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miércoles, 17 de diciembre de 2008

viernes, 18 de abril de 2008

LA MÁQUINA INDESEABLE y 3/ Pablo Antillano

Viene de CEMENTERIO DE BLOQUEADOS/

Las barras brindan espacio y tiempo para borrar los correos indeseados y bloquear a los remitentes más ladillosos. Es un placer adicional para aquellos que se entretienen con su blackberry o navegan con su celular en medio de su mar de e/mails mientras se toman su vodkita y esperan a sus convidados.

Este mecanismo de Bloquear Remitente especialmente diseñado para evitar el correo indeseado en INTERNET tiene hondas raíces en nuestra cultura, inclinada a proteger la privacidad de los ciudadanos del invasivo universo público. Podríamos asociarlo con el ojo mágico o con el timbre del intercomunicador que impide que el vendedor de Electrolux o los inoportunos vendedores de Biblia de los domingos por la mañana lleguen hasta la sala del apartamento. Aunque, hay que reconocerlo, se hace urgente modernizar este sistema para suprimir radicalmente la molestia.

También está emparentado con la contestadora telefónica que permite atender el teléfono una vez que la persona que llama se ha identificado. Si no lo atienden tendrá que conformarse con hablarle a la máquina diabólica. Este concepto, muy cruel y muy útil, evolucionó hacia las pantallas que identifican el número de quien llama, tanto en los celulares como en algunos equipos domésticos (Caller ID).

En su magnífica eficiencia, Bloquear Remitente es comparable con aquella inocente pero intraspasable muralla que solía utilizar el papá de Laurita, en los años previos a la sofisticación electrónica, que cuando sonaba el teléfono simplemente ordenaba: "Diles que no estoy". Y se acabó.

Qué equivocados estábamos quienes pensábamos asi. Una vez que entramo en FACEBOOK para “postear” el Código de Barra, con la intención de sortear los mecanismos evasivos de los bloqueadores compulsivos, nos hemos encontrado con una comunidad que no quiere bloquear a nadie. Que por el contrario da la vida por recibir mensajitos impertinentes, correítos, abracitos, ositos, cadenas y videos . Se llena de “amigos” para que le inoportunen, para que le saturen el correo electrónico, para que no lo dejen sólo en el temible hueco negro del cyberespacio.

Es allí donde la máquina desopilante de Bloquear Remitente, que tanto hemos alabado , ha devenido en trasto inútil, en desecho tecnológico.

jueves, 24 de enero de 2008

LA CRONICA EN LA BARRA

La gente que pasa un rato en el bar de la esquina, tomándose un aperitivo o un café es, sin saberlo, partícipe de una “literatura del instante”, una literatura oral formada por la palabra del narrador, el color de su acento, su talento de comediante. Y si uno escucha con atención, puede hasta captar alguna metáfora, alguna elipsis... Sí, señor: procedimientos de retórica en un lugar popular.

Recientemente, en el bar que frecuento cerca del puerto, en Ajaccio, escuché a un estibador echando el siguiente cuento.

El hombre empezó pidiendo un Morisco (mezcla de pastís y horchata con unas gotas de agua) y preguntó: “¿Saben lo que pasó ayer en el muelle nº 4?” El coro de parroquianos contestó al unísono: “Noo...”

El estibador: Bueno, lo voy a contar. Antes de salir al muelle, marqué tarjeta, como de costumbre, y me quedé hablando un rato con el gordo Orsoni y con Guerini mientras esperábamos las instrucciones del día.

El coro: ¿Y entonces?

El estibador: Llegó el jefe y nos dijo que fuéramos a descargar el barco que estaba atracando en el muelle nº 4. Como el barco no había terminado la maniobra, nos dio tiempo de tomarnos un cafecito.

El coro: ¿Y entonces?

El estibador: Después de tomarnos el café, nos acercamos al barco. El gruero ya estaba en su cabina, allá arriba, y había empezado el desembarque de los containers. Cuando el gordo Orsoni se puso a chequear el primer container desembarcado, el segundo container ya estaba suspendido en el aire y yo le dije a Guerini que ese container se estaba balanceando...

El coro: ¿Y entonces?

El estibador: El segundo container seguía balanceándose....

El coro: ¿Y entonces?

El estibador: Viendo cómo se balanceaba, me acordé de aquella vez, hace años, cuando un container se desprendió de la grúa...

El coro: ¿Y entonces?

El estibador: Le dije a Guerini que ese segundo container me preocupaba porque el gordo Orsoni estaba justo debajo...

El coro: ¿Y entonces?

El estibador: Guerini es un tipo tranquilo, nunca se preocupa por nada. Excepto cuando su mujer le saca las avellanas del bolsillo para llevárselas a la ardilla.

[Interpretación: cuando le saca el dinero del bolsillo para depositarlo en un banco popular que tiene una ardilla en su logotipo] Tan es así que un día...

Con una exclamación de impaciencia, uno de los parroquianos lo interrumpió: “¡No me interesan los reales de Guerini, termina de echar tu cuento!”

El narrador se tomó el tiempo de apurar su trago, volvió la espalda a los parroquianos y soltó estas palabras: “Mañana habrá colecta...” antes de pedir otro Morisco.

Esto es un ejemplo vivo de la literatura oral a la que me refiero. El narrador inicia su cuento interpelando al auditorio: “¿Saben lo que pasó ayer en el muelle nº 4?”, con lo cual anuncia que ha ocurrido un evento. Pero alarga el suspenso con varias digresiones, incluye la metáfora de la ardilla y, lo más interesante, termina con un espontáneo final elíptico: “Mañana habrá colecta...”

Dar espacio a la imaginación, ¿no es acaso lo propio de la literatura? “El lenguaje es el arte de la elipsis”, dice Sartre en Situations II. El estibador, sin haber estudiado humanidades, deja que el auditorio se imagine todo lo que siguió: que el container se desprendió, cayó sobre el gordo Orsoni y lo mató, por ende al día siguiente se llevará a cabo una colecta entre los compañeros de trabajo para ayudar a la familia.

En esta crónica de barra se encuentran todos los elementos de una novela de tema social: el bar del puerto, el alcohol, el suspenso, el trabajo duro, la muerte, la solidaridad... Y, con un poquito de imaginación, la huelga en los muelles, un asesinato disfrazado de accidente laboral, la corrupción en el puerto de Ajaccio...

Hay que aclarar que el narrador era un estibador corso, y ya se sabe que los corsos tienen un buen sentido del diálogo y del relato.

(Tomado del blog “Île noire”)

lunes, 14 de enero de 2008

LA DEL ESTRIBO/ Raúl Fuentes



24 horas antes de que Pablo Antillano me informara telefónicamente de la muerte de Adriano, había compartido con éste y con Gustavo Méndez un mesa en el Amazonia. Lo acaba de entrevistar el otro Gustavo, Oliveros, para Código de Barra. La entrevista estuvo centrada, me dijeron, en la República del Este. Estaba, pues abonado el terreno (o la mesa) para la evocación. Hablamos de un montón de cosas, menos de Chávez, lo cual ya es bastante. A instancias de Gustavo Méndez nos explicó su particular acepción de la palabra tramojo. Y contamos h nostálgicas historias basadas en bares neoyorkinos. Divagamos sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la literatura y hasta especulamos sobre cómo habría impactado internet a Jorge Luis Borges. En esas estábamos cuando se acercó un mesonero y procedió a encender una corneta colocado justo encima de nuestra mesa, mientras entre disculpas explicaba que había llegado el turno de los músicos. ¡Qué buena vaina!, dijo Adriano y nos retiramos de la mesa hacia la barra. Del aire acondicionado lo afectaba de manera visible. Ordenamos una última copa mientras recordaba fiestas de los años 60 y 70 en las cuales era usual la aparición de los hermanos Todd o los hermanos Reyna, quienes a punta de guitarras imponían silencio para que el anfitrión rogara a los asistentes que no interrumpieran a los artistas, ruego al que Adriano se enfrentaba con este argumento: son ellos (los artistas) quienes nos interrumpen a nosotros. Con este recuerdo ordenamos una última copa. Lejos estaba de imaginar que, para Adriano, era verdaderamente la del estribo.

miércoles, 2 de enero de 2008

CÓDIGO DE BARRA /AÑ0 2 número 1


Suscríbase a la edición impresa de Código de Barra y recíbala mensualmente en su barra preferida.

sábado, 14 de julio de 2007

YA ESTA CIRCULANDO/ Año 1 No 7



Estas son las portadas y contraportadas del número que circula actualmente en las barras de la ciudad. Solicítela sin compromiso y suscríbase. Lo único que tiene que hacer es indicar la barra donde le llagará puntualmente cada mes.

miércoles, 4 de julio de 2007

CODIGO DE BARRA, EL OTRO


Si, código de barra / Pablo Antillano

Una de las cosas más apasionantes que tienen las barras son las conversaciones , que suelen fluir por cauces imprevisibles. A veces usted cree que va a ocurrir algo, pero no ocurre. Los signos están allí, está la gente, está la atmósfera, pero no ocurre nada de lo esperado. Cómo cuando usted ve los signos de la lluvia en la bóveda celeste, pero no llueve. Como cuando el viento fuerte de la esquina de Alcabala viene cargado de presagios, pero no se cumplen. Igual que cuando uno sueña con un número, con un evento, con una persona, y cree que va a ganar la lotería, o que le van a ofrecer un trabajo o que va a ver a alguien. Pero no gana, ni le ofrecen nada, ni se presenta la persona esperada. Así son las barras.

Las barras son imprevisibles. Los parroquianos llegan, se acomodan, piden una cerveza y esperan. Esperan que alguien conocido atraviese la puerta, que el barman lo sorprenda con un pequeño bocadillo, que una mujer hermosa se le siente al lado, que entre un amigo y le invite un trago. Pero no. Eso no pasa. Y si pasa , no es más que una leve coincidencia, un error de las premoniciones. Lo que suele ocurrir es lo inesperado.

Suelo comparar la barra con la sala de redacción de un periódico. Cuando suena el teléfono uno no sabe quien puede estar llamando, ni en que calle estará en los próximos minutos, ni que personas conocerá, ni que tamaña aventura le será contada. Así son las barras. Todos los días pasa algo nuevo, algo distinto. Especialmente en las conversaciones, que fluyen sin ton ni son y se orientan por caminos inesperados. Nadan en un océano de improvisaciones, de asociaciones disímiles, de recuerdos y relatos personales, de episodios insólitos, y de risa, mucha risa.

Lo inesperado forma parte de código secreto de la barra.




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