jueves, 24 de enero de 2008

LA CRONICA EN LA BARRA

La gente que pasa un rato en el bar de la esquina, tomándose un aperitivo o un café es, sin saberlo, partícipe de una “literatura del instante”, una literatura oral formada por la palabra del narrador, el color de su acento, su talento de comediante. Y si uno escucha con atención, puede hasta captar alguna metáfora, alguna elipsis... Sí, señor: procedimientos de retórica en un lugar popular.

Recientemente, en el bar que frecuento cerca del puerto, en Ajaccio, escuché a un estibador echando el siguiente cuento.

El hombre empezó pidiendo un Morisco (mezcla de pastís y horchata con unas gotas de agua) y preguntó: “¿Saben lo que pasó ayer en el muelle nº 4?” El coro de parroquianos contestó al unísono: “Noo...”

El estibador: Bueno, lo voy a contar. Antes de salir al muelle, marqué tarjeta, como de costumbre, y me quedé hablando un rato con el gordo Orsoni y con Guerini mientras esperábamos las instrucciones del día.

El coro: ¿Y entonces?

El estibador: Llegó el jefe y nos dijo que fuéramos a descargar el barco que estaba atracando en el muelle nº 4. Como el barco no había terminado la maniobra, nos dio tiempo de tomarnos un cafecito.

El coro: ¿Y entonces?

El estibador: Después de tomarnos el café, nos acercamos al barco. El gruero ya estaba en su cabina, allá arriba, y había empezado el desembarque de los containers. Cuando el gordo Orsoni se puso a chequear el primer container desembarcado, el segundo container ya estaba suspendido en el aire y yo le dije a Guerini que ese container se estaba balanceando...

El coro: ¿Y entonces?

El estibador: El segundo container seguía balanceándose....

El coro: ¿Y entonces?

El estibador: Viendo cómo se balanceaba, me acordé de aquella vez, hace años, cuando un container se desprendió de la grúa...

El coro: ¿Y entonces?

El estibador: Le dije a Guerini que ese segundo container me preocupaba porque el gordo Orsoni estaba justo debajo...

El coro: ¿Y entonces?

El estibador: Guerini es un tipo tranquilo, nunca se preocupa por nada. Excepto cuando su mujer le saca las avellanas del bolsillo para llevárselas a la ardilla.

[Interpretación: cuando le saca el dinero del bolsillo para depositarlo en un banco popular que tiene una ardilla en su logotipo] Tan es así que un día...

Con una exclamación de impaciencia, uno de los parroquianos lo interrumpió: “¡No me interesan los reales de Guerini, termina de echar tu cuento!”

El narrador se tomó el tiempo de apurar su trago, volvió la espalda a los parroquianos y soltó estas palabras: “Mañana habrá colecta...” antes de pedir otro Morisco.

Esto es un ejemplo vivo de la literatura oral a la que me refiero. El narrador inicia su cuento interpelando al auditorio: “¿Saben lo que pasó ayer en el muelle nº 4?”, con lo cual anuncia que ha ocurrido un evento. Pero alarga el suspenso con varias digresiones, incluye la metáfora de la ardilla y, lo más interesante, termina con un espontáneo final elíptico: “Mañana habrá colecta...”

Dar espacio a la imaginación, ¿no es acaso lo propio de la literatura? “El lenguaje es el arte de la elipsis”, dice Sartre en Situations II. El estibador, sin haber estudiado humanidades, deja que el auditorio se imagine todo lo que siguió: que el container se desprendió, cayó sobre el gordo Orsoni y lo mató, por ende al día siguiente se llevará a cabo una colecta entre los compañeros de trabajo para ayudar a la familia.

En esta crónica de barra se encuentran todos los elementos de una novela de tema social: el bar del puerto, el alcohol, el suspenso, el trabajo duro, la muerte, la solidaridad... Y, con un poquito de imaginación, la huelga en los muelles, un asesinato disfrazado de accidente laboral, la corrupción en el puerto de Ajaccio...

Hay que aclarar que el narrador era un estibador corso, y ya se sabe que los corsos tienen un buen sentido del diálogo y del relato.

(Tomado del blog “Île noire”)

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