jueves, 26 de junio de 2008

AMORES DE UN GRAN BARRERO/Alberto Rodríguez Barrera-



Quizás fue en algúna barra caribeña donde Ernest Hemingway expuso una teoría codificada según la cual cada hombre tenía asignada en la vida una cierta cantidad de orgasmos, razón por la cual éstos debían ser cuidadosamente distanciados. Otra de sus teorías afirmaba que si uno tenía sexo a menudo, podría comerse todas las fresas que quisiera sin contraer urticaria, aun cuando fuera alérgico a las frutas. También tenía un consejo: "Si dos personas se aman, no pueden tener un final feliz, porque uno de ellos debe morir y el otro quedará privado de felicidad".

El ganador de premios como el Pulitzer y el Nobel tuvo una vida que fue calificada como "una rebelión que nunca terminó", quizás en reacción a que su madre le hizo vestir en su infancia ropa de "niñas" durante varios años, haciéndolo escapar de casa a los 15 años. En París tuvo la guía de Scott Fitzgerald, Ezra Pound y Gertrude Stein, y aunque buscó la fama no le gustaba estar bajo sus luces, creándose la imagen viril del macho man retraído, de aventurero, boxeador, cazador, corresponsal y soldado, viviendo luego en Cuba hasta que llegó Fidel al poder y se mudó a Idaho. Y cuando la depresión y la ansiedad le impidieron escribir, recibió terapia de electro-shock y se mató con una escopeta el 2 de julio de 1961, con el twist en pleno furor.

Hemingway se pintaba como un gran amante, que cuando joven en París tenía que hacer el amor tres veces al día y tomar drogas de sedación sexual para calmar su rabiosa libido. Aunque no le gustaba el sexo casual, alardeaba de ser "un chulo amateur" y comparaba el sexo con las carreras de bicicleta, en cuanto a que mientras más la montas, mejor lo haces. Le gustaba dominar a sus mujeres, creyendo que el hombre "debe gobernar" en las relaciones sexuales. Tres de sus cuatro esposas aceptaron la regla, pero la tercera dijo después que Hemingway no tenía cualidades redentoras fuera de sus escritos. Para "Papa" ella fue su "más grande error".

En sus cartas, Hemingway dijo haber tenido un harén de negras durante un safari en Africa, y como estridente mujeriego, su amiga Gertrude Stein sugirió que era un homosexual latente. Y el torero Sydney Franklin le dijo una vez al escritor Barnaby Conrad que "el problema de Hemingway toda su vida" fue "la preocupación de tener la picha pequeña", elevando el dedo meñique como muestra.

Pero Hemingway alardeaba de su potencialidad sexual y de haber tenido como amantes a Mata Hari, una princesa italiana, una princesa griega, rameras obesas de Michigan y prostitutas de La Habana con sobrenombres tan exóticos como Xenofobia, Leopoldina y la Puta Internacional. Sus sueños eróticos eran con Greta Garbo y Marlene Dietrich, pero en la vida real prefería sumisas y curveadas rubias o pelirojas, aunque sus amigos lo creían "un puritano" porque lo veìan sonrojarse cuando era acosado por las prostitutas y lo escuchaban decir que "sólo los que estaban enamorados podían hacer el amor".

Hemingway consideró el divorcio de su primera esposa, Hadley Richardson, un "pecado" que no podía expiar, y fracasó cuando se enamoró de Pauline Pfeiffer, una hermosa sicofante (Hadley acordó darle el divorcio después de obligarlos a estar separados por 100 días). La relación con Pauline terminó por razones sexuales: tras dos cesáreas se vieron forzados a practicar coitus interruptus porque el catolicismo de ella excluía el uso de profilácticos. La tercera esposa, Martha Geilhorn, era muy independiente y autora reconocida por derecho propio, pero ella y su afilada lengua no cedieron a la adoración ciega y la sumisión que él exigía. La cuarta, Mary Welsh, estaba hecha a la medida: paciente, adoradora, joven y bella, una "Rubens de bolsillo", como él la llamaba, y que aguantó hasta el tiro de la escopeta porque pasaba por alto el difícil comportamiento de Hemingway y los numerosos amoríos que él ni se ocupaba de mantener en secreto.

Muchas de las mujeres de Hemingway parecían ser modelos para su ficción, pero ninguna ganó su corazón completamente, ya que él nunca las dejaba acercarse lo suficiente para dejar que manejaran su vida. A un amigo le dijo: "Yo conozco a las mujeres, y las mujeres son difíciles."

No hay comentarios:


Click aquí