viernes, 14 de diciembre de 2007

UN COÑAZO NOSTÁLGICO DESDE LA UMBRIA/ Manel Martínez

Fue un verdadero coñazo Pablo, un encontronazo, penetrar en tu código de barras. Me vi metido de verdad en el tunel del tiempo. Ese Raúl Fuentes, lejano del casi marginal que yo conocí, con esa pinta de dueño del local y primer candidato a prenderle fuego con todos los amigos-parroquianos dentro. Ese Carlos Gimenez, colega y "contraparte" en jerga de la FAO. Muy entendedor y aprovechador de las reglas del juego, de pura buena intuición pero yo siempre le sospeché un lado sano, una almita. Y míralo aquí tan contento, tan en su lugar.

Paseándome luego por todas esas fotos me he topado con todos mis "yos", allí bebiendito, con la diferencia de que ellos se quedaron y yo me fui. Quizás por eso es que se ven un poco mas inchaitos, con tanta barras, pero, por lo demás, la misma vaina. Seguro que si pudiera hablar con ellos terminariamos encontrando recuerdos comunes.

Cuando estuvimos en Caracas el año pasado, y no te vimos, estuvimos de acuerdo con Marimé que las barras de Caracas son lugares mágicos. Afuera está ese soberano peo, esa humanidad que hasta ahora no sabíamos donde estaba y que ahora llena las calles e impregna el asfalto de humanidad. Está también eso que llaman el modernismo mezclado con el miedo y la crispación. Adentro cambia la temperatura, la luz, los sonidos y ahí estás en un especie de oasis extraño y naturalmente imperfecto. Es curioso porque cuando yo llegué a Caracas en el 58 las únicas barras que existian eran las de la Candelaria, réplicas de las que dejaron atras los españoles en su península. Luego la cosa cogió cuerpo y se pintó de Caribe. Durante muchos años pasó para mi de lo folklórico al campo de batalla del amor. Detenidas casi en el tiempo, esas barras me acogieron el año pasado con el mismo sabor tradicional que hace veinte años.

Ya se que suena a pura nostalgia, casi a ñoñería, pero debo decir en mi defensa que yo siempre demostré mi total admiración por esos lugares. Quiza la "alternativa" en lenguaje taurino, me la dieron en mi período margariteño. Tu sabes como era mi vida allí. Una mezcla de absoluta irreflexión y gozadera no irrefrenada, porque aquello de que soy catalán, pero...bien. Iba con frecuencia, después del trabajo, desde Boca de Rio a Porlamar, a jugar pelota vasca en un colegio de curas que nos prestaba el frontón. Después nos ibamos a una barra de neta orientación española. Solo un angel de la guarda de excepción impidió que me escoñetara en uno de esos regresos a Macanao. Ya en la barra (el mentidero) comenzaba la conversadera. Yo, casi profano en ese ejercicio, trataba inocentemente de ponerle racionalidad al asunto. Un dia me di cuenta de que me llamaban, de vacilón, profe, doctor y todo eso y tuve la revelación, "el insight" de que allí se podía hablar de la madre, la patria, la amistad y las mujeres pero no regían las reglas de "afuera", no es que fuera irracional, es que era otro tipo de racionalidad. Por eso cada vez que oigo a un político o a un filósofo desmenuzar sesudamente una idea y tratar de demostrar su punto, me acuerdo de las barras y las admiro mucho mas.

Te podría decir mucho mas sobre el tema pero no quiero que esto pase a la categoría de rollo. Podría hablar por ejemplo de las nobarras de Roma o la Umbria , de indudable influencia vaticana y comentar un poco esas sabrosas declaraciones de algunas señoras de esas barras. En fin, que me ha encantado tu código de barras. !Bravo Pablo!

Un abrazo.

Manel

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