miércoles, 12 de septiembre de 2007

DE EBRIOS Y SUS DELIRIOS / Toby (José Alvarado)


( Crónicas bohemias de Caracas, desde Miami, V ) No hay paisaje humano más delicioso para un borracho pasivo, que contemplar desde su rincón favorito de la barra toda esa cosmogonía que es un bar, por ejemplo, las mesas de los funcionarios públicos, intermediarios (suerte de comisionados de enlace) y empresarios. En ellas se brinda con etiqueta dieciocho años y/o, dependiendo de la magnitud del guiso, y se hacen brindis con frecuencia y se improvisan aduladores discursos de la gestión del gobierno de turno y cuando van por la segunda botella comienzan a mandarle tragos a la mesa donde está un grupo de señoras de copetes enlacados con pinta de abogadas. Por lo general el primero que se va es el funcionario, quedándose el intermediario, quien le cuenta al empresario los detalles de lo conversado con el hombre, mientras el empresario estuvo en el baño. Este último es, por cierto, el pitcher de los nueve innings, quien tira sobre la cuenta su tarjeta mientras el intermediario le palmea el hombro con unas palabras halagadoras sobre la inversión que acaba de realizar.

Hay unas mesas que son una mezcla de viudas de la renovación universitaria con damas antañonas, donde los temas son variados: literatura, tratamientos para los achaques, las nueras o yernos, los nietos, los coños de madres de los hombres que son todos iguales. Y, cuando están más exaltadas y alegres, por lo general el tema es una cirugía plástica exitosa o una demanda de divorcio triunfal, que le quitó hasta la manera de caminar al “hombrecito ese”.

Hay las parejas de enamorados que asisten por recomendación de un amigo a degustarse el plato insignia de la cocina, y si el tipo o la dama están buenos inmediatamente levantan comentarios en la barra: “esa señora se podrá salvar hoy de una picada de culebra, pero no hay una mujer que resista una cena, un buen vino y ese cotorrón que le tiene ese hombre en la pata de la oreja. Esa señora, además, tiene cara de que le encanta la fritura” (jamás he sabido porque la llaman así). A todas éstas, en la mesa de las brujas, se preguntan si aquel muchacho no es muy joven para ella.

Pero lo mejor son los denominados u autodenominados poetas, esa es la raza superior de un bar, los de cincuenta y cinco para arriba son un anecdotario viviente, la propia tradición oral de los bares, algunos han hecho de sus dotes juglares verdaderas instituciones que les permiten llegar a las tres e irse rascados a las nueve sin cancelar un centavo. Cuenta un poeta que uno de estos personajes que siempre martillan, un día se le acercó en la barra, y precedido de una declamación solemne sobre sus virtudes humanas e intelectuales, le anunció que le brindaría un whisky. El poeta, abrumado por tal acontecimiento, no sabia si beberse el trago o mandarlo a montar.

Los pintores son los más locuaces, llegan con sus obras y piden una cerveza mientras la barra se convierte en una sala de exposiciones donde las obras deambulan de mano en mano, todo el mundo pregunta precios entre observaciones y comparaciones sobre la alta cotización de las obras. El pintor, a todas éstas, ya va por el cuarto whisky y la subasta se empieza a convertir en un ventorrillo. El pintor le dice: “dame diez lucas y bríndame otro para que le llegues a tu mujer con ese regalo”. A las doce te lo consigues haciendo dibujos sobre manteles y servilletas en avanzado estado de ebriedad, diciéndole a un poeta: “tú sales a vender un poema y nadie te da nada por él, a mí siempre me compran mis obras”.

Otros personajes son los poetas cultos, vividos, arruinados y con una pequeña obra que reivindican a cada momento, rememorando sus glorias pasadas y sobre todo sus días de bonanza cuando viajaban forrados de dólares o vivían en Europa a costa del Estado (del que siempre han hablado mal y del que hoy más que nunca se les escucha despotricar), sobre el abandono de la cultura, y pontificar sobre el futuro incierto de sus hijos, de los que no se ocuparon sino en pensamiento. Hay otra categoría de poetas y creadores jóvenes que son la versión de la generación X de la cultura, que están tan atosigados de libros que de tanto citar a otros se han olvidado de citarse a sí mismos.

Los mas cotizados son los pitchers, sobre todo aquellos a quienes les encanta lanzar un juego completo, por lo general son profesionales exitosos que gustan de rodearse de la atmósfera bohemia que los ayuda a desestresarse de sus exigentes actividades, son personajes por lo general bien informados, cultos y de muy buen sentido del humor, disfrutando de buena gana de cada una de las ocurrencias y comentarios de los poetas invitados a su mesa.

Cuenta uno de estos poetas que en un sueño se le aparecieron los difuntos Cabrujas y Héctor Mayerston invitándole a tomar un trago de whiskies y él les decía: “no gracias poetas, a mí me gustan más los whiskies sietemesinos que me tomo en los bares de Sabana Grande”.

Creo que el común de la gente no tiene idea de la calidad humana e intelectual de ese grupo de profesionales y poetas que deambulan por los bares de Sabana Grande, quizá lo único que podríamos reclamarles es su exceso de sibaritismo, en detrimento de su producción intelectual, pero es demasiado sabroso hacer literatura oral campaneando un trago. (Continuará)

Los sitios de Toby:

Fundación Yara http://fundacionyara.spaces.live.com/personalspace.aspx?_c02_owner=1 Cibertobyopina http://cibertobyopina.spaces.live.com/PersonalSpace.aspx?_c02_owner=1

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