miércoles, 9 de abril de 2008

PRIMAVERA EN MADRID © Carlos M. Montenegro

Esta primavera madrileña la verdad que está un poco antipática en lo que se refiere al clima, pues recibe a los visitantes con unas temperaturas ciertamente hostiles para los que esperan ese suave calor madrileño de Abril. Los nativos andan un poco escamados, porque además Marzo les escamoteó una semana de bochinche, ya que coincidió el puente de San José (día del padre aquí) con las Fallas de Valencia y la Semana Santa, y eso significa que las playas se llenaron igual que los hoteles, por lo que se quejan de que podía haber sido en dos tandas – por aquello del doble beneficio supongo – claro que en lo de quejarse son unos campeones. Uno los primeros días no sabe a qué atenerse; al mirar alrededor todo parece estupendo, sobre todo a los bolivarianos de a pie, que llegamos con enormes ganas de perder de vista aunque sea por unos días la atmósfera tan particular que flota en la Sultana del Avila. Pero al entrar en contacto con los indígenas en las barras de las tascas, con sus suelos alfombrados de peladuras de gambas, huesos de aceitunas y servilleticas de papel arrugadas, a la espera del próximo escobazo – “me permite el señor un momento”, y lo dejan todo limpito, casi brillante, hasta dentro de un rato que ponen todo perdido de nuevo – uno empieza a creer oyéndolos que España es un desastre, que ya la vida no vale nada y que están en continuo peligro de muerte.

Ante semejantes aseveraciones, con toda la seriedad que solo los asiduos de las tascas suelen imprimir a sus categóricas afirmaciones, uno de entrada se mosquea, pero al cabo de un rato, tras comprobar que sigo vivo, cojo aire, y entiendo que las causas son diferentes a las que se pueden esperar en Caracas. El riesgo puede que exista, pero debe ser a morir por una dentellada de la pinza de un bogavante (especie de langosta), o uno de esos centollos de Galicia tan amenazadores que sirven en las barras, o tal vez de una intoxicación súbita por una ostra que sorteó el severo control sanitario; también puede ser debido al alto riesgo que tiene ese jamón ibérico o el chorizo riojano, que quién sabe, pueden ser portadores de algún maligno virus, o incluso un atracón de fabada asturiana, tras tanta insistencia a que repitamos ración y que tanto cuesta convencernos, sin contar esos “caldos infecciosos” (digo yo) de Valdepeñas, Ribera de Duero, Jerez e incluso Rioja: “hazme caso que ya no sabes ni lo que te van a dar estos tíos” te dicen, recalcando el peligro al que estamos expuestos por esos desconsiderados taberneros tan poco confiables; uno por dentro piensa que esto debe tener mucho peligro.

Tal vez en somos afortunados sin saberlo y sea mejor y menos riesgosa esa dieta frugal que practicamos a la fuerza en Venezuela o… ¿no será que se quejan de vicio?

Pero aseguran que no, es que además de eso tienen enormes razones para ese “sinvivir” al que les tiene sometido el “stress” con el gobierno del país, que después de una agobiante campaña electoral de dos semanas aún no les ha informado el presidente, diligentemente, qué nuevos ministros habrá en el próximo gabinete. Es que no cuentan casi nada, vamos que son peor que Luís Aragonés seleccionador español de fútbol, que no se digna hasta última hora decirles si Raúl va o no va en el próximo amistoso, y por si fuera poco el Renault de Alonso no anda nada; “Dime en serio, ¿tú crees que esto es un país normal?” Yo, la verdad, pensándolo bien y viniendo de donde vengo, pienso que no, que estoy de acuerdo con ellos, y así se lo hago saber; y a continuación viene la consabida pregunta aunque no les interesa mucho la respuesta: “¿y cómo están las cosas por Venezuela ahora?” Ante ese dilema he encontrado una bastante buena, como para que no sigan preguntando simplezas y les suelo decir: “empeorando satisfactoriamente”. La mayoría se quedan tan tranquilos, luego decido “jugarme la vida” otro ratito, cuando el hombre con un tono autoritario le grita al barman: “¡Manolo, ponle al señor otro vino y una tapa especial para que pase el mal rollo!”, y yo sumisamente acepto, no sea que se arreche y resuelvo con audacia poner en juego mi vida con otro vino más, antes de correr a resguardarme de país tan peligroso.

carlos.managerman@gmail.com

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