Sólo escuchas
el chocar de las copas,
chirrido de voces y campanas.
Mudo y ciego,
otros perciben tus latidos
en el bullicio.
Sólo tu latido retumba en la pared
y nadie lo atiende aunque redoble
el llamado a la lid.
La luz mueve los rostros
detrás de la cristalería,
multiplica los ecos
de aquel que escucha tu silencio.
Resplandores lo guían
en la selva de botellas,
para que nazca otro.
Y si la luz se apaga,
desaparece el reflejo,
se disipa la otredad.
Queda sólo el visitante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario