jueves, 9 de agosto de 2007

TU RON /Tomás de la Barra


Su ubicua presencia en bares de discotecas y restaurantes de tierra firme puede llamar a equívocos contemporáneos. No lo subestime: El ron es uno de los licores más nobles y antiguos del mundo. Su origen, netamente americano, se remonta hasta el siglo XVII. Piratas y otra suerte de aventureros marinos, apabullados por la frondosa presencia de la caña de azúcar por doquier del Caribe, supieron difundir su buena nueva nativa, bendito aquél que hirvió la caña, hacia disfrutes continentales. Sus posibilidades oscilan desde una presencia incolora, inodora, ligera, hasta el más opaco castaño oscuro, el aroma floral y robusta densidad corporal. He ahí su virtud multifacética, idónea para el feliz matrimonio con otros ingredientes que la coctelería supone. Para los entendidos, el método de destilación es crucial. La pulpa de la caña de azúcar contiene un 90% de néctar dulce, del cual un 18% es azúcar. En complicada química cuya explicación podría devenir en apabullante, almidones, bacterias y ácidos son sabiamente privilegiados unos sobre otros a fin de llegar a la variedad de ron que se persigue. Una fermentación lenta deviene en un bouquet más intenso, por ejemplo, tan sólo uno de los tantos axiomas preponderantes. Saltando algunas reglas, hay quienes le agregan ingredientes como canela, vainilla o pasas para modificar el aroma hacia un registro personal. El oficio del destilador consiste en controlar tiempos, temperaturas, procesos, de manera tal que se llegue al punto de miel que honra al ron. Y llegado ahí, recién empieza el clímax final: el añejamiento. El color dependerá del material en que se añeje el producto destilado. Tanques de acero inoxidable logran el ron transparente, casi metálico con los que los barmen suelen hacer prodigios. La madera le da ese color almendra que tan bien combina con la puesta de sol a pocos metros del mar. Rones puertoriqueños (ligeros), jamaiquinos (densos), venezolanos (saborosos), tienen un sólido prestigio masivamente avalado por los más sensibles paladares. Pero es Cuba, isla que es mitad rumba, mitad caña, quien más se ha privilegiado con la bendición del licor de caña. Méritos propios tiene y le sobran. No en vano la más grande destilería de ron del mundo está en la isla y es de Havana Club. Pero acaso a quien más le deba su prestigio el ron cubano sea a Ernest Hemingway. Su dictum: El mojito en La Bodeguita, el daiquirí en El Floridita, focalizan el preciso punto de encuentro con dos de los más notables cócteles que incluyen ron en su naturaleza. Si desea comprobarlo, acérquese por la Calle del Obispo Nº 557 en La Habana Vieja. Sentado a la barra de El Floridita pida un Hemingway Especial: Doble ración de daiquiri servida en copa con cumbre de nieve tipo Kilimanjaro. El resto es literatura".


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