaurantes de muy diverso nivel.
Y resulta que la desfachatez de Autormercados Plazas me obligó a los más indecorosos
procedimientos en materia de vinos, amén de la vergüenza sufrida frente a mis invitados. El corcho estaba absolutamente seco, granulado, deshecho. Se ve que jamás la botella estuvo acostada, que no hay quien cuide los vinos del reputado vino ni ningún otro en el Plazas.


Dada la precariedad de mi presupuesto, la hora y la molestia —costó 50 bolívares, tampoco es que fue una ganga, hay vinos más baratos y cumplidores—, parte del corcho terminó deshecho dentro del caldo supuestamente muy frutal, con mucho sabor a ciruela y de profundo color granate. Debí colar el vino como sopa para bebés una y otra vez. Igual me lo bebí con restos de corcho, mal sabor y profunda rabia.


¿Sabrá esto el Complejo Licorero Ponche Crema, que con bombos y platillos trajo Norton a Venezuela hace apenas un par de años? ¿Quien representa hoy a la bodega mendozina en el país? ¿Se imaginará la familia Swarovski que sus vinos son tan maltratados en Venezuela? ¿Saben los caraqueños que no deben comprar vinos en Automercados Plazas —menos en el de Los Cedros— y que solo puede uno confiar —sin manos en el fuego, claro— en el Excelsior Gama o en Licores Mundiales?


¿Eso me pasa por tonta?: Pues si.


¿Por qué no salí a reclamar?: Porque eran las nueve de la noche, porque se hubiesen reído de mi, porque nadie en un automercado entiende lo que es un corcho seco, la necesidad de que el vino respire, toda esa paja que nos bebemos y comemos quienes intentamos escapar un rato de la realidad a partir de la vida misma.


Seguramente iré de nuevo al Plazas para cumplir con los despropósitos del gobierno venezolano de hacer sentir a los ciudadanos permanentemente miserables y humillados. Pero vino en el Plazas, pues nunca más…

martes, 3 de agosto de 2010

¿QUIÉN BEBE AÚN GRAN VINO SANSÓN? / Jacqueline Goldberg


Inmersos como estamos entre sommeliers, buenos vinos, críticos y estanterías repletas de caldos prometedores, hablar del Gran Vino Sansón es una vergüenza que solo escuda la nostalgia. ¿Quién bebe hoy ese vino dulce que en realidad es un vino aromatizado? Pues nadie que yo conozca.


De la memoria extraigo que fue la primera bebida alcohólica que muchos probamos; que nos obligaban a beberlo como remedio fortificante. A mi, por ejemplo, me lo daban en una copa pequeña con una yema de huevo, cuando mi madre o yo nos cansábamos de la Malta con leche.


Y resulta que el Gran Vino Sansón existe aún, que es producido por un grupo integrado por cinco bodegas españolas —de origen ya centenario—, Hijos de Antonio Barceló, en cuyo catálogo hay vinos premiados con altos puntajes, una gama reputada en el mercado internacional y hasta Denominación de Origen. Incluso se consigue en algunos mercados en Venezuela junto a los vinos de cocina y los bebedizos de poca monta.


Los fabricantes no nos engañan, explican que el Gran Vino Sansón “es un vino de base al que se adicionan mostos e infusiones de plantas aromatizadas, que le confieren sus excelentes características organolépticas. La composición y elaboración de estas infusiones responden a procesos y fórmulas transmitidas de generación en generación desde hace más de un siglo”.


En su análisis sensorial señalan que es de un color ámbar muy oscuro: “Potente y muy complejo mezclando tonos dulces (caramelo), especiados donde resalta el regaliz, el anís e incluso notas de té y de torrefacción”. Y de sabor: “Potente y generoso, muy consecuente con la nariz, el post gusto es muy persistente”.
La ficha técnica asegura que puede disfrutarse sólo, con hielo o como acompañante de otras bebidas y cócteles, así como aperitivo y vino de postre.

Me arriesgaría a un viaje proustiano, por qué no, incluso con la yema y el anhelo de ser grande y fuerte.

Publicado por Jacqueline Goldberg en

http://textosensutinta.blogspot.com/

http://www.habarcelo.es/hijos-de-antonio-barcelo/splash.aspx?

lunes, 26 de abril de 2010

¿COMO NO QUERER LUEGO UN MARTINI? / Jacqueline Goldberg


No sabría recordar, por ejemplo,
cuándo probé por primera vez un Vitel Toné,
un Foie-gras o una Coquilla Saint Jacques.

Pero el día en que me inicié en los ritos del Martini lo tengo clarito.
Fue un jueves antes de la Semana Santa del 2004.
Mi jefe nos invitó al restaurante Le Coq d'Or,
ya entonces en Las Mercedes.
Yo, que en mi vida había estado frente a una copa de Martini,
terminé zambullida en una piscina sin fondo ni decoro.
No sé cómo llegué a casa.

Al día siguiente, con más ansias que resaca,
pensé que aquel Martini
me hubiese gustado más con siete o diez aceitunas.

Días después,
dispuesta a osadas pesquisas,
descubrí que existe el Martini Sucio o Dirty Martini,
mi sueño hecho realidad:
saladito, turbio, con restos de incontables aceitunas.

Esa semana, que no fue precisamente Santa,
coincidió con la decimoquinta edición
del Festival Internacional de Teatro de Caracas
y entre sus lujos estuvo la obra belga
“Quando l'uomo principale e una donna”
(Cuando el hombre principal es una mujer)

del artista y coreógrafo Jan Fabre.
Y he allí que el Martini, las aceitunas y el aceite de oliva
eran protagonistas de un festín de sexualidad y sensualidad
del que salí, obviamente, 
deseando tomarme un Martini muy turbio.
Fuimos a Suka, en el CC San Ignacio.
Pedí al barman que hilara el más mugriento, obsceno,
fangoso, anegado y manchado de los Martinis.

Aquella noche fue la obra de Fabre
la que humedeció mi memoria.
La bailarina, Lisbeth Gruwez, comenzó colgando una veintena
de botellas de aceite de oliva mientras cantaba Volare.
Las botellas goteaban, ella se embadurnaba
al tiempo que preparaba un Martini.
Pasaron muchas cosas que no recuerdo con exactitud,
viento, más aceite, una corona.

Prefiero copiar, con la boca hecha aguas,
un fragmento de una nota de Mabel Diana
publicada en el portal Danza Hoy en Español:
“Se quita el pantalón, destapa las botellas y el aceite sale a chorros y moja el piso. Se quita la tira que cruza su pecho y su calzón. Queda desnuda y se baña con el aceite que cae. Rito, transformación, ahora es una mujer. Su cuerpo brilla magnífico, una luz verde acentúa el cambio. Comienza a girar en el suelo, a desplazarse, fácil, delicada, en equilibrio. Se acaricia, los muslos, la cara, el sexo, los brazos. Todo muy suave, descubriéndose placenteramente. Su desnudez está vestida de aceite. Cambia la intensidad de sus giros, ahora son rápidos, precisos. Con total dominio sobre esa superficie tan resbaladiza. Rueda, gira, se suspende. Su cuerpo refleja la luz, el aceite refleja la luz, que cambia de verde a blanca. El olor del aceite de oliva invade el teatro. Todo el escenario es un piso de aceite.
Va hacia el frasco de aceitunas, lo abre y éstas se desparraman. Vuelve a cantar "Volare" y comienza a caminar, muy femenina, se coloca la corona de olivo, la paz y la gloria. El regreso de la mujer, el baño de aceite que la purifica, la embellece, la protege, le da sabiduría. Se acerca a probar su trago, ahora con el toque que faltaba, una aceituna extraída por arte de magia de sus genitales.”

¿Cómo no querer luego un Martini?


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