martes, 16 de octubre de 2007

SI YO FUERA RICO/ Humberto Márquez

Si yo fuera rico…
Estaría feliz con el nuevo impuesto al lujo porque me reafirma como clase alta y me aleja categóricamente de la canalla. Nada como alejar para siempre la tentación de los nuevos ricos, de pertenecer a nuestros clubes y centros nocturnos privados, que nos resguardan del bullicio plebeyo de los restaurantes para todo público. Con el nuevo impuesto a ninguno de estos recién llegados se le ocurrirá portar por nuestros campos de golf, marinas o aeroclubes o la pista de equitación, que nos viene directamente de los reyes.


Si yo fuera pobre . Estaría muy triste porque si fuera a casar una hija, ya no podré hacer una gran fiesta con los mejores rones y escoceses, no podré ofrecerle un hotel de esos buenos en su primera noche nupcial. Si fuera clase media no entendería, en que mal momento se me ocurrió darle a probar a mi nieto Matías el caviar, como he venido curando el paladar de mis hijos y nietos, y ya estoy aterrado, cuando me diga que quiere mas de esas pelotitas que explotan, como ya las nombra.


Como no soy, ni pobre, ni medio, ni rico, como soy apenas un borracho conocido, que siempre será mejor que ser un alcohólico anónimo; me toca la terrible tarea de bregar por lo que todos están pensando y no se atreven a decir. Sinceramente me preocupa el espíritu represor que pugna por salir de esta revolución, que hasta ahora fue signada por el espíritu libertario. Pareciera que estuviésemos infiltrados por cuáqueros o talibanes gringos que no permiten fumar en sus restaurantes, ni ese delicioso placer de tomarse una cerveza caminando con una novia por la calle o beberlas jugando dominó en la esquina del barrio.


Lo jodido es que nadie podrá decir que estoy respirando por la herida de la tripa cañera, porque ahora ni bebo, o al menos cuando me atrevo para no desentonar, me da sueño el escocés mayor de edad, que es lo único que puedo tomar, por ahora. Así que si quieren, prohíbanlo de una vez para que el ron se entronice en su justo lugar, que le correspondía desde la campaña admirable, cuando Bolívar decía, si no mandan comida, no importa, en el camino resolvemos, pero si no me mandan las barricas de ron, con este frío del coño, se pierde la república.


Así que ni pendiente, porque yo ya me bebí en cuarenta años todo, absolutamente todo, lo que me tenía que beber. Y los pocos whiskies, que como los polvos me quedan, ya los tengo contados, y los rones con mi nombre que usaré solo en las pocas ocasiones especiales, que también, pocas me quedan; las tengo resueltas, a Dios gracias. Soy entonces, un interlocutor válido, por no ser parte interesada y por ser un revolucionario atento a cualquier desviación fiscalista, capitalista y pequeño burguesa, que propicie el coto cerrado de los pudientes y que me hiciera darle la razón a Douglas Bravo cuando dice que nuestra revolución se podría estar convirtiendo en clasista, capitalista y neoliberal.


A lo mejor es tarde, porque ni siquiera esperaron los seis meses que correspondían. No sé cual es el afán de Vielma Mora en empañar su hoja de servicios, a quién por cierto admiro, como uno de los grandes gerentes de esta revolución, pero ¡Coño, mano, se le pasó la mano!, a Usted, ni a su eficiencia, le hace falta esa vaina.


Cada vez que a nuestro comandante le pasan un strike represor o lo que es peor, cuando el mismo los lanza con su temible rabo de cochino, no me queda mas que pensar, que en una mañana de sol radiante despierte con la claridad que le caracteriza, para entender que toda represión capitalista debe ser execrada de esta revolución

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