miércoles, 14 de noviembre de 2007

BARRA PORTÁTIL III LA RUTA DEL SAMBIL / Pablo Antillano



(VIENE) El Centro Comercial ha venido a sustituir a la vieja Plaza Mayor con la que las bulas papales poblaron América. Ellos ocupan hoy el espacio material e inmaterial de la iglesia, de la justicia, del mercado y del encuentro entre los ciudadanos. Pero ofrecen también las brújulas del extravío y la emoción de la aventura, la excitación de la ambición, del descubrimiento y... del terror a lo desconocido.

A ellos se puede llegar, como Picabia en Port Actif, con el Café Louvre a cuestas. En el Sambil por ejemplo abundan templos de gemas con tesoros deslumbrantes y exóticos, ámbar, ágata, corales y diamantes, artículos de shamanismo, incensarios y difusores, pócimas mágicas y adaptógenos. En su azotea se puede esquiar sobre la nieve virtual de montañas empinadas o navegar por ríos de corrientes indómitas, combatir cuerpo a cuerpo o utilizar peligrosas armas electrónicas.

Por sus pasillos circulan tribus variopintas y amenazantes, algunas con los ombligos al aire, como si llegaran de la Polinesia, que producen inquietantes borbotones hormonales. En Zara se reúne una peculiar tribu de bellas amazonas que venden y consumen atuendos invernales, largas botas y pieles parisinas. De sus estepas y laberintos brotan comidas exóticas, dialectos intraducibles, objetos de otros mundos, telas de países remotos.

Del interior del país llegan legiones de expedicionarios , provistos de rojos atavíos, con gorras de lemas invulnerables, trasportados por guías Zamoranos, con las carabinas del deseo y la ambición; pulsiones que les alejan del líder locuaz y de la avenida anónima; aventuras genuinas del sigloXXI . Muchos allí se sienten emboscados, unos parlanchines, otros meditabundos, en busca de una aventura o una barra ¿portátil?.

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