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domingo, 21 de marzo de 2010

DELETE CULPOSO o FATAL ERRORS / Pablo Antillano



Informo a todos que el  día que decidí sacar a Diego de mi lista de contactos de Gmail fui secuestrado por un un episodio de abatimiento culposo.. No es frecuente tener que borrar de la lista a alguien que ha fallecido y cuya dirección ha permanecido allí por más de un año desde su desaparición. La verdad es que no me atrevía a sacarlo, me parecía algo asi como una deslealtad, una mala jugada, y me preocupaba la idea de que pudiera descubrirme y sentirse herido, donde quiera que se encontrara.

Durante todo este tiempo estuve enviandole el blog porque él seguía en el Grupo D en la lista de correo. Pero siempre se me devuelve, como si alguien de un cierto más allá quisiera recordarme que ahora Diego le pertenece y que mis envíos son una impertinencia. La notificación de Failure Delivery, emitida desde desde el  Mail Delivery Subsystem, es como una reprimenda, como un reclamo y, en su enmarañada e impenetrable codificación, parece portar más de un mal presagio. A veces  advierte: !! The following addresses had permanent fatal errors !!  y nos pone a temblar. Pero no es infrecuente encontrarse con admoniciones igualmente sobrenaturales como: User mailbox exceeds allowed size  o cuasi-mosaicas como Insufficient permission .

Finalmente me he armado de valor y he borrado a Diego de la lista.No puedo decir que no me costó. Entre otras cosas me produjo un gran sobresalto la ventana de Google que me interrogó fríamente sobre si yo estaba consciente de que si hacía click cuando el cursor estaba sobre la palabra Aceptar Diego iba a ser suprimido , no sólo de la lista de contactos, sino de todos los archivos:  de Buzz, de Picasa, de Reader, de Google Chat, de Latitude, de Google Voice, de Google Sync para móviles (iPhone y Android incluidos) y la función de autocompletado de Gmail. Estuve a punto de arrepentirme y me pregunto ahora por qué no lo hice.

Igualmente inquietante me ha resultado la culpa que arrastro desde entonces por no haber reparado este acto de “deleteo”, de borrado electrónico. No es nada difícil volver a abrir el archivo de los contactos y re-escribir el nombre y la dirección de mi amigo desaparecido. Eso, al restituirlo a su existencia en la web, tal vez me produciría una cierta calma. Pero me ha resultado imposible hacerlo. Me encuentro paralizado, observando una batalla campal , en una arena invisible e inubicable,  entre la superstición y lo razonable. No se sabe cual de las dos energías resultará más aborrecible. La vocación de ambas es, en este caso,  hacernos sentir mal .

De los  sentimientos y de los miedos no se ha liberado el muy tecnológico Universo Virtual de Internet . En eso se parece mucho, demasiado, al otro...


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