viernes, 30 de mayo de 2008

LA NOVA 74 / Julio Bolívar desde Barquisimeto

La tarde barquisimetana transcurre lenta y calurosa. Agobia. Ayer la lluvia cayó sobre la ciudad como un cántaro. Hoy se evapora y el calor viene en dos direcciones y nos hace transpirar como en un baño turco. Sedientos buscamos bebederos cercanos. Tengo una reunión a las cuatro de la tarde. Mi interlocutor es un abstemio y no puedo invitarlo al Cuatro del Tiuna. Nada, la Nova 74 es mi salvación.


Lugar clásico de la ciudad La Nova 74 se ha convertido con el tiempo en el espacio para el intercambio entre el paso del supermercado o cambiar un cheque, alguna diligencia personal, o una cita médica, la compra de un disco que andabas buscando desde hace tiempo, o recoger unos exámenes de laboratorio, escuchar algo de música en las barritas al lado del desteñido Graffiti, ya desaparecidas, o revelar unos rollos de fotos de la última fiesta familiar.

Parada obligada, La Nova está en el cruce inevitable del Centro Comercial Los Leones de
Barquisimeto. Hace esquina y se toma un buen pedazo del transito de los parroquianos. Al frente tiene un banco y un quiosco de periódico. Los dueños hicieron unas jardineras para que las mesas no invadieran el pasillo central; La Nova fue, lo que en una época llamamos una fuente de soda, pero siempre fue también el lugar en donde se podía tomar una excelente copa de tequila al lado de una familia que se reunía los sábados a cenar o almorzar; también es una heladería. En las mañanas se pueden comer las mejores empanadas del este, abundantes, generosas, junto con el café y cualquier batido de frutas.



Si por casualidad estas un sábado a las once de la mañana , mientras lees la prensa te puedes
encontrar a una de nuestras leyendas del béisbol compartiendo con sus amigos y preparándose para la larga faena escocesa del día, se trata de nada más ni nada menos que de Don Luís Aparicio, parroquiano fijo de este lugar. En este tradicional espacio se reúnen también poetas de bajo perfil como Julio César Blanco Rossito, María Auxiliadora Chirinos, Reinaldo Chaviel, Pedro Guédez entre otros escritores como el historiador Reinaldo Rojas, o el novelista Juan Páez Ávila; médicos famosos como el neumonólogo Federico Arteta, cuentacuentos como Mau Ceballos y el pintor abstracto Esteban Castillo, o la entusiasta arquitecto Carmen Tanassi y Gustavo Sánchez de la UCV, además del recordado profesor Guillen que dio clases en el caraqueño liceo Santiago de León de la Floresta.



Con el tiempo los amigos dueños de la librería El Clip, anexa a la Nova, le ha dado por darle vida a las tardes de los viernes y presentan libros; hoy por ejemplo presentaban un libro sobre la vida de Rómulo Betancourt, pero recuerdo que hace una semanas atrás, venía del mercado y vi al filósofo venezolano José Manuel Briceño Guerrero firmando libros. Una verdadera y loable rareza por estos días en una ciudad tan acrimoniosa como Barquisimeto, así solía llamar el trato que los barquisimetanos le dan a los forasteros el inteligente periodista que fue Julio Pérez Rojas.



Ya son las seis y apenas he tomado una aséptica limonada frappé y un café negro. Mis interlocutores pidieron lo mismo mientras seducidos por el amor por los libros nuestra conversación discurrió sobre un par de proyectos editoriales a los que les deseamos buen puerto.



Manuel, dice llamarse uno de los dueños del lugar, un catire portugués, tostado y parco que desde la caja fuma sin piedad alguna. No recuerdo otros rostros en el guión de las mesas que los de Pedro Mayora y Jorge Sierra, los verdaderos jefes del lugar. Los otros mesoneros sobreviven y son amables, la rotación es alta.



Mayora es de la Guaira, un negro con paciencia, que se da el lujo de irse y volver a la Nova
cuando quiere, sabe que sabe. Su oficio es de larga data. Allí ha vivido sus amores y desamores. Es un símbolo, una verdadera leyenda del lugar, No se si alguien puede imaginarse el lugar sin Mayora al lado de la puerta de vidrio junto a la caja. Siempre sonriente. Jorge, el otro señor de ese reino del solaz guaro, "largo" como le decimos en secreto (que no lo sepa), se desliza con la elegancia y el aplomo de los del barrio, del que conoce cada mesa y cada silla y cada cliente, serio y observador nos responde ante el saludo, cómo esta todo? "esperando un día malo pa' ve como es". Jorge Sierra es un optimista sin remedio en medio de su ironía, que ha decidido no hablar más de política, entre su especialidad que es la salsa y su pasión por el béisbol y el cardenales esta su vida.



La Nova recuerda el lugar de la zona, allí recalan todas las tardes, las mismas caras conocidas, recuerda los barrios españoles de Caracas como Candelaria o las zonas italianas como Las Acacias y sus bares de parroquianos. No son muchas las urbanizaciones en el país que tengan sus barretes para unas cañas o unos palos como decimos nosotros y sus bocadillos antes del almuerzo. La Nova recuerda esa tradición.



La carta de la nova es el retrato mestizo de lo que somos y nos gusta comer, hay de todo para todos los gustos, parte de las bebidas, la carta tiene desde un hervido de res, ensaladas, garbanzos a la española, unos espaguetis Alfredo, todas las carnes, Róbalos al menier, asopados, "Torta bien me sabe o 3 leche" (así dice la carta del día), exageraciones melosas como un quesillo con melocotón. Recuerdo una tarde en que, me imagino, el cocinero le dice a Mayora que tiene pargo y el guaireño escribió a mano: "También hay Palguito abielto". Siempre nos queda la opción de pedirle a Mayora un pescao. Un detalle, la carta está hecha a máquina todos los días, adicional a la carta de rutina que nadie lee.


En las fotos: Crepúsculo y siduos a la Nova, escritores y artistas larenses: Esteban Castillo, Maria Auxiliadora Chirinos, Juan Páez Avila


1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena crónica. Me ha gustado. Además el nombre me sonaba y ya miré en mi biblioteca. Hay un cuento muy bueno de un autor venezolano que se publicó aquí en España. El cuento se llama LA NOVA 74, y está muy bien, porque ese es el lugar donde el chaval se encuentra con una chica que finalmente lo abandona.
Muy grato conocer más sobre este lugar.

(ah, el autor se llama Méndez Guédez y el libro HASTA LUEGO, MÍSTER SALINGER)

Iñaki


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