lunes, 22 de diciembre de 2008
martes, 13 de mayo de 2008
Música para barras ¡CANTINERO!/Ana Black
En todas las canciones que he escuchado dedicadas al cantinero lo llaman amigo. Es más o menos conmovedor ver el cariño con que lo tratan y la consideración que le profesan, incluso en una copla en la que el parroquiano sospecha que quien le ha estado sirviendo los tragos por años tiene una vainita con su mujer (con la mujer suya del parroquiano, esa es la gracia), el hombre tras la barra –el infame hombre tras la barra, sería preciso decir- es tratado con respeto:
“Ya tomé mil botellas contigo
Y me has dicho las cosas más crueles,
No me digas que no soy tu amigo
Y confiesa también que la quieres.
Yo no voy a matarme por nadie,
Yo mi vida la vivo borracho
Si me cambia por ti, que bonito,
Tomaremos los dos a lo macho”.
Después dicen que borracho no es gente. Es muy fácil, estando sobrio perdido y en estado anímico más bien tirando a estable entrar, tomar asiento en la barra y –¡Tonnn-ces Pepe!- alante, instalarse a comentar el último acontecimiento deportivo o político o político-deportivo de la temporada hasta que llegan los(as) verdaderas(os) panas para entonces continuar la conversa pero viendo para otro lado o, estando en condiciones del todo opuestas y con el espíritu descalabrado querer como un hermano a quien le sirve. Eso es fácil, lo de admirar es que un ser pueda pasar noche tras noche, día tras día, turno tras turno calándose a unas y otros.
¿Se habrá dado cuenta alguien que Pepe ha estado comentando –una y otra y otra vez- el gol de Mengano allá en Kutusiapón desde que llegó el primer bebedor consuetudinario a eso del mediodía y que entre tanto y tanto pudo haber disertado acerca de cuánto le ha crecido el pelo a Britney Spears porque, sépanlo, saben hasta de farándula? Y si llega alguien a la barra y le pide: “Lo de siempre”, como en las películas, ¿se sentirá insultado por la falta de fe en su capacidad recordatoria? ¿No es la idea que el hombre conozca al parroquiano y no más verlo entrar se dé la media vuelta para servir el trago que lleva diecisiete años sirviéndole? ¿Alguno habrá notado que los cantineros siempre tienen lo que mi amigo Jesús llamaba “el gesto pegado”; que saludan, atienden, sirven, comentan y despiden siempre con la misma media sonrisa (a menos que venga alguien muy cómico y le arranque una carcajada, o aparezca otro muy necio que lo haga… enojar)? ¿Algún barman llevará el promedio de dichas y desdichas que asiste cada semana?
Aunque, tengo el pálpito de que son más los lamentos que escucha el cantinero que las historias felices porque, es difícil creer que alguien que está contento vaya a pasar –en soledad- toda una tarde en la barra del bar distrayendo al otro de su oficio. Son tantas las historias que comparte y los consejos que reparte que no en balde hay quien iguala la barra al confesionario, incluso leí en una página evangélica –cosas de la navegación- que un buen pastor había abandonado el ministerio para hacerse cantinero. De tanto escuchar historias se han vuelto sabios en casi todos los temas.
Así pues, aferrados a su barranco -y al borde de la barra- los malqueridos* estiran un brazo y, según cuentan todas las canciones, piden. Piden tragos, copas o botellas; piden de lo más fino que haya o cualquier cosa que estremezca, algo fuerte para aprender a olvidar, para saber morir, para atreverse a matar, para buscar razones o encontrar respuestas; buscan con quién brindar o quien los escuche maldecir; solicitan testigos de su desgracia o quien dé testimonio de su dolor; ordenan bebidas para vengarse o para perdonar, tragos para llorar o para reír. Piden música, boleros para evocar o rancheras para sufrir. Demandan consejo al amigo cantinero o igual le exigen que calle; reclaman algo que les de calma o sugieren que vierta veneno en el trago; que los consuele y los atienda, que los escuche, los cure o los mate; le piden diez veces la del estribo y hasta piden para llevar.
¡Puro pedir, puro pedir!
Y Pepe, sereno, lustra su barra, ese trozo de madera torneada que muchos consideran un templo.
No encontré una sola canción que alabe, agradezca, reconozca o considere al cantinero.
¡Urge escribirla!
*A lo mejor mi cultura de barras está algo caduca pero, escribo en masculino porque, por lo general las mujeres manejamos barrancos, despechos, y otras alteraciones del espíritu en compañía, ya sea de una persona (hombre o mujer, lo importante es que sepa escuchar) o en grupete, pero siempre con amigos.
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CODIGO DE BARRA
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sábado, 19 de abril de 2008
Música de barra / BENDITO LICOR BENDITO/ Ana Black
La barra se inventó para el despecho.
Nadie que esté contento, enamorado, así como flotando en una nube o, en el peor de los mejores casos, en estado anímico vegetativo se va a encerrar a beber por horas en un lugar oscuro y retirado, sentado solo en un taburete incomodísimo, a verle la cara a un señor que lleva décadas cobrando quince y último –¡estará harto, pobrecito!- por servirle tragos a gente que llega agobiada, atormentada y con necesidad de contarle a alguien la razón de sus pesares. Esa necedad la comete sólo un despechado o un borracho consuetudinario amante del deporte por TV. Más nadie. Hasta los irlandeses, precursores del mostrador en los bares (y de los mismos bares) tuvieron la cautela de separar la zona de la diversión de la del despecho. –The hoof! (o sea, ¡la pezuña!)- dijeron y pusieron la barra aquí, y allá, bien lejos, en la pared del frente, la diana, los dardos y la mesita para poner la cerveza. Sufridos allá, emocionalmente apañados aquí.
¿Quién ha visto a alguien lanzando dardos a moco tendido? Nadie. Como tampoco nadie aúpa a su equipo favorito con el corazón partío ¿o sí? Despechado es como mujer embarazada del primer hijo: monotemático. En consecuencia necesita de un público cautivo (que en el caso de las barrigonas, como lo primero que perdemos es el pudor, puede ser cualquiera) y ¿quién es el pobrecito que, por meras razones laborales, está siempre preso tras una barra y para su mayor desgracia con una botella en la mano y una bolsa de papas fritas en la otra? ¡Salve, oh, cantinero! Ya nos ocuparemos de ti en próximas entregas.
Aún así, en todas las barras, sin importar cuántos monitores transmitiendo un juego haya ni cuántas anfitrionas semi vestidas estén promocionando la rifa de una botella de Casillero del diablo, siempre, siempre hay un rincón desocupado, un par de taburetes en los que nadie se sienta y un cenicero que nadie osa ensuciar; es como un reservado -pero abierto- a quien más lo necesite; como un altarcito para el sufrido: la esquina de quien llega a ese lugar umbrío buscando dónde ahogar sus penas y una prudente alma amiga que sepa entender su dolor, o sea: caña y quien lo oiga.
A esos me quiero dedicar, a todos aquellos dolores, tristezas, guayabos, quebrantos, desgarros musculares cardíacos que han inspirado al bolero, la ranchera, el tango, en fin, esa música nacida del despecho y hecha para ser oída abrazados a una barra y aferrados a una botella de…
Licor bendito
Julio Jaramillo
Licor bendito que quitas los pesares
Que alegras corazones y matas el dolor
Te necesito
Cuando me encuentro triste
Eres fiel compañero en mi soledad
Licor, grato licor, eres el dios en mi dolor (Bis)
Cuando estás cerca de mi (Bis)
alegras mi corazón (Bis)
Porque mi vida sin ti (Bis)
ya no la puedo vivir (Bis)
Te necesito
Cuando me encuentro triste
Eres fiel compañero en mi soledad
Licor, grato licor, eres el dios en mi dolor
Te necesito
Cuando me encuentro triste
Eres fiel compañero en mi soledad
Y va en inglés por si acaso el sufrimiento da como para dos idiomas.
Blessed Liquor
Blessed Liquor, who takes my sorrows away,
gives happiness to my heart, and kills my pain,
I need you when I find myself saddened,
You are a faithful companion in my loneliness.
Liquor, oh dear liquor, you are the god of my pain
Liquor, oh dear liquor, you are the god of my pain
Chorus
When you are so close to me (repeat)
You give happiness to my heart (repeat)
Because a life without you (repeat)
I can no longer live (repeat)
I need you I find myself saddended
You are a faithful companion, in my loneliness
Publicado por
CODIGO DE BARRA
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4:02:00 p. m.
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Etiquetas: ANA BLACK, CASILLERO DEL DIABLO, CRÓNICA, DESPECHO, MÚSICA DE BARRA