martes, 25 de marzo de 2008
CACHAO , LO MAS GRANDE
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viernes, 7 de marzo de 2008
BARES DE ULTRAMAR II : BALSEROS / Pablo Antillano
En las tiendas de Coconut Grove, los venezolanos se ubican a ambos lados del mostrador. Unos compran y otros venden. En Estructure, una boutique que ofrece ropa fina y casual para damas, la dependiente es una señora que a veces se hace acompañar por su pequeña hija, y que dice tener 15 años en Miami. Unos metros más allá, en el mismo shopping center de Cocowalk, un caraqueño de unos 20 años atiende a los visitantes de Levi´s.
En el centro mismo de la plaza comercial, una rubia con acento de Sambil y con una sonrisa y un ombligo perfectos, ofrece joyas, bisutería y souvenirs, en uno de esos carritos elegantes de la buhonería sofisticada. Y arriba, en el tercer piso, en el bullicioso Hoter´s, dos chiquillas venezolanas de muslos tersos y amenazantes, forman parte del crew de beldades que sólo llevan por vestimenta ese pequeño hotpant anaranjado y cuasitransparente que llena de lobos el local.
Una de las camareras del Holliday Inn de la 87, y media docena de bar tenders y mesoneros en las cafeterías playeras del Distrito Deco, en la Collins y en Ocean Drive, son también venezolanos. Y se dice que son más, muchos más, que la cifra de los que se han ido a vivir bajo los influjos de Biscayne Bay se acerca a los 100.000, repartidos en distintos menesteres.
Del otro lado de los mostradores, comprando, sentados en las barras y en las mesas, están los otros criollos: varios miles de turistas que han hecho de Miami su alternativa vacacional. Clase media con ahorros que busca entretenimiento, limpieza y seguridad lejos de Caracas. En el día van a las playas de South Beach, a las piscinas de los clubes y condominios o a las tiendas. Pero en la noche se lanzan sobre las áreas peatonales del Coral Gable y el lado sur.
Los jueves en la noche el área cercana a Planet Hollywood, Café Virtua, Club 605 y varias decenas de discotecas, pubs y restaurantes de las aceras de Coconut Grove es tomada por millares de jóvenes, entre los cuales los venezolanos constituyen un mundo considerable y visible. A veces se tiene la sensación de estar en Las Mercedes, en el Sambil o en el CCCT.
Ni para los unos ni para los otros, ni para los que venden ni para los que compran, es fácil llegar hoy a los Estados Unidos, y mucho menos quedarse. Las políticas de inmigración desconfían por igual del turista que del inmigrante. En términos generales se sabe y se dice en las barras, palabras más, palabras menos, que mucha gente anda buscando por allá oportunidades de vida que ya no encuentra en Venezuela. Así que alguien (“aquí no, por supuesto”) en el Departamento de Inmigración de los Estados Unidos se ha estado preguntado: ¿De qué tamaño será este éxodo?, ¿cuánto durará?, ¿cuáles serán sus consecuencias económicas y culturales?
Más pronto que tarde se desplegará ante nuestros ojos, y en los medios, la lista de recursos que se vienen utilizando para huir de Venezuela hacia Estados Unidos. Trucos, sobornos, pasaportes falsos, visas trucadas, maletinazos, actos de magia, desapariciones, metamorfosis, sustituciones, embaulamientos, defunciones, aterrizajes clandestinos, lanchas sin matrícula, y… hasta balsas. Lo único que le falta al país como emblema de su derrota es un convoy de balseros atracando en Cayo Hueso.
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jueves, 7 de febrero de 2008
CRÓNICA DE UN SPORT BAR CASERO/ Toby Alvarado desde Miami
Jose Rafael Alvarado Ruiz
Desde hace una semana se me metió en la cabeza la celebración en familia de ese acontecimiento deportivo nacional del football americano, que llaman el Superbowl, esto seria una experiencia mas de las buenas, regulares y malas, por las que uno pasa en este generoso país y como en cualquier lugar, habitado por seres humanos.
Una de las cosas que se debe hacer es seleccionar un menú para la ocasión y, como primero muertos que sencillos, nos decidimos por un pato al estilo pequines, pero servido con dos salsas una de naranja y otra Hoisin.
Acompañado por las respectivas panquecas, y una ensalada de brotes de de soya, cebollin, pepinos, ajíes chinos, aderezada con soya, aceite de ajonjolí, limón y miel. Y para una de nuestras hijas que no come carnes de aves o mamíferos, pues le hicimos un tuna pataki, con su respectivo aderezo en base a salsa de Soya, limón, salsa de maní, y picante.
Toda esta para fernalia la comenzamos a hacer desde las ocho de la mañana, porque el pato lo tienes que dejar colgado después de sumergirlo por treinta minutos en agua hirviendo, durante mínimo seis horas, antes de hornearlo.
Todo sea por este momento, de armonía familiar y nacional en torno a un juego, al que confieso invite por puro interés a nuestro hijo y una amiga, porque supuestamente sabe más de las reglas de este juego que yo. Que tan solo distingo en el, un caótico enfrentamiento, parecido a las coñazas colectivas entre patoteros, que protagonizamos en los sesenta, en Caracas, Venezuela.
Llego la hora del inicio del partido y yo aun estaba terminando de hacer las panquecas, asistido por mi esposa, perdiéndome gran parte del inicio del espectáculo y del primer tiempo, que incluye a los comerciales de televisión, que para un viejo publicista como yo, sencillamente son un placer contemplar, estas memorables piezas publicitarias.
Una vez instalados frente a nuestro televisor de no se cuantas pulgadas, mi hijo y yo, con cerveza holandesa en mano, (ya les dije que no somos sencillos) , y mi mujer, nuestra hija y la invitada con su copa de vino, por fin nos acomodamos para degustar nuestra primera cena Superbowll.
Al sentarme a comer en la incomodidad de nuestro family room, algo que no es hamburguesas y perro calientes, que son fáciles de manipular, la mesita del family se nos hizo pequeña, para la caótica escena de hambre colectiva, que sucedió a la larga espera por este condumio y por lo cual me perdí de una buena parte del segundo tiempo de partido, tratando de comer con palitos de la manera mas digna posible delante de la visita.
Ya en el tercer tiempo, y todo estabilizado y servido cada quien en sus platos, nuestra hija que desde que llego a este país, no hace mas que quejarse y rechazar todo lo que le huele a cultura nacional norteamericana, comenzó a tirarle dardos venenosos a nuestra iniciativa, burlándose de la vestimenta de los jugadores, del juego, del espectáculo, de los comerciales, hasta que apareció Tom Brady en escena, que levanto una ola, de las mujeres en la sala de mi casa, arrancando comentarios, que ruborizaban hasta a un viejo como yo, que cree haber visto tanta agua correr bajo los puentes.
En el cuarto y ultimo tiempo, y después de varias copas de un caldo adecuado para la ocasión, mi esposa que observaba el partido, comentaba cada vez con mas insistencia que no entendía un coño y le preguntaba al hijo por que carajo en vez de lanzarse hacia el lado donde había menos jugadores contrarios, para avanzar mas, se lanzaba de frente contra una pared humana.
El hijo con mucha paciencia, trataba de explicarle que era cuestión de estrategias de juego, etc. pero ella insistía, “como se va a llamar football un juego donde lo que menos se hace es patear la pelota, nuestro football es mas fácil de entender, es mas emocionante y mas dinámico”.
A todas estas, mis comentarios se centraban en el espectáculo, una transmisión en vivo y en directo, de una película de acción, a la que a tan solo le falta un romance mas explicito, que las arengas de las fanáticas del QB, de los patriotas de Nueva Inglaterra, en la sala de mi casa.
En la medida que se aproximaba el final, y ya cansado del fastidio de nuestros comentarios y preguntadera, nuestro hijo, para cortarnos en seco, nos dice, “Ese juego es muy complicado, yo no entiendo mucho todavía las reglas, además es la ultima vez que veo un partido, de lo que sea, con ustedes”, mientras yo miraba mi inversión de tiempo y dinero, en comida y cervezas holandesas, como perdidas.
A todas estas, mi mujer después de un tenso silencio cuando los gigantes se fueron arriba, se pone eufórica porque los patriotas del papa chongo de Braydi recuperaron la delantera y en tono subido, desdiciéndose nos dice a todos, ¡déjense de vainas, este juego es más emocionante que el carajo!
Al pasar lo que paso, la fanaticada de los patriotas o mejor dicho de Tom Brady hizo silencio… ¡que momento caballeros!, y a mi mujer lo único que le importaba era la carita de tristeza del papachongo y yo allí, estoico recibiendo aquel aguacerito, y sin poder quejarme, fue su dulce venganza, por los comentarios que yo siempre hago, cuando vemos una película y aparece cualquier actriz del pasado o del presente, y yo afirmo pero inofensivamente, que ella fue o es mi novia.
Y para colmo todos se levantaron al terminar el partido, se fueron y me dejaron a mi, cual empleado de estadium, recogiendo el caos dejado en la sala y la cocina por la fanaticada, como para que disfrutara yo solito el triunfo de los míos.
Menos mal que no les gusto este juego, el próximo año me voy solo a un Sport Bar, a comer papitas, maní y tostones.
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