domingo, 9 de noviembre de 2008

SIN CARBONES NO HAY PARAÍSO/Eloy Torres Román.

De verdad, Oscar Hernández Bernalette, embajador, amigo, colega de oficio y compañero de sino, ejerce muy bien el don de la precisión politológica cuando escribe que “las barras son espacios libres para las ideas. Por lo tanto se puede hablar de todo, hasta de política” Esto lo digo por el carácter tan enredado que le di a una conversación que sostuve con un barman en una barra de un restaurant caraqueño, mientras esperaba a unos amigos. Muy interesante fue la interrelación con ese individuo con quien desarrollé toda una tertulia hablando de mi familia y particularmente de mi hija.

El caso es que el hombre me estaba sirviendo mi respectivo scotch 12 años, y observó que yo contemplaba una fotografía de mi hija. El hombre, un tanto curioso, me preguntó si yo estaba esperando a la chica de la foto. “No, amigo”, le contesté. “Esa niña, ya mujer, es mi única hija y no vive en Caracas. Ella está en Moscú”, le dije. El curioso barman, como insistiendo, deslizó un natural comentario al cual ya estoy acostumbrado: ¡Que linda muchacha!

En efecto, mi hija es una muchacha muy bella, además de inteligente. Habla 5 idiomas, es lingüista, trabaja como profesora de idiomas en la ciudad de las torres de rubí del Kremlin. Esto se lo explicaba yo, muy orgulloso, como padre. Mientras esperaba y disfrutaba mi whisky, el hombre, repito, muy curioso me preguntó el porqué yo no tuve otros niños. En ese momento sentí mi dejá vu. Recuerdo que en más de una circunstancia, me han hecho esa misma pregunta y ante la cual, respondo siempre recurriendo a una expresión atribuida al Gabriel García Márquez. El caso es que, según se dice, alguien le preguntó al hombre de Aracataca porque no había escrito otra obra tan acabado como “Cien años de soledad”. El Gabo respondió que ¡simplemente se la habían acabado los carbones! Como se dice en italiano “Si non e vero, e bene trovatto”. En todo caso, yo siempre repito esa ocurrente frase, parodiándola en el sentido que después de haber hecho esa inteligente niña y tan bella, pienso yo, me sería imposible hacer otro u otra, por cuanto, “se me habían acabado los carbones”. Carmen Grazziela, mi hija, me escuchó decir esa alocución ante unos amigos que cenaban en casa y quienes habían reparado en que yo tenía una sola niña. Ella tendría unos diez años.

Cuando los amigos se fueron de casa a la media noche, mi niña me esperaba furiosa. Yo no entendía su molestia y le reclamé sobre su malhumor, fue cuando ella, estalló en lagrimas alertándome de mi poca discreción; resulta que ella en lugar de carbones, había entendido que yo había dicho que ¡se me acabaron los “espermatozoides”! y por ello (junto con Julie, su madre, mi amada compañera de vida, sueños y esposa) fue que no tuvimos más niños.

El barman rió con ganas e intentó servirme otro whisky, esta vez por su cuenta, como para alentarme a que le contara otra anécdota, pero preferí declinar la invitación por cuanto mis amigos estaban llegando y me hicieron señas para que me acercara a comer una buena punta trasera con un poco de congrí queso gratinado. Será otra vez, le dije al barman y ¡páseme la cuenta a la mesa¡

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1 comentario:

indiatuel dijo...

Hola, soy MARIA ROSA, DEL MOSCU DE LOS 66 AL 69. A mi hija mayor la llame Dilara, en recuerdo de esos dias. Acabo de enterarme del fallecimiento de tu papa y te mando las condolencias unos anios tarde, perdoname. Vivo en Inglaterra y te encontre en el internet buscando a Chirinos. un abrazote y siempre recuerdo los dias que pasamos en ese grupo tan lindo que teniamos. un abrazote.


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