sábado, 11 de agosto de 2007

UNA CAUSA Y SU EFECTO / Tulio Monsalve

De barra y ratón

A la inobjetable e imperecedera aventura de una buena acodada en una barra, es de esperar, y, celebrar, casi automáticas y consecutivas libaciones. Así como su efecto, la alimenticia inundación del cuerpo y toda el alma, por los etilatos que los licores albergan en sus sediciosas moléculas; así que, dependiendo de cuanto hallamos abrebado, absorbido, el efecto es que a la mañana siguiente, podemos padecer un ingrato ratón. Un colombiano guayabo, la mexinicanísima resaca, la cruda guatemalteca. Claro que hablar de ello, en este blog, es como nombrar la soga en la casa del ahorcado. Pero, en este tema, es eslabón obligado entre las causas y sus efectos que dan origen a la nota. Así, que se produce el ratón efecto, o efecto ratón.

Esta experiencia con sus ingratos padecimientos nos han perseguido por toda la vida. Infinitos como insensatos, han sido los remedios que en mi vida he escuchado sobre su tratamiento. No existe lugar de la tierra adonde halla sido azotado por este maleficio, en que no halla escuchado una farmacopea diferente. Todas a cual mas ineficientes. Todas a cual mas insensatas.
Puras ilusiones. Una de las mas originales fue la que recomendó y apliqué, por receta del, ahora ausente, y siempre recordado, Dr. Marcelino Madriz, urólogo por defecto y bohemio por convicción y corazón, que consistía que al mero momento de levantarse a la mañana siguiente, se procediera desayunar con una buen vodka. De manera que al venir los síntomas del ratón uno se le hubiera adelantado, con el segundo vodka, de forma que el ingrato guayabo no tuviera la menor oportunidad de alcanzarnos nunca. Sempre avanti. Sabio, aunque estrafalario e inobjetable como eficaz y extremoso sanador.

LA RECETA

Por ser de San Cristobal, en mi casa escuché, nunca olvidé, y aun en esta idea milito, qué, lo mejor para el ratoncillo, es una buena pizca andina. Me voy con la receta que aprendí de Isabel Monsalve, mi abuela y que Josefíta Gómez de Briceño, mi suegra, daba por bienhechora.

1. Tome una cebolla y píquela (aunque lo haga llorar) en cuadraditos muy finos.
2. Escoja y pique en finas tiras el mejor tomate redondo que acaudale. (Evite, con celo extremo, y saña de agente del Seniat, que se le cuele alguna semilla del tomate)
3. Tome una olla pequeña y ponga a calentar en ella aceite de oliva, alli
sofría el tomate y la cebolla, espere a que se dore la mezcla.
4.Agregue tres tazas de agua y deje hervir.
5. Pele y pique en rodajas tres papas (negras, de ser posible no tenga miedo).
6. Póngalas a buen recaudo en la olla y déjelas hervir. El tiempo de cocción lo determina la dureza de las papas, espere que se pongan a punto, suaves y dignas.
7. A este punto agregue a la cocción dos tazas de leche, deje hervir. Al nomás bullir, agregue un huevo por cada comensal, pique y bendiga este noble potage con finas y aromáticas hojitas de cilantro, insustituible y eterno acompañante de los humanos desde la antigua Grecia.
8. Agregue sal al gusto e inmediatamente, sirva. (Se decía que el Coriandrum, cilantro, deriva del griego e indica genéricamente "alguna cosa que hace bien al hombre").

Si a la causa, un buen trago, se produce el efecto ratón, la respuesta implacable es la pizca. Si se acompaña de una noble arepa, doblemente eficaz

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