jueves, 9 de agosto de 2007

EL BAR DE LA ESQUINA / Petruvska Simme

¿Qué tiene ese puto bar de la esquina que no tenga yo, para que mi marido prefiera estar noches enteras allá y no conmigo? preguntaba con rabia Argelina a las cuatro paredes, antes de dirigirme la mirada. Me encogí de hombros porque no supe qué responder y fue mucho después de tomarme el cafecito y comerme un pedazo de torta de pan, que a Argelina le queda de lo mejor, que le sugerí inocentemente que fuera al bar y mirara con sus propios ojos a qué se enfrentaba. Yo tampoco podía entender por qué a Leonidas, el marido de Argelina, le gustaba tanto ese bar. Yo había entrado un par de veces y no le veía nada especial, las mismas mesas, toscas y gastadas, sin mantel ni adornos, apiñadas unas con otras de una manera que apenas se podía pasar entre ellas, el piso con pegostes de mugre, la barra también manchada y asquerosamente pegostosa. Y ni hablar del baño, siempre hediondo, con el piso cubierto de papel usado. Creo que lo mejor que tiene ese bar es que está en penumbras y no se le ve claramente el rostro a nadie. Bueno, me gusta esa idea, me dijo Argelina, pero me tienes que acompañar. Le dije que yo estaba demás, que mejor me quedaba a cuidar a sus tres muchachitos. No, no, no, mamá viene más tarde y se va a quedar con los muchachos . Así que tú vienes conmigo al bar. Esta noche voy a saber por qué mi marido se queda tanto tiempo ahí, y lo dijo con tanta vehemencia y convicción que no me quedó más remedio que acompañarla. Era temprano cuando llegamos, nos sentamos en la última mesa, pedimos dos cervezas para conversar y observar. El bar se fue llenando de caras conocidas, vecinos de edificio, y se armaron dos partidas de dominó. Llegó la hija del dueño con unos chorsitos negros y una blusa blanca pegadita y escotada y comenzó a pulir una caja registradora viejísima que tenían montada en una repisa. Se hizo un momento de silencio y todos los rostros se volvieron hacia ella, como hipnotizados, y el montón de miradas se quedó fijo, como para siempre, siguiendo su movimiento suave… suavecito…

No hay comentarios:


Click aquí