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viernes, 25 de abril de 2008

TOSCO TAPAS...PARA LAS NOCHES EN PORTUGAL/ Johan Rodríguez Perozo/ Especial desde la ruleta europea

Lo más difícil de un recorrido por la bella ciudad portuaria de Oporto, en Portugal, es no sucumbir al atractivo de su belleza arquitectónica y la evocación colonial. Aquí se recoge la idea sembrada en distintos lugares de América, por la aventura portuguesa de siglos pasados. El ambiente que se respira en Oporto es de ciudad marítima. Junto a la alegría de sus calles y sus diversos paisajes, permite al visitante disfrutar del espectáculo citadino, tanto en el día como en la noche. Al menos es la sensación que nos quedó después de compartir con Marlene Sutil y Rui Rodrígues (con S), amables anfitriones en nuestra visita a esta encantadora ciudad, y quienes decidieron mostrarnos la calidad de Tosco y Tapas, uno sus lugares favoritos, preferencia que asumimos de inmediato al llegar a esta preciosa barra.

Cuán difícil será buscar el breve descanso, luego de un paseo entre monumentos y símbolos que evocan el pasado. Antes, en otras crónicas barreras, nos hemos referido al atractivo turístico de la ciudad de Oporto pero nada como un recorrido nocturno, para saborear debidamente la dulzura de su vida noctámbula. En esta misión tan grata, impuesta por quien acertadamente dirige esta publicación, nuestro fraterno Pablo Antillano, queremos en esta ocasión transmitirles el dulce sabor que nos dejó la visita a uno de los lugares más bellos que nos tocó visitar a nuestro paso por el puerto: Tosco y tapas.

Con más de veintisiete años “trajinando” en el arte de satisfacer el sibaritismo más complejo, Tosco y Tapas ha dejado una estela de sabor en el largo desfile de personas y personajes que por sus mesa ha transitado. Desde hace unos tres años, este delicioso lugar que sirve de albergue a uno de los más afamados restaurantes de la zona y en cuyo ambiente se puede disfrutar de una preciosa barra, fundamentalmente vinícola, es atendido por su no menos bella propietaria, Ida Soares, quien asumió la responsabilidad de remodelar el negocio, luego de relevar a sus padres en la conducción del mismo, quienes se mantuvieron por largos trece años al frente del lugar

Aunque de la mano de Ida y otros dos socios, Tosco y Tapas mantiene su vieja tradición, el local fue sometido a un proceso de remodelación que lo coloca en onda con los tiempos modernos, conservando el aire tradicional que le ha dado vida durante tantos años. En la populosa zona de Fox, cerca del paseo que conduce a la ribera del puerto, Ida y sus muchachos se encargan de atender a quienes tienen la suerte de compartir las bellas noches de alegría en Tosco y Tapas. Su barra bien surtida y su elegante gastronomía hacen del lugar uno de los más visitados por quienes persiguen en Oporto atracciones turísticas de calidad.

El local, cuya propiedad hoy día es absoluta de la familia Soares, también organiza fiestas y celebraciones tradicionales, las cuales sirven de motivo para amenizar de mejor manera la asistencia de su vasta clientela. Con un promedio de asistencia de más de sesenta personas por turno, Tosco y tapas se consagra como uno de los lugares de preferencia de quienes estimulan la vida nocturna en la ciudad. Nuestra experiencia en el paso por su bella y espaciosa barra nos dejó el regusto por la buena comida y por la mejor atención que se puede encontrar en un grato lugar, atendido además por la magia de Ida, quien no escatima esfuerzo alguno para satisfacer el gusto de sus clientes, bien sean eventuales o cotidianos, que los hay y muchos… Buena barra, ampliamente recomendable y ubicada en la Rua Sra. Da Luz, en la zona de Fox.www.tosco.pt . Cuando pasen por Oporto, no dejen de visitarla, quedarán encantados y con ganas de volver… tal como haremos nosotros…Salud

En las fotos:

La barra, La bella Ida Soares, propietaria de Tosco y Tapas, Ida Soares y su socio, compartiendo la mesa con nosotros, Con Rui Rodrígues, anfitrión de postín,

jueves, 6 de marzo de 2008

LA FRANCESINHA DEL BUFFETTE FASE /Johan Rodríguez Perozo desde Oporto, Portugal

Donde fueres haz lo que vieres… y fue lo que hicimos. A nuestro paso por el periplo europeo, llegamos de visita a la bella e histórica ciudad de Oporto, en Portugal. El fraternal entusiasmo por visitar a nuestra compañera de curso en la escuela de periodismo de la UCV, Marlene Sutil, nos llevó a esta bella tierra lusitana. Como es lógico, cuando se está de viaje, se visita a los amigos en su casa, pero el “fastidio” de quedarse sólo allí y el interés por conocer el nuevo lar, siempre nos lleva a los sitios más insospechados, curiosos y agradables de los lugares visitados. Oporto ofrece una opción multifacética, digna de ser observada desde diversos ángulos. Como ciudad portuaria, presenta uno de los puertos más modernos de Europa y probablemente del mundo. La vista de esta instalación, tanto desde la loma del convento, como de la ribera del río, es, sencillamente, espectacular. El stadium de fútbol de la ciudad, El Drago, cuartel general del famoso y no menos importante equipo emblema del fútbol portugués, Oporto, se erige como un modelo de arquitectura deportiva moderna, un verdadero desafío a la admiración de los fanáticos del balompié de cualquier parte del planeta. Pasar por la ciudad portuaria, sin disfrutar esta oda arquitectónica al deporte, sería una verdadera lástima.

En el afán por descubrir los sitios sencillos, donde el ciudadano de a pie disfruta de la ciudad, pendientes, además, de contribuir a nutrir la bucólica crónica “barrera” con prestigio internacional, Código de Barra y atizados por el deseo de degustar una buena comida típica, nuestra amiga Marlene y su compañero Rui Rodrígues (con “s”), nos llevaron al Buffette Fase. Tuvimos el inmenso placer de degustar la famosa “Francesiña”, rico plato de origen francés que, servido de la manera tradicional como lo concibió su creador, un inmigrante portugués con años de vivencia en Francia, terminó instaurándolo como el plato típico de la zona. Un fenómeno gastronómico el lugar. La pequeña barra que le sirve de entrada y ambiente, alberga lo necesario para servir la cerveza negra – única bebida que se ofrece para acompañar el plato típico -. Luego está ubicado el modesto salón, con unas seis mesas para los comensales, quienes deben degustar el famoso condumio, sin prisa, pero sin pausa, a objeto de dar lugar a la larga y cotidiana fila, a veces hasta dos cuadras, de bocas deseosas de probar la Francesiña. Algunos vienen de repetir la experiencia y otros, la mayoría, a descubrir de manera inicial el grato sabor del famoso plato.

Como parte de un éxitoso equipo familiar, José Meneses Pinto, el padre, Fimpa Isabel Monteiro Meneses, la hija y Víctor Moreira, su compañero, atienden de manera gentil y profesional, a quienes diariamente y durante los siete días de la semana, acuden ansiosos a probar la Francesiña. El Buffette Fase se convierte así en uno de los sitios gastronómicos más concurridos de la ciudad de Oporto. Ubicado en un sector retirado del centro de la ciudad, en el número 1147 de la Rúa Santa Caterina, alberga años de esfuerzo y tradición, como muy pocos negocios y barras del estilo característico del modesto pero acogedor rincón portugués. En las gráficas que acompañan esta nota, podemos observar el proceso de preparación de la Francesiña: pan tostado, carne, chorizo, queso y la salsa, principal ingrediente en cuyo sabor queda patente el “secreto” del famoso plato, constituyen la delicia al paladar más solicitada en esta bella ciudad. Probablemente, si pasa por Oporto, se lo ofrezcan en algún otro sitio, pero si lo que quiere es probar el original y excelente invento culinario, no deje de pasar por el Buffette Fase… una probada es más que suficiente, pero, con toda seguridad, usted querrá volver, tal como nos ocurrió, a probar otra sabrosa ración antes de despedirse de la bella ciudad portuaria.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

EL HOMBRE DE PLOMO YA NO BEBE/ Johan Rodríguez Perozo

De cualquier malla sale un artista. Salamanca es una ciudad capaz de aguantar la eventualidad surgida del ingenio de la subsistencia en la calle. (Especial desde Salamanca)

En los días que transcurren, cualquier tipo de situación se le puede presentar a quien visite o viva en la histórica ciudad de Salamanca. Desde el encuentro con símbolos iconográficos, cuyo origen data de los siglos X o XII, desde la época del oscurantismo, pasando por el renacimiento o el llamado siglo de las luces, Salamanca es un mostrario capaz de impresionar al visitante más avezado, venido de cualquier parte del mundo. El caleidoscopio salmantino representa un catálogo de imágenes, de tal manera diverso que puede complacer, incluso, al más desprevenido de sus asiduos visitantes.

Figuras como la de Claudio, conocido en los predios del arte de la calle como “el hombre de plomo”, se tropiezan y confunden con los turistas en cualquier rincón o plaza de la ciudad. Ya los gitanos no tienen el monopolio de “la ruleta de la calle”, muchos paisanos, venidos de cualquier región del país, como es el caso de este hombre nacido en Gijón, recorren los espacios urbanos, ejerciendo una representación, a veces caricaturesca y otras, como remedos de artistas. Pero, de alguna manera hay que ganarse la vida“yo decidí hacerlo, llevando a cabo esta representación. Me cuesta algún esfuerzo, pues, no es fácil la preparación de las mezclas que uso para el maquillaje, también debo untar la ropa y el resto de mis instrumentos de trabajo con la misma sustancia; así le .doy coherencia a lo que mucha gente interpreta de la manera que quiere. Aunque antes ganaba más, cuando hacía de maniquí de modas”. La de Claudio es una imagen, cuya presencia despierta mucha curiosidad en los transeúntes. Al mejor estilo de Marcel Marceou, personaje francés quien consagró la figura del mimo, Claudio asemeja una especie de estatua, al permanecer de manera estática por mucho rato, en la perfecta simulación de un intelectual ejerciendo su hábito de lectura. Cualquier curioso viandante podrá constatar que a este hombre “hecho de plomo”, no se le mueve ni un solo músculo durante su actuación.

Miles y miles de visitantes, turistas o habitantes comunes de la ciudad, disfrutan de personajes como Claudio, el hombre de plomo, en la medida en que éstos representan un esfuerzo actoral que se ve premiado, siempre y cuando la vasija recolectora de la espontánea colaboración de la gente, se nutra de acuerdo al interés del artista. Aunque resulte contradictorio, será al calor de las frías noches de un otoño que comienza a asomar su rostro, cuando el artista muestre su satisfacción o inconformidad con el producto de las colaboraciones recibidas. Para mí lo que recoja sirve para alimentarme modestamente. No me hago ilusiones, ya que esto para mí, no es más que un modo de sobrevivir…” expresa el también conocido, como el ícono de plomo. Claudio es uno más de esos personajes confundidos con el asfalto y la arquitectura de cualquier ciudad europea. Al igual que otros, lucha por sobrevivir a las penurias personales representadas en una larga trayectoria por el mundo de las drogas y el alcoholismo. Dice haber abandonado las drogas y el alcohol, “ahora lucho por recuperarme de esa enfermedad, para atender el daño que me han causado las drogas y el cigarrillo. Los médicos no me dicen que deje de fumar, pero sí dicen que tengo los pulmones negros, quizás para ellos era más importante dejar el aguardiente y las drogas, pues, el tabaco, al fin y al cabo, lo usa todo el mundo”. Esto es lo que expresa un personaje como el hombre de plomo, al conversar de manera afable con quien escribe. Pero la realidad y los hechos no son a veces lo que la percepción asume. Una gitana, quien nos dice haber recorrido el mundo y que conoce bien a Venezuela, le sugiere una negociación a Claudio por la silla que utiliza para su acto en la plaza. Éste, de manera discreta, la aparta a un lado y conversan en privado. La gitana se retira, a su regreso y de manera imprudente, entrega a Claudio una porción de “substancias”, las cuales, al caer de su mano accidentalmente, pone al descubierto el resultado de la negociación. La diligencia está hecha, ambos se sienten satisfechos, la gitana regresa a pintar, utilizando la silla como atril y Claudio, de nuevo, al mundo que antes decía “… lo he dejado atrás”.

La vida sigue su curso en una ciudad, cuyas tradiciones han incorporado furtivamente, la trama representada por los personajes que hoy forman parte de los cambios sufridos por la sociedad. Entre Claudios y gitanas, representando su papel, seguirá transcurriendo el devenir de la ciudad moderna. Ahora, además, con estos nuevos personajes incorporados al paisaje urbano.


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