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jueves, 5 de marzo de 2009

AL VINO/ Jorge Luis Borges



En el bronce de Homero resplandece tu nombre,
negro vino que alegras el corazón del hombre.

Siglos de siglos hace que vas de mano en mano
desde el ritón del griego al cuerno del germano.

En la aurora ya estabas. A las generaciones
les diste en el camino tu fuego y tus leones.

Junto a aquel otro río de noches y de días
corre el tuyo que aclaman amigos y alegrías,

vino que como un Éufrates patriarcal y profundo
vas fluyendo a lo largo de la historia del mundo.

En tu cristal que vive nuestros ojos han visto
una roja metáfora de la sangre de Cristo.

En las arrebatadas estrofas del sufí
eres la cimitarra, la rosa y el rubí.

Que otros en tu Leteo beban un triste olvido;
yo busco en ti las fiestas del fervor compartido.

Sésamo con el cual antiguas noches abro
y en la dura tiniebla, dádiva y candelabro.

Vino del mutuo amor o la roja pelea,
alguna vez te llamaré. Que así sea.

sábado, 24 de enero de 2009

ALTER EGO CON GAROTA EN LA PLAYA IMPOSIBLE / Roberto Echeto ®

Cada cierto tiempo nos da por desear lo imposible, por querer salirnos de nosotros mismos, ser otros y andar por ahí con otra cara y otro cuerpo y otros problemas y otra casa y otro marido y otro perro y otra esposa y todas esas cosas.

Cuando uno está así, lo mejor es servirse una cerveza bien fría y dedicarle unos cuantos minutos a planificar unas vacaciones. Si ustedes no beben, pónganse a hacer un crucigrama, vean Boston Legal. Hagan algo, pero no cultiven la entelequia de querer ser otros ni de concebir que sus respectivas existencias son menos interesantes que las de los demás. Recuerden que la vida de los seres humanos (aquí y en cualquier parte) se parece mucho. Por eso y porque la estupidez trasciende las fronteras, más vale que nos quedemos quietecitos siendo los que somos.

No obstante, a partir de la idea de querer ser otros, nunca han faltado inventores de historias que le han dado a ese atávico deseo las vueltas más extrañas e interesantes. Nicolai Gogol, Julio Garmendia, Jorge Luis Borges, Bram Stocker, Charles Maturin, Adolfo Bioy Casares, Alfred Hitchcock, David Lynch, Israel Centeno, Rodrigo Blanco Calderón y muchos más, imaginaron relatos en los que un personaje se encontraba con la sorpresa de que alguien exacto a él, recorría avenidas o vivía en otros mundos, mientras ese personaje se encontraba en su casa tomando café u oyendo discos de Dorothy Donegan de lo más tranquilo.

En esos casos, las reglas de la literatura fantástica justifican y, a veces, hasta explican cualquier exceso de imaginación. Sin embargo, en el mundo real no hay leyes que justifiquen el que tú estés caminando por la playa y de pronto te consigas a ti mismo papeado y sin camisa jugando tenis con una rubia brasileña, narizona y bronceada. En ese caso, la única ley que se impone es la de la genética y, claro, la sospecha de que tienes un hermano gemelo del que te separaron al nacer.

Los hermanos gemelos son los únicos que pueden jugar a que tienen otro yo. En Cien años de soledad, Aureliano Segundo y José Arcadio Segundo jugaban a confundir a su mamá, haciéndose pasar el uno por el otro hasta que un día, de tanto jugar a ese cambio de identidades, se confundieron. Así José Arcadio Segundo terminó siendo Aureliano Segundo y Aureliano Segundo terminó siendo José Arcadio Segundo.

Algo parecido le pasa a Joaquín Ortega cada vez que sale a beber con los hermanos CastejónVíctor y Freddy son gemelos exactos. Bueno, no tan exactos porque el primero es más culón que el segundo, pero en defensa de Joaquín, debo aclarar que ese detalle no se nota cuando están sentados a la mesa de una tasca, rindiéndole los honores correspondientes a un obelisco de whisky. Después de varias horas de cuentos groseros entreverados con montaditos de sobrasada y queso manchego, Joaquín comienza a acusar recibo de las rocas del whisky viendo raro a los hermanos Castejón y preguntándoles a uno primero y al otro después:

—¿Tú eres tú o tu hermano?

Juan Villoro escribió «La alcoba dormida», un cuento en el que un sujeto medio gafo se enamora de una muchacha que tiene una hermana gemela. Sobra decirles que las dos hermanitas se valen de su parecido para fagocitarse con todo y pantalones al mozo idiota. Por supuesto, el cuento es más complicado que como aquí se los refiero, pero yo no soy Juan Villoro.

Encontrarte a tu hermano perdido es una situación extraña. Mejor hazte el loco, no sea que termines preguntándote por qué él tiene una novia brasileña, narizona y bronceada, y tú una bracipeluda que no te deja ponerte tus corbatas de orquídeas hawaianas.

Recuerda siempre que Eddie Brock es Venom, que Peter Parker es el Hombre Araña, que tú eres tú y que no hay nada que se pueda hacer, salvo llevar la vida con dignidad.

viernes, 11 de enero de 2008

OTRO ALEPH/Gustavo Méndez












Si se desea, en el BAR RISTER puede escucharse música. 'Enlatada', nunca en vivo, salvo cuando aparece una leve hada que por encantamiento o embrujo, vocaliza a capella una canción de cuna, un madrigal o un aria de Aída o de la Forza del destino o alguna otra pieza de las que algunos de los asiduos gustan oír. También el hada puede cantar con timbre de barítono, a su antojo, conforme a su intangible humor; pero en este caso, se hace evanescente para no mortificar las miradas con el contraste entre su delicada imagen y la ruda voz.

La penúltima vez, durante ese inusitado y maravilloso diciembre que acaba de transcurrir, oímos una extraordinaria voz que entonaba, en clave de criollismo culto: " Yo vide una garza mora dándole combate a un río", con un sutil contrapunto femenino atrás, como en lontananza, que quizás haya sido la Cantoría Alberto Grau. Vimos largos vestidos colores malva, magenta, fucsia, rindiendo homenaje al gran SIMÓN DÍAZ.

En ese instante apareció JEAN MANINAT. Nótese que escribo 'apareció' y no, por ejemplo, 'hizo su entrada', porque un segundo antes el puesto en la barra estaba vacío. A pesar de ser a un tiempo francés, quebe çois, mexicano, suizo, peruano, catalán, ese catire de ojos azules es más criollo que el pan de jamón. Como si no hubieren transcurrido 3 ó 4 años desde la última vez, proseguimos sin redundantes abrazos o saludos, aquella conversación que manteníamos alrededor del 'incesante y vasto universo', especular, acuchillado, felino, lleno de compadritos … el de BORGES; y, ante todo, sobre EL ALEPH, 'uno de los puntos del espacio que contiene todos los puntos … todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos'.

Quise sorprenderlo indicándole el sitio exacto del RISTER donde había creído que mora, permanece, se intuye o vislumbra UN ALEPH. Anticipándose, soltó: ―"Ya yo he estado aquí, en otra vida y en ésta también. No me vengas con la pendejada borgiana de que el decúbito dorsal sea indispensable para ver EL ALEPH … ni menos la oscuridad o la inmovilidad o cierta acomodación ocular o que está sobre la décimo nona botella de whisky. Sentado en esta barra ya yo he visto, veo y veré, millones de actos deleitables (y pocas veces) atroces … he aprendido instantáneamente Topología y, de manera infinita, Teoría de los Conjuntos, que me (nos) permiten ver un cosmos con todas las botellas, todos los vasos, todas las copas, todos los platos del universo como si ocuparan el mismo punto, sin superponerse o amontonarse … y extasiarse con su consumo. He percibido todos los seres que `el ciego vio' (¿que Borges ve?) en aquel sótano, en aquella hora crepuscular en Buenos Aires; he contemplado todos los tigres, todos los cuchillos, las marejadas, los ejércitos, todos los espejos que infinitamente los reflejan: "el inconcebible universo".

En efecto, en este ALEPH nos fue dado estar en el siglo XIII (con Baduel, por cierto) en aquel monasterio alemán donde entonamos repetitivos cantos gregorianos; esa noche decembrina pudimos presenciar lo que sólo sucedería en el enero siguiente: la fatigada entrega de los dólares al emisario de Marulanda, a cambio de las rehenes; vi a doña Clara y Doña Consuelo despedirse con besos y abrazos de sus secuestradores (¿en Guaviare, en Estocolmo?) e instantáneamente ser recibidas con los mismos besos en Miraflores, por El Uniformado. En fin, actos deleitables o atroces en un infinito instante.

Como el tiempo no existe en el BAR RISTER pero las limitaciones del lenguaje si, sólo puedo expresar en futuro lo que esa noche vivimos en presente: luego (es un decir) aparecerá por allí el ectoplasma de MOISÉS MOLEIRO (el político, no el pianista) quien beberá, recitará largos pasajes de El Quijote y esbozará una precisa y meticulosa teoría de cómo sacarle la escalera al Uniformado sin que un equivalente se monte en ella, y terminará malhablando de todo aquél que crea que 'Moisés Moleiro es un pianista'. Todo mientras se oirá el "Joropo" de su padre tocado, p.ej. por Eugenia Méndez o por la otra hija, Carmencita.

Juro que todos estos actos, todos estos sonidos, todas estas imágenes, pasadas, presentes, futuras, pueden ser vividos en el sitio. No necesitó usar MANINAT su desbocada elocuencia para convencerme, ni se vio embarazado por las limitaciones de la sintaxis. Sólo dijo: ―"No hay un ALEPH en el BAR RISTER; el RISTER es EL ALEPH".


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