domingo, 7 de octubre de 2007

EL ABOMINABLE MONDONGO DE MANUEL ALFREDO/ Crónicas Barsianas de Raúl Fuentes

"Cómo buen borracho, sobreviví a fuerza de mondongo"

Gustavo Méndez
Memorias de un cojedeño intransigente

Dos acontecimientos recientes motivan estas líneas. El primero, la incomprensible disposición de nuestras autoridades alimentarias de hacerse con un registro en el Libro Guiness de records, a través de un descomunal sancocho que, según me han dicho, terminó siendo rojizo y desabrido consomé. El segundo, unas declaraciones de Armando Scannone, en las cuales manifestaba su orgullo y satisfacción por el hecho de que, para celebrar los 25 años del libro Mi cocina, se habría de servir mondongo en el Restaurante Le Gourmet.

Respecto al primero de los eventos, la búsqueda de notoriedad internacional por mediación del mega sancocho, fue tan ampliamente publicitada su elaboración y tales las expectativas generadas por la promoción de su masiva degustación que, cuando nos enteramos de la pobreza del producto resultante, salio a colación entre algunos sobrevivientes de la República del Este el tema de otro condumio memorablemente y largamente anunciado, Se trata del mondongo con el cual un asiduo visitante de los predios republicanos estuvo por meses amenazando a Manuel Alfredo Rodríguez, entonces Presidente Plenipotenciario de dicha república. Fue tal su vehemencia y tantas las virtudes que atribuyó al potaje preparado con religiosa puntualidad todos los domingos por su progenitora, que Manuel Alfredo sucumbió a la tentación, aceptó la invitación del insistente tertuliano y consintió en acompañarle a su modesta residencia de un de los tantos barrios marginales de la capital..

Recuerdo con claridad ese domingo, pues estábamos reunidos en el desaparecido Camilo’s y festejábamos que, para sorpresa de todos los allí reunidos, hubiésemos no sólo acertado los seis caballos ganadores en un cuadro de ciegos, sino que, además, podíamos hacernos con unos sesenta mil bolívares (unos 12 mil dólares, entonces). Era tal el alborozo que el arribo de Manuel Alfredo casi pasa desapercibido, cosa por lo demás prácticamente imposible si nos ponemos a ver que nuestro héroe medía casi dos metros y pesaba unos cuantos quintales. Llegó acompañado con algunos miembros de su gabinete que también habían participado del ágape.

¿Qué tal el mondongo?- preguntó alguien. Todos miramos con atención a Manuel Alfredo. Pendientes de su respuesta, no esperábamos una reacción como la que se produjo, Ante la pregunta, levantó la mano derecha y la dejó caer con fuerza sobre la mesa. Cuatro veces, para ser exactos. Cuatro veces para subrayar cada sílaba que modulaba su vozarrón:

- ¡ A-bo- mi-na-blesencillamente, abominable!-

Comenzaban las risas, cuando uno de sus ministros acotó:

- Pero, te comiste dos platos

Abrió aún más los ojos, Manuel Alfredo y respondió sin pestañar:

- Elemental cortesía con una anciana que se toma tanto trabajo para elaborar esa bazofia:-

Tal vez la abominación no sea aquel mondongo. Quizá lo abominable sea la suma de todos los mondongos que en la vida han sido… o el mondongo en sí. No en balde, mondongo es sinónimo de adefesio. No obstante, se trata de un plato emblemático. Como la hallaca convoca al Edipo que llevamos dentro. Por eso nos referimos a él con hipócrita nostalgia. Sin embargo, por los tiempos en que ocurrió la anécdota referida, supimos de un mondongo notable. En aquella época - época gloriosa de la IV República – las noches comenzaban al mediodía, tal vez en el Bar B. Q., y se prolongaban hasta amanecer seguramente cabeceando sobre una sopa de cebolla en el Broadway. Sopa de cebolla, huevos rancheros y arroz frito que comíamos porque estábamos borrachos. Sobrios, aquellas viandas eran incomibles. Pero borrachos comíamos lo que fuera. Por esta razón, creo, florecían las areperas con su oferta de hervidos, sancochos y nervioso, que era la otra forma de denominar a la sopa mondongo (a veces me pregunto si ésta se hace sólo con panza o si se le pone también algo del bonete, del libro y del cuajar). Pero hacíamos referencia a la notoriedad de cierto mondongo: uno que se conseguía por los lados de Petare y aspiraba al estrellato Era excepcional, porque había comenzado a cocinarse en 1958, a raíz de la caída de la dictadura, precisamente como acto celebratorio del derrocamiento, y se mantenía día y noche a fuego lento sobre un enorme fogón, bajo un toldo que lo protegía de la intemperie.. Vecinos y viandantes se servían de él, pero contribuían con su mantenimiento aportando ingredientes para su enriquecimiento. Algo de verdura, uno. Un trozo de panza, otro. Una bola de masa el de más allá. En fin, con el aporte y la celosa vigilancia y el concurso pleno del colectivo, aquel mondongo que pasó a ser perpetuo se hizo célebre los habitantes de la nocturnidad, quienes, como Scannone, habrían querido un sitial de honor para el histórico y monumental plato petareño. Un mondongo pensado para la eternidad y que es justamente añorado, más que recordado, por quienes supimos de aquel calamitoso domingo de Manuel Alfredo Rodríguez.









Fotografía de Manuel Alfredo Rodríguez, Presidente Plenipotenciario de la República del Este y de Megasancocho Guiness cortesía del Diario El Nacional.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Estimado Raúl, debo agradecer la crónica que, además de bien escrita, me ha proporcionado un buen rato de alegría como no lo tenía desde hace días. Los tiempos que transcurren no dan para mucha "jodedera", pero tu trabajo invita, además, a entender que no todo tiene porque ser angustia. Exepcionalmente bueno... felicitaciones-
Un abrazote
Johan Rodríguez Perozo

Anónimo dijo...

Qué buena crónica, qué buen recuerdo de Manuel Alfredo, cíclope de la amistad y de todo lo de buano que ya no existe en la castigada Caracas. Caigada por los malos mondongueros, que son tan abominables como el mondongo que Manuel Alfredo repitió por su magnífica caballersidad. Esos tiempos no volverán pero, ¡quién quita que cuando pase la tormenta vengas otros, estupendos!
Un saludo nostálgico y amistoso.
Eduardo Casanova.

Anónimo dijo...

Ahora se de donde salió el mondongo que el cojedeño del epígrafe tiene en la cabeza!

Anónimo dijo...

Agradezco la crónica porque me puso a pensar y ahora tengo una interrogante: después de tantos platos ingeridos, ¿es en realidad el mondongo tan bueno como a mi me parece?.
Un abrazo.
Gustavito Méndez

Anónimo dijo...

Ese negro es un mamaguevo que anda molestando a todo el va a mear


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