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domingo, 20 de diciembre de 2009

EL BULEVAR DEL FIN / José Pulido



Yo soy el que menos vende, de todos los que venden el fruto del trabajo de tu vientre, Jesús.

Todo lo que empeora se convierte en canto de borrachera vieja, en grima de corazón sin ilusiones. Bluyines y pantaletas, sostenes y correas, yoyos, discos compactos, pintura de uñas, paraguas y pulseras, plástico multiplicado al ritmo de las cucarachas.

Un tiranosaurio rex ha vomitado en la avenida, una máquina invisible ha puesto sus huevos en el bulevar. Almohadas, mentoles, carteras, cosas desbordando

a velocidad de vida y muerte. Como mujeres pariendo y hombres matándose. Lleve sus pañales infinitos, llévese sus niños desechables.

Unos muslos sensuales se asoman y desaparecen

entre los paravanes de la mercancía

hay un rostro maquillado de mujer fatal

abajo siguen los muslos prometiendo sábados

y arriba está la cara comiendo tallarines

yo no quisiera ser tan infeliz

tú tampoco y él menos

ellos son culpables

por ignorantes y por ignorarnos

Por aquí pasó Vicente Gerbasi

Con una guayabera blanca

¿quién es Vicente Gerbasi?

a mí me suena a italiano

los italianos se fueron

de Sabana Grande

Los tubos enrroscados con los tubos

se hincan ortopédicos en el fémur de la sabana

Por aquí aleteó la capa de Pascual Navarro

¿quién es Pascual Navarro?

a mí me suena a brujo

pregúntale dónde tiene la gallina

los pollos están fritos en Sabana Grande

¿Por qué nosotros no tenemos el jardín de los cerezos?

¿por qué no ventean aquí los bosques del Amazonas?

pero hay un panare agachado, un indígena abrumado

La mujer que parece una virgen con el niño

es la indígena abrumada del panare agachado

¿y el río que teníamos? puras sombrillas

No hay espacios para que pase apuradito Salvador Garmendia

el cacique de Barquisimeto, el chamán de Altagracia

Sombrillas y paraguas, frituras extenuantes

Uñas postizas, Alá me ampare y me favorezca

¿qué me importan la ausencia de Rafael José Muñoz y Rafael Cadenas

si una muchacha me tienta altanera con un ramo de lápices?

Agacho la cabeza ante las baratijas

Voy a terminar este informe

Pero seguiré buceando

Debe haber algún tesoro oculto en esta civilización

Pero perlas no hay

sábado, 10 de enero de 2009

EL VIEJO MC SORLEY’S /Petruvska Simne


Uno se va por la 15 este con la séptima del East Village, camina media cuadra y llega al McSorley’s, el bar más antiguo de Nueva York. Si está muy lleno, te dicen que esperes un rato afuera, así puedes mirar la calle 15, las casas viejas de esa cuadra, la sombrerería donde hacen sombreros a la medida, la tienda de velas. O si prefieres te puedes sentar en uno de los barriles de cerveza que hay frente al bar, y compartir una charla con quienes salen a fumar, porque la ley no permite fumar en bares ni en restorantes ni tampoco en las oficinas de esa ciudad.

Entras y te das cuenta que el piso está cubierto de aserrín y en ese mismo instante sientes como si el pasado te está envolviendo de una manera cálida y nostálgica, pues las paredes, los estantes, y el techo están atiborrados de chapas, sombreros, cachuchas, cascos de bomberos, insignias, condecoraciones, y una avalancha de fotos. Hay fotos de políticos, boxeadores, peloteros, pintores, escultores, cineastas, músicos, jazzistas, roqueros, poetas, escritores y de gente que con su trabajo, en el cuerpo de bomberos, en la policía, en la construcción, en las fábricas, la industria, ha labrado la historia de esa alucinante ciudad.

Pides una pinta de cerveza y al primer sorbo una oleada de bienestar te cubre y quieres darle las gracias a todos los irlandeses que se te crucen por el camino por haber inventado y elaborado la mejor cerveza del planeta. Esto no es broma ni exageración: la cerveza es buenísima y se cuela por todos tus sentidos.

En ese momento, mirando con detenimiento lo que te rodea, te das perfecta cuenta de que te encuentras en el McSorley’s, el bar de los bares, con ciento cincuenta y cinco años de funcionamiento. Y aunque está en la lista de los lugares que no puedes dejar de visitar en Nueva York, no te sientes como un turista estorboso sino como un parroquiano más que viene de tarde en tarde a hablar con los amigos y a sacarse la mugre del cansancio con dos o tres jarras de cerveza.

Pero además te consigues ahí mismo con gente que te comenta que en la legendaria trastienda (donde la cerveza fluyó durante la época de la prohibición) está el cuadro de un desnudo con loro, la única mujer aceptada en sus salones por más de cien años, pues fue en 1970 cuando las damas pudieron entrar a ese bar, no sin antes librar una batalla ante los medios y ante los tribunales. Te enteras que Abe (Abraham) Lincon estuvo allí, tomándose sus cervezas, y lo mismo hizo John F. Kennedy. También señalan, con mucho orgullo, que el famoso poeta norteamericano E. E. Cummings escribió el poemario I was sitting in McSorley’s, su barra preferida de Nueva York. Era, según decía, el sitio desde donde miraba al mundo. Edward Estlin Cummings fue pintor, ensayista, dramaturgo y un poeta “cuya originalidad radica en haber logrado, en un lenguaje muy insólito y también muy preciso, entregar la pasión sin disminuirla”, como señala Ulalume González de León en la pagina web de la Universidad Nacional Autónoma de Mexico[1].

La primera línea del poema describe lo que se siente cuando uno se encuenta allí, con una jarra de cerveza al frente: “Estoy sentado en el McSorley’s, afuera está Nueva York y una hermosa nevada”.

viernes, 9 de enero de 2009

NAUFRAGIO MANSO/ José Pulido

Eddy González, el Gurú, caminaba de una manera tan avasallante y persistente, que ha podido recorrer el mundo a pie, varias veces, de no haber tenido tantos destinos breves y puntuales en este país y en esta ciudad.

Eddy se la pasaba viendo la vida a través de los lentes de sus cámaras; conocía sus capas y dimensiones. Sus sabores y olores. Sus laberintos y direcciones. Cubría la vida. Eso es lo que hacía: cubrir la vida, registrar la vida, expresar la vida. Por eso sabía tanto de la muerte y tenía tantísima intimidad con ella y sus dramas.

Creo que con él hice varios de mis mejores trabajos periodísticos. Porque entendía cualquier sutileza. Él era de verdad lo que indicaba su sobrenombre: un Gurú de la fotografía.

Y sacrificó al periodismo todo ese talento. Jamás pensó en mostrar sus mejores trabajos en una exposición o en un libro. Fluyó con los días, navegó sobre los hechos y los sucesos.

Y ahora acaba de naufragar mansamente en esas aguas nuestras de lo cotidiano.

Y estoy asombrado de que haya muerto.

Eddy nunca quiso hacerle daño a nadie. Y, sin embargo, aquí estamos todos sus amigos con este dolor que no se puede escribir ni fotografiar

Los restos de Eddy González, quien trabajó en El Diario de Caracas, fueron velados y cremados en la Funeraria Monumental, Cementerio del Este.

martes, 28 de octubre de 2008

MIGUEL OTERO SILVA VIVO A LOS CIEN AÑOS/ María Teresa Arbeláez

TOMADO SIN PERMISO DE http://arbelaez.org/archives/754

Ayer se celebró un siglo del nacimiento de Miguel Otero Silva. Como parte de las conmemoraciones, la Universidad Simón Bolívar realizó un homenaje con un programa que incluyó la visión del líder estudiantil, escritor, humorista, periodista y político de este hombre que hoy, trás poco mas de dos décadas de desaparecido, continúa vigente. A continuación el artículo que alude al Otero Silva periodista, presentado por mi en el evento.

Rafael Valentín, Miotsi, Mickey, Julio A. Zapata, Morrocúa Descartes, Morrocúa Sprinter, Lucido Quelonio, Shelock Morrow, muchos nombres, un solo hombre: Miguel Otero Silva.

La historia ha inclinado la balanza hacia su exitoso desempeño en la literatura y le ha restado peso a su dimensión como profesional de la comunicación, sostiene la introducción de Miguel Otero Silva, retrato de un periodista, tesis de grado realizada por Adriana Nuñez y Vanesa Acosta, bajo la tutoría de la profesora Carolina Oteyza, para optar al título de licenciadas en comunicación social en la Universidad Católica Andrés Bello en 2005, la cual utilizamos como base en este artículo-homenaje, por ser uno de los trabajos donde con más claridad se teje el hilo que unió todas las facetas de la vida de quien como periodista de oficio fue también poeta, novelista, humorista, político y empresario.

El periodismo y la literatura

El académico de la lengua Alexis Márquez Rodríguez coincide con quienes sostienen que MOS, como también se conoce a Miguel Otero Silva, utilizó la literatura como una alternativa de expresión del periodismo, púes describe la situación de la sociedad venezolana a través “de un conjunto de elementos simbólicos, y mediante un estilo y un lenguaje que mucho deben al periodismo, como recurso de apoyo del discurso literario”.

Según Márquez, Otero Silva solía decir que sus novelas debían más al periodismo que a la literatura. Tal tesis es compartida por el escritor Jesús Sanoja Hernández quien dice que “es imposible separar al periodista en Otero Silva, del novelista, el humorista, el conferencista, incluso, el poeta. “Más de una vez dijo que era un novelista tarado de periodismo, y en efecto, para escribir Oficina N° 1, se fue a El Tigre casi por un año, investigó por doquier y entrevistó a personajes de la era informativa del pueblo petrolero. La misma técnica había aplicado antes en Casas Muertas y después en La Muerte de Honorio y en Cuando Quiero Llorar No Lloro, y hasta en una novela histórica como Lope de Aguirre, Príncipe de la Libertad”.

“Yo no soy un hombre de imaginación, soy un hombre de hechos. Mi vida ha sido siempre el periodismo” , le confesó MOS en una entrevista al reportero José Pulido. Agregó: “Cuando uno en función periodística debe escribir algo en 20 minutos, tiene que olvidarse del estilo y la personalidad literaria; me han dicho que tengo poemas que son una entrevista, un reportaje, un editorial. Dentro de mi literatura hay todo eso porque soy un periodista de información”. “Cuando estoy escribiendo como periodista trato de no olvidar que soy escritor y cuando estoy escribiendo como escritor, jamás me olvido que soy periodista. Hay que emplear todos los trucos de los periodistas para preparar un libro”.

MOS y el periodismo

Miguel Otero Silva fue el primer Premio Nacional de Periodismo que se otorgó en Venezuela tras la caída de la dictadura en 1958, un reconocimiento ganado a fuerza de la lucha por la libertad, sin descuidar la creatividad, la frescura, la innovación y la solidaridad con sus colegas.

Otero Silva desde muy joven participó en diversas publicaciones, como creador o como colaborador, entre ellas la revista Válvula -que con un solo número hizo historia en el mundo literario nacional- y el periódico El Imparcial, este último descrito por Sanoja Hernández como un periódico manuscrito o mecanografiado según fuera el caso, cuyo primer ejemplar circuló en mayo de 1928, bajo el lema “ Periódico de intereses generales (sin generales)” y que constituyó “ una de las mejores muestras del periodismo clandestino, dónde la sátira cohabitaba con el pasquín, las ‘boutades’ con ataques sangrientos dirigidos, principalmente, contra las altas esferas políticas e intelectuales del gomecismo”.

Si estaba MOS fuera de Venezuela, por ausencias obligadas, colaboraba con periódicos en el exterior, si estaba en el país entonces participaba en publicaciones políticas, estudiantiles, culturales, humorísticas.

Sin embargo dos publicaciones son su legado más importante al periodismo y a la sociedad venezolana: la revista humorística El Morrocoy Azul y el diario El Nacional.

VERSION COMPLETA EN http://arbelaez.org/archives/754


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