martes, 25 de septiembre de 2007

CONFESIONES DE UN BEBEDOR/ Humberto Márquez


"Quiero que cuando muera,
con vino se me lave
Y que se rece en nombre del
amor y la copa
El que el Día del juicio
desee dar conmigo,
En el umbral de una taberna
ha de encontrarme"


Omar Khayyam

Cuando uno llega a la tercera y se quiere robar el home de las edades, la cosa ya no es como antes. Un día llega el veredicto médico de la prohibición hasta nuevo aviso, que puede convertirse en que mas nunca se podrá a volver a beber. Es el momento de la gran reflexión y de la gran decisión, cuando pasamos la primera semana y no vemos elefantes amarillos en las paredes, por lo menos entendemos que alcoholismo no era, después vienen las negociaciones con el médico, aunque todos repiten el eterno ritornello: "Whisky 18 años y muy de vez en cuando". Uno insistirá en el ron 18 de la bodega privada y ante el gesto de incomprensión, uno pontifica que si el problema es de añejamiento debe ser parejo para el ron que para el escocés.


Después viene el artículo a lo Ludovico Silva: "Adiós al alcohol" y luego de dos semanas de exámenes y tactos inconfesables, convenimos en prometer que si cumplimos religiosamente el horario de comidas y dejamos el café, los refrescos, el cigarro a media máquina, las frituras y la comida chatarra; podremos beber a discreción siempre y cuando no bebamos un vodka con asopao de langostas que nos devolvió a la emergencia de la clínica la semana pasada. De todos modos, no será tan difícil cumplir esas instrucciones porque beber en familia es peor que bailar un bolero con una hermana. (CONTINUARA)

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