jueves, 17 de julio de 2008

EL DRAGÓN CHINO / Rosa Bertin

aguardiente chino



El otro día durante un cocktail en una embajada, conocí a una persona muy interesante, una elegante mujer con una exquisita cartera de macramé-pompom. Estábamos en el jardín, y me le acerqué para preguntarle si su cartera era de Keiko Zenka, me contestó que sí. Le dije que a mí me gusta mucho lo que hace la Zenka, por esa sobriedad suya, animada siempre por un leve toque de fantasía... Habiéndose roto el hielo, nos sentamos en un banco artísticamente forjado, para disfrutar del frescor de la velada y esperar que se nos acercara algún camarero.

Resulta que la afortunada dueña de la cartera Zenka es una ejecutiva colombiana que lleva cuatro años viviendo en Shangai, donde representa una famosa marca colombiana de lencería. Me contó que las chinas están fascinadas con la ropa interior occidental. Como son de busto pequeño pero no tienen (aún) la manía de operarse las lolas, se vuelven locas con los sostenes push-up. “Las chinas, antes tan pudorosas –comentó la ejecutiva colombiana–, ahora van tan descotadas como las caribeñas... Y los chinos están encantados...”

En eso se apareció un camarero para servirnos una flauta de champagne.

“... ¡Es que los chinos son unos gozones!”, sentenció la ejecutiva colombiana, aceptando la flauta que le ofrecía el camarero.

“Son unos dragones, eso es lo que son... ¡Y se van a comer el mundo crudo!”, intervino un joven que se había acercado en busca de champagne.

Se identificó como un trader venezolano que hace negocios con los chinos, y siguió diciendo: “Estados Unidos y Europa están dejando de ser el centro de los negocios. Ahora, el que no haga negocios con China no está en nada. Yo estoy aprendiendo a hablar mandarín...” Y antes de alejarse, llevándose dos copas de champagne, intercambió unas frases en mandarín con la ejecutiva colombiana, ambos de lo más risueños. Ella me tradujo que el joven prefería el champagne al aguardiente de los chinos, en cuyas botellas siempre se macera algún bicho: serpiente, escorpión, gusano, qué horripilante...

Mientras paladeábamos el aséptico y delicioso champagne de la embajada, seguimos con el tema. Le pregunté si es verdad que la China moderna es un país tan corrupto como dice la prensa occidental, y ella me habló del guanyi, un código milenario que rige los negocios entre los chinos, mezcla de reglas sociales y de prácticas de corruptela, desconcertante para los occidentales, incluidos los latinoamericanos, que ya es mucho decir...

Prendiendo un cigarrillo, me contó que las autoridades sanitarias han puesto en marcha una enérgica campaña anti-tabaco: igual que en varios países de Europa, ahora está prohibido fumar en los restaurantes chinos. Es que hay 350 millones de fumadores en China, o sea ¡una cuarta parte de los fumadores del planeta!

La colombiana me dijo algo interesantísimo, y es que los chinos de las ciudades ya no quieren saber nada de las tradiciones ancestrales.

- Eso se nota en los documentales que veo por el cable –le comenté–. Siempre miro cómo se viste la gente, y ahora los chinos se visten igual que los occidentales. También me fijo en los segundos planos, hay muchas tiendas y hoteles modernos. El otro día me puse a ver un documental que ya estaba empezado: primero pensé que se trataba de Hong-Kong... ¡pero era Shangai!

- Es el efecto colateral de los Juegos Olímpicos –me explicó ella–. La construcción de la villa olímpica ha impulsado una renovación urbana y turística sin precedentes en las grandes ciudades...

- Pero parece que hay otro efecto colateral –comenté–, y es la represión política.

- Así es... El gobierno chino tiene un fuerte control sobre la Internet. Y está encarcelando a los opositores chinos y a los tibetanos. En estos días, también arremetió contra los uyghurs...

- ¿Los quéee...?

- Los uyghurs, los musulmanes chinos de la provincia de Xianying. Los uyghurs tienen un sentido de pertenencia cultural muy arraigado, y el gobierno central los está acosando so pretexto de que tienen nexos con el terrorismo islámico... Como la cobertura de los medios internacionales se hace cada vez más amplia a medida que se acerca la inauguración, en agosto, de los Juegos Olímpicos, todos los sectores opositores están tratando de aprovechar la repercusión mundial...

-¿Y como reacciona el ciudadano común ante ese tipo de represión?

- China es una sociedad milenariamente autoritaria, tiene escasa práctica democrática... Además, en una sociedad tan vasta y compleja, lo político siempre queda rebasado por lo social. Por ejemplo, desde hace un par de años, el gobierno chino está viendo cómo hacer para flexibiliza el control de la natalidad. Está revisando aquel decreto de “un sólo hijo por hogar”, que se impuso en los años setenta, cuando los chinos tuvieron que frenar el crecimiento poblacional para favorecer el crecimiento económico. Pero, ahora que lo han logrado, la población está envejeciendo y el Estado empieza a tener problemas con las jubilaciones...

La ejecutiva colombiana estaba explicándome la terrible situación de esos cientos de millones de olvidados que, por ser segundos hijos, no están reconocidos por el Estado y malviven en los campos comiendo sólo arroz... En eso llegó otro camarero con una bandeja de tentadores tequeños calientes, pero me dio cosa, pensando en esos millones de chinos que sólo pueden comer arroz, y dejé pasar esa bandeja.

Lo que sí acepté fue otra copa de champagne... en el preciso instante en que la ejecutiva colombiana estaba diciendo que debido a las demasiadas contradicciones entre el nuevo capitalismo y el atraso acumulado, milenario, ¡¡la sociedad china pronto podría explotar!! Del susto, casi me atraganto con el champagne: ¿cómo será una explosión social de 1 300 millones de chinos? me horroricé...

Y yo que me angustio pensando en lo que podría pasar en Venezuela, donde apenas somos 26 millones. Y donde se supone que nadie se muere de hambre, así que aún podemos, con la conciencia tranquila, extasiarnos ante una cartera de macramé-pompom de Keiko Zenka...

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