viernes, 9 de noviembre de 2007

LA BULLA DEL SILENCIO./€dgar J. $ánchez


A mucha gente le llama la atención, por qué esa céntrica barriada caraqueña donde hay tanta bulla se llama El Silencio ? . Una contradicción. Una zona de Caracas donde todo el día estamos escuchando los pitos de los vigilantes de tránsito, la sirena de las ambulancias, cornetazos, tubos de escape ruidosos, buhoneros, vendedores de discos quemados, en fin, un lugar donde hay toda clase de ruidos, y se llama El Silencio!!!!.

Pues bien, la historia nos dice que hace muchos años, en Caracas hubo un terremoto en el que murieron cerca de 40 personas, un gentío para la época, además se produjeron unos cuantos lesionados y casas caídas, lo que llevó a las autoridades civiles y eclesiásticas a decretar un duelo público por 40 días, durante los cuales todas las Iglesias celebrarían una serie de oficios religiosos. En las casas se debía exhibir unas cortinas blancas con un lazo negro o morado en señal de duelo y, por supuesto, se prohibió la venta de licores. Cerraron los pocos bares o expendios de caña que había en aquella época, Nadie se podía echar un palo. Había que observar el duelo. Claro, era una época en la que no había la profusión de escocés que hoy vemos, la catira no peleaba con el oso, ni nadie agarraba el águila por el pico. Lo que había era guarapita. Si, aquellas guarapitas que se hicieron famosas en La Atarraya, a un lado del Mercado Principal y que hasta hace algunos años ofrecía el Médico Asesino. En la Calle Colombia, de Catia, cerca de La Silsa se expendía también Torco, Berro, Frut’eburro, Ponsigué, etc.. Hasta que, en medio de aquel severísimo duelo, alguien descubrió que por detrás de la casa del Padre Sierra, cogiendo el Camino Nuevo, se podía llegar hasta el Caño Amarillo, en las afueras de Caracas donde había un barsito y se podía echar un palo. De manera, que fueron muchos los que decidieron echarle piernas al asunto y , a paso de excursionistas, tomaron la vía para echarse sus palitos, así como estamos haciendo ahora en esta barra.

Era una cantinita pueblerina atendida por su dueño y unas muchachas dispuestas a hacer favores. Pero, la gloria no duró mucho. A los pocos días les cayó la policía y clausuraron el negocio. Frente a esta situación, al dueño no le quedó mas remedio que líar sus bártulos y cruzar la Colina de Quintana, nombre original del cerro donde años mas tarde se erigió el Paseo del Calvario, para instalarse en una casucha que estaba al otro lado, cerca de la casa de la querida de un mandatario de la época que para protegerla le tenía unos guardianes en la puerta a quienes llamaban Los Angelitos, y es lo que le da el nombre a la esquina donde comienza la Avenida San Martín.

Pues bien, nuestro personaje se instala allí para luego dirigirse hacia Caracas por un caminito que le llevaba hasta el negocio de la gorda que vendía empanadas y que le dio el nombre a esa esquina. Nos imaginamos que era un caminito que atravesaba lo que hoy es la Plaza del Silencio para llegar hasta el negocio de la gorda y comenzar a buscar sus viejos clientes, para decirles que podían ir hasta allá a echarse un palo, pero en silencio, "para que no me caiga la policía". Y de allí, le viene el nombre de El Silencio a tan bulliciosa barriada. ¿Nos echamos el otro o pedimos la cuenta?

Las fotografías de la inauguración de la Plaza O'Leary, de El Calvario y del Túnel de Caño Amarillo fueron tomadas del site VIEJASFOTOSACTUALES@groups.msn.com que conduce Ernesto León.

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