jueves, 6 de septiembre de 2007

NO ME ECHES CUENTOS/ Pablo Antillano


(VIENE : Chismes de barra II )La primera vez que Milagros reparó en los kilitos de más que su marido había acumulado en torno al abdomen sintió mas bien un alivio y estuvo muy lejos de pensar que esto podría ser el motivo de su divorcio. Por el contrario. Pensó que esas primeras canas, esas entradas en la cabellera, ese leve sobrepeso cuarentón, tal vez lo asentarían un poco, lo alejarían del coqueteo instintivo, lo concentrarían en un solo interés. Lo tendría para ella sola.

Confiesa ahora Milagros , en la barra del Aprile, que durante sus tantos años de matrimonio ella detestaba las tardes en las que el guapo de su marido se sentaba a contarle las peripecias del día, las reuniones con las actrices, los cocteles, las giras promocionales, las reuniones con las ejecutivas del canal. ¡!Que no me lo cuente!!, ¡!que no me lo cuente!!, ¡!que no me lo cuente!! . Rogaba inútilmente, en silencio, implorando hacia sí misma. Pero una y otra vez debía soportar estos chismecillos llenos de autoelogios, engreimiento y lisonja, intimidades ajenas, erotismo, pícaras confianzas, confidencias de muchachas solas.

Por eso cuando aparecieron las grasitas en la panza del marido, cuando el pelo comenzó a caérsele, cuando las canas se abalanzaron sobre el bigote y cuando ya no le daban papeles protagónicos, Milagros comenzó a sentirse mas aliviada. Alteró la balanza para que el peso siempre fuese poco, y llenó la casa de espejos mágicos y alargados para que todos, especialmente él, se vieran más delgados. (Continuará)

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