viernes, 21 de marzo de 2008

EL BAR EQUIVOCADO / Petruvska Simne

Alejo entró de prisa al bar, como tratando de dejar atrás las tareas y las investigaciones. Chequeó su celular para verificar si tenía algún mensaje de Cecilia y al ver que no había recibido nada le envió otro más. Cecilia, ya llegué, te espero, necesitamos hablar, le decía. Allá adentro, ni siquiera el barman lo miró. Alejo se sentó en la barra y esperó a que el barman se acercara para pedirle una cerveza, pero el hombre no le prestaba atención. Se paraba delante del joven, buscando algún vaso o preparando un trago con una completa indiferencia, como si Alejo no existiera. Está vez Alejo no se enojó, se acercó a la máquina registradora y le pidió al cajero la cerveza. El cajero le dio el tiquet al barman, y este sacó la cerveza de la nevera, la destapó y la dejó en la barra. Alejo tomó un trago, y pensó en Cecilia, que lo traía de cabeza. Estudiaban en el mismo curso, pero Alejo comenzó a interesarse en ella cuando la vio en una fiesta, con un vestido apretadito que dejaba ver la estrechez de su cintura, la frondosidad de sus tetas, de sus nalgas y sus caderas: una perfección de mujer. La invitó al cine, a comer, a pasear. Subieron juntos Sabas Nieves, y esta vez quería invitarla a Choroní para estar a solas con ella, y se quedó como embobado pensando lo que sería un fin de semana en la playa con esa compañía. Salió de su embobamiento y le envió otro mensaje: Cecilita ¿dónde estás? ¿quieres que te pase a buscar?, le preguntó. Estoy llegando, ya estoy llegando, le contestó la joven. Alejo fue al baño, se lavó las manos, se peinó, y se arregló un poco la camisa, más para darse ánimos que para cualquier otra cosa. Pidió otra cerveza, y otra más y otra. Esta vez la llamó. ¿Te vas a tardar mucho?, le preguntó. Te estoy esperando, dijo ella. ¿Dónde?, preguntó él. En el bar de la esquina del instituto, le respondió Cecilia. Te dije DETRÁS del instituto Cecilia, Detrás. Ah, perdón, me equivoqué, pero vente tú. A mí me gusta este bar, es más fino. Alejo tragó grueso. Claro que ese bar era más fino y más caro, y los hombres que lo frecuentaban tenían más dinero también. Cuando llegó ya no había nada qué hacer: Cecilia estaba muy sonreída en una mesa repleta de tragos, platos de comida, un ramo de rosa y la mirada codiciosa del dueño del bar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo conozco a esa Cecilia. Va los jueves al "El Maní Es Así" y sólo baila cuando toca El Guajeo. No acepta que le brindes Fruit Punch ni Smirnof Ice, así que si la tarjeta la tienes full, ni lo intentes. Aléjala San Alejo.

El anónimo (que no es alcohólico)

Anónimo dijo...

Creo haberla visto en Carnaval, en Naigatá, rumbeando con nativos parecedos a José Pulido (en la manera de bailar, entiéndase). Bebía de una bombona de pepsi ya trasegada, que ahora contenía un coctel de anís con koolaid.
Alcóholico anónimo


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