viernes, 23 de mayo de 2008

LATIDOS/Alejo Urdaneta


Sólo escuchas

el chocar de las copas,

chirrido de voces y campanas.

Mudo y ciego,

otros perciben tus latidos

en el bullicio.

Sólo tu latido retumba en la pared

y nadie lo atiende aunque redoble

el llamado a la lid.

La luz mueve los rostros

detrás de la cristalería,

multiplica los ecos

de aquel que escucha tu silencio.

Resplandores lo guían

en la selva de botellas,

para que nazca otro.

Y si la luz se apaga,

desaparece el reflejo,

se disipa la otredad.

Queda sólo el visitante.

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