«Yo he pasado en los bares horas deliciosas. El bar es para mí un lugar de meditación y recogimiento, sin el cual la vida es inconcebible. Costumbre antigua, robustecida con los años...
Luis Buñuel: Mi último suspiro; Barcelona, Plaza y Janes Editores; 1982; Pp. 53-54
‘PEPE’ es casi un ser abstracto. Un barman cuya completa identificación no haré. Sienta sus reales en una pequeña tasca de Candelaria que tiene todos los argumentos para ser un pequeño-gran sitio: cálida penumbra; sólida y estrecha barra que nos aproxima a su conductor y a los parroquianos; cerveza de sifón, vino de la casa, jamones colgantes, embutidos, entremeses, tapas, banderillas, ‘tentenpiés’,PEPE es tan discreto cuan generoso en las copas que escancia y tan de pocas palabras que asombra que sea un barman. Aventado de su natal Soria por vaya Dios a saber cuál razón, ejerce su oficio en su pequeña cueva, en medio del mayor mutismo. No se deja alterar por razón alguna, salvo en alguna tarde dominical, en las que rompe el silencio al recibir a un pequeño grupo de hombres de más que mediana edad, personificación de los celtas de la península.
Esas tardes dominicales, los visitantes (y PEPE) se enzarzan en interminables y discusiones acerca de temas como: la existencia de la Atlántida y su posible (o segura) ubicación y desarrollo entre España y África, antes del hundimiento; el Gran Diluvio, arquetipal en todo texto fundamental de cualquier religión, europea, americana, asiática; Caballeros Templarios; la búsqueda del Santo Grial; anticipaciones herméticas; heresiarcas, mártires y otros venerados, como aquel Obispo gallego que pretendió fundir en los cánones cristianos todos los anteriores ritos paganos o gnósticos … y casi lo logró: Prisciliano era llamado. Heresiarcas, iluminados, razas misteriosas y marginales, canteros prehistóricos (verdaderos constructores del Camino de Santiago). Estos gestos, estos ademanes, estos tonos de voz en la semipenumbra, sobrados de mitos y de símbolos, pretenden reconvocar a la imaginación y a la poesía como instrumentos de investigación de la historia. “Aquí existe todavía la España antigua … ”.
Dicen estos asombrosos amigos de PEPE, que en la Reconquista no se ventilaba un problema racial o religioso sino que era una disputa ganadera por los pastos invernales de Andalucía (poseídos por los moros) y por las pajas norteñas y veraniegas tenidas por los cristianos. Es así. El toro y sus astas siempre aparecen en la historia española junto con otros saberes de salvación. “¿Porqué demorarse en hechos cuando una memoria más profunda y convincente nos suministra mitos?”, se pregunta Fernando Sánchez Dragó en ese pasmoso batiburrillo de maravillas con que ganó el Premio Nacional de Literatura hace casi 30 años: Gárgoris y Habidis: Una historia mágica de España.
Pero no fue para oírlos que me instalé temprano el domingo en el sitio, apenas abierta la tasca, sino para escapar de las ruidosas tribunas en que se convierten las barras de la ciudad cada vez que hay un partido importante, plenas de neoentrenadores y comentaristas de nuevo cuño, que opinan como jugadores retirados y gritan como adolescent(as).
En cambio, los enigmáticos amigos de PEPE vieron el partido final con displicencia, casi de reojo, sin mayores comentarios … hasta que el pitazo final anunció la indiscutible supremacía del equipo español: ¡!Si … si … si … la Copa ya está aquí!! Los viejos sorianos y los aficionados al fútbol que allí estábamos pensamos que, nuevamente se trataba de la Españade la rabia y de la idea. ¡De la España antigua, de la España profunda!
Hace más de siglo y medio LARRA se suicidó agobiado por los males de su tierra: “Aquí yace media España … murió de la otra media” dicen que dijo.
Pero ahora está la vieja Iberia celebrando los nuevos tiempos y los nuevos éxitos. Sólo la mirada penetrante de los viejos contertulios pudo advertir que la reina griega, la casada con el borbón, mientras animaba al equipo y luego festejaba, lucía en su frente, tenuemente pintada, la bandera, que es la que misma que llevaba ‘Manolo el del Bombo’, sobreviviente de tantos malos y pasados momentos del fútbol español; o, también luego, en la Plaza de Colón, los chamos catalanes Xavi, Puyol, Capdevila, Iniesta, o los andaluces Marchena, Güiza, Sergio Ramos. O el vasco Alonso, capitaneados por el madrileño Casillas, muchos de ellos con la rojigualda como capa o como saya. Otro de estos viejos ¿astures, celtas, atlantes? dijo, con sabiduría anticipatoria y con aires de plena certeza: “El próximo domingo nos encontramos denuevo, para ver ganar a RAFA NADAL en el torneo de tennis de Wimbledon”. Allí estuvimos.
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