Mostrando entradas con la etiqueta EURÍDICE LEDEZMA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta EURÍDICE LEDEZMA. Mostrar todas las entradas

jueves, 28 de abril de 2011

NO QUIERO SER LA MUJER DE TU VIDA / Eurídice Ledezma



No quiero que seas mi Príncipe Azul,

ni que uses disfraz de sapo para probar mis besos.

No quiero que seas el hombre de mi vida,

ni que prometas cumplir todos mis sueños.

No quiero que seas mi alma gemela y mucho menos el hombre perfecto.

Sólo quiero que no quieras que sea tu princesa,

ni la mujer de tu vida,

ni tu alma gemela.

Sólo quiero que me quieras por este desastre que soy,

esta mujer imperfecta, caótica e inquieta,

esta mujer que no consigue conciliar el sueño cuando piensa en guerras, animales rotos o ecología ...

esta mujer que ha hecho daño aún cuando esa no era su meta...

esta mujer que no entiende el dinero ni cómo se puede compartir un afecto.

Yo, esta mujer que tienes enfrente y que, de veras, te quiere desnudo y bendito, como te echaron al mundo,

antes de que te dijesen que tenías que ser de esta u otra manera...

Sólo quiero que entiendas que muchas veces pensaré que no te merezco y te alejaré justo por eso,

que muchas veces sentiré que buscas una Barbie y que yo no soy esa,

que infinidad de veces te querré tanto que tendré que darme media vuelta porque ya son demasiadas heridas de guerra...

y que, sin embargo, tontamente, desearé que vuelvas.

Sólo quiero que no quieras que sea tu princesa,

que ni sueñes que sea la mujer de tu vida,

que no esperes que sea tu alma gemela...

No. No soy tu mujer perfecta.

Sólo quiero que me veas. ¡Pero que realmente me veas!

Que veas mi belleza.

Si. La tengo.

Pero también mi lado feo, el que asquea...Y que no te asuste, que quizás hasta te enternezca.

Sólo quiero que me quieras a mi por lo que soy, no por lo que te imaginas, ni por la parte de ti que en mi se refleja.

Sólo quiero que quieras quedarte porque te ríes conmigoy porque cuando a mi lado despiertas te sientes natural y nuevo, y al mismo tiempo el de siempre, el de antes, el de hoy y el que todavía no ha nacido...

Sólo quiero que cuando te desconcierte, te escandalice o te aburra, aún así quieras quedarte porque el viaje a mi lado te resulte apasionante.

Porque la piel, el compromiso y la emoción forman parte del equipaje.Porque compartimos brújula e itinerario, porque algún lugar nos espera.

Te quiero hombre, persona, niño

No príncipe. No perfecto.

¿Me quieres mujer, persona, niña?

¿O me quieres mito?

No. No soy tu mujer perfecta.

No quiero ser la mujer de tu vida.

¿Estás listo?

http://tankgirlmedia.blogspot.com/2011/04/no-quiero-ser-la-mujer-de-tu-vida.html


TOMADO DE http://tankgirlmedia.blogspot.com/2011/04/no-quiero-ser-la-mujer-de-tu-vida.html

miércoles, 4 de agosto de 2010

DECLARACIONES DE GUERRA / Eurídice Ledezma

Aprovechando que estamos en casi guerra con Colombia y, simplemente, porque me provoca, porque me encantan las declaraciones de amor y las de guerra...Aqui les va ésta que es de Pancho Massiani en Piedra de Mar:

"Y te lo digo a ti Carolina: cambiaste, pero no mucho. Todavìa gozas burlándote cruelmente de mi timidez. Todavía te ríes de mi miedo. Y haces lo posible por ponerme en ridículo. Pero deja que pase el tiempo. Un día de estos te vas a enamorar de mi. Cuando esto suceda, palabra que te voy a hacer pasar las de Caín.

Te lo digo desde ahora para que lo sepas. Para que te armes. Para que te consigas un alicate o un martillo. Porque la pelea va a ser buenísima.


Primero te voy a arrastrar por toda Sabana Grande como una carreta vieja. Después te voy a cortar los pelos. Después te voy a meter un triquitraqui por la ventana. Después te voy a espichar los cauchos del asqueroso carro de tu casa. Te voy a volar la puerta con un tumbarrancho, y de postre, una noche de estas te voy a meter un gato incendiado sobre tu cama.


¿Me oyes?"


Leído en

Declaraciones de Guerra

ttp://tankgirlmedia.blogspot.com/

viernes, 31 de julio de 2009

LA CULPA ES DE OSMEL/ Eurídice Ledezma


Ultimamente me siento francamente fea. Gorda. Fuera de forma. Fea, pues. Me salva que todavìa, en un alguna esquina de mi cerebro y de mi cuerpo, aùn me siento sexy y femenina. Pero, la verdad es que me siento fea con F de ferocidad.


A pesar de este estado de ánimo que, lo juro, no està en mi mente, sino màs bien bastante instalado en mis ahora demasiado generosas curvas, camino impunemente por las calles de Trieste. Eso me hace sentir aùn peor. Estas mujeres son absolutamente gloriosas. Bellisimas. Bronceadas. Longilineas. Sensuales. Con caras extrañamente bellas y armoniosas y cuerpos casi etèreos. Atlèticas. De mala ostia, si, pero ese es casi un detalle superfluo.

Y aqui estoy yo, osando caminar por este Olimpo para hombres (y mujeres, por què no?) con mi muy terrena
presencia. Con mi Caribe hacièndose sentir en mis movimientos y mis maneras un tanto demasiado voluptuosas, preguntàndome, quièn le diò permiso a Osmel Sousa y a Joaquin Riviera de convencernos, a todas las venezolanas, de que somos las mujeres màs bellas del globo? Què mito tan absurdo!


Partiendo de una premisa falsa hemos construido una autoestima que alimenta la industria estètica nacional pero que tambièn nos ayuda a sobrevivir en ambientes tan hostiles como en el que ahora me encuentro: demasiada belleza junta puede provocar una subida de envidia intolerable hasta para el màs malèvolo de los seres.


Y es que no tengo ningùn problema en reconocerlo. Ademàs de feìsima, estoy envidiosìsima. Celosa. ¿Còmo rayos se puede ser tan bonito? Es una injusticia divina desde luego, porque la loterìa genètica es obra de Dios y sus caprichos.


Y la verdad es que no me consuela aquella tesis de que la belleza està en los ojos de quien la mira o que la belleza es relativa o que hay muchos tipos de belleza o que sè yo. No estoy hablando de sensualidad, ni de sex appeal. Sè que tengo abundantemente de los dos. Afortunadamente. Hablo de belleza clàsica, de simetrìas, de cualidades casi celestiales que nos separan a las comunes mortales de las Diosas.


No sè si estas mujeres que caminan por Trieste son Diosas, pero, desde luego, yo me siento cada vez màs mortal.


Cuando regrese necesitarè terapia. Pero ni me preocupo: le mandarè la factura a Osmel.

Tomado sin permiso de TANK GIRL MEDIA el 7/31/2009 08:06:00 AM

martes, 14 de julio de 2009

DE LA BARRA A LA PELUQUERÍA/ Eurídice Ledezma

http://tankgirlmedia.blogspot.com/

Hace algunos dìas fui a cortarme el cabello. Ya era hora. Habìan pasado seis meses desde mi ùltima visita a uno de esos templos de la belleza y ya comenzaba a sentirme como un àrbol. Pero mi elecciòn no pudo ser peor y el corte fue, para decir lo menos, de resultados altamente cuestionables. Aùn asì, cuando el casi adolescente carnicero me preguntò si me habìa gustado le contestè con una sonrisa de oreja a oreja: ME ENCANTO!

No sè que me pasa en las peluquerìas que nunca puedo ser yo misma. Quizàs por eso he sido objeto de toda suerte de desastres: mechones plateados que no pedi, cabello màs largo de un lado que del otro, peinados estilo Shirley Temple, cuentas exorbitantes y un larguìsimo etcètera.

Confieso que tengo una relaciòn de amor-odio con ellas. Y con los peluqueros, por supuesto. Detesto lo inadecuada que puede hacerte sentir uno de esos seres que con tijera en mano pretende transformarte en su idea de quièn eres tù.

Nunca saben què hacer con mis rizos. Cuando era pequeña habìa un barbarico tratamiento para aquellas que no tenìamos "el pelo lìndisimo de Drene", o sea lacio. Se llamaba el rollete y consistìa en darle la vuelta al cabello alrededor de la cabeza y sujetarlo con pinzas. Puede parecer inocente, especialmente en una època en la cual no se habìa extendido el uso del secador de mano y mucho menos el alisado japonès o la brasilera escoba progresiva, pero resulta que tengo un recuerdo tragicòmico imborrable en mi memoria.

Aproximadamente, a los seis años, en la època en la cual en el Colegio San Pedro me conocìan como Zanahoria, ganè un concurso de tarjetas de Navidad Infantiles convocado por la entonces Primera Dama de la Repùblica, Blanca de Pèrez. Todo muy bien. Increìble. La niña tenìa un talento artistico prometedor. Pero, ¿què hacemos con el look? Rollete!

La orden expresa de mi madre, que llegaba puntualmente a las cinco y diez de la tarde todos los dìas, era encontrarme con el cabello liso, lìndìsimo y ya lista para subirme a la tarima y recibir mi premio.

Bueno, ese dìa, me dediquè a jugar, a ver televisiòn, a ser niña, pues...aproximadamente a las cuatro de la tarde, Margarita, la muchacha oriental que me cuidaba, recordò la orden materna. Y me mandò a bañar. Veinte minutos despuès salì de la ducha y comenzò el proceso de colocar las pinzas en mi ensortijada cabellera que, en aquel entonces, sòlo conocìa un corte: totuma.

Como era de esperarse, a las cinco y diez de la tarde el rollete estaba listo pero mi cabello estaba absolutamente
mojado. Mi madre entrò en una furia de antologìa y, luego de gritar a todo pulmòn, me llevò a la peluquerìa que se hallaba a aproximadamente una cuadra de la casa. Lo ùnico que recuerdo es mi llanto incontenible mientras me gritaban y arrancaban las pinzas de metal que caìan descuidadamente en el callejòn.

Al llegar una de las peluqueras se apiadò un poco y comenzò la tarea de convertirme en la hija perdida de Popy. Y todo para que horas màs tarde yo pudiese recibir un horrendo perro de peluche amarillo, un diploma y un beso de la Primera Dama.


Por supuesto que en mi adolescencia fluctuè entre el fabuloso estilo escalonado de Farrah Fawcett y el absoluto despelucamiento rasta-Marley que produjo un inicial acto de rebeldìa bastante autodestructivo: No me peinè en un año y, encima, se me ocurriò meterme en una peluqeria a pedir que me hiciesen una permanente (afortunadamente la peluquera se conmoviò y, con toda sensatez, me gritò que si yo estaba loca).

Quizàs ese trauma infantil me hizo rebelarme el dìa de mi graduaciòn en la UCAB. En esa època ya no me llamaban Zanahoria sino Pelùa y la cabellera, ensortijada, indomable, me llegaba casi a la cintura. Bueno, la sublevaciòn implicò que cualquiera que vea las fotos de aquella noche, (una de las màs divertidas de mi vida, por cierto), jamàs podrà determinar si es mi nariz o mi oreja el minùsculo promontorio de piel que se asoma tras esa maraña capilar que amenaza con devorar el pobre birrete.


Y es que nadie lo expresa mejor que Pablo Neruda en su poema Walking Around: "el olor de las peluquerìas me hace llorar a gritos..." Bueno, no es exactamente el olor sino la total sensaciòn de inadecuidad y no pertenencia que me genera traspasar esas puertas y enfrentarme a esa fauna de seres con tijeras y crìticas que, invariablemente, me cuentan su vida en los primeros quince minutos.

Y es que fui ingenua, con la democratizaciòn de las peluquerias iniciada por Carmelo y su franquicia, pensè que tendrìa cabida en ese mundo. Me equivoquè. Pero aùn asì insisto cada cierto tiempo. Especialmente, cuando mi autoestima està baja y necesito que alguien me reinvente. Definitivamente, las mujeres podemos llegar a ser seres insondables e incomprensibles.

¿Le pasarà lo mismo a los hombres en las barberìas?






Click aquí