¡Hola amigos! Desde el exterior, les saludo con alegría y con nostalgia. Todos ustedes lo saben pero —por modestia, seguramente— no lo dicen: la mayor virtud de las barras caraqueñas fue la calidad de sus conversaciones y lo fresco de sus chismes. Estos, errados, verdaderos, malintencionados ... siempre eran creíbles; tanto que podían servir de pasaporte para que la compañera abriese la puerta del hogar. Tratárase de fútbol, tennis, béisbol, literatura, chismes del día, política (mundial o local) o cualquier otro valedero, invariablemente había 2 ó 3 ó 4 expertos dragoneando con sus conocimientos sobre el tema, siempre con muchísima propiedad, aun cuando —paradójicamente— lo hicieran desde puntos de vista enfrentados. De allí su gracia.
Conozco a algunos de los habitués de “CÓDIGO DE BARRA”; he abrevado con ellos, al menos desde los tiempos de la República del Este. Me he calado sus desplantes e intemperancias … y también sus manifestaciones afectivas y sus demostraciones de amistad. He trasegado en su compañía whiskies de 4, 8 o 12 años (pocas veces nacionales), cervezas, lights o verdes, vodka, ginebra (éstas, siempre importadas), rones; al abrirse las tabernas, al atardecer y hasta
Lo que no puede decirse es que estos ‘barrosos’ no hubiesen sido comprometidos ―”afectos” como dicen los periodistas de ahora― y que no defendiesen con ardor y vehemencia sus puntos de vista, cualquiera que ellos fuesen. En mi última visita a Caracas me llamó poderosamente la atención la segregación de los grupos: en un extremo de la barra o en propia mesa, los “rojitos”; en la otra, los “escuálidos”. Será que la “literatura oral” que practicaba la pandilla de Caupolicán que aparece en la foto, ahora no se lleva. También noté la neutralidad de los canales sintonizados en la pantalla de televisión, sobre la barra: deportivos, ambientales, etc. Nunca informativos, ni siquiera extranjeros. Así como aquella “República del Este” de alguna forma se parecía a la otra, a la que imitaba, este “CÓDIGO DE BARRA” pareciera ser, con el perdón, una réplica de las barras de ahora. Quizás sea un acierto.
¿Qué ha pasado? ¿Llegamos a la felicidad de los suecos? ¿No tenemos conflictos, ni existenciales ni de ningún otro tipo? ¿Una incursión a la melancolía? ¿Patria y Hummer, venceremos?
* Pablo: el texto anexo me lo envió un amigo que los manes de la Historia aventaron hacia el Medio Oriente. Por las razones que explica en su nota de envío considera prudente mantener su nombre bajo reserva. No obstante, no veo que relación haya entre la sharia y el anonimato. Ni que mi amigo fuese Salman Rushdie. Gustavo Méndez
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