Suena un tanto cursi enunciar una breve colaboración sobre cantinas de esta manera quinceañera y rosa, pero la verdad es que lo he imaginado y verbalizado tanto en diversos momentos de la vida, con muchos amigos, que ya no puedo sustraerme de compartirlo con ustedes y sobre todo, en un foro de tanta convivencia perspicaz, y con uno de los más afortunados nombres en el universo blogista: Código de Barra. Sin duda la codificación inteligente de ese mundo etílico ha dado y seguirá dando para mucho, porque además de crónica amena y sui géneris es un sitio lúdico con hondo calado literario que les recomiendo
Mi cantina de sueño o de ensueño no es muy difícil de conjeturar. Lo adivinarán quienes sienten una inclinación poderosa por el cine, la industria que más ha hecho por colocar en nuestro imaginario los escenarios de casas de bebidas más propicios al encuentro y a la convivencia, por no hablar de las rupturas y los desaguisados. Ya habrán imaginado que solo puedo referirme, en primer lugar, al set donde fue filmada gran parte de la película "Casablanca", el Rick´s Café Americain. Aunque conozco algunos remedos, uno de ellos en Ixtapa, México, nunca me deparé con una reproducción escenográfica que nos hiciera revivir el clima de la más afortunada chiripa (Disquisición: confirmando en un mataburros la acepción de chiripa, desprendo que debería de usar la voz inglesa Serendipity, sobre todo en Venezuela, porque allá significaría cucaracha de menos de dos centímetros, también llamada Moca, en alusión al grano del café) de la cinematografía mundial. Hay que agradecer con todo el corazón el golpe de suerte que llevó a Curtiz a escoger a Humprey Bogart, en lugar del impresentable y mediocre de Ronald Reagan. Mi bar de "Casablanca" me lo imagino igual al cabaret de la película donde adicionalmente debería instalarse un piano similar y contratar a un cantante negro que interpretara cada hora, a la hora en punto, el tema de la película, "As times goes by". Independientemente de que el 14 de julio de cada año podría honrarse también a la "Marsellesa", con el espíritu antifascista que nos urge recuperar en el mundo. En un principio, decía yo en tiempos pretéritos, se deberían servir tan solo "Champagne Cocktail" , "Martines" secos en la receta desértica de Buñuel y "Manhatan". Hoy agregaría toda suerte de rones y tequilas de verdadera caña y agave y vinos tintos de la Ribera del Duero y blancos Albariños y Alvarinhos. . En el bar ideal no podría faltar una sala mullida donde se proyectara “Casablanca”, ininterrumpidamente. No hay otra cinta que conjugue mejor la sobriedad y la embriaguez amorosa. Me imagino también los olores, en función de los platos que deberían servirse, todos ellos de influencia gastronómica árabe y levantina. En el aire respiraríamos cardamomo, rosmarino y aromas a cafés intensos, como el del mal llamado turco, lo que más se acerca a los benditos mejunjes del espresso, y se aleja del “americano” que ni es americano ni es café, recalentado y bebido a litros en los típicos tazones horrendos Claro que ya entrados en gastos y partir del homenaje a la tibia frialdad erótica de la Bergman, el restaurante y piano bar bien podría poseer una bien montada librería con temas de alcoholes, poesía, gastronomía, novelas de ebrios trascendentes a lo Malcom Lowry, y Hemingway; ah, y una galería con fotografías de épocas en que la galantería ascendía a paraísos terrenales factibles de verificarse tan solo en mitológicas barras de bares. Ya les contaré, con más espacio y tiempo, sobre la bendita barra del "Antonios" en Río de Janeiro, que me deparó vivencias del calibre de las canciones de Vinicius de Moraes, por cierto, asiduo cliente del mágico bar de mi gran amigo gallego Manolo (quien publicó mi libro de poemas bilingües "Indistinta"), donde Tom Jobim escribiría "Aguas de Marzo" y, siempre las malas lenguas, habría quedado prendada de un famoso periodista brasileño una todavía lozana Candice Bergen, seducida en realidad por la magia de la "Bossa nova" que se respiraba en ese macrocosmos poético de sesenta metros cuadrados. Por cierto, el gran Vinicius de Moraes también fue propietario de un bar carioca, lo llamó "Cirrosis".
El modelo original de mi “bar ideal” además de haber propiciado pasiones de gran calado, sería el café de película donde más se bebe y fuma en la historia de la cinematografía mundial. Para beber y enamorar en su réplica deberíamos vestir de blanco; de hecho, no debería faltar en el guardarropa de un experto en barería un smoking con corte y solapas tan peculiares y elegantes como el que inmortalizó Humprey Bogart.
28 de agosto de 2008
1 comentario:
Leyendo me he imaginado poner un bar así. Suena a negocio para amantes del cine. Mi cerebro hace ideas e ideas.
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