martes, 7 de agosto de 2007

NO AMANECÍ DE BALA / Gustavo Méndez


Amanecí de bala

“Trágame con cerveza amor mío soy una ostra”

Hoy despierto con ánimo sombrío, ‘todo arisco’, impropio para una crónica de barra: “hoy no cambio un segundo de mi vida por una bandera roja / mi vida toda la cambiaría por la cabellera de esa mujer”, decía el chino Valera Mora en 1971. Desvelado, en la persecución del sueño, me visitó la malhadada idea de leer textos sobre la ‘Guerra Asimétrica’ que al decir de nuestros actuales Guerreros, se avecina.

La proximidad del desayuno me llevó a pensar en la comida de los antiguos soldados, dentro de la logística de la guerra. Recordé que uno ellos —que el Presidente aún no descubre—, quiso hacernos creer que durante sus larga vida de ‘soldado de fortuna’ había comido: aceite y unto de ballena, pescado crudo (con piel, cola y ojos) con los esquimales; gusanos de maguey en México; caimán en ensalada en varios lugares de América Latina; culebras, carroña de oveja y carne humana, en Australia (?); elefantes y rinocerontes en África; patitas de jaguar y de oso pardo, monos asados, guacamayas, joroba de camello, anguilas eléctricas, tiburón podrido’, en otros lugares. En medio de tanto despropósito, el plato preferido de quienes se acodan a esta BARRA sería el último, tan sólo porque “permite beber mucho sin emborracharse”, según decía el soldado.

RAFAEL DE NOGALES MÉNDEZ, primer y único General venezolano en el Ejército Turco, durante la Primera Guerra Mundial, después de hacer la enumeración, con toda razón contrariaba la tendencia del vulgo a creer que un soldado aventurero debe tener, ante todo, “un bravo corazón”. Pues no, por supuesto: “lo que realmente necesita es un estómago de hierro” decía en el “idioma vigoroso y punitivo” que ROBERTO ARLT atribuía tanto a Nogales como a otro ‘soldado de alquiler’, el inmerecidamente más famoso LAWRENCE DE ARABIA. Salí del duermevela cuando intenté imaginar a nuestros bravos Generales trisoleados, en un ‘vivac’, consumiendo esta ‘Dieta del Guerrero’ ¡claro! … con un ‘escudo de 18 años’ sobre el tapete.

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