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lunes, 6 de septiembre de 2010

INTÉRPRETE DE LA ELEGÍA DE FAURÉ/ Ben Amí Fihman


Pablo:
Nuestra amiga Claude murió durante el sueño en la noche del 17 al 18 de agosto. Estoy seguro que la recuerdas tocando el chelo en aquela velada en el piso 45 de la Olympic Tower con el Central Park de fondo, en la primavera de 1978, después del vernissage de la exposición de Rubén Núñez en el Soho. Tú habías venido con una gigante del restaurante 1 Fifht y Bárbara Gelber, que yo heredaría poco después. Era una rara avis. Sobran los comentarios. Quedan unas cuantas fotografías, poquísimas grabaciones, unos cuantos videos y un chelo del siglo XVIII huérfano, en el que me esforzaré que sea interpretada en un futuro la elegía de Gabriel Fauré, que en sus manos de medium abría las heridas del más insensible. Cuando Carujas la oyó en su primer recital en el Ateneo de Caracas masculló, cabizbajo como siempre, que no había oído nada igual desde la presentación de Rostropovitch en la Sala de
Conciertos de la UCV en 1966. Ella adoraba Caracas y olía decir cuando la evocaba: “¡Venezuela, patria mía”, histrónica y de verdad emocionada. Llevaba varios años enferma y había terminado víctima de un eclipse cruel. La artroisis le impedía tocar desde hacía casi una década.

Un abrazo,

Ben


NOTICIA TRISTE

Es una noticia triste, Ben. Una de las últimas veces que vi a Claude le dije "eres una fantasía de carne y hueso" , sonrió y me dejó invitarla otra botella de cabernet chileno en el Juan Sebastián Bar, despúes rondamos con la luna encendida por El Rosal y la Campiña. Recuerdo con claridad cada uno de nuestros encuentros y de sus conciertos, su falda vaporosa y su sombrero de ala ancha. Cuando he viajado a París creo verla en cada esquina. Un día me dijo que era bretona y fui a buscar el mapa de Francia. Tuve la sensación de que era una mujer que venía de un sitio remoto y un tiempo pasado a disipar temores arcaicos bajo el lema de que las mujeres imposibles también buscan amor. Me la he encontrado entre sueños más de una vez, de ese tamaño fue la marca que labró en mis angustias. Recuerdo también haber reído mucho. Me siento afortunado por haberla conocido y eso te lo debo a tí, como otros tantísimos descubrimientos...
Celebremos juntos esa fortuna

Amigo
Pablo


GRANDE TRUANDERIE


Pablo:
No sabes cuánto te agradezco tus palabras. Por desgracia su eclipse habrá durando alrededor de diez años, desde que la atacaron los primeros síntomas de la artritis, y quizás un poco antes, cuando fue operada de la tiroides. Con Marie, su heredera, voy a tratar de conseguir copia de las grabaciones de algunas de sus apariciones en televisión archivadas en el INA (Instituto Nacional Audiovisiual). Lo que me dices de París, lo he sentido desde que me llegó la noticia a bordo del
ferry que me traía de Irlanda ese 18 de agosto. Es como si la ciudad se hubiera vaciado, enmudecido, desbaratado, que perdido el hilo que me permitía regresar a sus entrañas cada vez que me alejaba aunque fuera por unos días y a doscientos kilómetros. Cuando estaba en caracas, con llamarla tenía para sentirla palpitar en medio de la avenida Urdaneta o al pie del Avila en Altamira. Vivió los últimos quince años en un apartamento en el corazón de Les Halles, en la rue de la Grande Truanderie, más radicamente parisino imposible.

Salud,

Ben

domingo, 29 de agosto de 2010

TAITA BOVES O LA POÉTICA DEL RESENTIMIENTO/ Pablo Antillano

Taita Boves - trailer oficial- from Jonathan Pellicer on Vimeo.


Echar el cuento de José Tomás Boves en el cine implica muchos riesgos, y eso seguramente lo sabía Luis Alberto Lamata antes de emprender la producción de su película. Afortunadamente sorteó con éxito la mayoría de ellos.

Es de imaginarse que uno de los primeros desafíos que tuvo que afrontar fue el de la “con-fabulación”, el de la fábula compartida, que implica que vastos segmentos de la audiencia ya eran accionistas de una idea seminal sobre el personaje central, idea que les fue sembrada durante generaciones por los programas de Historia de Venezuela que se imparten en colegios y liceos.

Aunque cada individuo imaginó el suyo, y Herrera Luque en su versión le insufló robustez siicológica a la complejidad del personaje, el Boves del imaginario compartido esta engastado en el arquetipo de la villanía y la maldad. Se le definió como sanguinario y así se quedó, Así lo visionaron los aterrorizados mantuanos, los soldados patriotas y los generales de la causa del Rey y así quedó estereotipado hasta nuestros días, opacando a cualquier otro guerrero desmesurado de su tiempo.

MIEDO AL NEGRO

A esa imagen de súper héroe del mal contribuyó su alianza furiosa contra Simón Bolívar, el súper bueno de la historia. Pero lo que lo marca no es su alianza con los realistas como fue el caso de otros traidores, sino su alianza con el sector más temible de las haciendas coloniales: el negro.

Boves se alió contra la República con negros zainos, cuyo olor a almizcle se adhería a las sábanas y se respiraba con temor en los corredores de las casonas. Lo estigmatizó su alianza con el negro insumiso, respondón, lujurioso, rodeado de deidades infernales. Su propio resentimiento se infló con el de los cimarrones que además le transfirieron su capacidad para amedrentar a los blancos.

EL MÓVIL Y LA OPORTUNIDAD

En términos de narrativa criminal (el móvil, el arma y la oportunidad) algunos argumentaron que la reivindicación de esos negros constituyó el móvil que llevó a Boves a su sangrienta disidencia con los “patiquines” blancos de la independencia. Así lo interpretaron algunos historiadores animados por los modelos teóricos de la lucha de clase. Pero otras versiones, más complejas y modernas, vieron en la alianza de Boves con negros, indios y mestizos realengos más bien una oportunidad que un móvil. Y esta versión es la que nos pareció que Lamata asume en su guión.

El arma asesina no sería otra que la espada montonera, hipnotizada por su talante carismático, violento y cruel. Su móvil la venganza, el ajuste de cuentas contra el agravio y el desprecio. La oportunidad, sus conexiones con prisioneros de calabozo, con traficantes de caballos, con revoltosos desahuciados de las haciendas de café, cacao y ganado. Su víctima era más bien variopinta..

Aún cuando produce efectos devastadores en el proyecto republicano, no es la política lo que mueve el furor de este caudillo carismático, tal y como deja ver la película de Lamata. En ese Boves no se anida ninguna utopía, ni propósito de emancipación, ni fantasías constitucionales, ni mentalidad roussoniana y mucho menos monárquica. Obviamente él está en la política pero la política no está en él. No persigue el Poder Político, más allá del que se puede expresar en el grito “¡¡¡Yo soy la política, carajo !!!”.

Boves, como buena parte de los delincuentes obsesivos, no tiene ninguna meta que no sea el de cobro de víctimas: hoy patriotas, mañana realistas, hoy blancos, mañana negros o indios. Sus consignas a favor del Rey, contra los blancos, o por una Patria, lucen vacías de contenido, no tiene más valor que la arenga oportuna en el campo del terror..

POÉTICA DEL HÉROE VILLANO

Un segundo desafío cinematográfico , bien resuelto a nuestro juicio, consistió en la creación de un Súper Villano cinematográfico anclado en la vida real.. La película introduce al espectador en la personalidad maligna del Taita Boves con una estrategia narrativa de eficiencia inmediata pues, contada de atrás para adelante, desde las primeras escenas se sabe que todos se atribuyen su muerte, incluyendo sus allegados. Varios personajes emblemáticos del film celebran la muerte de Boves como un hecho inevitable pero, además, justiciero.

La estrategia cuenta decisivamente con Juvel Vielma, un actor del GA80 que viene dando mucho que hablar, que es el encargado de hacer brotar la furia patológica de las entrañas de su personaje. Boves es mostrado como un extravagante, con relámpagos de insanidad, siempre al borde de que le estalle una arteria en el cuello, corroborando a cada paso la tesis central de la propuesta: un talante carismático, violento y cruel movido por la venganza, y no por la política.

La historia nos cuenta que a pesar de que era blanco y de raza española fue encarcelado por la justicia del Rey , vejado y destrozado por el chasquido del latigazo republicano, robado y vejado por la élite económica y, lo peor, despreciado y humillado por una mantuana. Esos episodios lo convierten en vindicador de los agravios personales recibidos, pero su crueldad se extiende también hacia sus pares en resentimiento, indios y negros, que terminarán simétricamente asesinados por su enojo.

La inquietante y conmovedora interpretación de Vielma es comparable con la de Gledys Ibarra. Ella hace de Virginia, la amante mestiza, la sólida presencia del amor, de la mujer. Un brevísimo contrapeso de humanidad en el estereotipo del malo malo-malísimo. Sin embargo es ella quien, según el film, introduce en la mente juvenil del bandido una clara idea de pragmatismo, de ambición y machismo arrebatador. Como es tradición en el cine venezolano, ella es la versión de madre-amante que influye decisivamente en el carácter del personaje principal. Los personajes de Ibarra y Vielma son centro en la inventiva narrativa y celebración de las mejores actuaciones.

Otros “performances” también notables porque contribuyen a la credibilidad y grandeza del film, son las de Luis Abreu, Alberto Alifa , Dimas González, y los intérpretes de los papeles de Machado y Zaraza.

LA OPCIÓN BRECHTIANA

No faltaron desafíos mucho más difíciles de sortear. En el cine de bajo presupuesto, que no tiene fácil acceso a los efectos del cine de hoy, las batallas a campo abierto no se las cree ni Dios. Por eso las peleas de bares o de boxeo, los carros volcados, las explosiones de un ferrocarril, las infaltables “chases” o persecuciones espectaculares, no deberían ser ni siquiera planteadas.

Los efectos especiales, que han reeducado el ojo digital de las grandes audiencias contemporáneas, rompieron la barrera entre lo real y lo verosímil, y han construido un público devoto de la certidumbre. Lo que ocurre en la pantalla ya no puede ser un truco, una simulación, una metáfora: todo es real.

Frente a tales advertencias y agobiado por las limitaciones, Lamata se crece como director de escena, respaldado por una impecable dirección de arte, de fotografía y montaje, con un esfuerzo titánico y encomiable de producción. Trata de advertir al público con recursos brechtianos, de esos que racionalizan la ilusión, que despiertan al espectador de la hipnosis pagada en el ticket, y le dice que lo que van a ver es una metáfora, una sustitución de la realidad cinematográfica. Le ofrece un buen slide show aquí, un congelamiento de las fotos por allá, una poética de la imagen que remite al teatro , al escenario italiano, al estudio de televisión, al cine mudo o en blanco y negro.

La solidaridad nos impulsa a desearle éxito, la racionalidad intenta justificar el recurso, pero es probable que las audiencias amantes de la fruición catártica del cine lo deploren y no sean tan leales acompañantes. Escenas de batallas y fiestas mantuanas carentes de contraplanos, y de veracidad, nos resultan, por decir lo menos, angustiantes..

EL EQUILIBRIO

Tenemos una película con un gran guión, con una idea que discute con densidad el legado mitológico de Boves, con actuaciones que serán memorables en la historia del cine venezolano, con grandes eventos visuales de la puesta en escena, con una inteligencia cinematográfica que asume riesgos con honestidad creativa, y que a la final puede ser castigada en su factura por la época digital del espectáculo.

El éxito y el público pueden contribuir mucho a superar eso. Enhorabuena.

domingo, 15 de agosto de 2010

OYENDO A MANEL / Desde la Umbria, Italia


sencilliiiito..

Pablo, hermano. Te mando ese mini discurso de José Mujica, el presidente de Uruguay. Ya se que, después de todo, es un político pero, coño, cuando yo sea mayor quiero tener un presidente que, por lo menos, hable así.

Te veo, cada vez mas asombrado y envidioso, en tu código de barras. Tu cara divertida, de diablo perverso y travieso, aparece en los bares y lugares mas insólitos. Ni siquiera parece que ese régimen afecte tu fisiología. ¿Has conseguido un hígado de repuesto?. Será chino, me imagino. Ese lugar, los esteits, al que creo que fuiste por primera vez conmigo, se te ha convertido, a modo de venganza patriótica, en una especie de patio trasero. Un patio lleno de bares con gente que te abraza y brinda contigo. No puedo evitar sentir que me estoy perdiendo algo muy gordo en ese cerro en el que vivo encaramao. Pienso, mientras aporreo el bombo en una banda de un pueblito cercano, con estandarte por delante y Madonna por detrás, que tu posiblemente estás en ese momento "compartiendo" con algún clón de Hemingway en algún bar exótico que proximamente será rebautizado Heminllano o Antiway. ¿Que hago con ese sentimiento bajo y rastrero, hermano Pablo? Menos mal que luego me llegan de no se donde efluvios de consolación. Pienso entonces que a mi posiblemente me fallaría la motivación para una vida tan "codificada" y que, en realidad, ese cerro en el que estoy es hermoso. Y que tocar el bombo es catártico y no digamos el bombardino, al que también le doy un poco, y que hace huir despavoridas a mis nieticas medio gabachas. Además, el mundo mundano me llega de vez en cuando en forma de visita y yo, muy raramente, hago incursiones breves a la civilización. Y por último, esa "explosión universal del conocimiento" de la que habla Mujica, es una maravilla que trasciende las barras, las buenas y las malas.

Un abrazo. Es posible que caiga por allí en Enero.

Manel

miércoles, 11 de agosto de 2010

HABANA EVA: LA INSUMISIÓN EN TONO CARIBEÑO / Pablo Antillano


Una costurerita aburrida se rebela contra el taller de confección, despótico y monocromático. Se rebela también contra el mari novio, excesivamente lento para unas cosas y demasiado fugaz en el lecho de amor. Se va de la casa, se va del trabajo y se entrega a la calle, a la amistad, a un enamoramiento que le romperá el corazón y, sobre todo, a su pasión como diseñadora de modas. Con esta historia simple, Fina Torres se planteó hacer una película. Eligió a La Habana como escenario y la aderezó con los condimentos de sus propias obsesiones.

Nos recordó que los grandes artistas suelen tener un tema obsesivo. El de esta cineasta venezolana parece ser el del arte de ser mujer. Desde su primera película premiada, “Oriana” (1985), y las siguientes, “Mecánicas Celestes” (1994) o “Las Mujeres Arriba” (2000), Fina Torres insiste en llamarnos la atención sobre esa suerte de entidad sobrehumana que llaman mujer que, a juzgar por su mirada, está aún por ser descubierta y revalorada. En ésta, su más reciente película, la llama Eva, como la mujer originaria, expulsada mil veces de El Paraíso, y que regresa una y otra vez a por las gracias de su naturaleza, que le han sido arrebatadas

EL MAR DE FINA

Antes de entrar a meditar sobre sus virtuosismos narrativos y cinematográficos deberíamos enumerar algunos de los condimentos personales de su cuento cinematográfico, permítasenos comentar algunos de sus temas recurrentes. Fina Torres nos habla con insistencia de una chica que posee un gran don, un talento especial (la cocina, la costura, el cine), con el que suele batallar, a veces a contracorriente, en una océano abatido generalmente por tres grandes olas.

En primer lugar debe nadar contra un ambiente hostil, que no la comprende y que contraría sus deseos, en segundo lugar muestra una chica que se asfixia con el amor, sobre todo cuando ese amor se expresa en términos genéricos como una ocupación posesiva del macho sobre la hembra y, final e ineluctablemente, cuenta con la barca invulnerable de la amistad y, especialmente, de la conexión con una mejor amiga.

La protagonista de Habana Eva, como las otras, se sumerge en estas olas tempestuosas premunida de dos grandes potencias simbólicas, una es la del tiempo y la otra es la inteligencia ética. El tiempo, transfigurado en pérdida, nostalgia y pasado, alerta a la protagonista sobre el sentido de la oportunidad. La vida es ahora. No lo dejes para después, “como nos pasó a nosotras”, no permitas que se te escabullan el deseo y sus satisfacciones. La otra potencia, igualmente vigorosa, es la que exalta y sublima las decisiones personales. Las heroínas terminan apropiándose de su vida y ponen al mundo a sus pies. Esos condimentos y esas potencias hacen singulares los cuentos cinematográficos de esta autora que ya una vez fue premiada en Cannes y ahora fue premiada en Nueva York...

LA INSUMISIÓN COMO BANDERA

Esta cineasta no necesita grandes discursos racionales ni parlanchinería política para levantar la bandera de la insumisión y para ridiculizar la sociedad patriarcal y burocrática. Le basta el tono ligero de la comedia y el melodrama para abatir los poderosos muros de la moral convencionalmente opresiva. El padre héroe gallináceo, el galán corporativo que viene de afuera, el eyaculador precoz, la fábrica despótica y la comisaria política van siendo derrotados por la fuerza irresistible del sarcasmo, pero también de la seducción y el deseo. Y, para colmo, la chica se queda con los dos maridos.

Esta película se humedece de atributos adicionales cuando las olas del Caribe cubano se estrellan contra un lente cinematográfico privilegiado por una mirada de mucho oficio. No son paisajes de almanaque ni con grandes aspavientos sino que se van tejiendo las imágenes suavemente como si fuesen encajes de bolillo o el propio crochet que exaltan las tías sabias de la película. Podemos ver a la vieja Habana, que es la nueva, con un sentimiento cruzado de embelesamiento y furia. Podemos ver sus viejos edificios, sus escalerones y su heráldica, sus mensajes anacrónicos, sus efigies rancias, su malecón intemporal, su lastimosa modernidad, todo atravesado por la esencia inmortal, homérica, shakesperiana, woodenalleana, eterna, del amor entre amantes

UNA PELI BIEN HECHA

El conjunto de las artes cinematográficas que concurren a esta co-producción con Cuba están por encima del standard. Transcurren apacibles y funcionales: la foto (Héctor Ortega), la dirección de arte, la música y el montaje, aunque merecerían comentarios especiales. Solo dedicaremos unas palabras a la actuación, que nos pareció uniforme y grata, (Prakriti Maduro / Juan Carlos García / Carlos Enrique Almirante / Juliet Cruz Delgado) , pero entre las que destacan la protagonista Prakriti Maduro (Eva), dotada del temperamento y la espontaneidad que busca la gran industria internacional del cine, y la de la joven cubana Juliet Cruz (Teresa) que plena de alegría las escenas de humor, y remoza los mitos de Jorge Amado consagrados hace treinta años en “Doña Flor...” y en “Gabriela...”.

Esta comedia moderna y desafiante ya ganó un Premio en el Festival Latino de Nueva York y seguramente le esperan otros, y el del público, si le dan chance.

NOTA. Los medios son el escenario de las polémicas y miradas controversiales en las que se desenvuelve la exhibición de esta película. La política ha influido sin duda en la percepción que se hace el público más radicalmente polarizado. El “habanismo” de la directora ha sido acusado de oportunismo y colaboración con el régimen de Chávez por algunos “cubanofóbicos”. Mientras tanto las críticas a la comisaria política, la imagen deteriorada de la capital caribeña y la insumisión de la protagonista parecen contra- revolucionarios a los cubanófilos y pro-gobierno. La cineasta se defiende en foros y entrevistas, mientras la taquilla va aumentando diariamente, un tanto al margen del barullo.

Dirección de Casting: Tamara Morales / Sonido: Josué Saavedra / Dirección de Arte: Sigrid Jelambi y Nieves / Lamerte / Música Original: Nascuy Linares / Montaje: Robin Katz / Dirección de Fotografía: Héctor Ortega / Producción General: Blanca Sanoja y Lourdes García / Producción Ejecutiva: Villa del Cine / Alter producciones / Dirigido por: Fina Torres / Guión Original: Fina Torres / Julio Carrillo

Ficha Artística Prakriti Maduro / Juan Carlos García / Carlos Enrique Almirante / Juliet Cruz Delgado /

Ficha Musical La música es original de Nascuy Linares, conocido por la musicalización de “Maroa” (2005) y de “Una casa con vista al mar” (2001), así como también es el autor de la música para numerosas películas, entre ellas "Tocar y luchar", "Havana Habana" y "La noche de las estrellas".

Nota sobre Habana Eva

Que tal Pablito, tiempo sin verte. He perdido un pelo de autonomía (física y de platica) para andar por las mundanales barras del código, pero no dejo de leerte en el blog y estar enterado de la movida de la ciudad. Leyendo tu excelente crítica de Habana Eva que recién acabo de ver este domingo, me animé a escribir esta breve nota que te anexo. De pronto puede hasta ser complementaria. Agradezco tu evaluación para su publicación en Código de Barra digital. También se agradece cualquier corrección conceptual, (no quedé seguro que el término atávico está correctamente empleado)
Gracias y saludos
Víctor Rodríguez Coa

La Habana bien vale una misa /
Víctor Rodríguez Coa

En estos tiempos de polarización, sumados al encompinchamiento de Chávez con Fidel, una
coproducción cinematográfica cubano-venezolana con apoyo oficioso de los entes rectores del cine sugería una película política sobre La Habana cuya exposición beneficiaría a los regímenes gobernantes en ambos países. Con ese prejuicio fui a la presentación de Habana Eva de Fina Torres. Nada que ver.
Torres se vale de la sátira para hilar una historia de amor compartido, con un elemento de crítica a la burocracia, a la intromisión del Estado en el trabajo, a la vigilancia de los ciudadanos; sin ser una cinta anticomunista, con un velado y ligero cuestionamento al ya inocultable y grave problema de la prostitución, a la cual se llega muy fácil, por carambola; al atávico "martillo", resuelve histórico de los cubanos, al hacinamiento en que viven los habaneros, con gallinas incluidas. Todo eso mezclado con ambiciones y sueños de una joven diseñadora de modas que desafía al amor convencional, a su estatus laboral, para concretar sus aspiraciones de éxito ayudada por un par de señoras que descansan su ancianidad y despiertan en su vetusta mansión de ricachonas venidas a menos.
Por razones de trabajo o gremiales he estado en la isla cinco veces, la última en mayo de 2008, y digo que La Habana es una ciudad oxidada, literalmente, físicamente, como las ideas del comunismo, de Fidel.
La cámara de Fina Torres registra el oxido en detalles, en sus casas, en sus calles, en sus edificios, en sus vehículos (almendrones, autobuses tragacolas y cocotaxis) en el rostro de sus gentes.
Los que conocen La Habana quedarán encantados del recuerdo. Los que no descubrirán a la ciudad enigmática, sede del comunismo caribeño
La chispa caribeña, el valor de la moneda propia (los pesos) y el cambio por los cuc (peso o dólar turístico), el sincretismo religioso y la variedad del espiritismo como muestra de la identidad cultural cubana se manifiestan claramente en el filme.
Una historia bien contada, como en el cine de factura, un guión coherente, buen sonido, excelente fotografía, muy fresca actuación de la protagonista Prakriti Maduro y en general de todo el elenco, hacen de Habana Eva un atractivo evento cinematográfico.
¿Y no le falta nada?
Creo que sí. A mi juicio hay tres momenticos de lentitud que se hubiesen matizado con música -más son-. que es lo que sobra en Cuba.
Les cuento que le tengo cierto temor al cine iberoamericano en general y al venezolano en particular. Por la improvisación de sus guiones y en los diálogos; por el terrorífico sonido en algunos casos, por la exacerbación exagerada de la violencia en otros; pero esta comedia de Fina, dura cien minutos y te diviertes, me hizo recuperar la fe en el cine nacional. Tanto que me entusiasmó a escribir esta breve nota.
Victor Rodríguez Coa


jueves, 1 de julio de 2010

HERMANO Y SU SECRETO/ Pablo Antillano


(Más fotos del Estreno en http://codigodebarra-fotosymiscelaneas.blogspot.com

Anoche fuimos al estreno de la película de Marcel Rasquin, “Hermano”, que viene de ser triplemente premiada en la más reciente edición del Festival de Cine de Moscú: jurado, crítica y ¡público! Entendimos por qué.

Es una película que se atiene a las convenciones universales de un buen cuento. Dos jóvenes hermanos que viven en un barrio caraqueño emprenden juntos un viaje hacia una meta promisoria: ser seleccionados para jugar en el Caracas Fútbol Club. Desde el principio mismo se nos advierte que entramos en el reino de las Moiras, de los designios de un destino prefigurado, con aliento mítico.

Uno de los hermanos entra en la historia como un recién nacido abandonado en un depósito de basura. Aparece, atravesado por decisión soberana de los dioses, en el camino azaroso de una madre y su pequeño hijo. El uno, Julio, y el expósito, Daniel (Gato), se crían juntos trenzados por el amor maternal y la pasión por el fútbol, pero la travesía hacia su destino final es amenazada e interrumpida por vicisitudes de diversa índole, algunas de ellas insalvables, trágicas.

La narración fluye, pues, sin fisuras, sin dejarse vencer por ningún tipo de ruego, impulsada por el deseo y la destreza de los hermanos pero torturada por las tensiones de la violencia y la necesidad. Ganar al fútbol, entrar en un equipo profesional, significa “salir de la vida”, romper el anillo de la moral delictiva que sujeta cualquier gesto en el barrio, escaparse de las sombras que acechan en las escalinatas, en las pico´e loro, en los “piedreros”, en las armas que sobresalen en los cinturones de los adolescentes. Unos lo lograrán, mientras que otros, dolorosamente, no.

Dos grandes fuerzas opuestas tallan el carácter de los personajes centrales: la venganza y el secreto. Julio, confabulado con mitos arcaicos de la audiencia, desea vengar la muerte de su madre, y en su furia ciega se aleja del fútbol y el anhelo. Gato, en cambio, apuesta a la opción racional, guarda en secreto la identidad del asesino en función de la meta final y para salvaguardar el destino del hermano. Dos claras opciones éticas del mundo moderno.

Frente a esta historia, escrita por él mismo en el molde de la tradición mitológica, Rasquin coloca sus cámaras con ánimo épico y brinda un espectáculo sobrecogedor que por momentos estrangula la respiración del espectador. Los “combates” futbolísticos entre los dos hermanos se desatan en una especie de anfiteatro romano que refuerza el tono de pertenencia a las grandes historias humanas. El montaje del furioso encuentro entre los dos “gladiadores”, así como el de las secuencias de los juegos de fútbol exhiben un virtuosismo cinematográfico que dice mucho de su formación técnica y la de su equipo.

El público que suele ver cine venezolano encontrará aquí nuevas y alentadoras virtudes: un guión riguroso para un cuento bien diseñado, una economía absoluta de secuencias y planos en función de la narración, sin panorámicas del barrio ni regodeo en asuntos secundarios, preeminencia del cuento por encima del discurso sociológico, visión “horizontal” del barrio a pesar de la topografía y las escaleras.

A la verosimilitud de la historia vienen a contribuir un lenguaje coloquial sobrio --- ajeno a los costumbrismos habituales --- y una imaginación cinematográfica que disfruta escenas dramáticas memorables ( escenas familiares con la madre, los hermanos bailando bajo la mirada del corazón de Jesús en el cuarto de la madre asesinada, el joven Gato que llora en el baño , los encontronazos sentimentales entre los hermanos gladiadores, etc.), y frases memorables ( “Ya se está yendo el olor a torta” , en referencia al oficio de repostera de la madre muerta) .

Cuando se puede ver con fruición una película sin baches provoca decir que ha terminado el amateurismo y el autodidactismo que actuaron como potencias hasta hace muy poco en el cine venezolano. Incluso los actores, con poquísimas excepciones, son verosímiles y sus parlamentos tienen credibilidad como en muy pocos casos de nuestra cinematografía.

La coartada final, la manera como Rasquin culmina su película, puede sorprender a muchos a pesar de que sintoniza con secretos deseos de los venezolanos de hoy: logro y esperanza. Uno de los hermanos alcanza la meta en una atmósfera de celebración y fuegos artificiales. El precio sin embargo se muestra desmesurado: el logro adviene preñado de dolor, de sacrificio, de un alto costo sentimental y simbólico. El episodio evoca el mito de Castor y Polux, uno mortal y otro inmortal, fundidos tras la muerte de Castor en una sóla entidad de terneza y gloria.

jueves, 15 de abril de 2010

FORMICIDAE CARAQUEÑA / Pablo Antillano


 Es difícil no asociar este ratón  con el episodio que esta   mañana nos asombró en la montaña. Un pétalo amarillo se movía, en un sendero de El Avila, en sentido contrario al de la gravedad y al del viento. Habría que explicar primero que el  cerro amaneció húmedo y agradecido por la tenue llovizna de la madrugada. Esas tan anheladas gotas de agua alejaron por un rato  la sucia ceniza nocturna y la inanición provocada por la sed.

Cuando escampó había guirnaldas de hojas amarillas por todas partes, promontorios que se alargaban por los senderos, silueteando las huellas que habían dejado las torrenteras. Era notorio que los árboles habían sido finalmente liberados, por la lluvia, del peso de fronda seca con que les había preñado el  verano, ese verano inclemente que nos azotó las vidas este año.

Ahí estaban esas hojas, miles de ellas, inmóviles, muertas y húmedas, descansando en paz.  Pero mientras bajábamos por la pendiente, una de ellas, la más amarilla, la más parecida al pétalo de una flor llena de vida, se irguió como la vela de un barco y emprendió una veloz travesía hacia las alturas.

Quienes, tras los rituales aeróbicos del día, descendíamos fatigados de Loma del Viento, miramos al unísono el ascenso sobrenatural de aquella insígnia más amarilla que una medalla colegial. ¿A dónde se dirige este terco residuo vegetal e inanimado?. ¿Qué imán formidable le permite desafiar la fuerza de gravedad  y la brisa despeinada que sigue al temporal? . Una hormiga, un miembro de la socialísima familia de las formidae, una breve, minúscula hormiga

venía cargando con aquel velámen que seguramente tenía veinte veces su tamaño y decenas de  veces su peso . Los caminantes nos miramos, nos identificamos y seguimos bajando con la elucubración orientada por una cháchara moral, de corte culposo. Hay que ver lo que una hormiga puede soportar sobre su existencia, y  hay que ver lo poco que nosotros somos. ¡Que ratón!


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