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martes, 8 de junio de 2010

UN MECENAS VENEZOLANO/ Héctor Abad Faciolince


Versión completa en
http://www.elespectador.com/columna-207068-un-mecenas-venezolano

Desde hace diez días está preso Herman Sifontes, un gran empresario y mecenas venezolano. Desde su Fundación para la Cultura Urbana y desde Pro Davinci, este banquero excepcional ha sido un gran impulsor de la música popular venezolana, de la fotografía histórica, del urbanismo, del periodismo y de la literatura. Pero de un momento a otro, por el único pecado de ser rico (no porque haya robado, sino gracias a un trabajo serio en la banca y en la bolsa), se ha convertido en enemigo del presidente venezolano, que ordenó su arresto con motivaciones absurdas y sinuosas.

 El coronel Chávez dijo esta semana que les declaraba la guerra a los ricos. Como sus políticas económicas son un tremendo fracaso, tiene que buscar un culpable, y nada mejor que meterse con lo poco que queda de la empresa privada venezolana: Polar y algunos bancos. La labia de Chávez es incontenible: uno apaga la radio y él sigue hablando; uno apaga la televisión y él sigue hablando; uno se duerme y él sigue hablando; uno se despierta y él sigue hablando. Y en su verborrea incontenible su última obsesión es que “los ricachones se irán al infierno”.
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Herman Sifontes y sus compañeros de Econoinvest son presos del Presidente, no de los
jueces. Él ha resuelto que todos los banqueros son ladrones. Ese es un viejo mito de la izquierda y tener preso a un banquero da réditos políticos. Venezuela tiene una economía distorsionada; para empezar, no se sabe realmente cuánto vale un dólar. Y los boliburgueses (los funcionarios del régimen que se han vuelto millonarios gracias a esta distorsión) han usado  los bancos, con herramientas que eran legales, para jugar con esa distorsión del dólar a tres precios: uno oficial, otro legal, otro real. De repente Chávez cambia la ley, y decide que son delitos retrospectivos aquello que se hacía según la ley anterior.
 Herman Sifontes es un mecenas que ha hecho muchísimo por la cultura venezolana. También por la amistad cultural entre nuestros dos pueblos. Es un hombre sereno y bondadoso al que, cuando se le preguntaba por qué no se iba al exilio, decía que confiaba todavía en la capacidad de regeneración de Venezuela. Ahora es un símbolo más de las infamias de Chávez. ¿Los banqueros son ricos? Claro, en cualquier parte del mundo. ¿Por qué? Porque todos los que tienen un ahorro, de izquierda o de derecha que sean, cuando lo meten a un banco, no quieren perder su plata y quieren recibir los mayores intereses posibles. Nadie le entrega su plata a un banquero pobre y le dice: “Aquí están mis ahorros, págueme lo menos que pueda”. Los bancos ganan porque todos somos codiciosos. ¿Quieren cambiar esta regla del capitalismo? Cámbienla. Pero no metan presos a los que jugaban limpiamente con las reglas anteriores. Eso es infame.
Héctor Abad Faciolince
FOTOGRAFIAS: Herman Sifontes se dirige al auditorio que asistió a la apertura de la moderna Sala Eugenio Montejo en IESA, equipada y acondicionada por Econoinvest. En ese homenaje a Montejo habló el poeta Rafael Cadenas y participaran decenas de intelectuales venezolanos.

viernes, 23 de abril de 2010

GRACIAS, UCV / Rafael Cadenas


                                                                                                  Palabras leídas por Rafael Cadenas 
en el Auditorio de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV, 
al inicio de las X Jornadas de Investigación
La palabra que más he usado desde hace meses es gracias, y hoy debo decir de nuevo
gracias por esta distinción que valoro mucho porque viene de la Facultad de Humanidades y Educación, pues yo estudié en la Escuela de Letras.

Allí entré en 1958 cuando cayó la dictadura militar, que debe ser la última, a menos que nos descuidemos. Dos años antes había regresado de Trinidad donde hice mi pasantía como exilado. Fui expulsado del país no sin pasar cinco meses en la cárcel modelo por haber tomado, a modo de protesta, el edificio donde todavía funcionaba esta universidad.

Entre los participantes en esa acción que formaba parte de la primera gran huelga universitaria recuerdo a Manuel Caballero, historiador y oponente inveterado de todos los gobiernos; a  Guillermo Sucre, altamente apreciado como poeta y ensayista por críticos e innumerables lectores; a Eleazar Díaz Rangel, director de Últimas Noticias, a Eduardo Planchart, Ismael Rodríguez, Pedro César Izquiel, Pedro Laprea y Juan Zeiden, quienes se graduaron fuera del país.

Cuento sucintamente esto porque una nueva amenaza se cierne sobre la Universidad. Tengo la impresión de que el actual régimen quiere apoderarse de ella con la colaboración de los segundones, como llamó Rómulo Gallegos a ex universitarios salidos de aquí que apoyaron la dictadura. Ahora son otros los segundones.

Esta Universidad fue fundada en 1721 por el rey Felipe V, y en 1827, Bolívar, a instancias de José María Vargas, decretó unos Estatutos universitarios republicanos dándole también el nombre que hoy lleva muy dignamente de Universidad Central de Venezuela.

Según mi cuenta, le falta muy poco para cumplir tres siglos pues tiene 288 años. El actual gobierno, a su lado, es menor en edad y ya atenta contra ella. De esa longevidad le viene su solidez institucional. Por ello ha sobrevivido a todos los acosos. Menos mal que el poder de la anticultura es transitorio.

Hoy tampoco podrá doblegar esta casa que nunca ha tenido amo, y está muy crecida para aceptar uno ahora. Nos toca defenderla de nuevo.                   

Tomado de TalCual, edición digital, 23 de abril de 2010

jueves, 19 de febrero de 2009

EN BUSCA DE LA REALIDAD PERDIDA/ Pablo Antillano

“ En Las páginas que siguen cuento la historia de mi amigo, el camarada y correligionario Franz Tunda.

Sigo en parte sus notas, y en parte sus relatos.

No he inventado nada, no he compuesto nada. No se trata ya de “poetizar”. Lo más importante es lo observado.”

JOSEPH ROTH

Paris, marzo de 1927

(Prólogo a su novela “Fuga sin Fin”*)

Desde hace tiempo nos hemos acostumbrado a celebrar al periodista que, finalmente, logra escribir una novela o un libro de cuentos, o a aquellos cuya prosa cotidiana es iluminada por metáforas o giros ingeniosos que se atribuyen al mundo de “lo literario”. En cambio, es mucho menos frecuente escuchar los elogios de una gran novela o de un cuento por su condición periodística.

A nadie se le ocurriría decir, por ejemplo, que la novela “India” de V.S. Naipaul o los “Hijos de la Media Noche” de Salman Rushdie podrían tener tanto o más valor que una hemeroteca completa, o que un centro de información documental, para informarnos con lujo de detalles sobre la India contemporánea. Sólo la experiencia de atravesar ese subcontinente, de Mumbai a Chennai, de Agra a Kerala, con ese par de novelas bajo el brazo nos puede ilustrar acerca de la formidable dimensión de su vigor informativo y periodístico, más allá de sus valores históricos, de los poéticos y de sus estrategias de ensoñación narrativa.

O que la novela de Roth, a la que se refiere el epígrafe, es imprescindible para conocer y sentir los avatares de una revolución en sus comienzos. Esta breve novela cuenta la historia de un soldado austriaco que intenta volver a su país tras la derrota astro-húngara en la I Guerra Mundial y que se ve envuelto en la revolución rusa. Nos permite mirar de cerca el amor moralista y combativo de las Natashas, la confusión de las ideas, la refinación e hipercrecimiento de aparato administrativo de los bolcheviques, el espacio de la ambición personal, el lugar del idealismo, la vigilancia permanente, el sentirse observado y no saber quien es el que te observa. Un relato que, para saber lo que pasa, vale más que los ensayos de Preobrazensky o del mismo Lenin, y penetra la realidad con más vigor que el Pravda o el Iszvestia.

“Una revolución sin guillotina –escribe Roth – era tan imposible como sin bandera roja, ...recorría tambaleante las calles de Moscú con las vestimentas rotas y poco formales del ejército rojo, no encontrando otra expresión para su emoción que el texto modificado de La Internacional. Hay momentos en la vida de los pueblos, de las clases, de los hombres, en los que la vulgaridad de un himno pierde importancia frente a la solemnidad con la que se canta. No siquiera los escritores profesionales estaban a la altura del triunfo de la revolución rusa. Todos utilizaban recursos fáciles y escribían palabras gastadas. Tunda no tenía idea de la banalidad de esas palabras, le parecían tan grandiosas como el tiempo en que vivía, como el triunfo que había alcanzado.

A Natasha solo la veía por la noche.

Tenían una cama en una habitación en la que vivían tres familias, y guisaban en un infiernillo de alcohol que alimentaban con petróleo. Una cortina hecha....”

Muchos pueden pensar igualmente, siguiendo este razonamiento, que la mejor información sobre la conmoción política e institucional que sacude hoy a Venezuela no se encontrará más tarde en los ensayos o en los periódicos, sino que se preferirán los relatos, los poemas y las novelas, especialmente aquellas novelas en las que la auto-conciencia de los personajes es atenuada, en las que las ideas jueguen un papel más modesto y en las que se permite el milagro de la trasmutación entre el cuerpo de la realidad y el de su expresión con menos interferencia.

Los secretos de este encuentro entre la realidad y su expresión se muestran como desafíos apasionantes para nuestro Rafael Cadenas cuando lee para nosotros la carta de Keats a Richard Woodhouse (1848):

Keats se acercó a eso – dice Rafael Cadenas—con una inocencia que está en el campo mismo al que nos conducen sus palabras, allí donde la realidad brilla recuperada, con la fuerza que le es propia, pues no está mediatizada por ninguna identidad, y sus relieves se sienten incrementados, como en el niño para quien el mundo tiene un esplendor intenso que después desaparecerá, y los colores arden y los sonidos traspasan y las texturas hablan, pues no hay barreras que produzcan opacidad y es como si unos cuerpos penetraran en otros y ya no hubiera cuerpos sino un puro sentir, o como si los cuerpos, ya sin sus defensas, entraran en otro tipo de comunicación en que todo se compenetra.”[1]

Entonces –concluye -- la realidad ha de mostrarse tal como es, con su peso propio, su fuerza, su misterio, libre de la cortina de ideas que impide sentirla.

* Roth, Joseph. Fuga sin Fin. Acantilado, Barcelona, España, 2003

Fotos de Joseph Roth y de José Stalin: una revolución sin guillotina era tan imposible como sin banderas rojas...



[1] Cadenas, Rafael. Realidad y Literatura. Universidad Simón Bolívar. Editorial Equinoccio

jueves, 29 de noviembre de 2007

DERROTA / Rafael Cadenas


Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una
solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo
que creí que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
que poco me ha faltado para echar a correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preterido en aras de personas más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas veces
más burlado en mi ridícula ambición
que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo
("Ud. es muy quedado, avíspese despierte")
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada a cambio
que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero por todas esas cosas y por otras cuya
enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he podido
encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas horas haya
sido humilde hasta igualarme a las piedras
que he vivido quince años en el mismo círculo
que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado
que nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme,
barrer todo y crear de mi indolencia, mi flotación, mi extravío una frescura
nueva, y obstinadamente me suicido al alcance de la mano
me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los
otros
y de mí hasta el día del juicio final.

Rafael Cadena (Barquisimeto 1930) poeta y ensayista venezolano. Profesor de la Escuela de Letras de la Universidad Central. De sus libros de poesía y ensayo podemos destacar, "Los cuadernos del destierro" en 1960, "Falsas maniobras" en 1966, "Memorial" en 1977, "Intemperie" en 1977, "Anotaciones" en 1983, "Amante" en 1983, "Dichos" en 1992, "Gestiones" en 1992 y "Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística" en 1995.


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