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jueves, 17 de junio de 2010

HERMAN SIFONTES /Julio Bolívar


“…La generosidad un sentimiento indeclinable”
Eugenio Montejo
No puedo recordar la fecha exacta desde  que conozco a Herman Sifontes. Me imagino que esto le pasa a mucha gente cuando  se trata de personas que por arte de ser  especial, generosos y estimulante a tus ideas se hace parte de tu vida diaria, como se dice: parece que lo conocieras de toda la vida.
Creo que fue en Mérida en una de sus bienales dedicadas a Mariano Picón Salas cuando cruce ideas con él, junto al excelente escritor y mal director de bibliotecas Fernando Báez, el poeta Luis Alberto Crespo y el flaco Juan Villoro, fiesta que organizan con paciencia oriental Diómedes Cordero, Gregory Zambrano y el ingeniero y narrador japonés Ednodio Quintero, acodado en  Mérida desde hace años. Desde ese tiempo Sifontes y sus empresas apoyan este maravilloso encuentro. A veces pienso que fue en el IESA, junto con Sergio Dahbar, el ideólogo de El Librero, reeditábamos un libro fundamental de Finanzas, de Urbi Garay y Maximiliano González, por supuesto apoyado por Econoinvest; no estoy seguro pero creo que fue en la semana de la narrativa joven que fomentan los Torres (Héctor y Ana Teresa, por cierto no se parecen en nada, creo que no son hermanos, aunque se tratan como si lo fueran) en Chacao. Otras semanas pienso que fue en su oficina, hablando de un poeta ruso llamado Joseph Brosky.

Siempre me lo encuentro por estos días de junio en Carora. Allí los León: Armando y Jesús Enrique uno poeta y el otro también, uno más banquero que el otro, junto a Úrsula Rey artista plástico y una banda de poetas adolescentes (algunos y algunas han crecido, como Olimpa Bracho la extraordinaria poeta del Cardonalito) organizan un encuentro gigantesco de talleres literarios en Carora, transcurre una semana de lecturas y discusiones en torno al arte en todas sus manifestaciones. Todo esto bajo la sombra de la Fundación Guarimure , el grupo de empresa de Econoinvest, y de los amigos . Junto con escritores de fuste como el narrador José Pulido, Petruska Simme, Juán Páez Ávila, y el poeta Orlando Pichardo, andan economistas como José Gonzales, y de pronto aparece, como de la nada, a medianoche, silencioso como los fantasmas Juan Calzadilla y ocurre el milagro del encuentro alrededor de la palabra. Pero creo y estoy casi seguro que fue en la Gran Pulpería del Libro, en donde nos presentó el historiador y magnifico librero Rafael Ramón Castellanos en Chacaíto. Yo buscaba libros antiguos y él fotografías, creo que lo acompañaba Federico Pacanins, un tipo alto, parecido a un inglés que sabe de música cantidad y de la Billo y Rafa Galindo, me dicen.
Pero a veces me asalta la idea de que fue en Mene Grande, en el edificio de la Francisco de Miranda, no en el pozo seco al sur del lago, presentando un libro, o fue en los 10 años de Tal Cual, donde el Teodoro Petckoff se mandó un discurso como él acostumbra: inteligente y retrechero; yo bebía un vino tinto por insistencia de Teódulo López Meléndez y el impresor Juan Carlos Morón. Veníamos de la feria del Libro de Chacao y Armando León andaba con su chamaco comiendo helado de chocolate y hurgando en los stands de libros de esa esplendorosa feria municipal, allí mi amiga Rosa Virginia Urdaneta me había hablado de Herman también. 

A veces lo he visto discutiendo con los pesimistas de la economía, los hombres cultos del dinero y me sorprende ver y escuchar, su fe en el país y sus emprendedores, objetivo, sin estridencia, pero firme en sus creencias,.  Nadie sabe qué edad tiene, pero se trata de tú a tú con el Historiador Guillermo Morón.  Allí vi, en casa de Morón, por primera vez la colección completa de las ediciones de la Fundación Cultura Urbana. Un trabajo editorial muy importante. Pude tocar con placer ese magnífico libro que recoge la historia fotográfica del país.
Ya sé, ahora que recuerdo fue Vasco Szinetar el que me habló de él, o me lo presentó en la avenida Urdaneta. En fin, tal vez haya sido Rafael Arráiz quién me dio noticias de este señor de lo afirmativo, este amigo que parece de siempre, que me contó del origen de su familia y del emprendedor que fue su padre, en tiempos en que  la palabra emprendimiento no existía, el que en un almuerzo privado comentaba que para conocer más o menos bien un oficio se requerían una diez mil horas de trabajo y estudio, sobre ese oficio o profesión que uno escogiera. Él tiene ese oficio y seguro de que tiene más de diez mil horas de trabajo en el oficio de generar riqueza para un país.

miércoles, 9 de junio de 2010

LA CULTURA URBANA Y ECONOINVEST / Joaquín Marta Sosa


Fragmento del artículo de Joaquín sobre  la contribución al país de la Fundación para la Cultura Urbana y el Grupo de Empresas Econoinvest

Versión completa en
http://prodavinci.com/2010/06/08/cultura-urbana-y-econoinvest-en-el-corazon/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Prodavinci+(Prodavinci)

(...)
De allí que la intervención de una Casa de Bolsa de la transparencia, rectitud, magnitud, y éxito de Econoinvest, nos sacuda como un despropósito, nos parezca una incongruencia mayúscula. En el socialismo no hay Casas de Bolsa, se afirma (y ya no es verdad del todo), de allí que entre otras, por esa causa en el socialismo al que se alude lo que sí abundó y abunda para la mayoría es el empobrecimiento y la miserabilización de la calidad de vida.
Pero hay más, esta empresa la fundó y desarrolló un grupo de venezolanos, en Venezuela, jóvenes todos ellos, con una demostración incontestable de la capacidad emprendedora atesorada en el país. Grupo que, además, emprendió formas modernas, originales y eficaces para estimular el ahorro, convertir a miles de personas en accionistas, facilitar créditos con claridad y celeridad para que la vida económica nacional pudiese mantenerse a flote, desatascar el mercado de divisas para que el país no se asomara a una escasez ponzoñosa, para abrir rendijas al irnos deslastrando del peso de la “petroeconomía”. Todo con tal grado de apego a leyes, normas y reglas, que se desmintió ese aserto de que sólo al margen de la legalidad se alcanzan resultados importantes.
Pero Econoinvest no se redujo a cultivar su jardín, a ensimismarse en su triunfo como proyecto empresarial. Gracias a los resultados que obtuvo, decidió invertir, desde un espíritu que ya se creía perdido, el del entusiasmo de un mecenas renacentista, en, por ejemplo, el patrocino del programa de Nuevo Periodismo Iberoamericano, el proyecto de recuperación de las ciudades venezolanas (Cien ideas para Caracas, para Valencia, para Maracaibo…), la invitación a intelectuales y escritores mayores de nuestro tiempo, a figuras del urbanismo, a Alcaldes con experiencias triunfantes a cuestas; también a tejer relaciones con el mundo cultural, periodístico y empresarial colombiano como un modo de aliviar tensiones en cuya persistencia sólo pierden los dos pueblos.
Pero, en especial, resalto esa obra espléndida que es la Fundación para la Cultura Urbana, bajo la responsabilidad de Rafael Arráiz Lucca, con su reconocidísimo Concurso Anual Transgenérico, su extraordinario, en calidad y cantidad, fondo editorial, su rescate de la historia y de la memoria fotográfica y musical nacional. En fin, un poderoso impulso moderno e innovador para la vida cultural, intelectual, urbana del país que, hoy por hoy, es tan indiscutible como reconocido.
Que el resultado de este esfuerzo, de esa energía invertida incondicionalmente en Venezuela por venezolanos, corran el peligro de resultar baldío, incomprensiblemente asediado, nos mueve a estupor pues si bien acaso no todos seamos Econoinvest, si lo fuésemos el país sería irreversiblemente mejor.

martes, 8 de junio de 2010

UN MECENAS VENEZOLANO/ Héctor Abad Faciolince


Versión completa en
http://www.elespectador.com/columna-207068-un-mecenas-venezolano

Desde hace diez días está preso Herman Sifontes, un gran empresario y mecenas venezolano. Desde su Fundación para la Cultura Urbana y desde Pro Davinci, este banquero excepcional ha sido un gran impulsor de la música popular venezolana, de la fotografía histórica, del urbanismo, del periodismo y de la literatura. Pero de un momento a otro, por el único pecado de ser rico (no porque haya robado, sino gracias a un trabajo serio en la banca y en la bolsa), se ha convertido en enemigo del presidente venezolano, que ordenó su arresto con motivaciones absurdas y sinuosas.

 El coronel Chávez dijo esta semana que les declaraba la guerra a los ricos. Como sus políticas económicas son un tremendo fracaso, tiene que buscar un culpable, y nada mejor que meterse con lo poco que queda de la empresa privada venezolana: Polar y algunos bancos. La labia de Chávez es incontenible: uno apaga la radio y él sigue hablando; uno apaga la televisión y él sigue hablando; uno se duerme y él sigue hablando; uno se despierta y él sigue hablando. Y en su verborrea incontenible su última obsesión es que “los ricachones se irán al infierno”.
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Herman Sifontes y sus compañeros de Econoinvest son presos del Presidente, no de los
jueces. Él ha resuelto que todos los banqueros son ladrones. Ese es un viejo mito de la izquierda y tener preso a un banquero da réditos políticos. Venezuela tiene una economía distorsionada; para empezar, no se sabe realmente cuánto vale un dólar. Y los boliburgueses (los funcionarios del régimen que se han vuelto millonarios gracias a esta distorsión) han usado  los bancos, con herramientas que eran legales, para jugar con esa distorsión del dólar a tres precios: uno oficial, otro legal, otro real. De repente Chávez cambia la ley, y decide que son delitos retrospectivos aquello que se hacía según la ley anterior.
 Herman Sifontes es un mecenas que ha hecho muchísimo por la cultura venezolana. También por la amistad cultural entre nuestros dos pueblos. Es un hombre sereno y bondadoso al que, cuando se le preguntaba por qué no se iba al exilio, decía que confiaba todavía en la capacidad de regeneración de Venezuela. Ahora es un símbolo más de las infamias de Chávez. ¿Los banqueros son ricos? Claro, en cualquier parte del mundo. ¿Por qué? Porque todos los que tienen un ahorro, de izquierda o de derecha que sean, cuando lo meten a un banco, no quieren perder su plata y quieren recibir los mayores intereses posibles. Nadie le entrega su plata a un banquero pobre y le dice: “Aquí están mis ahorros, págueme lo menos que pueda”. Los bancos ganan porque todos somos codiciosos. ¿Quieren cambiar esta regla del capitalismo? Cámbienla. Pero no metan presos a los que jugaban limpiamente con las reglas anteriores. Eso es infame.
Héctor Abad Faciolince
FOTOGRAFIAS: Herman Sifontes se dirige al auditorio que asistió a la apertura de la moderna Sala Eugenio Montejo en IESA, equipada y acondicionada por Econoinvest. En ese homenaje a Montejo habló el poeta Rafael Cadenas y participaran decenas de intelectuales venezolanos.


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