domingo, 12 de agosto de 2007

LAS BARRAS SON MUJERES/ Néstor Francia

No puedo hacer literatura en torno a las barras. Las barras no me enorgullecen, soy víctima de ellas. He dejado la mitad de mi vida (y de mis escasos bienes) en las barras y ellas me convierten en bueno para nada. A menudo las abandono en un estado de inconciencia que me empuja hacia lugares sórdidos, a hundirme en pantanos lúgubres por largas horas. Por ahí he estado a punto de morir. Cuando estoy muy borracho soy incapaz de hilvanar una idea coherente. Las mujeres se niegan a bailar conmigo (y eso que muevo bien el esqueleto), mi verbo se hace más ininteligible que de costumbre (que es mucho decir) y soy incapaz de mantener con las chicas una conversación consistente. Gano poco en las barras, apenas si la compañía de algún querido hermano, al cual finalmente abandono casi siempre sin despedirme, ya que la rasca se apodera de mí y me lleva adonde le da la gana. Las barras son como algunas mujeres: atractivas y malvadas.

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