jueves, 19 de febrero de 2009

ARMANDO CLOSE-UP EN LA BARRA / Tulio Monsalve

La novela de Armando Coll se inicia con nota sobre una barra de Le Club. El novelista habla de asuntos de la noche y sus complicidades y de habitantes que hacen espacio en botiquines pedantes. Locales de moda para escaladores y desplazados de las notas de las paginas de los sociales.

Descubre parte del problema del alcohol bastamente consumido pero mal administrado. Me refiero cuando no hace efecto enervante e impulsa los ingenios y la gracia, sino que marca caminos a la angustia y reduce el raciocinio y crea mucha desesperación. Ingesta que se hace dramática en cierta clase media que sigue sin entender lo que está pasando en el país. Que todavía no acepta que esto cambió, que nuestra sociedad tiene otros valores y otras reglas y sobre todo otros actores. Entre estos actores que muy mal ejecutan su papel por que no comprenden el escenario, se mueve el novelista Coll. Con buen arte y excelente oficio hace crónica con estos desvencijados seres y los desmenuza y luego crea sus personajes.

Su narración se abre desde los espacios de un lugar de “siempre” que reinauguran, Le Club. Pieza del esparcimiento que fue construida con el desecho de los chismes de la farándula y sirve de alojamiento a los duendes del ocio y vaguedad de una desfallecida clase que no sabe y menos comprende en que país se encuentra. Allí inicia su disección de ese sub mundo, cuando alguien en el ambiente del besamanos, saluda tendida y efusivamente a Gloria. Quién la acompaña, le pregunta ¿Quién es él? . Responde que no sabe: N-p-i. Se descubre el lance de quienes quieren figurar que estos lugares de moda y saludan a los periodistas queriendo ser objeto de alguna línea de la crónica que en algo mengue su anonimato. El juego del “Verse y dejarse ver”. Vanidad, jactancia, son el slogan de este no lugar, caraqueño.

En medio de un trago y mientras piensan en el próximo. Desde esa barra miran y delatan ese muestrario de retazos e hilachas sin sentido cuya ausencia destruiría esa entumecida e inculta clase media. Ella, Gloria y el Augusto Márquez, saben que sin esta materia humana que los rodea y contamina perderían el sentido de sus vidas. Ella relacionista publica y él periodista de farándula, este dúo, esta compañía, esta compleja sociedad, difícil de imaginar y complejo de mantener, constituye la dupla que Armando Coll crea para contar su ultima novela, Close up. Alfaguara 2008

Resalto que mientras algunos escritores y periodistas en su desespero no encuentran sino el recurso del abatimiento y la dolorosa crónica morbosa como expresión, Armando Coll escribe. Su novela sin duda tiene que ver con la forma como cierta desamparada clase social evita el tema de la realidad y la evade refugiándose en lugares adonde la noche de los privilegiados tiene asiento.

Armando Coll trabaja ese espacio de la comunidad y ahí, escarba. Analiza y describe: los cuidados músculos de la gente, sus liposucciones, botox o su look u otros productos que brinda el “fitnes” que le da apoyo a quienes sufren la angustia del anonimato o por que escasean sus “levantes”. Tal como dice en la Pág. 53 “ La envidia, ese terrible padecimiento de las muchachas pasadas de kilos y atacadas por el acné”. Esa es parte de la materia prima de su cuento. Pero Coll no se entumece sino vitalmente ocupa y agita y muestra una parte del problema social de esta eternamente dividida República.

Evita lo que otros, que se dedican a desfigurar los nuevos modos de la antropología en proceso de creación. No comulga con las manifestaciones preferidas de los quejosos, que se dedican de forma bastante ingrata a exaltar hasta el paroxismo y el lloro su visión negativa de la vigente realidad política del país. Lloran por las colas. Gimen por una inseguridad que nunca los toca. Hacen pucheros por que falta el aceite y el papel sanitario. Gimotean por la basura del centro pero no por la de Chacao. Sollozan por la “tacita dorada” que es Bogotá, no por sus crímenes y ejecuciones nocturnas. Suspiran por el clima de Miami. Suspiran por todo y sufren por todo.

Plañidera que se ha hecho tan corriente que llegan hasta los editoriales de la falazmente denominada “gran prensa nacional”. El autor de la novela obvia este esqueleto de la amargura, por improductiva y como literato sigue dando fe de la buena potencia y salud de nuestros productos del intelecto.

Rescato, por acertado, lo que presenta su novela en la, Pág. 142, para aquellos que no lo saben, presenta ciertos lugares clásicos de la ciudad y escoge, entre otros, para hacer vivir la memoria el Restaurante Le Coq D´Or y reconozca aun sin proponérselo el papel que tuvieron en esa época ese trío de respetables restauradores, Antonio Martínez, Bartolomé Pol, el chef Eugenio y el barman Alfredo, que con tesón construyeron un lugar adonde había respeto por el buen comer y se trataba con rigor y cuidado a los fogones y a los clientes. Me refiero al período de Ave. Solano y luego de Sabana Grande (Ave. Los Mangos), por que al trasladarlo y empotrarlo en Las Mercedes no han logrado sino atraer a su barra a yuppies o banqueros con deudas insalvables con la justicia, para que entre todos degüellen el buen comer y conviertan el lugar en un clásico, escandaloso e insoportable bebedero. Triste, muy triste final. A pesar del desastre mi paladar aún celebra sus “sesos en mantequilla negra”.

Los personajes de Coll son piezas que viven del sentimentalismo y la nostalgia. No quieren entender que esta Venezuela cambió, esto ya es otra cosa, parece decirles: no sigan soñando ni mirando para atrás porque van a quedar petrificados como la mujer de Lot.

Sean dignos, eviten la tragedia, parecería ser la conseja que nos hace Armando Coll. Finalmente recomiendo la lectura de este autor que seguro no va a ser reseñado por las “paginas culturales”, ese otro club de selectos escogidos y manejados por paquidermos de la política, que ahora se centran en la mediática, pero que son ajenos a las masas, ….. ojala me equivoque.

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