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Desde hace diez días está preso Herman Sifontes , un gran empresario y mecenas venezolano. Desde su Fundación para la Cultura Urbana y desde Pro Davinci, este banquero excepcional ha sido un gran impulsor de la música popular venezolana, de la fotografía histórica, del urbanismo, del periodismo y de la literatura. Pero de un momento a otro, por el único pecado de ser rico (no porque haya robado, sino gracias a un trabajo serio en la banca y en la bolsa), se ha convertido en enemigo del presidente venezolano, que ordenó su arresto con motivaciones absurdas y sinuosas.
El coronel Chávez dijo esta semana que les declaraba la guerra a los ricos. Como sus políticas económicas son un tremendo fracaso, tiene que buscar un culpable, y nada mejor que meterse con lo poco que queda de la empresa privada venezolana: Polar y algunos bancos. La labia de Chávez es incontenible: uno apaga la radio y él sigue hablando; uno apaga la televisión y él sigue hablando; uno se duerme y él sigue hablando; uno se despierta y él sigue hablando. Y en su verborrea incontenible su última obsesión es que “los ricachones se irán al infierno”.
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jueces. Él ha resuelto que todos los banqueros son ladrones. Ese es un viejo mito de la izquierda y tener preso a un banquero da réditos políticos. Venezuela tiene una economía distorsionada; para empezar, no se sabe realmente cuánto vale un dólar. Y los boliburgueses (los funcionarios del régimen que se han vuelto millonarios gracias a esta distorsión) han usado los bancos, con herramientas que eran legales, para jugar con esa distorsión del dólar a tres precios: uno oficial, otro legal, otro real. De repente Chávez cambia la ley, y decide que son delitos retrospectivos aquello que se hacía según la ley anterior.
Héctor Abad Faciolince
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