viernes, 26 de octubre de 2007

LA TABERNA ERRANTE / Gustavo Méndez

“La aventura podrá ser loca, pero el aventurero ha de ser cuerdo”

G.K. Chesterton

La cicatería de mi amigo barroso es conocida en los figones de Las Mercedes. Se la encomia y no se la denosta porque así como es cierto que nunca ha invitado una copa a ningún parroquiano tampoco se la ha gorreado nadie. Esa noche, antes de entrarle a su comedida ración diaria de whisky, preguntó por precios. La respuesta: —“el nuevo impuesto, usted sabe”, lo hizo montar en ira.

A la edad del roñoso, no puede llamar al pueblo a la calle, a la insurrección, bajo la lluvia, con gases lacrimógenos, como lo hicieron los valientes estudiantes uno de estos días. Se limitó a amedrentarnos con las nuevas medidas que el gobierno tomaría, fuertemente influido éste por algún fundamentalismo religioso. Sería la abstención del consumo de bebidas alcohólicas, como una suerte de fast track al Paraíso musulmán.

Es sabido que los gobiernos —cualquiera de ellos— detestan y envidian la felicidad de sus ciudadanos. “El poder dejaría de ser poder si no tratase de poner obstáculos y límites y de incordiar el disfrute de los mínimos placeres de la gente”, nos dijo. Habituado a soslayar los problemas y pensar en las soluciones, propuso la ejecución de un plan que llamó «LA TABERNA ERRANTE», tomada, naturalmente, de la literatura de ficción y no de algún texto revolucionario, de los que se escribían cuando la Revolución era revolución y no parodia retórica.

Con ligereza, la obra de G.K. CHESTERTON «THE FLYING INN” podría ser tomada por una novelilla dirigida a provocar la risa de sus lectores (mínimo placer). En verdad, quizá porque el humor es más subversivo que la ‘gravedad’ la novela es un espectacular canto a la libertad. CHESTERTON era un tenaz partidario de casi todas aquellas actividades que, a la descubierta, por perseguir la felicidad, están prohibidas, son inmorales … o engordan. Fumaba y bebía, antes y después de consumir gruesas lonjas de cualquier mamífero de 4 patas. Y lo celebraba y aconsejaba la imitación.

En la novela, el gobierno dicta un decreto por el que se ordena el cierre de toda taberna en Inglaterra. Dalroy y Hump, los 2 héroes (nunca mejor utilizada la expresión) hacen rodar por toda Inglaterra el único (inacabable, por fortuna) barril de ron que pudo sobrevivir al holocausto ordenado. La pertinaz persecución del régimen no podía evitar que en cualquier paraje levantasen una ‘barra errante’ para convocar a los ciudadanos al festejo, a la alegría, a la celebración del día, a la tertulia, y, por supuesto, a burlarse de los gobernantes.

Si quieren saber el final de la novela, envíenme un e-mail a gema1943@gmail.com. Coloquen en “Asunto” la frase “TABERNA ERRANTE”. O haga click en el título de esta nota y obtenga una copia de la versión original en inglés.

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